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Sr. Palafox escribió impugnándolos en el mismo sentido que el Sr. Moscoso; pero como tenía muchos émulos en la Corte, fue tan mal recibido su memorial, que el Rey le dirigió una carta muy agria, mandándole que templara y moderara su celo (1), Leyóle esta carta por órden del Rey el Corregidor de Soria D. Alonso Nuñez de Prado, que era súbdito suyo por varios conceptos, en lo que hubo de sufrir no poca mortificacion aquel Prelado. Hasta en esto fué desgraciado el Sr. Palafox, pues un hecho que á otros les ha valido grandes elogios y el honroso título de defensores de las libertades de la Iglesia, á él le ha costado la calificacion de Obispo revolvedor (2).

Otro de los Prelados que se opusieron con más brío á la recaudacion de los millones fué el venerable Fr. Pedro Tapia, Arzobispo de Sevilla. Era éste un fraile dominico del convento de San Esteban de Salamanca y catedrático de Alcalá. El Rey le había hecho aceptar la mitra de Segovia, de donde le trasladó á despecho suyo á Sigüenza, Córdoba y Sevilla, segun la mala costumbre de las frecuentes traslaciones en aquel tiempo. En vano quiso renunciar el arzobispado, pues ni el Papa ni el Rey consintieron en admitirle la renuncia. A pesar de ser pobrísimo en su trato y sumamente caritativo, se opuso con teson á que siguieran recaudándose del estado eclesiástico las tales sisas. Viendo que los empleados seguían cobrándolas, excomulgó á todos los que tal hicieran, tanto en Sevilla como en toda la diócesis (3). Insistieron éstos en cobrar à pesar de las censuras, y puso entredicho. En vano le amenazaron con las temporalidades; ¡qué le importaban las temporalidades al P. Tapia, que vivía no como Arzobispo, sino como fraile, y que

(1) Véase el tomo de su Vida (pág. 570), qua va con la edicion de sus obras, en 1762: allí está la consulta del Sr. Moscoso y la respuesta de Palafox. De la reprimenda que se le dió de Real órden habla el P. Gabriel Henao, de la Compañía de Jesús, en sus Ventilaciones por la ciencia media (parergon 3.o, ventilacion 49, núm. 1419). Allí dice que tenía copia de la carta Real leida por el Corregidor.

(2) Certineau-Joly: Historia de la Compañía de Jesús. No habrán leido aquel memorial ultramontanísimo los que tal dicen.

(3) Escribió sobre esta resistencia del V. Tapia el Jurisconsulto Don Cristóbal Moscoso y Córdoba, catedrático de Salamanca, uno de los más célebres regalistas del siglo XVII. Cita su alegacion el Sr. Rezabal y Ugarte: Biblioteca de escritores de los colegios mayores, pág. 223.

se remendaba de su mano los viejos y pobrísimos hábitos que usaba! (1) Aumentó sus mortificaciones y penitencias para desagraviar á Dios, y unidas estas al dolor que le causaba echar mano de tales remedios como las censuras, acabaron con su salud y con su vida (1657). Mas estuvo tan lejos de ceder, que el dia ántes de morir reagravó las censuras, excomulgando nominalmente á todos los administradores de millones en el territorio de su jurisdiccion. El entredicho continuó por once meses mientras duró la sede vacante.

§. 158.

Desacuerdos con el Papa Alejandro VII sobre subsidio y nombramientos de Obispos en Portugal y Cataluña.

Un papel anónimo, pero muy curioso, de aquel tiempo (2) explica, aunque embozadamente, los motivos de estos desacuerdos. El Papa Inocencio X había muerto el año anterior: Alejandro VII se había mostrado propicio á España y á la paz general que había procurado en el Congreso de Munster, donde estuvo de Legado: por complacerle permitióse que entrara en la corte el Nuncio de Su Santidad, que hacía un año estaba detenido de resultas de las desavenencias con el Papa anterior. Mandóse al Marqués de Priego que pasara á Roma á prestar la obediencia al nuevo Papa, haciéndole varias mercedes por este motivo; pero el bueno del Marqués, que no había hallado medio de ir en el pontificado anterior, tampoco lo encontró en este. La relacion contemporánea continúa asi:-«Al Marqués de Priego se le fueron ofreciendo embarazos para ir á Roma, y dejándose su jornada, en aquella curia nos fueron faltando los afectos, aun más que en tiempo de Urbano y de Inocencio, experimentando novedades en nuestro perjuicio. Y prosiguiendo lo que su antecesor, intentó enviar á Mons. Bo

(1) Durante los cuatro años que fué Arzobispo de Sevilla no se hizo ropa interior, ni gastó más zapatos que unos usados que trajo de Córdoba. Escribió la Vida de aquel varon apostólico el maestro Fr. Antonio Lorea, el cual achaca su muerte á las causas aquí dichas.

(2) Semanario erudito, tomo X, relacion titulada: Tres coronas en el aire, pág. 129.

neli por Nuncio, sin sabiduría de nuestro Embajador; y para evitar otra detencion tomó pretexto de que le enviaba por extraordinario. Llegando á Madrid y sabida su intencion, asistió sin ejercicio más de dos años, pasando por ello en Roma por no poder más la Dataria; pero con estas cosas dejó el Pontífice de prorogar las Bulas para que contribuyesen los eclesiásticos, de quienes con la buena fe se cobraban; mas no ignorando ellos que no se habían concedido, los inquietaron algunos Obispos, de que se siguieron hartos escándalos. Para remediarlos, se ordenó cesase la cobranza, y áun se les restituyese lo cobrado; y pasando la determinacion del Pontífice á lo que sus antecesores habían negado á los portugueses, fué preciso saliese el Embajador Duque de Terranova de Roma, que se vino á España, quedando en aquella corte D. Gaspar de Sobremonte, consejero real, que habiendo dado fin á la visita de Nápoles se le mandó pasar á ella.

«Experimentábase que nada se hacía á favor de España, pucs ningun despacho corría, y en los que inmediatamente tocaban al Rey, se dilataba, de forma que se dudaba el conseguirlos, dando mayor cuidado el de la prorogacion para que contribuyesen los eclesiásticos.

<< Al propio tiempo en Madrid el Nuncio extraordinario, habiendo mostrado los despachos que para quedarse traía, instaba en que le recibiesen, representando que Su Santidad no podía ya diferir á los Obispos de Portugal el pasarles las Bulas, porque había llegado á estado la materia que si no era con no segura conciencia no lo podía dilatar más, pues se habían pasado diez y nueve años sin que aquel reyno con la Sede Apostólica se hubiese comunicado. Que en él sólo había un Obispo, y que el hijo del Duque de Berganza no había cometido el delito que su padre, y había nacido sucesivo Rey sin el crímen de haber quebrantado juramento. Que era cosa terrible y de mayor escrúpulo faltar la Iglesia á hijos que tan contínuamente habian acudido por remedio, no obstante el poco que en tan largo tiempo se les había dado: que así no sería justo motivarles su perdicion, y Su Santidad proveería los obispados sin presentacion de ninguna de las partes.

«Ocasionó esta resolucion harto cuidado, porque para adelante podría ser de perjuicio, pues los Pontífices, hallándose

en la posesion, pretenderían continuar en ella. Recibir el Nuncio, tambien tenía inconvenientes. Juzgóse por el menor, tomando por pretexto que al Duque de Terranova se le olvidó avisar de su nombramiento. El Pontífice insinuó le sería agradable le viese el Conde de Peñaranda, que pasaba de Alemania al gobierno de Nápoles; con que hizo su viaje por Roma, ayudando esta visita á mejorarse en aquella corte nuestros negocios. Concediósele el poder cobrar otro sexenio de los eclesiásticos. Vino un Nuncio extraordinario con las mantillas para el Príncipe D. Felipe Próspero, que nació en 13 de Noviembre del año de 1657, y sobreseyóse en la pretension de Portugal; con que parece se remediaron algo nuestras cosas en la curia romana.»

Sobre la provision de los obispados vacantes en Portugal habían mediado muy agrias contestaciones. Chumacero había hecho en Roma representaciones y protestas, y Ramos del Manzano había escrito una obra en fólio (1). Al fin se transigió nombrando el Papa; pero los territorios de Portugal ocupados por los españoles, y que pertenecían ántes á Braga y otras diócesis portuguesas, quedaron agregados á las diócesis inmediatas y á la provincia eclesiástica Compostelana.

Los Obispos que habían sido presentados por Luis XIV para los obispados de Cataluña, fueron reputados por intrusos y perseguidos por Felipe IV, que presentó otros nuevos, y fueron por fin confirmados por el Papa, despues que el país volvió á incorporarse á la Corona de España; pero la parte de Rosellon que entónces perdió España quedó agregada al obispado de Elna y diócesis contiguas de Francia (2).

(1) Tomo V de Abreu, pág. 489 y 494. La obra de Ramos del Manzano tiene por epígrafe: «A N. S. P. Alejandro VII sobre la provision de los Obispados en Portugal el Dr. D. Francisco del Manzano, del Consejo de S. M., catedrático primario de Jurisprudencia de la universidad de Salamanca.» (Madrid, 1659.)

(2) Cási todos los Obispos de Cataluña permanecieron fieles al Rey, y áun algunos, como el de Lérida, huyeron de los rebeldes con harto riesgo de su vida.

CAPITULO XXIII.

PLEITOS RUIDOSOS EN VARIAS IGLESIAS DURANTE

EL SIGLO XVII.

§. 159.

Carácter orgulloso y pleitista de aquel tiempo.

Uno de los escritores de aquella época (1), deplorando estos pleitos, se expresa en estos términos: «Están llenos los Derechos antiguos y el Ceremonial romano de privilegios de los Obispos, y el que los quisiere entender en toda su latitud habrá de tropezar en nuevas disposiciones de los Reyes. Yo conocí un Obispo que en la procesion del Santísimo Sacramento hizo que le llevase la falda el alcalde más antiguo: dejaba la vara por el embarazo, y pareciéndole á este Prelado que descrecía su autoridad si el nuevo caudatario dejaba su representacion, hizo al Rey ministro de ella: otro entró á caballo debajo del palio, obligando á los regidores que llevasen las varas, como se ha hecho en Lima en las entradas de algunos Vireyes. Si les preguntásemos á estos dos Prelados, qué les pudo mover á ensanchar tanto su autoridad, responderían: porque lo dispone así el Ceremonial de los Obispos con una Bula de Clemente VIII, y que no habían tenido noticia que disponen lo contrario muchas cédulas. En el Derecho canónico son tan limitadas las cortesías con las potestades legas, que los Prelados que no han llegado á pesar las muchas y muy justas que nos enseña el Rey, no sólo incurrirían en grosería sino en inobediencia. Un Prelado hubo en las Indias que quiso predicar con dosel en su vestido ordinario, asistiendo la Audiencia Real; advirtiéronle el Presidente y Audiencia que se pusiese una mitra, pues estando ya en el púlpito no se podía

(1) Villarroel: Gobierno eclesiástico, primera parte en el prólogo. (Madrid, 1656.)

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