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llegado á aprobar la consulta, si bien no pudo ocultar los votos originales de tres de sus ministros, en que se impugnaba circunstanciadamente. la doctrina general y pasages determinados del escrito. Con los votos entregó la copia de la protesta del obispo de Orense, y lo mismo hizo la regencia con el ejemplar que este prelado le había dirigido.

Las sesiones en que ocurrieron estos incidentes fueron en estremo agitadas, como no podía dejar de suceder en un congreso, que se veía asaltado de todas partes por una liga de conjurados de diversas categorías, alentada por la misma moderacion y prudencia con que había disimulado hasta aquí sus maquinaciones. La renovacion de tan dolorosos recuerdos, despues de tantos sacrificios para conciliar los ánimos, y contener la exaltacion y vehemencia de los espíritus ardientes de aquel tiempo, ¡ qué estraño que provocase la circunspeccion y apurase el sufrimiento de las Córtes! En tan críticos momentos ciertamente no hubieran podido ménos de estraviarse, tomando direccion contraria á la que con tanto esmero procuraban seguir, si hubiesen contenido dentro de su seno los elementos

desorganizadores y revolucionarios, que falsa maliciosamente suponían en ellas sus enemigos.

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¿Quién les hubiera impedido desplegarse? ¿Qué ocasion mas favorable á su esplosion que la de arrojar en medio de ellos una tea incendiaria, cual era un libelo en que se vomitaban á torrentes los mayores ultrages y calumnias contra las Córtes? Cuánto no aumentaba la llama la comprobacion de una consulta dirigida, cuando ménos, á embarazar el ejercicio de su autoridad en el acto de renovar el pacto fundamental de la nacion? ¡Cuánto no contribuía á irritar las pasiones, á exacerbar todos los resentimientos, la aparicion de dos copias auténticas de la inconsiderada protesta de un prelado, que aseguró solemnemente, no solo que no la había comunicado á nadie, sinó que había destruido hasta la minuta original; de un prelado con quien se observaron tantas consideraciones por creerle incapaz de dolo ni perfidia! Cuando los que presumían tanto de santidad y de justificacion se valían de medios semejantes para salir con su intento, un congreso general de toda la monarquía en ambos mundos, reconocido con entusiasmo, obedecido con veneracion, revestido de

facultades ilimitadas, encargado de una mision restauradora y verdaderamente augusta, provocado sin cesar por conjurados audaces y temerarios, á no estar animado de un espíritu recto, noble y generoso, hubiera dejado de adoptar i providencias vigorosas y severas para refrenar el atrevimiento de sus implacables enemigos?

Lejos de ello procuró seguir en lo posible el órden legal, y deliberadamente le eligió, sabiendo que sería favorable á sus opositores y contrarios. Atendiendo á la categoría del Consejo real, y á la necesidad de proteger contra su influjo y su resentimiento á los que entendiesen en este grave negocio, nombró por sí los jueces; pero en sesion pública, y dejando totalmente espedito el curso de las leyes anteriores, para que sustanciasen un proceso, que sus enemigos en igual caso hubieran envuelto en toda la obscuridad y misterio inquisitorio á fin de conducirle segun les hubiese convenido. Los jueces instruyeron el sumario y prosiguieron hasta el fin de la causa con absoluta independencia. Las Córtes no volvieron á intervenir, sinó en puntos abstractos y meramente legislativos, consultados voluntariamente por los ministros de este tribunal. Aquestos jueces en el curso del proceso siguieron

cuantos trámites consideraron apropósito para asegurar el acierto, por mas dilatorios que fuesen, no obstante la práctica introducida en casos semejantes de sustanciarle breve y sumariamente. Oyeron todas las defensas, admitieron todas las escepciones, observaron todas las formalidades establecidas en las causas comunes y ordinarias; y se consideraron tan libres en su ministerio judicial, que no contentos con absolver á todos los ministros del Consejo se convirtieron en sus defensores y apologistas.

Esta fué la conducta de las Córtes estraordinarias en un incidente el mas grave, el mas crítico, el mas peligroso por todas razones de cuantos habían puesto á prueba, hasta aquí, su moderacion y su prudencia. Por lo demas, que tantas circunstancias coetáneas, concomitantes y acumulativas probaban moralmente la conjuracion, estaba fuera de toda duda. Reúnanse á ellas el carácter, los principios, las ambiciosas pretensiones, la conducta, en fin, uniforme, invariable y constante de las personas implicadas.

Respecto del Consejo real era preciso no olvidar lo que intentó contra las juntas provinciales de la insurreccion, y contra la suprema central, porqué rehusaron resignar en sus manos el poder

y mando que ejercieron. Emulo y detractor de las antiguas Córtes; usurpador de su autoridad; tenaz opositor en todos tiempos á que se convocasen; enemigo implacable de cuantas reclamaron, ó promovieron su restablecimiento, si el temor ó la esperanza le contuvo hasta aquí, al ver ahora que la constitucion separaba de los tribunales las funciones asignadas al Consejo de estado, encendido en cólera y venganza no pudo tolerar que se le arrancase la funesta tutela con que conservaba á la nacion en un estado de perpetua infancia y menor edad. Y á no haberse intimidado con la discusion sobre el manifiesto del ex-regente Lardizábal, su consulta hubiera salido á concitar tambien el reino, á inflamarle, y encenderle en una nueva discordia, para consumar de este modo el atentado que se meditaba. ¿Quién no veía que los votos de los tres ministros que desintieron, estendidos en forma segun se presentaron en las Córtes, eran un acto correlativo y posterior á la aprobacion de la consulta? El ilustre Jovellanos pocos meses antes del tiempo de que se va hablando, aludiendo á otra conjuracion semejante contra la Junta central, arrebatado de justa indignacion en un elocuente apóstrofe á su patria esclamaba como inspirado :

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