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"tados que insertaron su voto en las actas." Aquí seguían sus nombres, con la espresion de la provincia que representaba cada uno; y los de nueve mas que, segun advertía la carta habían aprobado las proposiciones desechadas, aunqué sus nombres no constaban en el acta.

Denunciada en las Córtes esta carta como atentoria á su autoridad y á la libertad de los debates, el presidente y otro diputado, cuyos nombres aparecían en la misiva, declararon que no tenían directa ni indirectamente la menor participacion, ni aun noticia de su publicacion. Es inesplicable el sentimiento y disgusto con que oyeron las Córtes mas adelante la revelacion judicial de que era un diputado el autor de tan repugnante superchería; y mas aun por ser eclesiástico constituido en dignidad, que no podía alegar en su defensa ignorancia, fanatismo, ni aun celo indiscreto, habiendo gozado siempre el concepto de ilustrado así en su ministerio, como en el carácter de escritor con que tambien era conocido.

*

La doctrina de esta carta no es tal vez lo que mas debe llamar la atencion. La malignidad con que procuraba su autor sobrecoger y seducir * Don Manuel Ros; despues obispo de Tortosa.

al incauto vulgo, haciéndole creer, con la artificiosa ambigüedad de las frases, que estaba dirigida por los mismos diputados, hace digna la impostura de los mejores tiempos de la compañía.

Este rasgo del encono y rabia de un partido implacable, unido á tantas otras pruebas de su furia teológica, acabó de convencer, aun á los diputados mas circunspectos y detenidos, que era necesario arrostrar una cuestion eludida tantas veces con el prudente fin de atraerle y obligarle á que por su propia reputacion renunciase á pretensiones incompatibles con el espíritu de la época. La comision encargada del espediente de inquisicion había concluido su trabajo; muchos que veían en este tribunal la autoridad á que apelaba la carta misiva para juzgar á las Córtes, creían que no se debía diferir mas ilustrar á la nacion sobre este establecimiento, examinando su origen, sus facultades, sus reglamentos y la influencia en el estado moral, político y administrativo de la monarquía. La importancia de esta discusion exige preferencia entre muchas otras cuestiones, graves ciertamente, pero que no pueden competir con el interes de aquella esclarecida controversia.

y

La tempestad que empezó á levantarse con las tentativas para restablecer la inquisicion no se disipó porqué se remitiese el espediente al exámen de la comision de Constitucion. Esta providencia solo pudo suspenderla, mas no impedir que descargase con mayor estruendo y violencia, cuando se tratase directamente de este negocio. Para entonces estaban reservados los esfuerzos acumulados en el intermedio, y para entonces se temía con razon que la tormenta fuese desecha y causase estragos. La comision, no pudiendo dudarlo, se había preparado á resistir con vigor, segura del triunfo, al considerar la ilustracion que habían derramado sobre la materia muchos escritores, el estado de la opinion general, la sabiduría y firmeza del congreso.

Cuando la comision emprendío su trabajo todavía no estaba Madrid libre, de donde esperaba muchos materiales que necesitaba para que su dictámen comprendiese todos los documentos pruebas y noticias que se requerían, para que se formase idea exacta y cabal del origen, progresos y actual estado de una institucion tan singular y famosa. Sin embargo había adquirido los principales, y durante la discusion todavía recibió nuevos y preciosos comprobantes que

acabaron de ilustrar varios puntos, contribuyendo al mismo tiempo á que se terminase tan satisfactoriamente esta memorable controversia.

En rigor no era necesario para formar el proceso á la inquisicion ni esta formalidad, ni la superabundancia de pruebas que se reunieron, no. El horror y espanto que había difundido por todas partes en el antiguo y el nuevo mundo; el grito de la humanidad, de la ilustracion y la filosofía de muchos siglos; el espíritu y las costumbres de la presente éra la acusaban y pedían justicia contra su cruel y sanguinario imperio. Tres millones de infelices víctimas sacrificadas en España, por no hablar de otras naciones; el despojo de innumerables familias reducidas á la mendicidad y á la ignominia, con la bárbara ley de la confiscacion, por lo que ellas no habían hecho, dicho ni aun imaginado; tantas obras útiles, y escritos preciosos, frutos del ingenio, del saber y la aplicacion de varones ilustres, y personas eminentes en ciencia, en literatura, en industria, en artes, arrojado todo al fuego, aniquilado ó destruido de mil maneras, formaban el cuerpo del delito, los tremendos cargos en que la acusacion se fundaba. Sus directorios, sus instrucciones y

y

cartillas, sus reglamentos, toda su legislacion, incluyendo tambien su bulario; sus horrendas cárceles, sus potros y otras maneras de desconyuntar y martirizar á los que escitaban su encono y rabia; y por fin sus hogueras y los monumentos en que conservaba vivo y daba notoriedad á este cúmulo de atrocidades y absurdos, la dejaban convicta y confesa, y solo se necesitaba pronunciar el fallo que desagraviase, ya que indemnizar no fuese posible, á la ofendida humanidad, á la moral y justicia pública, al decoro y dignidad de la magistratura suprema del

estado.

Sin embargo era preciso considerar que una institucion que por el mismo terror que inspiraba, retraía á muchos de acercarse á reconocerla; que con tres siglos consecutivos de ilimitado poder, de misterio y aparato había conseguido que el vulgo la oyese nombrar con asombro y estremecimiento merecía ser presentada bajo todos sus aspectos; escudriñada y desentrañada en su tenebrosa política. No de otra manera se podía evitar que los tímidos, los crédulos y los ignorantes se dejasen sorprender por la argucia, la cavilacion y la mala fe de sus protectores y parciales cuando se entrase de propósito en la

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