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"Y calumniarán mañana, yo lo pronostico sin reparo, á los ilustres ciudadanos que van á "reunirse en tu nombre, porqué consagrarán "todo su celo y tareas á tu libertad, tu indepen"dencia y tu gloria. Y si esta augusta reunion, "desenvolviendo una firmeza y vigor que no

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pueden caber en un gobierno precario y débil, "no ahoga de una vez el monstruo de la calumnia, que es el mayor de tus enemigos, tú, ó "amada patria mia! tú, yo lo pronostico, tam

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bien, perecerás, no por los esfuerzos del bárbaro "tirano que devasta tus pueblos, sinó por los de "los hijos ingratos que destrozan tus entra

"ñas

Apénas se habían calmado los ánimos cuando apareció otro escrito titulado: España vindicada en sus clases y gerarquías. La doctrina general que profesaba, la virulencia con que condenaba la conducta de las Córtes, las personalidades que usaba, en vez de reflexiones y argumentos, todo manifestaba que su objeto era auxiliar la conjuracion, y concurrir con los demas libelos á depravar la opinion pública. Las sospechas se aumentaron todavía mas con haberse hallado

Memoria á sus Compatriotas.

que el verdadero autor era el decano del Consejo real esto es, un magistrado, que por su elevada categoría era de esperar se hiciese superior á pasiones ruines y mezquinos resentimientos; un magistrado, que sin el disfraz con que intentó encubrirse, y usando del estilo alto y grave de la toga, tanto peso podía dar á sus observaciones, tanta autoridad á su censura.

Era el decano del Consejo uno de los ministros suspensos; á causa de la consulta acordada por este tribunal, y como su presidente, dirigió á las Córtes una representacion en que, entre otras cosas, pedía venia para esponer en ellas, ó en las futuras, por sí, ó por el sucesor, cuanto conviniese á su empleo y al mismo Consejo. Pareciendo obscuro el sentido de algunos pasages, y sobre todo, capcioso, el pedir venia para representar á las Córtes, cuando todo español tenía, este derecho, y á nadie se le había embarazado jamas el ejercicio, se resolvió que el decano esplicase lo que solicitaba. La aclaracion de este magistrado, lejos de disipar las dudas, promovió muchos debates. En ellos, un diputado *, ministro del Consejo de Indias, tomó la palabra

* Don José Pablo Valiente.

para ilustrar las esposiciones del decano del Consejo real.

Apénas había empezado á hablar cuando se notó inquietud en las galerías. El diputado reclamó la observancia del reglamento. Creció el murmullo, y poco despues se hizo general. Entonces el orador con notable irritacion dijo:

Me acuerdo ahora de una sentencia de uno de "los sabios mas grandes que ha habido en estos "últimos tiempos, que dice, que cuando en un "congreso deliberante es interrumpido el orador

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con murmullos, es señal de que no se puede ha"blar con plena libertad, de que la virtud está oprimida y de que hay intriga por el partido "contrario, para que la verdad no triunfe."

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El énfasis con que pronunció el orador estas últimas palabras causó tal impresion en el congreso, que muchos diputados sintiéndose ofendidos se levantaron simultáneamente en diversas partes del salon, reclamando unos el órden, y pidiendo otros una retractacion formal. El presidente, por falta de serenidad, y presencia de ánimo no acertó á calmar la agitacion de los diputados, y evitar así que se confundiese con la alteracion anterior de las galerías. Sobrecogido y desesperando poder restablecer el órden,

levantó la sesion á pesar de las vivas reclamaciones de los diputados para que no lo hiciese. Esta resolucion fué fatal; pues el público pudo disculpar su descompostura con la exaltacion de los diputados, que como posterior no tenía el mismo orígen.

Despejadas con mucha dificultad las galerías, los espectadores, en lugar de dispersarse como era costumbre, se mantuvieron obstinadamente á la puerta esterior del congreso, dando señales evidentes de animosidad contra el orador, por creer, segun decían en alta voz, que en su discurso había aludido al público con designio de injuriarle. Aumentado cada vez mas el concurso, varios diputados, entre ellos el obispo de Mallorca, prelado de mucha popularidad entónces, se esforzaron en persuadirle á que se retirase pacíficamente, por lo mucho que le importaba no dar ocasion á que los enemigos de su libertad echasen á mala parte demostraciones contrarias al respeto debido á sus representantes. Insistiendo todavía en permanecer reunido, las Córtes deliberaron acerca de los medios de poner la persona del diputado á cubierto de todo insulto, cuando se anunció la llegada al congreso del gobernador de la plaza.

Introducido en la sesion este gefe no vaciló en tomar sobre sí la seguridad del diputado, y sin detenerse salieron los dos solos por medio del concurso con toda libertad. Sin embargo, durante el tránsito por las calles se notó tanta irritacion en el pueblo que los seguía á alguna distancia, que el diputado, cediendo al juicio del gobernador, consideró prudente evitar ulteriores disgustos, pasando en derechura á un buque de guerra en la bahía. Conviene advertir aquí, que la serenidad y confianza del gobernador en este caso hizo la mas favorable impresion en el congreso como se verá despues. Luego que las Córtes recibieron aviso de estar el diputado en seguridad levantaron la sesion con el mismo órden con que acostumbraban, y sin que el público hubiese cometido el mas leve desacato.

Esta desgraciada ocurrencia y algunos otros incidentes, que no merecerían atencion, á no ser por la malignidad con que fueron censurados, sirvieron de pretesto á los enemigos de las Córtes para decir que sus deliberaciones fueron tumultuarias. Conviene, pues, examinar este suceso con imparcialidad, porqué habiendo sido el único en toda la carrera parlamentaria de

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