Imágenes de páginas
PDF
EPUB

<< En Sevilla, ni más ni menos hubo otros dos ó tres autos famosisimos, en que se quemaron las huesos de Constantino que se había muerto en la cárcel, y los de Egidio, canónigo de Sevilla. Hallóse por verdad que Constantino era casado dos veces con dos mujeres vivas, y que siéndolo, se ordenó de sacerdote, y con ser abominablemente carnal y vicioso, había sabido tan bien fingir santidad, que con su nunca vista hipocresía era tenido en el pueblo por santo. Al fin, dicen, que él mismo se mató en la cárcel y así se acabó de descubrir de todo punto su maldad y la máscara con que tenía el mundo engañado. Hubo cuarenta ó cincuenta personas quemadas, y cuatro ó cinco de ellos se dejaron tambien quemar vivos. Eran todos los presos de Valladolid, Sevilla y Toledo, personas harto calificadas: los nombres de los cuales yo quise callarlos aquí por no mancillar con su ruin fama la buena de sus mayores. Eran tantos y tales, que se tuvo creido que si dos ó tres meses más tardara en remediar este daño, se abrasara toda España, y viniéramos á la más áspera desventura, que jamas en ella se había visto.>>

§. 80.

El Dr. Cazalla. - Protestantes en Valladolid.

TRABAJOS SOBRE LAS FUENTES.-Historia de la muy noble y leal ciudad de Valladolid, desde su más remota antigüedad hasta la muerte de Fernando VII, por el Dr. D. Matías Sangrador Vitores ( Valladolid, 1851, tomo I, cap. 24.)

Otro de los puntos donde más cundió el Protestantismo fué Valladolid, mas tambien allí fué de importacion sevillana. Trájole el Dr. D. Agustin Cazalla, capellan del Emperador Cárlos V, gran teólogo, aunque de mal aprovechado estudio: era tambien hombre de mucha elocuencia y erudicion, y uno de los teólogos que el Emperador había llevado á disputar con los protestantes de Alemania. Su carácter ambi

de los Cazallas, bachiller Herrezuelo y Fr. Domingo Rojas, fraile dominico, etc., y cómo se descubrió y castigó año 1559 por un testigo que se halló presente.

TOMO V.

16

cioso le precipitó en el error, como él mismo confesó al pié del patibulo. Llegado á Valladolid, principió á predicar las doctrinas protestantes divulgándolas con recato, entre sus parientes y varios clérigos, nobles, monjas y personas de distintas condiciones.

Una casualidad hizo descubrir las reuniones. Segun refiere la tradicion, observando una mujer de un platero que este salía sigilosamente de la casa todas las noches, despues de aparentar acostarse, le siguió cautelosamente y le vió entrar en casa del Dr. Cazalla; sorprendió la contraseña, penetró en la reunion, y oyendo las doctrinas que allí se vertían, lo denunció todo á su confesor para que éste lo hiciera al Santo Oficio. Cogidos por este los protestantes in fraganti, fueron conducidos á las cárceles del Santo Oficio, de donde salieron al auto de fe, que se celebró en aquella ciudad el Domingo 21 de Mayo de 1559, dia de la Santísima Trinidad. Treinta luteranos salieron á este auto de fe y un judío de Lisboa: catorce fueron agarrotados y quemados despues; solamente á uno llamado el bachiller Herrezuelo, vecino y abogado de Toro, se le quemó vivo por blasfemo é impenitente (1). Cazalla sc arrepintió en los últimos momentos (2), y despues de agarrotado se arrojó su cuerpo á la hoguera, y con él los de sus hermanos Francisco y Beatriz Vivero, y los huesos de su madre Doña Leonor Vivero, muerta algun tiempo ántes en las cárceles del Santo Oficio. Los demas agarrotados y quemados fueron el maestro Alonso Perez, clérigo, Juan García, el pla

(1) Tal era la obstinacion de aquel abogado, que al ir al patíbulo y ver á su esposa Doña Leonor Cisneros (jóven de veinte y cuatro años) con el sambenito de reconciliada, le dió un puntapié, diciéndole con rabia reconcentrada: ¿Es ese el aprecio de la doctrina que te he enseñado en seis años?

(2) En la obra titulada: Anales de la Inquisicion, tomada en gran parte de los escritos de Llorente, se supone que Cazalla se arrepintió en la cárcel y ofreció vivir como católico, y que su confesor dijo: que su alma había ido derecha al cielo. Algo duro se hace de creer que ningun confesor dijera entónces tal cosa, y como por otra parte la obra está escrita con mucha pasion y poco criterio, y los escritos de Llorente muy desacreditados, prefiero seguir la relacion del Sr. Sangrador, escrita con mu cha imparcialidad y á vista de los documentos. Illescas dice, que abjuró y predicó con mucho fervor al pié del patíbulo.

tero, cuya mujer denunció el conventículo protestante, Cristóbal del Campo, un tal Padilla, Doña Catalina de Ortega, el licenciado Calahorra, Catalina Roman, Isabel Estrada, Juana Blaquez, y el judío Gonzalo Baez, vecino de Lisboa.

Los reconciliados y condenados á confiscacion de bienes, penitencia pública y otras penas, fueron los hermanos de Cazalla D. Juan y Doña Constanza Vivero, Doña Constanza de Zúñiga, D. Pedro Sarmiento, comendador de la Órden de Alcántara y capitan de una compañía; D. Luis Rojas Enriquez, hijo del Marqués de Poza; Doña Ana Enriquez, hija del Marqués de Alcañices; Juan de Olloa Pereyra, comendador de la Órden de San Juan, Doña María de Rojas, monja profesa del convento de Santa Clara de Valladolid; Doña Francisca de Silva, hija bastarda del Marqués de Montemayor, casada con D. Juan Vivero; Antonio Dominguez, zapatero; Leonor de Cisneros, mujer del bachiller Herrezuelo; María Saavedra, Isabel Rodriguez, Antonio Begon, inglés, y Daniel de la Cuadra. Todos ellos eran castellanos viejos, excepto aquellos cuya patria se ha nombrado. Por esta reseña se ve que el protestantismo principiaba á cundir y hacer prosélitos en todas las clases de la sociedad.

La casa del Dr. Cazalla fué demolida, y el solar sembrado de sal, levantando en su lugar un padron de ignominia (1).

Cinco meses despues se celebró en Valladolid otro auto de fe (8 de Octubre de 1559) á presencia de Felipe II por el Inquisidor general D. Fernando Valdés, Arzobispo de Sevilla. Trece luteranos y un morisco fueron quemados en este segundo auto. Señalóse en él D. Cárlos de Sesse, vecino de Vi

(1) La columna puesta en aquel sitio decía: «Presidiendo la Iglesia >romana Paulo IV y reinando en España Felipe II, el Santo Oficio de la >> Inquisicion condenó á derrocar e asolar estas casas de Pedro Cazalla y »de Doña Leonor de Vivero su muger, porque los hereges luteranos se >juntaban á hacer conventículos contra nuestra santa fe católica e Igle>sia romana, en 21 de Mayo de 1559.» Duró esta columna con su inscripcion hasta el año 1821, en que se mandó derribar; pero los demoledores no han logrado quitar á la calle el nombre que aún lleva del Dr. Cazalla, ni borrar el recuerdo de este suceso. El saber concejil, tan activo contra todas las antigüedades y monumentos artísticos é históricos, no ha podido, ni podrá borrar una línea en la historia.

llamediana, en la provincia de Logroño: al llegar al suplicio le quitaron la mordaza, y al punto principió á predicar y exhortar á los protestantes que abrazáran las doctrinas de Lutero. Juan Sanchez, criado del Dr. Cazalla, tambien impenitente, al ver quemadas por el fuego las ligaduras con que estaba atado, trepó con extraordinaria agilidad hasta la punta del madero, al que estaba amarrado. Los religiosos que le acompañaban le exhortaron á que se arrepintiera, en cuyo caso moriría agarrotado como los otros; pero viendo la inmóvil serenidad de Cárlos de Sesse, que seguía predicando en medio de las llamas devoradoras, se arrojó á la hoguera desde lo alto del madero, gritando: leña, leña.

No eran ménos notables las personas que en este segundo auto de luteranos fueron agarrotadas y despues quemadas. Eran estos Fr. Domingo de Rojas, fraile dominico, hijo del Marqués de Poza; Pedro Cazalla, hermano del Dr. Agustin, cura párroco de Pedrosa; el licenciado Diego Sanchez, clerigo; Doña Eufrasia de Mendoza, monja profesa del monasterio de Santa Clara de la ciudad de Palermo, en Sicilia (1); Juana Sanchez, beata (2); Doña María de Guevara, Doña Magdalena de Reinoso, Doña Margarita de Santisteban y Doña María de Miranda, monjas profesas las cuatro en el monasterio de Belén, en Valladolid (3), y finalmente Francisco de Almarza y Pedro Sotelo.

Otras tres monjas del mismo convento de Belén, hijas de nobles padres, fueron reconciliadas en este mismo auto, lo cual indica que los protestantes de Valladolid querían imitar á Lutero hasta en su aficion á la parte relativa á Catalina Bora, su célebre monja concubina. Reconcilióse igualmente Doña Isabel de Castilla, mujer de D. Cárlos Sesse, con otras ocho mu

(1) Se había escapado de su convento, y, después de recorrer la Italia, vino á dar en España á manos del Santo Oficio.

(2) Se suicidó en la cárcel con unas tijeras: sus huesos fueron entregados á las llamas.

(3) Illescas, que fué testigo ocular de ambos autos, dice hablando del primero: «Hubo entre los quemados algunas monjas bien mozas y »hermosas, las cuales, no contentas con ser luteranas, fueron dogmati»zadoras de aquella maldita doctrina.» (Illescas, tomo III, fól. 338.)

jeres más, que abjuraron el luteranismo, y cuatro hombres, entre ellos uno sólo por luterano.

Comparados estos dos autos del año 1559 en Valladolid con el tercero que se tuvo dos años despues, aparece que el luteranismo quedó casi extinguido en aquella ciudad. De los diez que fueron muertos en él, sólo un francés llamado Pedro de Lerin, y una vecina de Arévalo eran luteranos: los demas, moriscos, relapsos y judíos portugueses de los expulsos de España y acogidos en aquel reino. Entre los veintisiete reconciliados con la Iglesia que salieron en aquel auto, sólo fué notable Fr. Rodrigo Guerrero, religioso profeso en el convento de la Merced de Sevilla y maestro en sagrada teología, que abjuró sus errores y fué condenado á cárcel perpétua: otros nueve de los luteranos reconciliados eran extranjeros, que habían venido á España procedentes de Francia, Borgoña, Flandes y Alemania. De entre los demas españoles que salieron al auto, ninguno fué por luterano, sino por delitos comunes (1), ó por sostener alguna doctrina disparatada.

§. 81.

La Inquisicion en tiempo de Felipe II.- Prohibicion de la Biblia en lengua vulgar.

En las cuestiones árduas y comprometidas lo mejor es abordarlas con franqueza. Todo el mundo desconfía de aquel á quien ve hablar con subterfugios, reticencias y anfibologías por el contrario, se respeta la opinion de quien emite con franqueza y sin doblez un pensamiento, siquiera sea fal

(1) Los había por blasfemia y atentados contra el sigilo del Santo Oficio, perjurio y bigamia. Entre estos últimos había un fraile profeso y casado in facie Ecclesiæ, y un pintor de Salamanca casado con cinco mujeres á la vez. Entre los que abjuraron doctrinas disparatadas estaba un sastre que sostenía que las mujeres no debían confesarse con curas, ni frailes, sino con sus maridos.

Respecto á Fr. Rodrigo Guerrero, encuentro en los apuntamientos de D. Tomás Gonzalez para la historia de Felipe II (pág. 26), que llegó á Londres huyendo de la Inquisicion, y le prometieron cátedra en Oxford: habiéndole ofrecido Felipe II favorecerle, regresó á España.

« AnteriorContinuar »