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§. 75.

Muerte de Paulo IV: exclusiva en el Conclave.

El funesto nepotismo de Paulo IV fué muy perjudicial á la Iglesia, y eso que la gran piedad de Felipe II hizo que no tuviese todas las consecuencias que quizá produjera si chocara con otro Rey ménos católico. De hipócrita y fingidor de santidad trata á Paulo IV el Sr. Sandoval, Obispo de Pamplona. Cantú apenas se atreve á juzgarle: otros muchos españoles y extranjeros le maltratan á porfía, y las apologías no satisfacen. Decir que defendía la independencia de Italia, ni es cierto, ni le autorizaba á valerse de medios espirituales para fines temporales. Digamos francamente que el Papa no es infalible en política, y que Paulo IV se equivocó lastimosamente; pero que Dios le concedió reparar ántes de morir sus extravíos con oportuno y sincero arrepentimiento. No ha sido Paulo IV el único virtuoso á quien se le fué la cabeza por subir á gran elevacion: dichoso él si no pasara de Arzobispo de Theati. Prefiero juzgar de él con el piadoso Illescas, que despues de acusar sus excesos, culpando á sus sobrinos y salvando sus intenciones, vuelve por el honor del Papa refiriendo su santa muerte y sincero arrepentimiento (1).

<«<Tomóle la muerte á Paulo en muy buena coyuntura, porque como ya había echado de sí á todos sus deudos y á todos los que le traían engañado, habíase vuelto á sus buenas y santas costumbres, y ya no entendía sino en reformar su córte y áun su propia casa, y en castigar los pecados públicos... Relaxó asimismo muchos tributos y gabelas que sus malos consejeros le habían hecho inventar.»

Despues de añadir otras cosas en elogio de su inculpable vida antes de ser Papa, pues no le tuvo Illescas por hipócrita, como Sandoval, sino solamente como engañado, añade: «Fué dichoso cierto con haber caido en la cuenta del engaño en

(1) Illescas, que tenía un hermano secretario en Valladolid, debió ver el memorial de agravios contra Paulo IV, pues cási lo extracta al hablar de éste.

que le traían sus parientes, y dichosísimo en que le tomase la muerte en tan buen estado y en tiempo que ya por su medio los Reyes quedaban en toda paz y sosiego y la república cristiana en buenos términos, para que con la quietud en lo temporal se pudiese proseguir el negocio de la Religion, Ilevando al cabo el Santo Concilio. Murió Paulo IV á 15 dias del mes de Agosto del año de 1559.>>

El Conclave para la eleccion de sucesor fué largo y laborioso, pues duró cuatro meses. Como se había puesto en tela de juicio la validez de la eleccion de Paulo IV (1) y se vieron. los funestos resultados de ella por su intemperancia contra España, los Cardenales creyeron conveniente escuchar los votos de los Príncipes, que consideraban á varios de los electores. como enemigos declarados de su país, y que por tanto se oponían enérgicamente á la eleccion de los politicomaníacos. Porque, á la verdad, ¿cómo podía Felipe II dejar de oponerse á la eleccion del inmoral é indigno Cárlos Caraffa, causante de todas las desgracias en el Pontificado anterior? Es cierto que los Cardenales no le hubieran elegido; pero Felipe II debía prever y combatir, por bien de la Iglesia y de España, hasta la posibilidad de que se le eligiera. Mas á su vez el Emperador de Alemania y el de Francia se quejaban de la hostilidad y politicomanía de otros Cardenales, que consideraban como adversos; y de aquí tambien sus protestas contra ellos. De ahí vino á surgir el derecho llamado de exclusiva en su desconocido origen. En vano se ha buscado por los archivos el supuesto privilegio en que se concedía esto á los Reyes de España y Francia y al Emperador de Alemania. No hay tal Bula ni concesion, ni consta que ningun Papa lo haya sancionado. Está basado solamente en un mero derecho consuetudinario, frecuentemente tolerado por el Colegio Cardenalicio y no siempre practicado del mismo modo (2).

Por esta vez triunfó en el Cónclave la influencia del Em

(1) En el memorial de agravios presentado por el Consejo contra Paulo IV se habla de estas nulidades.

(2) En la Biblioteca de la universidad de Salamanca encontré un dictámen del P. Martinez, jesuita español, catedrático del colegio romano, en que explica así el origen de la exclusiva. Publicóse en las Revistas de Jurisprudencia y la Cruz.

perador y del Rey de España, siendo elegido el Cardenal de Médicis Juan Angelo, afecto á éstos, como que había debido muchos favores á Cárlos V.

«La primera cosa notable que Pio hizo fue prender al Cardenal Carlos Garrafa y al Duque Paliano, su hermano, por muchos y enormes delitos que se les averiguaron á uno y al otro, y principalmente por las cosas escandalosas que al Papa Paulo, su tio, habían hecho hacer. Al Cardenal hizo darle garrote en el castillo de Santángelo, y al Duque cortarle la cabeza públicamente en Bancos, y restituyéronle á Marco Antonio Colona sus bienes. Por haber puesto á disposicion del Rey de España dos galeras pontificias, que antes habían estado al servicio de Francia, estuvieron para decapitar al Cardenal Camarlengo, y tuvo el Rey que devolverlas porque no le dieran garrote en el castillo de Santángelo, como deseaban hacerlo, sin pensar que con eso firmaban para sí igual trato cuando muriese su tio.

Dícese que más adelante se revisó su sentencia y se les declaró inocentes. Esto es muy fácil cuando se han olvidado los agravios, cambiado la política y vuelto á la influencia ciertas familias prepotentes. La historia, que no siempre se aviene con los fallos de los tribunales, suele volver á condenar á los reos y á los jueces que los absolvieron (1). De todos modos, por lavar la mancha de un Cardenal infame se mancha la fama de un buen Pontífice como Pio IV; pues si los Caraffas eran inocentes, la sentencia del Papa Pio IV fué inicua. Elíjase entre ellos y éste.

El Conde de Beaufort, escritor imparcial y católico (2), despues de referir las intrigas de aquellos contra España, dice: «Los Caraffas cerraron la lista deplorable de los sobrinos de los Papas que trastornaban el estado de la Iglesia, y á veces la Europa por subir á la cumbre de los honores.>>

(1) El fiscal Pallantier, que pidió la excomunion y destronamiento de Cárlos V y Felipe II, se dice que fué el que luégo pidió la pena capital contra los Caraffas á quienes había servido como dócil instrumento. (2) Historia de los Papas, tomo V de la traduccion española: página 104.

CAPITULO XIII.

FELIPE II PERSIGUE AL PROTESTANTISMO DENTRO Y FUERA DE ESPAÑA.

§. 76.

Diatribas de los protestantes contra Felipe II, torpemente aceptadas por los malos católicos.

Se ha dicho que el protestantismo se detuvo ante los Alpes y los Pirineos. Como figura retórica puede pasar ese dicho, pero no como verdad histórica, pues el protestantismo pasó los Pirineos, y estaba ya casi aclimatado en España, y en Suiza y Saboya, al otro lado de los Alpes, se aclimató, y aún dura.

Oportunamente defiende Balmes la política de Felipe II con su acostumbrada elevacion y recto criterio:

<< Los protestantes tuvieron gran cuidado de declamar contra los abusos, presentándose como reformadores, y trabajando para atraer á su partido á cuantos estaban animados de un vivo deseo de reforma. Este deseo existía en la Iglesia de mucho antes; y si bien es verdad que en unos el espiritu de reforma era inspirado por malas intenciones, ó en otros términos, disfrazaban con este nombre su verdadero proyecto, que era de destruccion, tambien es cierto que en muchos católicos sinceros había un deseo tan vivo de ella, que llegaba á celo imprudente y rayaba en ardor destemplado. Es probable que este mismo celo llevado hasta la exaltacion se convertiría en algunos en acrimonia, y que así prestarían más fácilmente oidos á las insidiosas sugestiones de los enemigos de la Iglesia. Quizás no fueron pocos los que empezaron por un celo indiscreto, cayeron en la exageracion, pasaron en seguida á la animosidad, y al fin se precipitaron en la herejía. No faltaba en España esta disposicion de espíritu, que desenvuelta con el curso de los acontecimientos hubiera dado fru

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tos amargos, por poco que el protestantismo hubiese podido tomar pié. Sabido es que en el Concilio de Trento se distinguieron los españoles por su celo reformador y por la firmeza en expresar sus opiniones; y es necesario advertir que una vez introducida en un país la discordia religiosa, los ánimos se exaltan con las disputas, se irritan con el choque continuo; y á veces, hombres respetables llegan á precipitarse en excesos de que poco ántes ellos mismos se habían horrorizado. Difícil es decir á punto fijo lo que hubiera sucedido por poco que en este punto se hubiese aflojado; lo cierto es que cuando uno lee ciertos pasajes de Luis Vives, de Arias Montano, de Carranza, de la consulta de Melchor Cano, parece que está sintiendo en aquellos espíritus cierta inquietud y agitacion, como aquellos sordos mugidos, que anuncian en lontananza el comienzo de la tempestad. »

<< Conviene no perder de vista que este Monarca fué uno de los más firmes defensores de la Iglesia católica, que fué la personificacion de la política de los siglos fieles, en medio del vértigo que á impulsos del protestantismo se había apoderado de la política europea. A él se debió en gran parte que al través de tantos trastornos pudiese la Iglesia contar con poderosa proteccion de los Príncipes de la tierra. La época de Felipe II fué crítica y decisiva eu Europa; y si bien es verdad que no fué afortunado en Flandes, tambien lo es que su poder y su habilidad formaron un contrapeso á la política protestante, á la que no permitió señorearse de Europa, como ella hubiera deseado. Aun cuando supiéramos que entonces no se hizo más que ganar tiempo, quebrantándose el primer ímpetu de la política protestante, no fué poco beneficio para la religion católica, por tantos combatida. ¿Qué hubiera sido de la Europa, si en España se hubiese introducido el protestantismo, como en Francia, si los hugonotes hubiesen podido contar con el apoyo de la Península? Y si el poder de Felipe II no hubiese infundido respeto, ¿qué no hubiera podido suceder en Italia? Los sectarios de Alemania ¿no hubieran alcanzado á introducir allí sus doctrinas? Posible fuera, y en esto abrigo la seguridad de obtener el asentimiento de todos los hombres que conocen la historia, posible fuera que si Felipe II hubiese abandonado su tan acriminada política, la religion católica se

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