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HISTORIA ECLESIÁSTICA DE ESPAÑA.

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largo período de tiempo (1), y el Sr. Gonzalez Acevedo (Don Pedro), Obispo de Orense y Plasencia, que se hizo notable por su virtud, celo y grande austeridad, con lo cual pudo plantear las muchas fundaciones que dejó (2). Falleció en 1609. Queda ya citado el Ven. Palafox, Obispo de Osma, donde vivió con mucha estrechez para pagar las deudas contraidas en la construccion de la magnífica iglesia catedral de la Puebla de los Angeles y dar algunas limosnas á pobres y comunidades religiosas, y no pocas á los Jesuitas, manifestando cuán ajeno era de su corazon el odio que se le suponía contra ellos (3).

Fué notable tambien por su virtud el Cardenal D. Pascual de Aragon, Arzobispo de Toledo, digno sucesor del Sr. Moscoso. Fundó en Toledo un convento de Capuchinos, á donde solía retirarse á servir en clase de lego á la comunidad, ocupándose en los oficios más bajos, á pesar de su púrpura cardenalicia y su nobilísima sangre. A su humildad y largueza con los pobres reunió una grande afabilidad y genio altamente conciliador, con el cual logró, siendo prebendado de aquella iglesia, cortar un estrepitoso litigio entre el Sr. Moscoso y el cabildo (4). Falleció año 1677.

(1) Gil Gonzalez Dávila: Teatro eclesiástico de Badajoz, pág. 57, ia biografia del beato Rivera, y á la 65, la del Sr. La Madrid. (Véase el §. 356 al fin.)

(2) Gil Gonzalez Dávila, tomo II del Teatro eclesiástico, pág. 508: Iglesia de Plasencia.

(3) En cuanto á los impíos, que se valen de los memoriales del venerable Palafox, y del venerable mártir Fr. Luis Sotelo y del Obispo Cárdenas contra los Jesuitas, y de los nombres de otros prelados de América adversarios de estos, no se debe hacer caso ninguno, pues el espíritu que animaba á los Venerables era muy distinto del suyo, y por santo que sea un Instituto no lo son todos sus individuos. Aun los Santos más grandes pueden preocuparse y padecer equivocaciones. El venerable Lanuza, ofuscado con las cuestiones de auxiliis, deliró contra los jesuitas, comentando las revelaciones de Santa Hildegarde. ¿A qué, pues, tantas alharacas sobre la carta de Palafox?

(4) Ocurrió este el año 1650 con motivo de empeñarse el Cabildo en dirigir la procesion del Corpus. Habiendo ya acudido el Arzobispo á impetrar el Real auxilio, para compeler á los Canónigos, que se habían encerrado en la sala capitular, consiguió el Sr. Aragon le abrieran la puerta, y los convenció á tomar un arbitrio decoroso para cortar el escánda

Tres fueron los Prelados que con el apellido de Moscoso honraron la Iglesia de España en el siglo XVII. El señor Cardenal D. Baltasar Moscoso Sandoval, Arzobispo de Toledo, que entre los Prelados muy caritativos de aquella iglesia mereció por excelencia el dictado de Limosnero. Díjose de él con razon: «que su palacio parecía un convento y su puerta la de un hospital;» tan arregladas eran las costumbres de sus familiares y tantos los pobres que concurrían á ella. Huyó cuanto pudo de la corte, residiendo casi de continuo en Toledo, para reparar los males que la falta de residencia había hecho á su iglesia (1). El segundo fué D. Melchor Moscoso, Obispo de Segovia, de costumbres ejemplarísimas y tan caritativo, que no teniendo ya qué dar, en un año de mucha penuria, le dió el pectoral á un pobre viudo que le pidió limosna. Falleció en 1631. Fué el tercero D. Juan Alonso de Moscoso, natural de Argete, de distinta familia que los dos anteriores. Del obispado de Guadix pasó al de Leon, y de allí fué promovido al de Málaga. Siendo Obispo de Leon encargó al P. Fr. Atanasio de Lobera escribiese las grandezas de aquella iglesia. Hablando de él dice aquel historiador: «Su ejercicio, todo el tiempo que no anda visitando el obispado, es predicar, seguir el coro, asistir á los exámenes, acudir á los ejercicios públicos de artes y teología y argüir en ellos. Su riqueza es no tener un real; su limosna dar todo cuanto tiene, sin recibir pena sino de no tener más que dar. La prudencia en el gobierno se ha visto y ve en la paz que conserva con su cabildo: que siendo más de ochenta prebendados, ninguno hay que no le ame, que no le obedezca, que no le respete, tema y desee imitar y servir.» El número de fundaciones que dejó este Prelado es tan considerable que asombra, y manifiesta cuán útilmente empleaban sus rentas aquellos Prelados en obsequio de la Iglesia y del Estado. Entre sus fundaciones descuella el célebre colegio titulado de Málaga, que fundó para teólogos en la Universidad de Alcalá, y

ha

lo. (Alventos: Historia del Colegio viejo de San Bartolomé, tomo I, parte segunda, pág. 384.)

(1) Desde la prision del Sr. Carranza había pasado aquella Iglesia, cási cincuenta años sin Prelado que residiera en ella. A la muerte del Cardenal-Infante, el Cabildo dirigió al Rey un memorial suplicándole nombrara Obispo que residiera.

durado hasta el año 1843 (1). Falleció aquel Prelado en 1614, siendo Obispo de Málaga (2).

Varios Prelados del siglo XVII pasaron desde los Tribunales y Consejos á ocupar varias iglesias catedrales; otros por el contrario, pasaron desde sus obispados á ocupar las presidencias de los Consejos. Distinguense entre los primeros el venerable Palafox y D. Antonio de Estrada Manrique, oidor de Sevilla y Granada y despues Presidente del Consejo de Navarra, varon de grande integridad y rectitud y de ardiente caridad. Al mismo tiempo que vendía hasta el coche y se empeñaba para dar limosna, echaba á galeras á varios escribanos cuyos fraudes y dilaciones descubría y castigaba con grande energía. Nombrado Obispo de Palencia, vivió con gran frugalidad, pagando el gasto que hacían él y sus familiares en las visitas de la diócesis, en cuya santa ocupacion murió (1658). Asimismo D. Romualdo Velarde, de oidor de la Coruña pasó á ser tesorero de la catedral de Toledo y Obispo de Avila, donde murió con opinion de santidad.

Pero fueron más los Prelados que desde sus iglesias pasaron á presidir los Consejos. Desde la instalacion del de Castilla y nombramiento de D. Diego de Anaya Maldonado para su presidencia, á principios del siglo XV, habían los Obispos desempeñado este cargo con mucha frecuencia. Lo fueron á principios de aquel siglo los Patriarcas de las Indias D. Juan Bautista Acevedo y D. Pedro Manso de Zúñiga (1602 y 1608), el Cardenal Trejo (1627), los Arzobispos de Granada D. Miguel Santos de San Pedro y D. Fernando Valdés y Llano (1630 á 1633), D. Diego de Castejon y Fonseca, Obispo de Lugo y Tarazona, primer Marqués de Camarena (1640), D. Diego Riquelme, Obispo de Ciudad-Rodrigo, Oviedo y Plasencia (1668), y finalmente D. Antonio Ibañez de la Riva Herrera, Arzobispo de Zaragoza (1690). No á todos ellos se los puede citar con igual elogio. Varios Prelados tuvieron tambien presidencias de

(1) Tuve el honor, grande para mí, de vestir la beca de aquel Colegio, y comer por espacio de nueve años el pan de aquel venerable Prelado (mi Señor), á quien debo en gran parte mi carrera, y este homenaje de gratitud.

(2) Gil Gonzalez Dávila, tomo I, pág. 421, y Risco, tomo XXXVI, página 143.

los Consejos de Aragon, Indias y Flandes: algunos se negaron á desempeñarlas en perjuicio de la residencia, y cediendo á las instancias de los Monarcas renunciaron los Obispados ántes que dejar de residirlos (1).

Los Prelados cuyos nombres se acaban de consignar en este párrafo pertenecían todos al clero secular. El clero regular, y en especial el instituto dominicano, ofrecen nombres tan venerables como los del venerable Tapia, Arzobispo de Sevilla; el venerable Lanuza, Obispo de Albarracin, ambos austerísimos en su trato y de grande humildad; D. fray Iñigo Brizuela, Obispo de Segovia, que precisado á tomar la presidencia del Consejo de Flandes, exigió se le admitiera la renuncia del obispado; y finalmente, el célebre D. Fr. Domingo Pimentel, Obispo de Córdoba, á quien envió Felipe IV de Embajador al Papa Urbano VIII, en compañía de D. Juan Chumacero, y que despues fué Arzobispo de Sevilla, en donde se hizo notable por su caridad. Creado Cardenal por el Papa Inocencio X (1652), y habiendo de marchar á Roma, renunció ántes la Mitra de Sevilla, por no conservar un beneficio que no había de residir. Finalmente, en los últimos años del siglo XVII y primeros del XVIII se hicieron notables por sus virtudes el venerable Posadas, Obispo de Córdoba, y Fray Tomás Reluz, Obispo de Oviedo; ambos tambien del Orden de Predicadores.

§. 168.

Otros varones insignes en santidad durante el mismo siglo.

En medio de la corrupcion y vanidad del siglo XVII causa placer y consuelo encontrar un número tan considerable de clérigos seculares, que predicando humildad, abnegacion y penitencia con la palabra y el ejemplo, se mostraban dignos de los mejores tiempos de la Iglesia.

Figura el primero entre ellos el venerable Juan de Brivies

(1) En este número se pueden citar entre otros D. Diego Arce Reinoso, Obispo de Plasencia, y Fr. Iñigo de Brizuela: otros obtenían bulas con dispensas de residencia.

ca, que nació en Ávila á fines del siglo XVI (1585). Vivía en una cási contínua oracion, recibiendo del cielo favores muy visibles: despues de muerto se le encontraron llagas milagrosamente impresas en manos, piés y costado, y en las cuales padecía dolores agudisimos todas las semanas desde el jueves hasta el sábado, como testificaron algunas personas virtuosas que le trataron con intimidad. El Obispo D. Melchor de Moscoso, y toda la ciudad de Segovia, donde falleció, le aclamaron como Santo desde el momento de su muerte (1624).

El venerable Pedro de Ojeda explicó Escritura en la universidad de Baeza, donde le puso su maestro el venerable Juan de Ávila, cuyas tradiciones perpetuó en aquel establecimiento. Graves tribulaciones hubo de sufrir por conservar la disciplina vigorosa y pura, que aquel había introducido en aquellos estudios; pero su modestia, oracion casi contínua, predicacion diaria y desprecio de las cosas mundanas, hicieron que al fin saliera victorioso. En sus mayores aflicciones y enfermedades hacía que le leyesen las cartas de su venerable maestro, único lenitivo de sus padecimientos.

El venerable Antonio Velazquez Mampasco fué natural de Granada, y abogado de su chancillería. Dejó esta carrera, estudió teología, y se ordenó despues de haber dado á los pobres todos sus bienes, viviendo del modesto estipendio de la misa. Fué beneficiado de Santa Isabel y despues de Santa Escolástica. Su principal ocupacion era pedir limosnas públicamente para socorro de los encarcelados, enfermos, huérfanos y viudas, y de todos era el apoyo y consuelo. Vivía pobrisimamente, y solía dormir sentado en una silla. Murió este venerable en 17 de Diciembre de 1633, á los 87 años, con grande opinion de santidad (1).

Otros varios clérigos célebres de aquel país fueron ejemplares por entonces. El Dr. Luis de Soria, canónigo de Sevilla, discípulo muy aprovechado del no ménos venerable sacerdote D. Bernardo de Toro, era muy devoto de la Pasion del Señor, en la cual solía meditar de contínuo. Fundó una memoria en aquella catedral para que se predicase todos los años el

(1) Pedraza: Historia de Granada, de donde están tomadas estas noticias, y pudieran citarse hechos muy notables.

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