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mo recuerdan por lo comun más bien al Santo penitente y austero, que al sábio, inteligente y amable Doctor de la Iglesia. No pocos eclesiásticos y cenobitas manejaron con destreza los pinceles: los cuadros de Alonso Cano y sus devotos Crucifijos gozan de grande estima, y el racionero Céspedes amalgamaba la pintura con la poesia. Jusepe Martinez, de la escuela de Zaragoza, pintor de Cámara de Felipe II, entraba en la Cartuja, ejemplo que imitó á fines del siglo pasado su paisano Bayeu.

ARQUITECTURA Y ESCULTURA.-La arquitectura religiosa de España había abandonado ya en el siglo XVI el gótico puro y degeneraba lenta y gradualmente en el plateresco. Aun así nada perdió la construccion religiosa de su grandeza y austeridad; pero el ornato iba siendo cada vez más prolijo, y como sucede generalmente en todo lo bello cuando se recarga demasiado, los accesorios dañan al conjunto. Apenas hay catedral de las principales de España que no conserve preciosos recuerdos del tiempo de los Reyes Católicos: unas construyeron entónces preciosas portadas, como la de Toledo; otras aumentaron sus naves, como la Seo de Zaragoza, y otras principiaron á construirse de nueva planta, como las de Salamanca, Málaga y Segovia, segun ya queda dicho (§. 38). Berruguete recorría las dos Castillas, de Valladolid, donde tenía su taller, à Toledo, y de Alcalá de Henares á Salamanca, trabajando, ora en esculturas y sillerías de coro, como en las dos primeras, ora los magníficos patios costeados por Fonseca en Lupiana, palacio arzobispal de Alcalá y el del colegio del Arzobispo en Salamanca. Los Reyes Católicos fundaban para su entierro el soberbio monasterio de San Juan de los Reyes, á cuyos robustos muros añadían por decoracion los grillos y cadenas los cautivos rescatados en Granada. Pero esta ciudad vino despues á ser la predilecta de los Reyes, cual suele ser de los padres el hijo más pequeño. Cisneros, Fonseca, D. Fernando de Aragon, y casi todos los Obispos célebres ó notables del siglo XVI dejaron muestras de su espléndida caridad, de su celo cristiano, buen gusto y magnificencia en los magníficos hospitales, colegios, capillas, monasterios, altares, claustros, universidades y palacios que construyeron.

La construccion del Escorial vino á causar una revolucion en la historia de las artes en España. Aquel gran monasterio,

tan célebre como magnífico, ha sido siempre objeto de exageraciones. En otro tiempo fué la octava maravilla; pero despues se ha venido abominando de él. La jóven escuela, en su furor arqueológico se muestra tan intolerante y exclusiva como la vieja, que tanto se pagaba en el siglo pasado del gusto greco-romano. En esto, como en todo, hay algo de verdad entre mucha exageracion. En iglesias de la magnitud del Escorial el gusto greco-romano es excelente; al paso que en las de menores proporciones son más á proposito el bizantino ó el gótico. En esto consistió el mal, pues los imitadores, viendo que se aplaudía el gusto greco-romano como el más puro y correcto, y viéndolo aceptado para las grandes iglesias del Vaticano y el Escorial, quisieron hacer lo mismo en sus pequeños templos. Al efecto picaron los capiteles bizantinos Ꭹ los nervios de las bóvedas, ocultaron las aristas entre pegotes de yeso, sustituyéndolas con pilastras resaltadas, rompieron los ajimeces para hacer ventanas cuadradas ó redondas, y ocultaron el ábside elíptico por medio de grandes altarotes llenos de dorados y follajes y de angelotes deshonestos y mofletudos: la imitacion servil del paganismo triunfaba hasta en los altares, y no hubo la suficiente energía por parte de las autoridades eclesiásticas para prohibir aquellas figuras desnudas, copiadas de los genios paganos. Los italianos introdujeron esta moda funesta, y los españoles del siglo XVII la adoptaron buenamente, generalizándose estos y otros absurdos cuando se depravó el buen gusto en literatura, al paso que se depravaban las costumbres. De esta manera las artes marchaban al par de las letras y la moral, siendo sublimes con la moral austera, y de mal gusto con la relajacion de costumbres.

SEGUNDO PERIODO DE LA QUINTA EPOCA.

§. 135.

Idea general de este periodo.

Hemos visto ya la bancarrota, la ruina, la despoblacion, la indisciplina y la decadencia de España en los últimos años del reinado de Felipe II. El final del siglo XVI fué todo lo contrario de sus principios. En aquel se echaron los fundamentos de la grandeza española: en estos los de su ruina. Entramos, pues, en el período de bajada, pero tan precipitada, que es preciso pasar por ella con rapidez. Hemos dado quizá de más al siglo XVI lo que se va á quitar al XVII. Durante este siglo aciago estallan las pasiones y la guerra intestina, comprimidas por la mano de hierro de los tres Reyes del siglo XVI, Fernando, Cárlos y Felipe II; en que al vigor sucede la debilidad, á la pureza la relajacion y frivolidad.... El carácter español degenera de su grandeza, haciéndose hinchado y vanidoso, y la inercia sentada en el Trono convierte a España en una nacion de holgazanes. A la piedad reemplaza la supersticion, á las glorias positivas suceden las ficciones y se confunde la hipocresía con la piedad. ¡Brusca y desagradable transicion! Los que en todo quieren ver glorias, los que creen que la historia sirve para decir lo bueno y callar lo desfavorable, los que adulan á su país pintándole todas nuestras cosas como grandes y heróicas, no se avendrán con esta idea del siglo XVII. Quien estudie con detencion nuestra historia, creo que no confundirá la grandeza del siglo XVI, con la hinchazon del XVII.

Otros han querido distinguir en este segundo, la primera de la última mitad, y el reinado de Felipe III del de Felipe IV. Los creo tan funestos el uno como el otro. En este el decaimiento es más visible; mas no por eso deja de ser más considerable en aquel, pues si en este vemos el efecto, en aquel observamos la causa. A la manera que en una casa rica, cuando entran el desórden y la malversacion, no se conoce la ruina per

TOMO V.

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mucho tiempo, sino que se vive con opulencia, malbaratando los ahorros y tesoros de los predecesores, hasta que llega un dia en que se echan de ver el descrédito, la quiebra y la miseria, asi en el flojo reinado del piadoso, pero inepto Felipe III, se malbarataron los ya mermados recursos del siglo XVI, viniendo el descrédito en el de Felipe IV y la miseria en el de Cárlos II.

Siquiera pasemos con rapidez por esta lastimosa decadencia, dejémosla consignada por saludable escarmiento, que deber es del escritor cristiano el no ocultar los vicios y caidas, sino denunciarlos para que se enmienden. Hay algunos que no adulan á los Reyes y á los poderosos porque no tienen ocasion; pero en cambio adulan á las pasiones bajas del vulgo, ó le encubren sus defectos, ó se los traducen por glorias. Estos aduladores serviles de las pasiones populares son aún más bajos y miserables que los aduladores de los Reyes, y tanto más bajos cuanto es más baja la taberna que el palacio.

§. 136.

Fuentes especiales de este segundo período.

Zayas (D. Diego), continuacion de los Anales de Aragon.Baltasar Porreño, cura de Sacedon, Dichos y hechos del Señor Rey D. Felipe III.-El Marqués Virgilio Malvezzi, Historia de Felipe III. Tanto la historia de éste como el cuaderno de Porreño se encuentran en las Memorias para la historia de Felipe III por D. Juan Yañez (un tomo en 4.°, Madrid, 1723). La Historia de D. Felipe IV por Gonzalo de Céspedes, no alcanza más que hasta el año 1631, y la de Vivanco, inédita, no pasa del año 1648.

Échase уа de ver la decadencia hasta en la falta de historiadores y cronistas. Ni el P. Miñana, continuador de Mariana, alcanza el mérito de éste en la Historia general de España, ni Zayas y Ponzano llegan á Zurita y Argensola en la continuacion de los 4 nales de Aragon.

A más altura se levanta D. Francisco Manuel de Melo en su Historia de los movimientos, separacion y guerra de Cataluña en tiempo de Felipe IV, recordando los buenos tiempos del siglo anterior.

En cambio principian ya los diaristas y compiladores de noticias que empiezan ya á escribir la historia dia por dia, viniendo en pos de los analistas, centuriadores, croniconistas, biógrafos y demas preparadores de materiales para la elaboracion de crónicas é historias. Descuela en este concepto Pellicer, cuyo Diario de Avisos es importantísimo para la historia de este período, y se publicó en los tomos 31, 32 y 33 del Semanario erudito de Valladares. Pellicer, que había gozado de gran reputacion entre los críticos por este y otros trabajos históricos, como cronista oficial, acaba de ser rebajado de su alta reputacion, por haberse descubierto algunas falsificaciones suyas, tanto más peligrosas cuanto que él era más erudito.

La Academia de la Historia acaba de publicar en los siete tomos últimos de su precioso Memorial histórico español (XIII al XIX) las cartas de algunos PP. de la Compañía de Jesús, de los años 1634 á 1648. En esta coleccion de cartas de corresponsales y en los Avisos de Pellicer se ven ya los preludios del periodismo, y áun más en las Gacetas y noticias periódicas de los sucesos de Europa que se publicaban en Indias al arribar de España los galeones.

De memorias particulares las hay muy curiosas, tanto del Conde-Duque de Olivares, como del Duque de Osuna y otros personajes de la primera mitad del siglo XVII. Descuellan sobre todas estas los Comentarios del desengañado, ó vida de Don Diego, Duque de Estrada, escrita por el mismo, que alcanza hasta el año 1645 (tomo XII del Memorial histórico español). Entre las biografías de Prelados de aquel tiempo, sobresalen las varias escritas acerca del venerable D. Juan Palafox y Mendoza.

Pero en el poco espacio que ya reservamos para el siglo XVII, poco es lo que podrémos aprovechar del contenido de estas obras, algunas de las cuales sirven de muy poco para el estudio de la historia eclesiástica (1).

En cambio son muy importantes la del P. Fr. Márcos de Guadalajara, continuador de Illescas y en lo relativo á la expulsion de los moriscos, y el informe del Canónigo Navarrete acerca del estado social de España.

(1) Véase tambien el §. 131 de este tomo.

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