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saludables al tenor del Concilio. Tampoco se expresa por los historiadores que se exigiese confirmacion pontificia: el desacuerdo sobre este punto principió algo despues.

Dicese que se tuvo tambien Concilio provincial en Sevilla; pero el Cardenal Aguirre ni áun hace mencion de él, y por otra parte, como el inquisidor Valdés, que era el Arzobispo de Sevilla en los doce años que fué Arzobispo (1556-1568), no solamente no residió en su iglesia, sino que se cree que ni áun puso el pié en ella (1), ignoramos las circunstancias de su celebracion.

El de Valencia se retrasó algun tanto por enfermedad y ocupaciones del célebre D. Martin Perez de Ayala, que al volver de Trento fué trasladado de la Silla de Segorbe á la de Valencia. Principiósé en Octubre de 1565 y terminó en Febrero de 1566 (2). Asistieron á él con el Arzobispo, el Obispo de Mallorca y un Obispo titular á nombre del de Orihuela. Lo confirmó el Papa San Pio V al año siguiente de su celebracion (4 de Noviembre de 1567), haciendo en él varias rectificaciones, y mandando eliminar la palabra santa, con que se honraba el Sínodo, segun acostumbraban los Concilios españoles. Algunas de las correcciones son muy notables. En la sesion 2.a, cap. XXII, se había dado un decreto sobre los matrimonios clandestinos, que el Papa mandó borrar por entero, como igualmente los capítulos XVIII y XX de la sesion 4.*, que eran contra los abusos que se cometían en las reservas y por los jueces delegados. Al calificar las cualidades de los Arcedianos en el cap. III de la sesion 4., se decía que los grados

(1) D. Enrique Andrade en un catálogo de los Arzobispos de Sevilla hasta mediados del siglo XVIII, que poseo manuscrito, dice al fól. 232: «No se halla que este Prelado hubiese estado en Sevilla.» Al fól. 231 di»ce: «A 13 de Agosto del año de 1564 leyéronse y publicáronse en esta »santa iglesia los decretos del santo Concilio de Trento, y se comenzaron »á obedecer y observar con puntual obediencia.» El ver que un escritor tan diligente de las noticias eclesiásticas de Sevilla nada dice de tal Concilio, me hace creer que no se celebrara, á pesar de lo que supone Mayans en sus Observaciones al Concordato de 1873. (Tomo XXV del Semanario erudito de Valladares, pág. 51.)

(2) Villanuño, tomo II, pág. 187. La edicion la hizo el Cardenal Aguirre (tomo V, pág. 411) al tenor de las correcciones mandadas por San Pio V, y el Padre Villanuño lo copió igualmente.

académicos los hubiesen recibido en universidad en que no hubiese sospecha de herejía, y prévio rigoroso exámen (1): mandáronse borrar aquellas palabras, alegando que no estaban en el Concilio.

El Concilio de la provincia compostelana se tuvo en Salamanca, como punto más céntrico que la ciudad de Santiago, puesta al extremo de la provincia. Fué el más numeroso de todos los que se celebraron por entónces. Lo presidió el Arzobispo D. Gaspar de Zúñiga. Asistieron à él D. Pedro Ponce de Leon, de Plasencia; Diego Sarmiento, de Astorga; Francisco Maldonado, de Mondoñedo; Pedro Gonzalez de Mendoza, de Salamanca; Álvaro de Mendoza, de Ávila; Francisco Delgado, de Lugo; el venerable Juan de Ribera, de Badajoz; Diego de Torquemada, de Tuy; Diego Simancas, de Ciudad-Rodrigo; Juan Manuel, de Zamora, y Fernando Tricio, de Orense. Asistió á nombre del Rey el Conde de Monteagudo, á quien se recibió con gran aparato, y se dió principio en 7 de Setiembre de 1565. Las disposiciones de este Concilio, muy sábias y oportunas, son relativas en su mayor parte al decoro del culto y arreglo de las iglesias catedrales. No las llevaron á bien los cabildos, y se quejaron de gravámenes que se les irrogaban, por lo cual fué preciso establecer una concordia por mediacion del Nuncio (2), la cual fué confirmada por un Breve del Papa San Pio V (1569). Ningun reparo se puso al Concilio en este Breve, ni se reclamó contra la presencia del Conde de Monteagudo en el Concilio.

(1) Véanse estos reparos en el tomo V del Cardenal Aguirre, página 435.

(2) Villanuño, tomo II, pág. 227.

CAPITULO XV.

REFORMAS DE INSTITUTOS RELIGIOSOS A CONSECUENCIA DEL CONCILIO DE TRENTO.

§. 92.

Influencia del Concilio de Trento en la reforma de los institutos religiosos.

La reforma de los institutos religiosos venía iniciada en España desde el tiempo de los Reyes Católicos, segun queda dicho, y por tanto ántes que Lutero, Ochino, y los que necesitaban de ella, se reformáran amancebándose, que es por donde acaban todos los frailes que pretenden reformar á otros sin reformar su sensualidad y orgullo. Pero el Concilio de Trento influyó poderosamente en este sentido, haciendo que por todas partes surgiera la idea de crear institutos nuevos, ó devolver los antiguos á su fervor primitivo, dejando claustras, privilegios y mitigaciones.

No es preciso entrar aquí á deslindar la influencia del Concilio en esta parte, ni sus disposiciones en la sesion 25 sobre reforma de regulares, ni las tendencias opuestas de los Obispos seculares y las de los otros salidos del cláustro; cosas todas que corresponden más bien á la historia y disciplina general de la Iglesia. Pero sí conviene diseñar los institutos que por entónces surgieron en España como nuevos ó como renovados.

La Iglesia de España puede gloriarse de que los institutos más útiles é ilustres en estos últimos siglos hayan nacido en ella, ó tenido por autores á hijos suyos; al paso que los oriundos de otros países eran reformados en España y reducidos por españoles á la estrechez y observancia primitivas. Todas estas nuevas instituciones y la reforma de las antiguas, datan del siglo XVI y principios del XVII. A un mismo tiempo casi aparecían los Iñiguistas, nombre con que tambien se designaba

en España á los Jesuitas (1), los Carmelitas descalzos, reformados por Santa Teresa; los Escolapios, reglamentados por San José Calasanz, para educar los niños pobres; los Hospitalarios de San Juan de Dios, para la asistencia de los enfermos; los Franciscos descalzos, reformados por San Pedro Alcántara, y las reformas de las Órdenes de Redentores de cautivos, tituladas dela Santísima Trinidad y de la Merced, por los venerables Padres Juan de la Concepcion y Juan del Santísimo Sacramento (2).

§. 93.

Congregaciones monacales.

Surgieron por entonces las célebres congregaciones benedictinas y cistercienses, á consecuencia de lo dispuesto en el Concilio de Trento. Como las nacionalidades eran dos en España, segun las dos restauraciones cantábrica y pirenaica, generalmente los monasterios se dividieron en dos congregaciones, una de Castilla y otra de Aragon, componiendo ésta los de Aragon, Cataluña, Valencia y Mallorca, y á veces Navarra, y los restantes la de Castilla. Los benedictinos de ésta tenían su centro en Valladolid, por haber salido de allí la reforma (3). Para librarse de la plaga de los comendatarios, pudieron conseguir que sus abadías fueran trienales: por el contrario, en Aragon continuaron considerándose como consistoriales; lo cual fué causa de que en muchos de sus monasterios se tardara en restaurar la disciplina. La congregacion de Ara

(1) Enneco, ó Iñigo, es contraccion de la palabra Ignacio.

(2) Algunos han pretendido contar entre las fundaciones originarias de España las de San Vicente de Paul. Dícese que los padres de este Santo eran oriundos de las montañas de Jaca, en las cuales es comun hoy en dia el apellido de Paul; pero estas y la demás razones que alegan los partidarios de esas conjeturas, no bastan para aventurar un juicio de ese género.

(3) El monasterio de San Benito de Valladolid, vivía en su más estrecha observancia desde su fundacion en 1390: por eso varios monasterios de Castilla se unieron á él bajo la proteccion de los Reyes Católicos, cuya union aprobó Alejandro VI. Véase el cap. 1.o de esta época.

TOMO V.

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gon se titulaba claustral tarraconense. Así tambien llegó el caso de que las abadías fuesen conferidas por la Corona, lo cual no solía ser muy beneficioso para la direccion de los monasterios.

Los Cistercienses y Cartujos dividieron tambien sus monasterios en congregaciones de Aragon y Castilla; pero los Jerónimos prefirieron repartirse en turnos, formando una sola congregacion en toda España (1). Los célebres monasterios cistercienses de Navarra, que habían quedado sin adherir á ninguna de las dos congregaciones, se unieron á la de Aragon ó tarraconense por mandato de Urbano VIII (1634). Para fomentar los estudios en sus cláustros edificó esta congregacion un buen colegio en la universidad de Huesca.

Nuestro objeto no es tejer una série de biografías de los fundadores de institutos religiosos en España, cosa ajena al objeto y carácter de esta obra; pero sí cumple á nuestro propósito hacer una ligera reseña de aquellos célebres institutos, oriundos de nuestra patria, que tantos hombres eminentes han dado á la Iglesia de Dios en general y á la de España más en particular.

§. 94.

Reforma de los Franciscos descalzos por San Pedro de Alcántara.

El nombre sclo de San Pedro de Alcántara recuerda uno de los institutos más austeros que ha tenido y tiene la Iglesia. Tomó su nombre del pueblo de Alcántara, donde nació (1499). Despues de haber cursado derecho canónico en Salamanca, tomó el hábito en un convento muy austero llamado de Manjarrés, en medio de una áspera sierra. Santa Teresa resumió su biografía en pocas líneas algunos dias despues de muerto. No puede hacerse nada mejor que copiar aquellos rasgos llenos á la vez de fuego, de uncion y de candor (1).

(1) Zapater: Cister militanie, cap. 6, pág. 33, sobre los Abades comendatarios de Navarra y sus abusos. (Véase el Diccionario de antigüeda, des por el Sr. Yanguas, en la palabra Abades.)

(1) Cap. 27 de la Vida de Santa Teresa, escrita por la misma.

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