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riales, y logró le nombrasen coadjutor del Obispo D. Juan, dando al ambicioso Preboste el título de Obispo de Filadelfia. Las bulas se despacharon en Roma á 10 de Marzo de 1517, y por los manejos de D. Hugo se dió al punto el exequatur de un modo burlesco é irritante, pues, sin contar con el Obispo, y mintiendo descaradamente, se mandó al cabildo reconocer al D. Felipe (1), no como quiera por coadjutor, sino por administrador del obispado, lo cual era destituir anticanónicamente, sin justa causa y sin audiencia, á un Obispo dignísimo, con bulas obrepticia y subrepticiamente obtenidas, tomando en ellas el nombre del Papa, de cuya autoridad se abusaba, pues probablemente éste nada sabría de ello, sino que sería torpe y sórdido manejo de los agentes subalternos de la Dataría, pues que de los superiores de la curia sólo se puede conjeturar en este triste caso y otros análogos, que en su bondadoso carácter se fiaban demasiado de algunos inferiores á quienes creían honrados, no siéndolo.

La desvergüenza con que llevaron á cabo esta intriga el micer Urries (2) y su pariente, produjo una indignacion general en el clero de Aragon, harto disgustado de los torpes

1) Ayusa dice que el Rey se opuso á la coadjutoría, pero el P. Huesca le dió, como suele decirse, con el texto en la cara, pues la Real Cédula que copia, dice así: «Venerables y amados nuestros Dean y canónigos de Huesca: Como vereis por las bulas y letras apostólicas sobre ello despachadas, nuestro muy Santo Padre con nuestra voluntad y consentimiento, ha proveido de Coadjutor y Administrador de ese Obispado, que de ello tenían la necesidad que sabeis, al Doctor Micer Phelipe de Urries, Pebroste de esa Iglesia de Huesca, el cual es justa cosa y Nos queremos que sea admitido á la dicha administracion y coadjutoría. Por ende os encargamos y exhortamos que luego que las dichas letras y provisiones apostólicas vos serán sobre ello presentadas, obtemperando aquellas deis la posesion pascifica (sic) de la dicha coadjutoría al dicho Pebostre Urries e lo acepteis, reputeis y tengais por Coadjutor e Administrador de la dicha Iglesia y Obispado, juxta forma y tenor de las dichas letras... Datis en Bruselas a XV de Marzo del año MDXVIII.-Yo el Rey.-Vista por el Bayle y el Vicecanciller.-Urries, Srio.

(2) Micer (magister) era el tratamiento que daban en Aragon á los juristas, como á los clérigos y caballeros el de Mosen, que aún se da á los clérigos en la corona de Aragon. Los enredos de los curiales hicieron que en el dialecto aragonés micero y miceria signifique enredo, enredador, quisquilloso y trapacero.

manejos de sus paisanos los aflamencados. El cabildo de Huesca no solamente se negó á cumplimentar las bulas, sino que las protestó solemnemente como obrepticias y subrepticias: el Obispo y él apelaron contra ellas á la Santa Sede. El Ayuntamiento de Huesca salió dignamente á la defensa de su digno y ultrajado Obispo, y lo mismo hicieron los cabildos eclesiástico y secular de Jaca. Protestólas igualmente el Arzobispo de Zaragoza D. Alonso de Aragon, como metropolitano y primo hermano del ofendido, se ofreció á pagar los gastos del litigio y envió á Bruselas, como agente suyo, al caballero Anton Moreno de Onaya, del hábito de Santiago, para informar al Rey y á Xebrés contra aquel abuso: El Obispo agraviado envió tambien á Bruselas otro abogado italiano llamado Micer Pietro, en quien fiaba mucho. Había en Roma desde el tiempo del Rey Católico dos Embajadores, cosa que Cisneros llevaba á mal: quería la unificacion de Aragon con Castilla á todo trance, y le repugnaba todo lo que pudiera recordar la distincion de nacionalidades; y ya que había avasallado á Navarra por las armas, esplotando sus discordias, quería hacer lo mismo con Aragon y Cataluña por medios políticos. En sus cartas á Diego Lopez de Ayala, su agente en Bruselas, rebosa por todas partes su encono y el de sus secretarios contra las cosas y personas de Aragon. De Embajador por esta Corona estaba en Roma D. Luis Carroz. Este hizo presente al Papa la superchería de las bulas y los manejos del maleante Urries. Surgió de esto otro nuevo embrollo; pues habiendo propuesto D. Alonso de Aragon para coadjutor, y de acuerdo con su primo el Obispo de Huesca, á D. Alonso de Só, Castro y Pinos, sobrino del de Zaragoza, hijo de los Vizcondes de Eboli, el Embajador Carroz creyó que debía apoyar esta pretension como más justa. El Papa, á vista de esto, y creyéndolo deseo del Rey revocó la coadjutoría del de Filadelfia, admitió la resigna del Obispo de Huesca, y nombró por sucesor al propuesto (1519). Era éste un jóven aprovechado: á la edad de 23 años se hallaba ya de Abad de los dos célebres monasterios de San Victorian y Montearagon. ¡Desdichados monasterios que tenían por Abades á esos jovencitos nobles, que de novicios debieran estar en todo caso! Dicen que era honesto, lo mismo dicen del revolvedor Acuña: siquiera esto consuela; y

bueno es que lo adviertan los biógrafos, aunque no basta. Diósele por el Papa la administracion hasta que cumpliera los 27 años. El cláustro de la universidad de Huesca le nombró cancelario.

Llevó todo esto muy á mal el Rey Cárlos: reprendió á Carroz por sus gestiones y por haber aparentado ser voluntad del Rey lo que se había pretendido, anuló el nombramiento de cancelario y dió este cargo á D. Pedro Jordan de Urries, canónigo de Huesca, amenazando á los doctores y catedráticos si no lo aceptaban. Escribió al cabildo con desagrado por haber ejecutado las bulas sin permiso suyo, á pesar de que en Aragon no estaba de moda la tiranía del exequatur, y mandó embargar las temporalidades al jovencito Abad y Obispo Don Alonso. Los agentes adelantaron poco: el Rey era jóven, pensaba en divertirse y veía poco en estos asuntos, y eso poco por ojos ajenos. Los ojos de Xebrés y de los secretarios veían en todo negocios y dinero.

Aunque los sucesos siguientes no son de esta época, conviene dejar consignado el término de este ridículo y funesto embrollo, que da idea de otros muchos de su especie. Alargóse la vida del Obispo D. Juan hasta el año 1527: durante los siete años últimos de ella no cesaron los litigios, que amargaron, y quizá abreviaron aquellos. A su muerte trataron Urries y su parentela de tomar posesion de la mitra á mano armada. No se descuidaron los de Éboli y el Duque de Ribagorza, que eran de la otra parcialidad, pues no sólo entraron en la ciudad con gente armada, sino que estuvo en poco arrasáran la villa de Ayerbe, que lo era del D. Hugo de Urries.

Envió el Rey á Huesca al abogado fiscal Juan Perez de Nueros; prohibió al cabildo dar posesion á nadie sin letras ejecutoriales, y amenazó tambien á los contendientes. A pesar de eso los bandos rivales vinieron á las manos: los de Urries atacaron la casa del Vicario general, mataron á su fiscal y alguacil y asistieron á los Oficios divinos, á pesar de estar excomulgados. Contra ellos vino el Conde Ribagorza con su gente, y entonces los de Urries capitularon salir de la ciudad con tal que no entrasen los otros (8 de Agosto).

Mas al cabo vinieron á las manos dos meses despues, porque habiendo D. Alonso ganado en Roma tres sentencias ro

tales, trataron sus parientes de tomar posesion en su nombre á mano armada. Los de Urries barrearon las calles; atacaron los de Éboli y los arrollaron despues de sangrienta lucha, y eso que no llegaron á tiempo mil ribagorzanos que bajaban de la montaña. Pero la Providencia había dispuesto que ninguno de aquellos ambiciosos, manchados de sangre y simonías, ocupase la codiciada mitra; y mientras que los de Éboli saqueaban las casas de los de Urries y los acosaban por todas partes, y D. Jaime Viota tomaba posesion de ella á mano armada, como procurador de D. Alonso, Dios, que veia desde el cielo la sacrílega invasion, hirió en lejanas tierras con su espada invisible al jovenzuelo Obispo, y á la hora en que se tomaba en Huesca y en su nombre la posesion sacrilega, la espada de su justicia le hería en lejanas tierras, muriendo en Sora (Nápoles) de la epidemia reinante.

Llegada la noticia de la inesperada muerte, los de Urries quisieron hacer valer el nombramiento de su pariente. El cabildo procedió á declarar la vacante y nombrar vicarios, fundándose, y con razon, en que la coadjutoria estaba anulada y casadas las bulas. Aún se atrevió aquel ¡mitræ sacra fames! á tomar posesion, apoyado por algunos canónigos en minoría, y pidió al Justicia Mayor una aprehension de los bienes de la mitra en todo el obispado. Concediósele por el Justicia esta injusticia anticanónica, pues los recursos forales eran una gran cosecha de enredos con que medraban los abogados de aquel país, llenando sus bolsillos y tiranizando la Iglesia con mentidos alardes de libertad, que á esto se han reducido muchas veces los llamados fueros.

El Rey, que ya por entonces había dado de baja la influencia de D. Hugo, presentó para Obispo á su confesor D. Diego de Cabrera, Obispo in partibus, y fué el primero que allí hubo de presentacion Real, en virtud de la bula de Adriano VI, pero apenas disfrutó del nuevo obispado, pues murió en 1529. Volvió á su porfia el de Urries y el Emperador á sus repulsas: atropellando los fueros (1) que prohibían dar prelacías á extranjeros, nombró Obispo de Huesca á su favorito el Cardenal

(1) Fuero de las Córtes de Maella de prælaturis ab alienigenis non obtinendis.

Campegio. Envió éste á un sobrino suyo de vicario y á cobrar la renta (1530-1532), pero poco despues se le trasladó á Mallorca. Dióse entónces la mitra al Cardenal Doria: volvieron á reclamar los diputados aragoneses por la violacion de su fuero. Suplicó el Emperador retirasen la firma, y lo hicieron así por galantería, por lo cual el Emperador ratificó el fuero de Maella, y el Cardenal renunció la mitra. Urries había muerto, y el Emperador presentó á D. Martin de Gurrea, Prelado muy digno, con lo que terminó aquel repugnante embrollo.

§. 42.

El pleito de la Valdonsella.

Este triste asunto pone en el caso de hablar tambien de otro de aquel país, no menos grave y ruidoso por entonces. Los escritores aragoneses y navarros hablan acerca de él con tal divergencia y con tal calor, que degenera casi en furia, segun los denuestos que se dirigen mutuamente. El Obispo Sandoval, el jesuita Moret y el doctor Fernandez Perez pintan á los Obispos y cabildos de Huesca y Jaca poco menos que como unos bandidos robadores de la Iglesia de Pamplona. Los aragoneses no les van en zaga, y pintan á los de Pamplona como unos trapaceros, que llegan á sobornar á un Obispo para que les robe á los de Huesca sus papeles y documentos. Unos y otros faltan á la caridad en el calor de sus alegatos; y á la verdad, bien podían haberse expresado con más calma y haberse respetado á sí mismos al respetar á los otros. Sirva, pues, de triste y dolorosa muestra para proceder con templanza y no dejarse llevar de apasionado furor en tales lances, para no dar lugar á que al cabo de muchos años, ó quizá de siglos, el crítico imparcial venga á censurar inexorablemente á unos y á otros de poco comedidos.

La cuestion de la Valdonsella se agitaba como de jurisdiccion , pero en realidad era cuestion de rentas y dineros. Hemos visto que los orígenes de Aragon y Navarra son oscuros, pero parecidos á los de Leon y Castilla. El condado de Castilla absorbe á Leon, como el condado, á veces reino de Aragon, absorbe á Navarra. Los Reyes de Aragon no vacilaban

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