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solicitaba, que se suspendiese por dos meses publicar la Constitucion en las provincias. La lectura de esta desacordada propuesta abismó al congreso en el mas profundo dolor y confusion acabando de conocer toda la estension del yerro cometido en haber nombrado, para el gobierno de una nacion, que tanto necesitaba de hombres de estado, personas tan destituidas de circunspeccion, tino y prudencia. Si todavía el mensage se hubiese presentado desnudo de razones, la exorbitancia de lo que se pedía y lo incomprensible del objeto hubieran hecho creer que alguna causa oculta, pero de estraordinaria gravedad, impelía en este caso á la regencia. Mas los motivos que alegaba eran tan esplícitos, que no había lugar á dudas ni interpretaciones. Su fin era enviar á las provincias que quedasen libres, comisionados, que, tomando informes acerca de los que tuviesen compromisos con el enemigo, ó se hubiesen conducido con deslealtad, preparasen la publicacion y establecimiento de la Constitucion, y pudiese de este modo el gobierno conocer las personas que debía emplear en los destinos, sin riesgo de equivocarse. Es decir, establecer una pesquisa universal que derramase por el reino la desolacion y el es

panto, era la profunda medida con que se intentaba anunciar á las provincias que se rescatasen, para recomendarles la autoridad legítima tan interesada en desplegar un espíritu tranquilizador y de consuelo que contrastase con el régimen de la usurpacion; con cinco años de terror y tiranía militar. Y para qué? Para buscar por medio de la delacion, de procedimientos arbitrarios, y á lo mas de sumarias judiciales, un puñado de hombres de su confianza que desempeñasen comisiones y destinos temporales, y revocables á su voluntad, en virtud del libre nombramiento que le correspondía.

Al fin una comision examinó este funesto mensage, desaprobándole en su dictámen. Las Córtes se conformaron con el informe de la comision, y aunqué los debates se condujeron con moderacion y decoro, dieron a conocer á cuanto se había apoderado de los ánimos la des-confianza respecto á la conducta del gobierno, y sus ulteriores designios.

Duraba todavía esta fatal impresion cuando se presentó el ministro de la guerra á anunciar la batalla de Salamanca. Desde este momento se concibieron vivas esperanzas de que el enemigo levantase el sitio de Cádiz, escesivamente moles

TOM. II.

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tado entonces con las bombas que arrojaba desde el Trocadero, obligando á gran número de habitantes á vivir en tiendas de campaña, y otros asilos provisionales fuera de su alcance, con incomodidad indecible, y evidente riesgo de la salud pública, si la epidemia se llegase á declarar en aquellas circunstancias.

Al

En efecto en la noche del 24 de agosto el gobierno tuvo avisos ciertos de su marcha. amanecer del 25 los telégrafos anunciaron que había abandonado casi toda la línea. Las voladuras y frecuentes esplosiones en los almacenes y repuestos, el humo de los campamentos incendiados no dejaban duda de su retirada. Imposible sería describir el espectáculo que presentaba Cádiz en la mañana de aquel dia memorable. Derramada toda la poblacion por sus muros y azoteas, y cuantos puntos elevados había en su recinto, el júbilo y la alegría se veían como contenidos por la admiracion y sorpresa de un suceso que tres años ántes muchos consideraban imposible, otros muy incierto, gran número remoto y lleno de dificultades y peligros. afligida Troya no esperimentaría ciertamente emociones mas tiernas, ni mas vivas, al ver desaparecido el campo griego despues del asedio tan

La

dilatado y cruel con que la estrecharon sus implacables enemigos.

Las Córtes, á pesar del alborozo mal reprimido que agitaba á cuantos asistían este dia á la sesion, deliberaban con gravedad y reposo cuando la regencia en un mensage les participó, que el enemigo, despues de abandonar todas las posiciones de su línea, se retiraba precipitadamente con direccion á Sevilla, perseguido ya por tropas nacionales que seguían el alcance. En vano se intentó continuar el despacho de los negocios que estaban señalados. De todos los puntos del congreso se pedía que se suspendiesen

Juvat ire, et Dorica Castra
Desertosque videre locos, litusque relictum.

el

El presidente, no pudiendo resistir los sentimientos de los circunstantes, ni ni tampoco impulso de su propio corazon, al fin condescendió en que la sesion se levantase.

á

poco

La dimision que, de levantarse el sitio hizo uno de los regentes, introdujo en su lugar en el gobierno á un magistrado de reputacion anterior, que no solo dió nuevo impulso á las

* El conde del Abisbal.

lo

tentativas contra la reforma constitucional, sinó que las dirigió con mas sistema y acierto que había hecho hasta aquí la regencia.

La desgraciada accion de Castalla promovió en las Córtes debates muy vivos. En ellos un diputado * censuró con mucha acrimonia la conducta del gobierno por no haber confiado la direccion del ejército derrotado en aquella jornada á un general que con autoridad estaba destinado para mandarle. Atribuyó la pérdida de la batalla al empeño de sostener al frente de las tropas á un gefe sin capacidad, solo porqué era hermano de uno de los regentes. Aunqué las Córtes no llegaron á declarar su juicio, ni tomaron mas resolucion que conformarse con lo que su comision de guerra les proponía, el regente, á quien había aludido el orador y aun designado por su nombre, tuvo la debilidad de manifestarse ofendido, dirigiéndole una esposicion en que despues de muchas quejas, hacía renuncia de su cargo. Tomada en consideracion en sesion secreta los constitucionales se

dividieron en su parecer. El mayor número

rehusaba admitir la dimision de este regente

* Don Tomas Traver, diputado por Valencia.

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