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una resolucion fundada en tantas razones de prudencia y de política. El acuerdo fué sostenido por una inmensa mayoría; y el funesto espediente pasó á la comision designada para que diese su dictámen. Así terminó por el momento el plan de restablecer con sorpresa un tribunal, cuya restauracion hubiera acarreado al fin el triunfo del enemigo. Esta asercion no puede ser aventurada para quien la examine con profundidad.

La inquisicion, al concluir el siglo anterior, no solo estaba conmovida en sus fundamentos, sinó desquiciada, y á punto de desplomarse. Un ministro audaz y amante de gloria hubiera consumado su ruina en el reinado de Carlos IV. Desde la venida de su padre á España puede asegurarse que existió una conjuracion permanente y activa contra aquel famoso tribunal. Las reformas hechas sucesivamente en los planes de enseñanza de las universidades del reino; la creacion de academias y colegios para la educacion auxiliar de la juventud; el esmero con que se promovió el estudio de las ciencias exactas y naturales; de lenguas vivas y literatura estrangera; la publicacion de periódicos y otros escritos útiles y amenos; la traduccion de obras

clásicas y elementales en materias políticas y económicas, en suma, todos los medios adoptados durante el mismo periodo para difundir las luces, y generalizar la instruccion * propagaron rápidamente, y dieron la mayor estension á todas las doctrinas contrarias á la conservacion de un establecimiento, que jamas pudo vencer, y ménos dejó de luchar con la aversion y antipatía de sabios, de eruditos, de prelados venerables, de magistrados y hombres de estado, y de cuantas personas cultivaban el espíritu y le ennoblecían con su aplicacion y sus tareas literarias.

La inquisicion no pudo resistir la transformacion que produjo en el espíritu nacional el progreso de los adelantamientos de todas clases, y el impulso que le dieron las revoluciones morales y políticas del siglo XVIII, en toda la Europa. Fuéron inútiles todos sus esfuerzos para contenerla; y nada sería mas fácil que demostrar con hechos auténticos, que la relajacion práctica que se advertía en los últimos años en la conducta general de aquel establecimiento provenía de haberse convencido los mismos que lo dirigían de que su poder y su prestigio habían hecho crisis,

* Vease la segunda parte de la introduccion sobre este punto.

y

y que el único medio de evitar una reacción abierta resistencia era ceder á las circunstancias, y hacer treguas con la ilustracion contemporánea.

La insurreccion del año 1808 envolvió á la inquisicion en la ruina universal. Su gefe supremo, abrazando el partido de los enemigos, causó una paralísis en el ejercicio de las funciones de todos los tribunales de provincia; la exaltacion de los ánimos, las juntas insurreccionales, el estruendo de las armas, y los acontecimientos prósperos y adversos de la guerra en el primer periodo del alzamiento acabaron de eclipsarlos, disolverlos, y aun dispersarlos casi en todas partes. La Junta central por un error, tan incomprensible como funesto para la noble causa que defendía, nombró inquisidor general al obispo de Orense. Es inesplicable el descrédito en que incurrió aquella magistratura con tan insigne desacierto. Poco despues, Napoleon desde Chamartin con un simple decreto hizo desaparecer esa misma institucion que tan inopinadamente se había querido restaurar. El contraste era demasiado visible para que aquel gobierno dejase de penetrar el designio del in

vasor; así es que en su segunda época no volvió á insistir en su primer propósito.

De la simple esposicion de estos hechos resulta la circunspeccion con que procedían las Córtes en preferir el camino que siguieron hasta aquí, dejando que el tiempo, las luces y la esperiencia resolviesen esta cuestion sin animosidad y estrépito. En ello se respetaba hasta la misma delicadeza de los que creyesen que se ofendería la 'reputacion de la iglesia de España reconvenida en una discusion pública, porqué había usado de tales medios para conservar su doctrina y sus inmunidades. Pero había ademas otras graves razones, que recomendaban tan prudente conducta para con los tímidos y las personas de conciencia poco ilustrada.

*

La inquisicion, en su orígen, era una comision temporal dada por el papa á un eclesiástico constituido en dignidad para conocer del crímen de heregía. La interinidad en la investidura inquisitoria fué tan necesaria, que sin ella no se hubiera conseguido triunfar de la vigorosa resistencia que se hizo al introducir en Castilla el santo oficio, por considerarse á este tribunal in

* La bula primitiva solo concedía esta autoridad por cinco años.

compatible con la autoridad de los ordinarios, únicos á quienes reconocía jueces en materias espirituales y eclesiásticas la jurisprudencia civil y canónica del reino. Esta comision, por su naturaleza, solo podía durar mientras condescendía en ello el príncipe que la admitía en sus estados. Así era preciso, á cada vacante, por muerte ó separacion de inquisidor general, renovar las preces á Roma, y presentar la persona que había de suceder en este cargo. Ni el tiempo, ni la repeticion de estos actos pudieron alterar la naturaleza de una institucion, meramente disciplinar y de policía eclesiástica, introducida en época muy moderna en la administracion de la iglesia de España.

Habiendo cesado en sus funciones, con las ocurrencias de Bayona, el último inquisidor general, ni el papa, preso en Francia cuando se agitaba en Cádiz esta cuestion, podía ser considerado en libertad para espedir nueva bula en forma auténtica, ni la regencia del reino estaba autorizada para dirigirle en aquella situacion las preces, y presentarle la persona que eligiese para esta dignidad. Los inquisidores y sus parciales pretendían que existía en los archivos del santo oficio copia de una bula de comision

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