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ballería contribuyó mucho al desarrollo de estas ficciones, pues acostumbrados los cspañoles á los disparatados prodigios de aquellos libros, convirtieron á los Santos en caballeros andinies, ideando milagros estupendos en obsequio suyo.

§. 140.

El P. Roman de la Higuera.—Lupian de Zapata y otros falsarios.

TRABAJOS SOBRE LAS FUENTES.-Discurso del Sr. Godoy Alcántara, premiado por la Real Academia de la Historia.

Cuando la Compañía de Jesús se hallaba en España en el más alto grado de esplendor, encerrando en su seno tantos y tales santos y sábios, que bastaban para honrar á toda una Iglesia cuanto más á un Instituto, surgió en mala hora de su seno un hombre alucinado, que enturbió las fuentes de nuestra historia, mientras sus compañeros trabajaban en purificarlas. Al lado de Mariana había otro jesuita, que trabajaba tambien en investigaciones históricas, trabajo á que se dedicaban con éxito y entusiasmo los Jesuitas españoles del siglo XVI. Era este el P. Roman de la Higuera, natural de Toledo y catedrático de filosofia, que había sido en aquella Universidad. Deseoso de engrandecer más y más á su patria, publicó unos manuscritos, que dijo ser copias de unos cronicones antiguos, que se creían perdidos, pertenecientes á varios sujetos célebres de la antigüedad, que se sabía habían escrito obras históricas, como Máximo, Flavio Dextro, Luitprando y otros. Suponían que estos manuscritos se hallaban en el monasterio de Fulda en Alemania, y conjeturaban que habían sido puestos allí por Carlo Magno, á quien los habría regalado San Eterio de Osma. A este le suponían en relaciones íntimas con aquel, de resultas de la herejía de Elipando.

Los primeros fragmentos que salieron á luz, fueron los llamados de Máximo y Dextro: dióseles despues el nombre de cronicones. Aunque no se ha probado que el P. Roman de la Higuera fuese el falsificador. puede cási asegurarse que él lo fué, pues en su poder se vieron las primeras muestras de aquellos abortos, y á él saludaron los incautos como descubridor de

tan negros tesoros. No le agradaron mucho al P. Mariana, que tan luego como Higuera le enseñó los fragmentos, le manifestó lo absurdo de ellos y la torpeza con que estaban fraguados (1). No desistió por eso de su empeño, pues á la muerte de Mariana embadurnó sus obras con intercalaciones absurdas, en que dejó correr sus delirios (2). Pero la Iglesia de España tenía á la sazon hartos varones sábios para que pudiera durar mucho aquella patraña. Era entónces Obispo de Segorbe el célebre D, Juan Bautista Perez, uno de los hombres más sábios y eminentes que tuvo España en el siglo XVI, y honra de nuestra Iglesia. Tan pronto como vió aquellos monstruosos abortos, los denunció como tales al mismo inventor, á quien escribió (Enero de 1595) diciéndole que eran falsos. Tampoco cayeron en el lazo el ilustre Arias Montano, el Abad de Montearagon D. Martin Carrillo y otros eclesiásticos célebres (3).

Mas no desistieron por esto los falsarios: el P. Higuera reforzó su partido con otros varios embrollos, añadiendo unas advertencias, ó adversarios, que acumuló á un Juliano (ó Julian) Perez, Arcipreste de Santa Justa de Toledo (4). Su objeto, tanto en este como en los otros tres cronicones, y sus apéndices ó continuaciones, atribuidas á varios personajes de la antigüedad, era adquirir gloria populachera, dando á las principales ciudades de España Santos desconocidos y personajes ilustres, y realzar sobre todo las glorias de Toledo, su patria, como si necesitase de tan estúpido medio la ciudad de más celebridad histórica y monumental de España, que tiene

(1) Véase sobre esto la Vida del P. Mariana, escrita por D. Gregorio Mayans y Siscar, que precede á la magnífica edicion de su Historia, Costeada en Valencia por el Sr. Fabian y Fuero.

(2) La mayor parte de las ediciones de Mariana están manchadas con ellos; y áun algunas que se han hecho en estos últimos tiempos, por poco criterio de los editores. Son puros los textos de la edicion citada del Sr. Mayans, la del Sr. Sabau, y algunas de las que se han hecho con lujo en los años 1830 y 1850.

(3) Véase en Mondéjar, á la pág. 274 y sig. otros varios, tanto nacionales como extranjeros, que no cayeron en el lazo.

(4) Publicó este engendro del P. Higuera, el consejero D. Lorenzo Ramirez de Prado, sacado de la biblioteca del Conde-Duque de Olivares, y lo imprimió año de 1628.

glorias verdaderas no solamente para ella, sino para prestarlas á otras muchas (1).

Para salir de dudas algunos sábios españoles, tanto de la Compañia de Jesús como de otros institutos, acudieron á Fulda, unos por escrito, y otros viajando al monasterio desde otros puntos de Alemania, donde accidentalmente se hallaban; y entonces se descubrió de lleno la supercheria, declarando los monjes fuldenses, que ni existían tales códices, ni era posible que existiesen, atendidas las vicisitudes del monasterio. Resultó, pues, que ó fingió aquellos códices el P. Torralba, que decían haberlos enviado á Higuera desde Fulda, ó el Padre Higuera fingió á la vez los códices y el cuento de haberlos remitido el P. Tomás de Torralba, que es lo más seguro. No pocos hombres de bien cayeron en este lazo. El P. Murillo, Bibar, Tamayo, Diago, Escolano, Argaiz, Castela Ferrer, Roa, Caro, el agustino Marquez, Fr. Juan Calderon, el Conde de Mora, y otros muchos escritores del siglo XVII tragaron, más ó ménos incautamente, aquel veneno. Algunos de ellos fueron en esto harto criminales, y sus obras han caido en descrédito por este motivo. Gaspar Escolano en sus Anales de Valencia tuvo la debilidad de burlarse de la censura del sábio Obispo de Segorbe. Diago quiso hallar salida á los argumentos, y otros se propasaron á calificar de incrédulos á los criticos; pero quien más se revolcó en aquel fango fué el P. Argaiz, que sobre hacer una defensa grotesca de los cronicones, los publicó, extractó y comentó bajo todos conceptos (2). Ta

(1) El P. Higuera picaba tambien en genealogista, materia muy socorrida para embusteros, y en que siempre se hallan ricos tontos, que crean de lijero y lo paguen.

Algo adolecia tambien de este vicio el cronista Pellicer, que manchó su reputacion, fingiéndo el cronicon de Pedro Orador. (Véase el tomo XVII del Semanario erudito de Valladares, pág. 64.) Por regla general se debe desconfiar de la veracidad de todos los fabricantes de genealogías, y de los que escriben vidas de Reyes vivos, y de ministros mientras están en el poder.

(2) Poblacion eclesiástica de España, 1667.—Soledad laureada por los hijos de San Benito.-Teatro de las santas iglesias de Tarazona y Osma. Don Fr. Bernardo Hontiveros, Obispo de Calahorra, y el venerable Palafox de Osma, que al pronto habían dudado de la autenticidad de los Cronicones, cayeron en el lazo. Véase en el tomo I de la Poblacion eolesiástica de Es

mayo de Salazar manchó tambien el Martirologio español con nombres de Santos apócrifos, desacreditando de este modo una obra, que, á no ser por esta circunstancia, fuera de mucho mérito, pues tiene muchas cosas ciertas y buenas.

Otro de los que más contribuyeron á la propalacion de estas mentiras fué el P. Ariz en su Historia de las grandezas de Avila; libro de caballería andante, principiado con grandes supercherías por el comunero Gonzalo de Ayora, y aumentado con sus patrañas en 1600 por un regidor llamado Pacheco. El Sr. Sandoval tomó por lo sério aquellas necedades (1).

Para completar estos embustes se presentó en la palestra á mediados del siglo XVII otro embaidor llamado Antonio Nobis, más conocido por el nombre de Lupian de Zapata, nombre que tambien se apropió. Despues de haber fingido genealogías para muchas casas ilustres, que pagaron á peso de oro sus sandeces, fingió tambien otro cronicon á nombre del monje Auberto (2): ayudaronle en la publicacion los benedictinos Soto y Cortés, y si no fueron colaboradores, lo cual no parece de todo cierto, por lo menos fueron padrinos de aquel monstruoso engendro (1659). El P. Argaiz coadyuvó tambien á la mayor divulgacion del embrollo, comentándolo con la misma formalidad con que lo había hecho respecto de los otros falsos cronicones de Máximo, Dextro y Luitprando.

Cuando ya no cabia duda acerca de las ficciones del P. Higuera, probadas por Mondéjar y D. Nicolás Antonio, y desacreditadas por los mismos jesuitas belgas en su Acta Sanctorum, tuvo la triste ocurrencia de salir á su defensa el jesuita Aymerich. Confesando la superchería, quiso probar (3)

paña, en la vida y noticia de Hauberto (sin foliar) lo que dice el mismo P. Argaez sobre estos Prelados. Si la Historia de la iglesia de Osma está escrita sobre los textos del Auberto Hispalense, como dice el mismo Argaez, poco hemos perdido en que no se haya impreso.

(1) Véase mi refutacion de aquellas patrañas en la polémica que tuve con el Sr. Carramolino, sobre las Hervencias de Avila, que se imprimió en un cuaderno el año de 1866.

(2) D. Nicolás Antonio: Censura de historias fabulosas, fól. 680, carta 23.

(3) Nomina et acta Episcoporum Barchinonensium, pars IV; Diatribe chronologico-historice de Episcopis dubiis Ecclesia Barchinonensis (página 107).

TOMO V.

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que no era cierto haber sido el P. Roman el autor de ella, sino que había sido engañado por el P. Torralba: que el P. Roman era un religioso de conducta ejemplar, incapaz de tales amaños, y sobre todo, que no se le había oido en juicio sobre esta materia. Pero con perdon del P. Aymerich, escritor respetable, á quien cegó el desco plausible de poner en buen lugar á un compañero de hábito, ¿fué el P. Torralba el que manchó desde Alemania la historia de Mariana? ¿ Fué el P. Torralba quien raspó los códices de la catedral de Toledo (1)? ¿ Fué el P. Torralba quien fingió la genealogía de los Higueras toledanos? ¿Fué al Padre Torralba á quien desengañaron de aquellos embustes D. Juan Bautista Perez, Mariana y Arias Montano? Cierto que no se ha oido judicialmente al P. La Higuera; pero debía saber Aymerich, que la historia es el tribunal de los muertos. que fingió en otro tiempo la mitologia pagana.

§. 141.

Los plomos del monte Ilipulitano.

<«< En el año de 1588 en la ciudad de Granada, derribando >>una torre antiquísima, donde agora se edifica su iglesia ma»yor, se halló en ella una caja de plomo betunada dentro y >>fuera con un betun ó barniz grueso, y rayada, para que más »fijase el betun, y dentro de ella un lienzo y un hueso y una »escritura en pergamino, y sobre ella en lengua árabe un co>>mento de San Cecilio. Y al pié dél una relacion en latin por >>Patricio, sacerdote, que dice, que la escritura es una profe»cia de San Juan Evangelista, y que el lienzo es la mitad del »paño con que Nuestra Señora limpió sus lágrimas en la pa>>sion de su Hijo sagrado, y que el hueso es de San Esteban, >>primer mártir. Está todo firmado al pié del pergamino, con

(1) Véase descubierta esta infamia en el tomo VII de la España sagrada, tratado 10, cap. 4, donde se ve la maldad con que rasparon la palabra Hierosolyma para poner Beacia, y fingir que S. Justo y S. Abundio habían padecido en Baeza.

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