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guerra, ademas del establecimiento militar en que se apoya, proporcionado á las circunstancias de la nacion que administra, y de los estados con quienes confina, ó teme, se prepara con anticipacion; elije el momento mas oportuno para acometer; ó si no se considera bastante poderoso lo evita, lo difiere, y sobre todo se abstiene de ser el agresor. España, por el contrario privada con toda premeditacion, de sus mejores tropas, de sus plazas y defensas militares así de mar como de tierra, fué asaltada con alevosía; y para repeler á su pérfido invasor, tuvo que disolver hasta la forma esterior de su estado civil en todas las provincias.

Apénas se pudo constituir un gobierno central, cuando Bonaparte entró en España con toda la furia de un conquistador irritado y soberbio, acompañado de fuerzas en número y calidad muy superiores á las que la nacion hubiera podido oponerle en ninguna época despues de Felipe II. La desorganizacion que

la

causó en todos los ramos de la naciente administracion su marcha y entrada en Madrid, y retirada precipitada y difícil del gobierno hacia Andalucía debían haber puesto término á toda empresa ulterior de resistirle, sin que por eso la

nacion hubiese marchitado siquiera la gloria de la primera época de su magnánimo alzamiento. Por tanto, la noble resolucion de hacerle frente otra vez, despues de tan espantosa dislocacion de autoridades y ejércitos, adoptada y proclamada simultáneamente por el gobierno supremo, por juntas provinciales, por gefes militares separados y dispersos, mas que injurias y ultrages, parece que merecía, si no alabanzas y elogios, á lo ménos circunspeccion y detenimiento de parte de los que se llamaban amigos y aliados ; —que la conducta de los hombres públicos, así militares como civiles fuese juzgada con equidad y decoro; que se atribuyesen sus yerros, sus faltas y su mala fortuna á orígen ménos ignoble, ménos inverosímil que el que podían designar rumores populares, la trivialidad, ó insubordinacion de soldados en fuga, y la insidiosa y maligna detraccion de los agentes del enemigo. Cobardía, traicion, ignorancia, egoismo en los magistrados y gefes españoles; fanatismo, crueldad, indolencia, servilidad y barbarie en los pueblos, tales eran las causas de donde procedía, á los ojos de los generales y oficiales aliados, segun sus relaciones y memorias, el efecto natural, inseparable de una convulsion política sin

y

ejemplo; de un trastorno absoluto del gobierno administracion en todos sus ramos; á que se siguió la irrupcion de ejércitos que acababan de someter al imperio de su gefe casi todo el continente de Europa.

Profunda, en estremo profunda y penetrante, fué ya en el año de 1809 la herida que traspasó el corazon de los españoles al oir las recriminaciones y quejas con que sus aliados censuraron la conducta de sus magistrados y gefes militares en aquella época de horror y espanto. Pero en ninguna clase produjo efectos mas terribles y peligrosos que en la de generales y oficiales de los diferentes ejércitos que obraron sobre el Ebro en el año de 1808. Ver aumentadas sus desgracias con acusaciones y cargos de la mas grave naturaleza por aliados, que no solo no se habían hallado en la escena de accion, sinó que se retiraban de ella echándoles en cara faltas y errores, que en igualdad de circunstancias tal vez ellos mismos no hubieran podido evitar, necesariamente había de causar, como causó, vivos resentimientos, preciso era que indispusiese los ánimos y los enconase contra sus detractores.

Posteriormente, las vivas contestaciones entre la Junta central y el embajador de Inglaterra, y

entre el general en gefe de las fuerzas de esta nacion, y el que mandaba las españolas en la batalla de Talavera; los muchos disgustos que acarreó la de Chiclana; el empeño en los escritores y oradores ingleses de zaherir y deprimir á los gefes y oficiales españoles, alabando al mismo tiempo con afectacion el valor del soldado;-de celebrar las acciones y sistema de las guerrillas como en contraposicion á las tropas regladas, y cuerpos de línea; todas estas circunstancias reunidas en medio de la exaltacion de aquella época eran muy poco á propósito para conciliar la opinion y espíritu del ejército y prepararle á que se sometiese al mando y direccion de ningun general aliado.

No había entonces en España un solo militar, que mereciese este nombre, á quien no oprimiese el dolor y amargura al ver comprometido el honor de su patria y de sus armas por la aglomeracion de contrariedades, á cuyo remedio no podían alcanzar el valor ni la prudencia humana; y que sus aliados, en lugar de tener presente que el valor y pericia en la guerra se funda en los medios materiales de vencer, tomasen solo por criterio para juzgar la conducta de los gefes españoles épocas del antiguo poder y

gloria de la nacion, ó las de otros estados en perfecto órden y prosperidad.

Para colmo de desgracias el ejército español ofrecía el mas singular contraste que pudiera imaginarse. Colocado entre los de las dos naciones mas ricas y opulentas que existían, como asimismo mas adelantadas en todas las artes auxiliares de la guerra; con cuantos medios podían ser necesarios para asegurar el triunfo sin depender de los sucesos prósperos ó adversos de la campaña; ambos en territorio estrangero, sin verse obligados á guardar consideraciones y respetos que tanto coartan la libertad y desembarazo de los gefes y caudillos; responsables solamente á gobiernos distantes de la escena de accion, y por tanto en quienes no influía ni la exaltacion de los ánimos, ni la efervescencia de las pasiones, irritadas á cada paso con las victorias, no ménos que con las pérdidas y derrotas; ni las lágrimas y sollozos de las infelices víctimas sacrificadas por la violencia militar en los asaltos, irrupciones y saqueos. ¿Qué general español, por ejemplo, hubiera osado proponer siquiera el prudente plan del gefe que mandaba las fuerzas anglo-lusitanas, con que logró quebrantar la furia, y deshacer el poderoso ejército

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