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rado los judíos, tuvieron los Santos Reyes manera, como el Rey Chiquito y sus hijos y muchos de los de su ciudad de Almería se convirtiesen. Y despues, para dejar á toda España purgada y limpia, promulgaron otra tercera premática, harto digna de ser leida, por la cual desterraron á todos los moros que no se quisiesen convertir. Lo cual se hizo en el año de 1502 (1). Con esto quedó España libre.»

En efecto, de entónces data la unidad religiosa, que por espacio de tres siglos y medio ha existido hasta 1868 (2).

§. 14.

Tropelias del Inquisidor Lucero en Córdoba (1500).

FUENTES.-Gomez Bravo Catálogo de los Obispos de Córdoba, tomo I, pág. 398 de la edicion de 1777.

Como en las cosas del Santo Oficio se juzga hoy dia con demasiada pasion en pro ó en contra, y por espíritu de partido, más que con recto criterio y desco de saber la verdad, parece preferible copiar el relato de otro escritor respetable, más bien que el propio dictámen (3).

<< Por mandato de los primeros Inquisidores vino el licenciado Diego Rodriguez Lucero, maestrescuela de Almería por el año de 1500; que era de genio muy acre y duro, y para acreditarse de ministro muy celoso de la Fe, y hacer méritos para mayores dignidades, empezó á tratar con exquisito rigor

(1) Los moros que quedaron en España no quedaron ya como mudecares ó moros tributarios y con leyes propias, sino como moriscos ó cristianos nuevos bien ó mal convertidos.

(2) En Aragon todavía quedaron los mudexares con sus aljamas reconocidas. A la muerte de D. Fernando el Católico los moros hicieron por las calles de Zaragoza demostraciones públicas de dolor, lo mismo que los cristianos, tirando las adargas al suelo y echándose en tierra con grandes lamentos.

(3) Por ese motivo se copia el pasaje del Canónigo Gomez Bravo, Magistral de Córdoba, persona de buen criterio, más bien que hacer caso de los horrores que refiere Llorente, como enemigo de la Inquisicion, á cuya costa había vivido; motivo por el cual ni cito su libro, ni quiero valerme de él.

á los reos, que estaban presos para que declarasen otros cómplices, de que resultó tanto número de personas indiciadas, así de los que eran conversos, como de otras familias limpias, que se escandalizó la ciudad y cási llegó á tumultuarse. En vista de esto, el Marqués de Priego y el Conde de Cabra escribieron al Arzobispo de Sevilla D. Fr. Diego Deza, Inquisidor general, y la Iglesia y Ciudad nombraron Diputados al chantre D. Pedro Ponce de Leon, al arcediano de Pedroche don Francisco de Mendoza, y á Diego Ruiz de Aguayo y Pedro de Angulo, el mozo, veinticuatros, para que representasen al Inquisidor general los excesos de Lucero, que tenían escandalizada esta ciudad y toda Andalucía, y suplicasen que le removiese de este tribunal y viniese otro que los examinase y procediese con la justificacion debida. »

«El chantre y arcediano pasaron á Toro, donde residía el Inquisidor y su Consejo; y hallaron a! Inquisidor tan impresionado con los informes de Lucero, que sólo consiguieron la respuesta, que proveería, segun convenía al servicio de Dios, si daban informacion de los excesos. Con esto se volvieron á Córdoba, y Lucero continuó con más empeño manchando la fama de religiosos, monjas, eclesiásticos, caballeros y otras personas cristianas viejas, que componían un número excesivo, y mandó derribar muchas casas, con el pretexto que eran sinagogas. Al mismo tiempo publicaba que los Marqueses de Priego y Conde de Cabra favorecían la gente infecta, por los intereses que les contribuían, y los Cabildos de Iglesia y ciudad los indiciados y sospechosos de herejía y apostasía que había en ellos. Al principio del año 1507 fueron presos algunos que tenían caudal, y echando la voz de que habían sido presos sin culpa, por quitarles la hacienda, se amotinó el pueblo, y entró en el alcázar, donde estaba el tribunal, para coger á Lucero. Este se salió disfrazado en una mula; y viendo el pueblo que no estaba en el alcázar, prendió á un secretario, con que cesó el tumulto. >>

<< Pero este negocio se fué encrespando cada dia, de modo que causó gravísimo ruido y escándalo en todo el reino, porque al mismo tiempo D. Pedro Xuarez Deza, electo Arzobispo de Indias, procedía, por comision del Inquisidor general, contra los principales eclesiásticos y seglares de la Iglesia y Ciu

dad, por decir que habían dado auxilio á los que habían preso al Fiscal del Santo Oficio, por Octubre del año 1506, y D. Fray Francisco de Mayorga, Obispo de Tagaste, por comision Apostólica, fuese para examinar y conocer las causas de Lucero y ministros de que se había valido, le había mandado prender por no haber comparecido á dar satisfaccion de las quejas y agravios que se le atribuían; y así, por órden de la Reina Doña Juana, entendió en este negocio tambien el Consejo Real, lo cual algunos historiadores califican de atentado. Pero los Inquisidores generales Arzobispos de Sevilla y Toledo no le tuvieron por tal, y los humores no sosegados del reino sobre el gobierno y circunstancias de negocio tan grave persuaden que tan sábio y supremo Consejo entró la mano con gran deliberacion y madurez, no para arrogarse alguna jurisdiccion espiritual, sino para defender al inocente y asegurar la quietud pública (1).»

Tiene razon el Lectoral Gomez Bravo en esta asercion. Era ya cuestion de quietud pública, ó como decimos ahora, de órden público. En esto el poder temporal, cualesquiera que sean su origen y su forma, tiene no un derecho, como cree el vulgo, sino un deber de conservarlo, y por el que Dios exigirá responsabilidad á los Reyes ó á los Gobiernos. Arrasar casas, confiscar haciendas, atropellar inícuamente á personas inocentes y producir motines, no es mision de la Iglesia, que prefiere dejar impunes á cien culpables, ántes que castigar á un inocente.

Ni áun la familia del Venerable Talavera se había visto libre de la persecucion de Lucero. Ya en vida de la Reina había tratado de molestarle. Al saberlo aquella exclamó : — Esto era lo que le faltaba á mi Santo! - Muerta ésta halló Lucero ocasion para perseguir á Talavera. Quizá era juguete de pasiones bastardas: por encargo de la Reina había éste revisado las cuentas de los asentistas y contadores, haciéndoles entregar al Tesoro grandes cantidades que adeudaban ó querían estafar, pues entónces como en todos tiempos esta gente vivía de fraudes y agios, Los estafadores no le perdonaron el descubrimiento

(1) Habiendo llegado á comprometer el órden público no había tal atentado, mucho más siendo la Inquisicion tribunal apostólico y REAL.

de sus trampas, y como gente de dinero, créese que se valieron de Lucero para su ruin venganza (1). Al efecto complicó en una causa de herejía, no solamente al Arzobispo, sino tambien á su hermana María Suarez, á María y Constanza, hijas de ésta, al presbítero Francisco de Herrera y á otros varios familiares del Prelado. Modelo de virtudes eran en Granada la viuda de Herrera y sus hijas: tupidos velos cubrían sus rostros cuando iban á la iglesia, pues sólo para asistir á ella salían de su casa. Aunque sin consideracion alguna quiso Lucero prender con los demás al venerable Arzobispo, no pudo realizarlo por carecer de autorizacion pontificia, y mientras la obtenía, mandó prender á la hermana, sobrinos y familiares, y llevarlos á la Inquisicion de Córdoba, con grave sentimiento de los jueces del Santo Oficio, y escándalo de la nacion entera (2).

Lucero tenia, como Aymerich y otros de aquel tiempo, la manía que pudiéramos llamar hæresicupium (la caza de herejías): el afan de convertir en herejías todos los pecados, los errores, los defectos y hasta las ridiculeces (3). Con un maniático de este género no hay seguro ningun santo, si se le da jurisdiccion, y se escuchan sus calumnias y cavilaciones.

Aferrado en su malévolo empeño, acudió á Roma para obtener Bula pontificia, á fin de proceder contra el Ven. Talavera, y en efecto, se expidió y la recogió el Embajador Rojas, á 13 de Junio de 1507, enviándola al Rey. Iba sometida la causa al Arzobispo de Sevilla, Fray Diego Deza, que era como dársela á Lucero, pues veía por los ojos de aquel loco ó malvado. El Rey D. Fernando hizo sentimiento por la persecucion del Arzobispo, pero no lo que debió hacer. Poco despues echado de Castilla por su yerno y la grandeza cási ignominiosamente, entró en Aragon, de donde partió para Italia (4).

(1) Esto fué lo que muy embozadamente se vino á averiguar en informaciones posteriores.

(2) Suarez, Vida del Venerable Talavera, pág. 252. Torres (el Maestrescuela de Granada), Fernandez de Madrid, (el Arcediano de Alcor), el P. Sigüenza y cuantos hablan de este suceso, como coetáneos ó poco posteriores, lo miran como un infame atropello.

(3) He conocido más de un loco de este género. Con uno de ellos especialmente no se podía apénas hablar sin que hallase herejía en algun dicho; y es lo bueno que sabía poco de teología.

(4) Véase el folleto escrito por mí acerca de Doña Juana la Loca, vin

Los flamencos de Felipe I, desafectos instintivamente á la Inquisicion, y cuya codicia tentaban los conversos, quisieron aprovechar esta ocasion para suprimir el Santo Oficio, y lo hubieran hecho, si Felipe hubiera vivido más tiempo. Por de pronto suspendió del cargo de Inquisidor á Fray Diego Deza, poniendo en su lugar á D. Diego Ramirez de Guzman, Obispo de Catania, el cual, no solamente suspendió á Lucero, sino que le puso preso y le llevó al castillo de Burgos. Con esto se suspendió la comision de las Bulas obtenidas contra el Arzobispo de Granada.

Es indudable que entonces se miraba el tribunal, no como eclesiástico, sino como misto, que todos creían que el Rey podía suprimirlo cuando lo tuviese por conveniente, puesto que á peticion suya se había creado, y que en este sentido se acudió varias veces á los Reyes Católicos y á su nieto, pidiendo unas su abolicion y otras su reforma, y que Torquemada, Deza y Cisneros temieron más de una vez que se llevara á cabo. Los desmanes de Lucero contribuyeron mucho á este descrédito (1). El Papa, mejor informado por su Nuncio, conoció que el Arzobispo era víctima de una infamia. Por lo que hace al asunto de Lucero, el imparcial Gomez Bravo añade lo siguiente, despues de describir los conflictos á que dió lugar:

<< En este estado, llegó la noticia de haber nombrado Ju>> lio II por Inquisidor general al Cardenal Arzobispo de Toledo, >> Don Fray Francisco de Cisneros, y deseando el Cabildo (de >> Córdoba) que los malos, si algunos había, fuesen castigados, >>y los buenos librados de tanto mal, como era levantado con>>tra ellos (viérnes 17 de Setiembre de 1507) (2), mandó al >> Arcediano de Pedroche, D. Francisco, é D. Pedro Ponce, >> Chantre desta Iglesia, fuesen á quejar al dicho señor Carde»nal é notificar de parte de estos señores é de Córdoba les >> mandase administrar justicia en este caso, queriendo ver los

dicándola de la nota de herejía que le han supuesto Berghenrooth, Altmeyer y otros racionalistas.

(1) No conviene creer de ligero las imputaciones hechas contra él en lo relativo á su vida privada, y los abusos con las jóvenes que llevaba á las prisiones.

(2) Copia un trozo de acuerdo capitular.

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