Imágenes de páginas
PDF
EPUB

§. 43.

Venida de Cárlos V á España: muerte de Cisneros.

Da grima ver á un hombre de tan altos pensamientos y elevadas miras luchando durante los dos últimos años de su vida, anciano y achacoso, contra las miserias de los españoles y las infamias de los flamencos, bajos aquellos en venderse, y más bajos estos otros en tan sórdido comercio. El que de Arzobispo de Toledo había creado tantas y tan útiles instituciones, vióse condenado en aquellos dos años á parar golpes, cortar intrigas, sufrir desdenes, sin poder llevar á cabo ninguno de los grandes proyectos que bullían en su mente. En cambio la reputacion de Cisneros ha llegado hasta nosotros incólume y pura, como la de un hombre de probidad, austeridad, energia, pureza y dotes de mando y modelo de buena administracion. Preciso era pintar las miserias de aquel tiempo para poder comprender las desgracias que sobrevinieron, y detenerse más en lo que honra, que en las cosas deshonrosas.

Cisneros anhelaba que el Rey viniese. Estaba cansado de luchar y quería retirarse completamente del mundo. Su salud estaba muy quebrantada. Leon X, poco aficionado á austeridades, le había prohibido que continuase usándolas, mitigando los votos en obsequio de sus años y posicion social.

Tuvo Cisneros por razon de su estado que admitir guardia de alabarderos, que mandaba el capitan Gonzalo de Ayora; hiciéronle adoptar un ropon forrado de pieles, y durante el viaje en busca del Rey, llevaba en las manos, y por razon del frio, un pomo de plata lleno de agua caliente. Pero él deseaba dejar todas estas comodidades, para retirarse al priorato de San Tuy, antigua vivienda de Canónigos reglares, en frondoso y retirado valle junto à Colmenar, que había logrado anejar á su Universidad de Alcalá. Su proyecto era despedirse del Rey así que le rindiera cuentas, dejar la administracion del arzobispado al Obispo de Ávila, su sobrino y secretario, y con dos teólogos, dos canonistas y modesta servidumbre, pasar en retiro, oracion y silencio los últimos dias de su vida.

Los flamencos hacían todo lo posible porque el Emperador

y el Regente no llegáran á verse. Cisneros, con el Consejo, llegó á Roa casi exánime, llevando en su compañía á los Obispos de Búrgos, Almería y Ávila. Allí murió el dia 8 de Noviembre de 1517, á las cuatro de la tarde. Lleváronle á enterrar á la iglesia del Colegio Universidad de Alcalá, donde ha estado hasta nuestros dias, en que vendido aquel grandioso edificio, se trasladaron sus restos mortales á la Iglesia Colegial y Magistral de San Justo, cuya obra tambien había engrandecido y aumentado de rentas y prebendas.

Díjose, y aún se dice, que murió envenenado, y circularon sobre esto no pocas anecdotillas. ¡Para qué más veneno que sus 81 años, y sobre ellos ingratitudes y desaires!

CAPITULO VIII.

ASUNTOS ECLESIASTICOS EN LOS PRIMEROS AÑOS DEL

REINADO DE CARLOS I.

§. 44.

Primeros actos del Rey y su descrédito por ellos.

Isabel la Católica, tan afortunada en su vida pública, no lo había sido en la privada. Por mucho tiempo se vió condenada á la esterilidad, con que la Providencia castiga por lo comun los matrimonios entre próximos parientes; pero poniendo su confianza en el Cielo, debió á éste inesperada fecundidad por la intercesion, segun su piadosa fe, de San Juan de Ortega (1). La desgracia persiguió á todos sus hijos. El Príncipe D. Juan, de quien tanto se prometía la nacion española, falleció prematuramente en Salamanca á la edad de 21 años, quedando truncada en él la descendencia de nuestros antiguos Reyes. La hija mayor, casada con el Rey de Portugal, sucumbió desgraciadamente sin lograr unir la Corona de Portugal á la de España, lo cual compensara en parte la falta de heredero. La desgraciada Doña Catalina, casada, primero, con un esqueleto, vino despues á caer en manos del lascivo Enrique VIII, y arrastró en Inglaterra una existencia dolorosa, mitigada solamente por la resignacion y profunda piedad heredada de su madre, y que ha hecho que los católicos la miren como una semimártir (2). Doña Juana, agobiada de in

(1) Véase el tomo XXVII de la España sagrada, pág. 369.

2

(2) El Sr. Marqués de Molins acaba de publicar en un precioso tomo en 8. marquilla, un manuscrito inédito con la Crónica del Rey Enrique VIII de Inglaterra. En este libro, enriquecido con muy curiosos apéndices por el Sr. Marqués, se ven las acrisoladas virtudes de la tan bella y virtuosa cuanto infortunada princesa. En el monasterio de Veruela encontré por casualidad una copia del expediente que se siguió en Zaragoza, por delegacion apostólica para examinar á varios testigos que declararon sobre la validez de su matrimonio, de que se hablará luego.

sultos y desdenes por el inmoral y vicioso marido Felipe I, apellidado el Hermoso, postergada por inmundas prostitutas, y hecha objeto de ridículo, vió turbarse su razon al impulso de los amargos celos. La Providencia se compadeció de España, llevándose prematuramente al aciago Príncipe, que le había cabido en suerte, y cuya memoria solamente recuerda en España lascivia, robos, simonías y desgobierno.

D. Cárlos I siguió por mucho tiempo las huellas de su padre, y los años de su juventud son tambien de triste recuerdo para España. Solamente cuando á fuerza de años, desaciertos, pérdidas y reveses principió á tener juicio y á ser español, la trabajada España pudo descansar un poco y tomar aliento para la penosa lucha que iba á emprender contra el error, en la gran cruzada contra el protestantismo. El reinado del Emperador Cárlos V es uno de aquellos en que el ruido de las victorias no deja oir los quejidos de las víctimas: reinados de aparato, ostentacion y ruido, pero poco provechosos para los pueblos; reinados que el guerrero y el poeta ensalzan, pero en que la Iglesia y la filosofia callan. Por desgracia la humanidad prefiere lo que brilla, y se embriaga con el ruido.

La entrada de Cárlos V en España fué señalada con la muerte del Cardenal Cisneros. Ridiculo papel obligaron los flamencos á que hiciera su flamante Monarca, llevándole empaquetado de pueblo en pueblo y de villorrio en villorrio, huyendo de aquel anciano moribundo que iba en busca suya para darle un buen consejo. Tampoco logró verle el Arzobispo de Zaragoza, Virey de Aragon, su tio, que venía con igual fin que Cisneros. Los flamencos le mandaron que se volviese á Zaragoza sin presentarse al Rey. El pretexto era la peste, mas la verdadera peste eran ellos. Cuando el grande hombre de Castilla, el apoyo y consejero de los Reyes Católicos hubo cerrado los ojos en el rincon de Roa, toda España fijó la vista hácia Toledo para ver quién reemplazaba al austero, sábio y político Cardenal Cisneros; y vieron con asombro é indignacion ocupar el trono de San Ildefonso un adolescente imberbe, aprendiz de gramática latina, llamado Guillermo de Croy, sobrino del favorito del Monarca: de esta manera principiaba el futuro Emperador á usar de sus prerogativas en la Iglesia de España, dando su primera dig

nidad á un chiquillo para que chupase el beneficio, ya que era incapaz del oficio. El flamante Arzobispo ni áun vino á España: murió á los cuatro años de su presentacion de una caida de caballo. A creer en su epitafio era ya á los 21 años un hombre eminente. Entre los muchos epitafios embusteros hay pocos tanto como éste. Sucedióle el Arzobispo de Santiago D. Alfonso de Fonseca (1524), natural de Santiago y Arzobispo de aquella ciudad, cuyo nombramiento persiguió Cisneros con el epigrama anteriormente narrado. Tampoco él se mostró partidario de las cosas de Cisneros. Grandes obras hizo, como todos los Fonsecas, y fué protector de las letras.

Algunos otros nombramientos que por entonces hizo el Rey, tampoco fueron afortunados (1). Al hijo de su médico hizo Obispo sólo porque le había ideado por divisa la leyenda del Non plus ultra con las columnas de Hércules. Al que le daba las gracias por ello le respondió, segun dicen: Más me disteis en esas letras. A ser cierta esa semiblasfemia, en poco tenía los obispados.

§. 45.

Las Comunidades de Castilla y Germanias de Valencia.

La mala conducta del Monarca; la codicia y rapacidad de su famélica extranjera corte; el desgobierno y la ambicion desencadenaron todas las malas pasiones, que los Reyes Ca

(1) El emperador Cárlos V, que dió varias pragmáticas prohibiendo conferir dignidades á extranjeros, no se tomó la molestia de cumplir sus mandatos. Habiendo presentado para Obispo de Huesca al Cardenal Campeggio (1530), y despues al Cardenal Doria, el reino de Aragon se opuso, y ganó firma contra el Emperador. Este reconoció el desafuero, y suplicó al reino que pasara por aquella vez: otorgósele así, pero con la condicion de confirmar el fuero de prælaturis ab alienigenis non obtinendis. (Teatro eclesiástico de Aragon, tomo VI, pág. 330.) Tres años despues se declaró que no eran extranjeros los que fuesen de cualquier punto de los dominios de S. M. (Ibid., tomo IV, pág. 73.) El Cardenal Doria, nombrado arzobispo de Tarragona, no residió: su vicario general cometió tantas simonías y abusos, que se prohibió que en lo sucesivo pudiera serlo ningun extranjero. (Villanueva: Viaje literario, tomo XX, pág. 24.)

« AnteriorContinuar »