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Span 1977, 132, (E).

HARVARD
UNIVERSITY
LIBRARY
MAY 30 1969

Treat

EXPOSICION

DEL SEÑOR OBISPO DE ZAMORA
Á LAS CÓRTES (*).

E

Obispo de Zamora acude á las Córtes, nuevamente reunidas

á

poner en su alta consideracion lo que cree indispensable á su ministerio acerca de varios puntos eclesiásticos acordados ó pendientes desde las últimas, ocurriendo á la indemnidad de nuestra santa Religion, y por esto mismo de la Constitucion de la Monarquía, de que es el primero y principal fundamento.

No es por tanto algun interes ó derecho personal el movil de esta reclamacion; aunque sería bastante, como lo es para cualquier ciudadano, familia ó corporacion, que reclaman y tienen derecha á reclamar sus

(*) Véase otra exposicion de este digno Prelado á S. M. en el tomo tercero.

agravios propios. Es la causa comun y pública la que la impele; es la causa de todos los españoles; la causa de la Nacion; es la causa de Dios. Porque de todo esto se trata cuando se trata del bien de su Iglesia y Religion santa, de que somos los Obispos, aunque indignos, los gefes, tutores y pastores, y como tales debemos á Dios y á los pueblos, que estan á nuestro cargo, todos los oficios que requiere la conservacion y defensa de tan preciosos objetos. Esto alienta nuestra confianza para exponer con libertad cristiana nuestros sentimientos, y para ser oidos benignamente de las Córtes de una Nacion grande , que debiendo á Dios un espíritu de piedad y religiosidad ingénita, sabe que su felicidad, aun temporal, pende esencialmente de su prosperidad moral y religiosa, y que el trabajar por esto es hacer su mayor servicio.

Pero este bien no puede conseguirse, y sucederán los males contrarios, si sigue la desgracia, que ya antes de ahora, y ahora mas, esperimenta el órden eclesiástico en su gobierno y disciplina, en sus bienes, y hasta en el depósito de la doctrina. Todo lo cual, formando las bases inmutables de esta Reli

gion, que la aseguran contra las novedades y alteraciones de que son susceptibles las cosas humanas, es imposible que deje de re

ducirla á la condicion de éstas, desde que sean sacadas de su centro y de la esfera en que las ha puesto el soberano Autor de la sociedad. Semejante conducta que, como digo, no es nueva, es la causa original de tantos males, no tiene otro correctivo que el de la Religion; así como crecen infinitamente al compas de la languidez y desconcierto de este divino elemento. Síguese necesariamente el descrédito del santuario, la profanacion del culto, el retraimiento de sugetos, la extrema falta que se toca, y el desaliento en todos; porque al fin son hombres, y todos aspiran á un premio en su carrera, y todos aprecian sus derechos y el honor de su estado; y la idea degradante que trasciende al comun del pueblo, acaba de romper los diques á la relajacion, rompiendo los respetos venerables hacia las cosas religiosas.

y

La desgracia es que este soberano bien, los oficios de este ministerio no se conocen, ó no pueden apreciarse; porque son bienes que obran insensible y ocultamente, no por acciones ruidosas, mas brillantes que sólidas por lo regular, sino en silencio y en el secreto de los corazones. La Religion obra, no solo por las virtudes que hace practicar, sino por los delitos que evita, por los desórdenes que contiene. Porque, ¿quién ve los que élla impide, decia un político, al

restablecerla en Francia? ¿Podrémos escudriñar las conciencias y ver las malas intenciones que la Religion sofoca en ellas, y los buenos pensamientos que produce? ¿Qué seríamos todos nosotros sin este freno celestial? Ella es, en una palabra, como la salud en el cuerpo, que no se conoce lo que vale hasta que se pierde. Si llegase á perderse del todo ¡oh! horroriza el pensarlo), entonces, entonces se veria lo que importa, y cuál es la rueda maestra en la máquina de un estado.

Y así se vió en efecto en aquellas naciones que han tenido la desgracia de caer en revoluciones de esta clase. Todas escarmentadas de sus

catástrofes y estragos espantosos, se han visto obligadas, para redimirse, á volver á este principio y acogerse á la sagrada áncora. La nacion citada dió un egemplar reciente en su gobierno consular, cuando tratando de curar sus males se vió forzada á restaurar su Iglesia aniquilada por los reformadores precedentes. "La época (decia en 1801 uno de »los órganos del gobierno al cuerpo legisla >>tivo) la época de la experiencia y del des»engaño ha llegado para la Francia. Al cabo »de diez años tenemos que volvernos á los »principios religiosos, sin los cuales no hay »estabilidad para los Estados. En el delirio » de la discordia y de la guerra podrá aluci

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