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Correspondencia contemporánea de las diferentes fases de cultura en la costa del Pacífico según Max. Uhle.

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Las columnas verticales indican igualdad de tiempo.

Los números 1--5 indican aproximadamente el grado de cultura según la industria litica en esta forea:

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LA QUICHUA EN SANTIAGO

Es un hecho, al abrigo de toda duda, que la población rle la provincia Argentina de Santiago del Estero habla la lengua quechua o quichua, que es la lengua general del Perú. Si esa parte del territorio de la Confederación se hallase inmediatamente en contacto con la República Boliviana, no causaría tanta extrañeza el fenómeno que acabaros de señalar; pero no es así. Entre la parte meridional del territorio boliviano y la provincia de Santiago, se interponen otras provincias argentinas cuyas poblaciones no conocen la lengua de los Incas y hablan el español únicamente.

El S. Poucel, con la sagacidad de inducción que le es familiar, ha echado de paso algunas ideas sobre esta materia en un artículo recientemente publicado en El Orden; ideas que nos proponemos ayudar un poco con los presentes renglones.

La cuestión histórica que a este respecto debe ventiiarse es: ¿Los pobladores primitivos de los llanos de Santiago sc establecieron allí durante el gobierno de los Incas, o con posterioridad a la conquista del Perú por las armas españolas?-Nos parece que por mucho que se compulsen elementos deficientes que componen la historia de esta parte de la América, no se hallarían pruebas terminantes para asegurar lo primero, ni para negar lo segundo. Los Incas eran conquistadores e invasores; hicieron por muchos siglos el papel de los romanos, y se dice de ellos, como se ha dicho de los Señores del Mundo, que tomaban lo mejor de los usos y costumbres de los pueblos que sometían a su dominio. Eran tolerantes y trataban de aligerar la mortificación de la conquista derramando en sus nuevos dominios los beneficios

de la excelencia de su gobierno, de su administración y de su civilización verdaderamente notables. Es de creer, pues, que tanto por medio de las armas como de la habilidad, y sobre todo por la fuerza de expansión que tienen en sí los pueblos adelantados, se extendió el Imperio de los Incas en el ámbito que ie señalan los historiadores. Oigamos a este respecto al señor Prescott (Guillermo) quien, refiriéndose a la Relación manuscrita de Sarmiento, a la Crónica del Perú de Cieza de León y al exactísimo y bien informado Garcilaso de la Vega, dice lo siguiente: "El Imperio del Perú, "en la época de la invasión española, se extendía por la "costa del Pacífico, desde el segundo grado, poco más o "menos, de latitud Norte, hasta 37 de latitud Sur, línea "que describen actualmente los límites occidentales de las "repúblicas modernas del Ecuador, Perú, Bolivia y Chile. "Su anchura no puede ser determinada con exactitud, por"que aunque totalmente limitado al Oeste por el Gran Océa. “no, hacía el Este se dilataba en varias partes mucho más "allá de los montes, hasta los confines de las tribus bárba"ras, cuya exacta situación no es conocida y cuyos nom "bres han sido borrados del mapa de la historia."

En las palabras que quedan subrayadas en esta larga cita de la Historia de la Conquista del Perú con observaciones preliminares sobre la civilización de los Incas, puede apoyarse cualquiera que tenga interés en sostener que antes de la conquista fueron del señorío del Inca las llanuras que median entre los ríos Salado y Dulce. Veámos ahora los datos que en otro sentido presentan los historiadores de la conquista del Tucumán, compulsados por el doctor Funes en su Ensayo Histórico, al que seguiremos para no acumular autoridades en una nota pasajera.

Supone el doctor Funes que deseando don Francisco Pizarro alejar la influencia poderosa de su rival don Diego de Almagro, tuvo la amabilidad de persuadirle la conveniencia de la conquista de Chile, la cual emprendió Almagro por los años de 1535, tomando la ruta de Tupiza y de allí la del valle de Chicoán, jurisdicción de Calchaqui. Si esto es exacto, el ejército español en camino para Chile, se internaba en la provincia llamada entonces del Tucumán, nó por

espíritu de conquista sino con el objeto de evadir las desiertas e inhospitalarias soledades de Atacama que separan Chile del Perú. La resistencia a los invasores comenzó desde Jujuy. De cinco soldados españoles que se separaron del grueso del ejército, fueron tres despedazados cruelmente por los indios; y cuando la totalidad del mismo ejército atravesaba el citado valle de Chiván, fué atacada por retaguardia con tanta energía, que mataron el caballo del general, escapando difícilmente con vida merced al oportuno socorro que le prestaron sus muy leales soldados. Almagro no pudo vergarse de este insulto. Los indios tomaron las alturas y se burlaron de las fuertes caballerías que destacó en su persecusión. La relación algo confusa e incompleta del Deán, deja lugar apenas para suponer que el ejército de Almagro entró a Chile por la altura del valle de Calchaqui, lo que, según las mejores cartas, cuadra bien con la proposición que hicieron antes, pues en aquella altura termina el desierto de Atacama y comienza el suelo fértil de Chile.

Este ejército español se componía de 570 españoles y 15,000 indios peruanos. Se vé, pues, que para las empresas de conquista se valían los españoles de sus nuevos súbditos, acostumbrados por sus envejecidos usos a invadir tierras extranjeras y a imponerles el uso de su idioma, que era en lo que principalmente hacían consistir los Incas el buen éxito definitivo y la perpetuidad de sus conquista.

No sería extraño, pues, que cuando poco más tarde se concedió la capitanía general a aquel Diego de Rojas, que tanto se había señalado en la conquista de Nicaragua y en otras grandes empresas que supo llevar a cabo con reducidos recursos, nada tendría de extraño, repetimos, que trajese consigo algunos aliados peruanos, aunque no fuesen en el crecido número de 15,000. En esta suposición, y aunque según puede deducirse del historiador que seguímos, el Capitán General Rojas extendió sus conquistas hacia Catamarca, en donde halló una resistencia que le costó la vida, puede creerse, sin embargo, y sin violencia de la razón, que los pobladores de Santiago (entonces y hasta mucho tiempo después comprendidos en la jurisdicción del Tucumán) son

el resultado de la conquista española, como lo presume también el Señor Poucel.

Por qué la influencia de los auxiliares peruanos del conquistador español se fijó de preferencia en aquel punto, no puede tampoco aplicarse de otro modo que lo hace el señor Poucel, es decir, por las afinidades del indígena santiagueño con el peruano, lo que dice mucho a favor del primero, atendiendo al adelantamiento social e intelectual que no puede negarse por entonces a la raza de la lengua quichua. Es de añadir que cuando por los años de 1550, después de la catástrofe de Rojas, recayó la capitanía de Tucumán en otro capitán de la conquista del Perú llamado Juan Núñez de Prado, quién abrió la vanguardia de sus conquistas con 84 soldados y muchos indios amigos. Esta vez los indígenas se convinieron en formar una nación con la de su propio invasor, y los habitantes del valle de Catamarca, ios de los ríos Salado y Dulce, los de la jurisdicción de Santiago y los belicosos Lules se sujetaron con grande docilidad.

Estos hechos posteriores justifican aún más las suposiciones que quedan aventuradas en un punto todavía tan oscuro de nuestra historia. (1)

Volviendo al hecho constante de que la lengua hablada hoy por el pueblo de Santiago del Estero, es la misma llamada por los escritores la lengua general del Perú, tengo motivos para creer que la adulteración que haya podido sufrir en las llanuras distantes de su origen y circundadas

(1) Existen en el valle de Calchaqui, situado al N. O. de la ciudad de Tucumán, vastos enterramientos o huacas a la manera de los peruanos. Estos monumentos son los más característicos de aquella civilización, por cuanto preparaban sus momias de una manera especial y porque enterraban sus muertos con objetos de sus usos, particularmente vasos de una construcción especialísima ya bien conocida en Europa. En el catálogo de los libros y papeles vendidos al Instituto Histórico Brasilero por el Sr. Dn. Pedro de Angelis, se registra la obra siguiente, escrita por un chileno avecindado en la ciudad de Salta: Monumentos del tiempo de los Incas cuyos vestigios se admiran en las provincias que componían la intendencia de Tucumán, por D. Filiberto de Mora. Manuscrito autógrafo. (Catálogo de Angelis, publicado en Buenos Aires en corto número de ejemplores.)

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