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dió á los pobres su pingüe patrimonio, á fin de poderse dedicar libremente á la predicacion. La eficacia de esta fué tal, que mereció ser llamado el Apóstol de Andalucía. Detestaba á los predicadores que se predican á sí mismos, que ganan muchos aplausos, pero no ganan almas para Dios, y reprendía los vicios con tal energia, que los hipócritas se creían aludidos. Por venganza le delataron al Santo Oficio, fué preso y padeció bastante; pero no quiso defenderse, aunque podía haber tachado á sus testigos y probar lo infundado de la acusacion. -Vuestra causa está en manos de Dios, le dijo cierto dia un inquisidor, para indicarle que se hallaba en mal estado y próxima á fallarse contra él. Estando en tan buenas manos, respondió el venerable Maestro, dejémosle obrar: nada hay que temer de los hombres. Cuando todos creian que iba á ser condenado, una carta, interceptada cási prodigiosamente, puso de manifiesto el lazo, que le habían tendido sus malvados denunciadores, y fue absuelto.

Logró despues reunir una porcion de clérigos fervorosos y decididos, formando con ellos una congregacion de misioneros. Mas al ver llegar á España los iñiguistas, hizo lo que pocos hicieran, pues disolvió su congregacion. Viendo ya ejecutado su pensamiento y cumplido su deseo, envió sus discípulos á predicar por varias partes de España, y sobre todo á los moriscos.

El venerable Ojeda, catedrático de Baza, fué discípulo suyo, y tambien el Maestro Hernando de Vargas, misionero ejemplar y muy celoso, que se dedicó á la conversion de los moriscos de los obispados de Zaragoza y Tarazona, predicándoles no solamente con la palabra, sino aún más con el ejemplo (1).

Señaláronse igualmente por sus virtudes el venerable Diego Perez de Valdivia y Juan de Briviesca, clérigos muy ejemplares de aquel siglo (2). El venerable Valdivia fué el Eliseo

(1) Conservo con gran estima una coleccion de cartas autógrafas suyas que acreditan su celo, el poco fruto de su predicacion á los moriscos aragoneses, y las malas costumbres de los católicos.

(2) Véanse sus biografías en la obra citada en las fuentes de este capítulo (tomo I, pág. 182 y 191) y tambien las de otros varios discípulos del Ven. Juan de Avila, en las biografías de éste.

del venerable Maestro, Ávila. Dióle la cátedra de Escritura de la Universidad de Baeza; despues de grandes persecuciones renunció el arcedianato de Jaen, y embarcándose para Roma, tres veces se vió obligado á volver á Barcelona. Dedicóse á predicar con tanto fervor, que se le llamó el Apóstol de Cataluña, por la gran reforma de costumbres que obró en ella.

§. 49.

Restauraciones en varias catedrales de Andalucía por este tiempo.

A la sazon que se ventilaban estas graves cuestiones en Andalucía, tratábase tambien de la terminacion de varias iglesias catedrales, y se agitaba la restauracion de algunas otras. La de Guadix se había fundado primeramente en la mezquita mayor. Se cree que ésta se construyó por los árabes en el sitio donde estuvo la catedral antigua en tiempo de los romanos y los visigodos (1). Todo aquello desapareció, pues su catedral actual, dirigida á mediados del siglo pasado por D. José y D, Gaspar Cayon, se terminó á fines del mismo (2). Un terremoto que destruyó muchas iglesias de Andalucía, el dia 22 de Setiembre de 1522, dejó medio arruinada la que se habia erigido en Almería. Vino poco despues á ser Obispo de aquella ciudad un piadoso fraile francisco, llamado Fray Diego Hernandez Villaran. Escaso de rentas y recursos, tomó á pechos el reedificar su iglesia, como lo consiguió en su largo pontificado (1523-1554); y no bastando los medios que allegaban su caridad y económica pobreza, corrió á pié, como buen franciscano, gran parte de España pidiendo limosna para su catedral. Edificóla con gran solidez, á fin de que sirviese de baluarte y refugio á los vecinos, que se pudieran guarecer en ella en las frecuentes y piráticas invasiones de los corsarios argelinos.

De paso obligó á los señores que tenían concedidos diezmos y tercias en los pueblos, á que hiciesen iglesias, en lo

(1) Así lo opina D. Pedro Suarez, en su Historia de Guadix y Baza, página 169.

(2) Lafuente Alcántara (D. Miguel), Historia de Granada, pág. 266,

cual se mostraban remisos, y él mismo las hacía construir en los pueblos de realengo con los escasos diezmos que tenían.

Por el mismo tiempo se principió tambien la restauracion de la catedral de Jaen en su actual estado.

Arregló este edificio en la forma que pudo el primer Obispo de Jaen Fray Domingo, religioso dominico, que atendió, como era justo, más á la parte formal de su Cabildo que á la catedral. Principió la obra nueva (1368) el Obispo D. Nicolás Biedma demoliendo la mezquita mayor, que había sido consagrada para el culto al tiempo de la reconquista. Su obra fué poco afortunada, pues tuvo que demolerla en gran parte el Obispo D. Luis Ossorio en 1492.

Emprendióla con gran brio el Obispo Merino, bajo los planes de Pedro Valdeira (1532), y la continuó su hijo Andrés. Duraba todavía la obra sin concluir en 1580, á pesar de los grandes medios arbitrados por el Sr. Merino desde 1525, y las muchas indulgencias obtenidas del Papa Clemente VII.

Paralizada la obra por medio siglo, la emprendió de nuevo el magnánimo Sr. D. Baltasar Muñoz en 1634, bajo la direccion de Juan de Aranda, y la continuó el Obispo Fernandez del Campo, concluyéndola por fin Don Fray Juan Asensio (1682-1688), que coronó el edificio.

Ojalá que en la de Córdoba no se hubiese hecho nada por entónces. Tambien allí entró la funesta manía de tener el coro en el centro de la iglesia. Dos siglos y medio habían pasado sin él desde los tiempos de San Fernando. Entró en este funesto empeño el prepotente, ya citado, D. Alonso Manrique, prelado político y cortesano, enemigo acérrimo de D. Fernando el Católico, á quien dió muchos disgustos, pues estaba entregado á los flamencos. Al morir D. Felipe se empeñó en que reinara su hijo, deseo de todos los revolvedores de aquel tiempo, que esperaban medrar con la minoridad. D. Fernando le persiguió más adelante, y él logró huir á Bruselas, donde fué uno de los cortesanos que contribuyeron á los desmanes de los flamencos (1).

Trasladado este Obispo á Córdoba, y hecho Inquisidor ge

(1) En las cartas originales de Cisneros, se habla de él desventajo

samente.

neral, se empeñó en llevar á cabo la obra del crucero, destrozando la antigua y grandiosa mezquita del modo que deploran todos los inteligentes. La ciudad se opuso, la cuestion se llevó al Emperador, y éste se creyó en el caso de complacer al Obispo, que por entonces era su favorito, y al Cabildo.

<<El Obispo y Cabildo, dice Gomez Bravo, solicitaban hacer >>un crucero majestuoso, aunque pereciese parte de lo anti»>guo. Subió esta contienda al Emperador, y decidió que se >>hiciese la obra; pero habiendo venido á Córdoba y visto la »>iglesia, año de quinientos veinte y seis, dijo:-<«Yo no sabía >>que era esto, pues no hubiera permitido que se llegase á lo >>antiguo, porque haceis lo que puede haber en otras partes, y >> habeis deshecho lo que era singular en todo el mundo.» Con >>esto quedaron gustosos todos, pues unos lograron su intento, »y otros quedaron con la gloria de haberse conformado con su >>dictámen el César, aunque fuera de tiempo. Finalmente, á >>siete de Setiembre de 1523 se empezó la fábrica por Hernan >>Ruiz, maestro de arquitectura, el más afamado que hubo por >>este tiempo en España.»>

CAPITULO IX.

SOLICITUD DE LOS ESPAÑOLES PARA LA PROPAGACION DEL CATOLICISMO EN AMÉRICA Y SUS COLONIAS.

§. 50.

Establecimiento de las primeras Sillas episcopales en América.

Preciso es cortar la narracion de los graves sucesos del tiempo del Emperador Cárlos V, para echar una ojeada sobre las cosas del Nuevo Mundo y el rápido desarrollo del cristianismo en aquellos países, merced á la ferviente religiosidad de los españoles, que si no tuvieron siempre fe viva por las obras, al menos la tuvieron siempre muy viva por lá pureza y firmeza de sus católicas creencias. Ningun país puede compararse á España en esta parte, y tan arraigada está esa creencia, que solía decirse al hablar de conquistas, que los alemanes en sus colonias fundaban ante todo un castillo, los ingleses una factoría, los franceses un salon de baile y los españoles una iglesia.

El primer misionero que pasó con Colon se cree que fué Fray Bernardo Bonil, ermitaño de Monserrat. El título de Patriarca que se dice tuvo, es una superchería, como veremos luégo. Era su carácter duro, y no se avino bien con el almirante Colon. Era ademas catalan, y no estaban bien mirados en Indias los de la Corona de Aragon, pues las rivalidades de provincialismo y nacionalidad, que había en la Península, pasaban con los conquistadores al Nuevo Mundo. Fueron luégo los franciscanos acaudillados por el sobrino de Cisneros Fray Francisco Ruiz, y en pos de ellos los dominicos. Para cortar las disidencias entre D. Diego Colon, hijo del piadoso Almirante, y los primeros pobladores de la isla de Santo Domingo, envió Cisneros, para residenciarlos y formar audiencia, á tres frailes jerónimos llamados Fray Luis de Figueroa, Fray Alfonso de San Juan y Fray Bernardino Manzanedo, los cuales

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