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de sus contemporáneos, así en España como en otras naciones cultas. Todos estos privilegios perecieron por la usurpacion y la violencia, dejando vivas en el corazon memorias y tradiciones sangrientas, y no pocas recientes todavía. Sin embargo Aragon, á pesar de la estension de su territorio respecto al de toda la península, y del gran número de diputados por Cataluña y Valencia en las Córtes estraordinarias; no obstante el influjo que daban á su representacion tantos prodigios de valor y tanta celebridad en la presente lucha, no pretendió jamas ninguna atencion esclusiva,—no solicitó y ménos exigió de Castilla reparacion ni desagravio por el despojo y opresion que pudiera alegar contra el gobierno de dos dinastías.-Se contentó con la declaracion de principios generales, con la adopcion de providencias que no podían dejar de traer sucesiva y gradualmente el alivio y curacion de males y desgracias comunes á los españoles en el antiguo y nuevo mundo.-Se dió por satisfecho con que se restableciese para todos la institucion protectora de la libertad y prosperidad de la monarquía; dejando la perfeccion de la obra comenzada tan gloriosamente al tiempo, á los nobles sentimientos de las otras provincias, ó

coestados, al celo, al desinteres y generosa imparcialidad que veía reinar en las Córtes, sin mezcla de rivalidad, desconfianza ni resentimiento. Esta conducta tan prudente y circunspecta parece que debía haber hallado imitadores en los que, no teniendo mas derecho para quejarse, tampoco podían alegarle mayor para solicitar y obtener el desagravio. Por desgracia, á este orígen de partido en los diputados de América se unían otras causas de no menor influjo en su conducta, y que es necesario examinar filosóficamente para proceder con imparcialidad en tan complicada materia.

La empresa acometida en la península no solo aparecía temeraria, sinó imposible, comparando con serenidad y reposo la ambicion y poder de Bonaparte, con los medios que tenían los españoles de resistirle con buen éxito. La exaltacion y entusiasmo, que la guerra encendió en su corazon, provenían principalmente de circunstancias, que no podían influir del mismo modo en todos los que formaban la gran familia española. La pérdida de la independencia era el fundamento de todos los riesgos, de todos los

temores y calamidades que envolvía la subyugacion de la España en Europa, y de que estaba

libre la de América. Los nobles sentimientos que escitó la insurreccion en la metrópoli; las pasiones que concitó contra sí Napoleon desde Bayona, pudieron ser iguales en las colonias, y sin duda lo fueron, luego que se supo en ellas el atentado de aqueste usurpador. Pero no en el mismo grado de intension y profundidad, de indignacion y cólera, de arrojo y osadía entre los que veían anegarse la ambicion de aquel guerrero en la inmensidad del Oceano, que los separaba de sus ejércitos, y los que se hallaban condenados á buscar proteccion y defensa en su desesperacion y denuedo, en la firme resolucion de perecer gloriosamente con las armas en la mano, ó someterse á una dominacion ignominiosa, á la pérdida inevitable de la libertad é independencia de su patria. Mientras la guerra no daba lugar á los españoles de Europa, sinó de resistir, apénas á los de América les dejaba tiempo y calma para meditar sobre lo que les conviniese con abstraccion de una contienda, que podía considerarse para ellos como estraña, atendida la distancia del campo en que se sostenía, y los efectos inmediatos que podía causar su éxito, aunqué fuese desgraciado para la madre patria. Esta diferencia en la condicion presente

y

futura de las dos Españas constituía un estado distinto en el carácter, en los sentimientos y pasiones de sus respectivos naturales; y los que las representaban en las Córtes estraordinarias no podían ménos de ofrecer al observador atento y penetrante, el mismo fenómeno en la conducta parlamentaria que seguían.

La diputacion de Ultramar se componía de los 30 diputados suplentes, nombrados en Cádiz, y de los propietarios que llegaban sucesivamente de las provincias de América. Los suplentes, en el mayor número, habían venido á Europa ántes de la insurreccion, y así pudieron penetrar desde su origen el espíritu y tendencia de este gran movimiento, seguir sus progresos y vicisitudes, y conocer correctamente el estado de la opinion peninsular, con respecto á la lucha y á los fundamentos en que una y otra se apoyaban. Este conocimiento práctico de los sucesos, la autoridad y peso que daba á su dictámen para con sus colegas recien-llegados, su anterior residencia en la metrópoli los hacían naturalmente gefes y directores de la diputacion americana.

Examinada esta con atencion en su conducta, aparecía que, aunqué un pequeño número de sus miembros solía desavenirse en las doctrinas libe

rales, y en algunas cuestiones de naturaleza indefinida, procedía con la mas estrecha union y el mayor acuerdo en los asuntos que tocaban directamente á la América. En los principios y resoluciones generales que favorecían abstractamente la libertad, los diputados liberales de Ultramar no se separaban de los de Europa. En este punto los intereses eran uniformes. Pero en su aplicacion práctica é inmediata á todos los casos en que se intentaba conservar ilesa la autoridad suprema del estado, dar fuerza y vigor al gobierno en la madre patria, para sostener la union y coherencia de provincias tan distantes y dilatadas, se echaba de ver en los diputados de América cierta reserva, ó desvío, se advertía una como cautela, en suma, no era posible desconocer, que se dirigían hacia otro fin, que se guiaban por reglas diferentes, si no contrarias á las que servían de norma á los diputados peninsulares. La supresion de los vireyes, y de facultades estraordinarias á gefes superiores de provincias tan remotas, solicitada con tanto empeño, á pesar de la alteracion tan considerable que hacía por sí sola en la naturaleza de estos cargos la forma del gobierno representativo; el empeño en destruir el equilibrio é influencia de

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