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CAPITULO XIX.

ASPECTO DEL SIGLO XVI.-SANTOS Y SABIOS.

§. 125.

Importancia de este siglo en general.

Hemos llegado á la cumbre.

Antes de bajar á los tristes páramos del siglo XVII, que ya principiamos á descubrir al final del capítulo anterior, demos una mirada de despedida á ese gran siglo XVI, para el cual se necesitarían muchos tomos si se le hubiera de describir como merece. Al fin, si las épocas de bienandanza sirven para dar ejemplo y noble aliento, y las de decadencia para aprender y escarmentar en cabeza ajena, más debe darse al estudio de lo bueno y bello, que no á lo feo y repugnante, en el que se necesita proceder con parsimonia. Por ese motivo, aunque urge ya entrar en el período de bajada y descenso, como en este se ha de ir rápidamente, todavía place detenerse un poco para echar una mirada de cariñosa despedida sobre la parte más bella, florida y culminante del siglo XVI, en que se formaron nuestro carácter, nuestras costumbres, nuestra literatura, nuestra unidad nacional, y se acabó de perfeccionar nuestro lenguaje.

§. 126.

Costumbres en el Episcopado. -Obispos Santos.

Hermoso espectáculo ofrece el Episcopado español en el siglo XVI: por cualquier parte por donde se abran nuestros episcopologios, hay seguridad de encontrar Obispos tan sábios como virtuosos: muchos de ellos quedan ya citados en los anteriores capítulos. Descuella entre elios Santo Tomás de Villanueva. A imitacion de aquel Santo Prelado, la mayor parte de

TOMO V.

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los Obispos españoles de aquel siglo fueron muy dados á la predicacion, celosos en la disciplina, y sobre todo muy limosneros. Apenas hay Obispo célebre que no se distinguiera por alguno, y más comunmente por todos estos conceptos. Unos fundaban hospitales y hospicios, otros con más frecuencia colegios para estudiantes pobres, y no pocas memorias y legados pios para dotar y casar huérfanas, ó bien para capellanias residenciales en determinadas iglesias. La moda perjudicial de fundar capellanías colativas sin residencia, sin rezo, ni cargas eclesiásticas, y con otras anomalías anticanónicas, no se introdujo hasta el siglo XVII. Por el contrario, las que fundaban los Prelados en el siglo XVI, eran asimiladas en lo posible á los beneficios propios y con residencia y cargas eclesiásticas como debían tener.

Entre los Obispos más venerables que tuvo la Iglesia de España en el siglo XVI puede contarse á D. Alonso Velazquez, cuyo retrato trazó Santa Teresa (1), á la cual confesaba cuando fué presentado para el obispado de Osma. Describiendo la Santa su vida penitente dice: «Con este mal (la pérdida de un ojo) y otros algunos bien penosos, y el trabajo que es ordinario, ayuna cuatro dias en la semana y hace otras penitencias. Su comer es de bien poco regalo. Quando va á visitar es á pié, que sus criados no lo pueden llevar, y se me quejaban. Estos han de ser virtuosos, ó no han de estar en su casa. Fia poco de que negocios graves pasen por provisores (y áun pienso todos), sino que pasen por su mano. Tuvo dos años allí (en Osma) al principio las más bravas persecuciones de testimonios, que yo me espantaba, porque en caso de hacer justicia es muy entero y recto; ya estas iban cesando, y aunque han ido á la córte y á donde pensaban le podían hacer mal; mas como se va ya entendiendo el bien en todo el obispado, tiene poca fuerza, y él lo ha llevado con tanta perfecion, que los ha confundido, haciendo bien á los que sabía que le hacían mal. Por mucho que tenga que hacer, nunca deja de procurar tiempo para tener oracion.» A este precioso retrato, trazado de la mano maestra de Santa Teresa, sólo resta añadir, que habiéndole promovido al arzobispado de Santiago, y viendo que no podía gobernarlo

(1) Libro de las Fundaciones, cap. 30, n.o 5.

por sus achaques, hizo todo lo posible con Felipe II para que se le admitiera la renuncia, tomando solamente y á duras penas 6.000 ducados de los 12.000 que el Rey quería consignarle de pension sobre la mitra (1).

Por el mismo tiempo ilustró con sus virtudes el obispado de Sigüenza D. Fr. Lorenzo Suarez de Figueroa, hijo de los Duques de Feria, y fraile dominico muy observante y caritativo (2). En Salamanca quedó con grande opinion de santidad el Obispo D. Fernando Tricio, que antes lo habia sido de Orense. Era tan caritativo, que solía decir: «Que ninguna cosa le parecía mejor en un Obispo que morir en un hospital por darlo todo á los pobres; » y en efecto, murió pobrísimo (1578). Solía bajar á maitines á media noche con un capellan, y ocupaba el último lugar del coro, sin consentir que á la salida le acompañase ningun prebendado (3). Señalóse tambien por sus virtudes el célebre místico D. Fr. Andrés Capilla, que despues de ser jesuita entró cartujo, y fué uno de los nueve reformadores de su Orden, y nombrado por Felipe II para la reforma de los claustrales de San Benito y de los Canónigos reglares de San Agustin en Aragon y Cataluña. Escribió un libro de la oracion, cuya lectura recomendaba San Francisco de Sales: tanto`aquel libro como el otro titulado Consuelo de nuestra peregrinacion, fueron impresos por D. Antonio Agustin, que le apreciaba mucho. Felipe II le presentó para el obispado de Urgel (1588). Habiendo suprimido el Papa Clemente VIII por entónces algunos monasterios de Cataluña, que habían decaido de su primitiva observancia, pudo lograr las rentas del de Tabernoles para fundar el Seminario.

En el obispado de Tarazona descolló el venerable Sr. Cer

(1) En el siglo XVI eran frecuentes las renuncias de Obispados, y llegaron á ser mal vistas. Gil Gonzalez Dávila censura entre otras la del Obispo de Zamora, D. Juan Manuel, hecha por causas frívolas, el cual tomó despues el Obispado de Sigüenza y tambien lo renunció. (Teatro eclesiástico, tomo I, pág. 197). No así el Sr. Velazquez, el cual renunció por justas causas.

(2) Teatro eclesiástico, de Gil Gonzalez Dávila, tomo I, pág. 198. (3) Gil Gonzalez Dávila: Historia de Salamanca, pág. 519: los canónigos de Salamanca tuvieron los maitines á media noche hasta el siglo pasado, como vestigio de la antigua vida regular.

buna (D. Pedro), á quien la Universidad de Zaragoza mira justamente como cási fundador, pues la restauró, dotó y dió edificio, sacándola de la oscuridad en que hasta entonces se hallaba. Fué Obispo muy casto y piadoso, y los contemporáneos le atribuyeron varios milagros y la conservacion de su virginidad hasta la muerte. El Sr. Palafox (D. José), Obispo de Jaca, siendo Vicario general de Calatayud, donde murió el señor Cerbuna, hizo informacion de sus virtudes, con objeto de entablar la causa de su beatificacion (1). Edificó el Sr. Cerbuna además de la Universidad de Zaragoza, el Seminario de San Gaudioso de Tarazona y el Colegio de Jesuitas: falleció en 1597, despues de doce años de obispado. El Sr. Yepes, de la Orden de San Benito, fué tambien Prelado muy virtuoso en Tarazona, y favorecido de Santa Teresa, cuya vida escribió.

Los Jesuitas tuvieron en aquel siglo al Patriarca de Etiopía D. Andrés Oviedo, célebre misionero, que trabajó mucho en la reduccion de aquellos países hasta 1580, hácia cuya fecha murió (2).

y

Tambien ilustraron la dignidad episcopal con sus virtudes no ménos que con su saber, los dos célebres dominicanos de Salamanca Domingo Soto y Melchor Cano: era aquel discípulo de Santo Tomás de Villanueva, con quien estudió en Alcalá, de costumbres muy puras y sencillas. Renunció el obispado de Segovia, su patria, y se retiró al convento de San Esteban de Salamanca. Allí se recogió tambien Melchor Cano, despues de haber renunciado su mitra de Canarias, y ambos murieron en un mismo año (1560). Señalóse igualmente por sus virtudes el Obispo de Segovia D. Diego Covarrubias (3). Haciéndosele cargo de conciencia el no residir en su diócesis, con moti– vo de ser Presidente del Consejo, el Papa le dispensó la residencia, á fin de que no perdiese la nacion el fruto que debía reportar de sus grandes conocimientos jurídicos y políticos.

No eran inferiores tampoco los del Cardenal Espinosa, Obis

(1) Véase la obra de Miguel Villar: Patronado de Calatayud, que habla como testigo ocular, y el tomo VIII del Teatro eclesiástico de Aragon, página 167.

(2) Nieremberg: Claros varones de la Compañía. (3) Véase el §. 334 del cap. 8.

po de Sigüenza y gran Prelado. Arregló el Consejo con tal puntualidad y método, que hubo dias en que no se halló negocio que despachar (1), teniendo que salir los porteros á las puertas de los tribunales, oficinas y covachuelas á preguntar si había alguno que tuviese algo que tratar con el Consejo. Reasumidas entónces en este una multitud de atribuciones, dispersas hoy dia en cien oficinas, se ve cuánto más simplificada estaba la administracion en tiempo de aquellos Prelados, que no en el cáos administrativo moderno.

A principios de aquel mismo siglo fué Obispo de Gerona Fr. Guillermo Ramon Boil, sugeto de gran virtud y de aventuras peregrinas. Al venir á su iglesia fué preso por los franceses, y tuvo que rescatarle su Cabildo (2); lo cual, unido á su mucha caridad, hizo que muriese muy pobre.

El célebre y venerable D. Fernando de Contreras se negó constantemente á la aceptacion de la mitra de Guadix, para la cual le presentó el Emperador. Despues de haber sido capellan del Colegio mayor de San Ildefonso de Alcalá, regresó á Sevilla, de donde era natural. Vivía en una cuadra y dormía sobre un haz de sarmientos, procurando rechazar los honores que se le hacían. Jamás poseyó dinero alguno, invirtiéndolo todo en obras de piedad, y principalmente en la redencion de cautivos. Los moros mismos acataban sus virtudes y le llamaban el hombre de Dios: andaba entre ellos con toda seguridad. En cierta ocasion le fiaron 3.000 ducados, con sólo dejar su báculo en prenda. El Cabildo de Sevilla rescató el báculo y lo regaló al Emperador, que lo hizo colocar entre sus joyas. Lleno de virtudes y merecimientos, murió en Sevilla á la edad de 78 años (1548), y fué enterrado con gran pompa. El Papa Pio VI declaró sus virtudes en grado heróico (1784).

He querido concluir este gran catálogo de santos y venerables Prelados con el nombre del no menos venerable señor Contreras, que si no lo fué, por lo menos estuvo propuesto para serlo.

(1) Gil Gonzalez Dávila, tomo I, pág. 196.-Pasando Felipe II por frente de la casa que había fundado en el pueblo de su naturaleza, se descubrió la cabeza, diciendo:-Justo es que hagamos este homenaje á la memoria del Cardenal Espinosa.

(2) Villanueva: Viaje literario, tomo XIV, pág. 62.

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