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Con motivo de otras proposiciones, tambien previas, se renovó y continuó todavía la discusion. La principal entre ellas fué, que el tribunal del santo oficio era incompatible con la Constitucion en este estado se pronunciaron para demostrarlo discursos doctos y elocuentes; y la comision presentó comprobantes de varios puntos históricos que habían sido impugnados como obscuros, ó inexactos. Algunos diputados constitucionales censuraban privadamente esta proposicion de poco discreta; pues aunqué no podía ser mas clara y evidente aquella incompatibilidad, repugnaban comprometer á muchos resistían una declaracion á su parecer no que necesaria. Sin embargo puesta á votacion quedó aprobada por noventa votos contra sesenta.

Por último se procedió á deliberar sobre el decreto en que se abolía directamente la inquisicion. El primer artículo comprendía toda la importancia, pues restablecía la ley de Partida que se indicó ántes, y con ella el estado de la legislacion que aquel tribunal había trastornado. El triunfo no podía ser mayor; aprobaron el artículo noventa y dos diputados contra treinta; y la comision, para no promover nuevas disputas en puntos de ménos interes, retiró lo

restante del proyecto. Así concluyó la controversia mas esclarecida por todas sus circunstancias, que tal vez sostuvo la razon contra el error y la ignorancia. Estos memorables debates, impresos separadamente por órden y disposicion de las Córtes, serán, á despecho de la tiranía que oprime á la desventurada España, un ilustre monumento levantado para su vindicacion, y un holocausto incruento de espiacion y dulce desagravio á las inocentes víctimas sacrificadas en ella en el espacio de tres siglos por la supersticion, la intolerancia Ꭹ fanatismo del llamado santo oficio de la inquisicion.

La

Una resolucion que había puesto en espectacion á todo el reino y escitado la mas viva curiosidad por el número de personas y variedad de pareceres que intervinieron en la disputa exigía ser conocida de todos, de manera que constasen las razones principales en que se habían fundado las Córtes para tomarla. discusion nada dejaba que desear á las personas sabias é ilustradas; mas las que no podían juzgar por sí mismas de una cuestion difícil y delicada en su entender, necesitaban del auxilio de alguna esposicion clara, concisa y acomodada á su comprension y capacidad, que evitase las falsas

alegaciones y demas ardides con que podían sorprenderlas los interesados en estraviar su opinion, y alterar su conciencia. Estas consideraciones movieron á las Córtes á estender un breve y sencillo manifiesto que debía leerse con el decreto en que se abolía la inquisicion por tres domingos consecutivos en todas las parroquias de la monarquía; segun se acostumbraba siempre que el gobierno deseaba dar publicidad y generalizar el conocimiento de sus providencias. Mas adelante se hablará del pretesto que tomó el partido inquisitorio para resistir este mandato y conseguir así lo que no le había sido posible en la discusion, como tambien de la pronta y vigorosa providencia que adoptaron las Córtes para desconcertar su plan.

Duraban todavía los debates sobre la inquisicion, cuando llegó á Cádiz el lord Wellington, á tratar con el gobierno algunos puntos relativos á la administracion del ejército español. Las Córtes, para felicitarle, le enviaron una diputacion de su seno; y habiendo aquel general manifestado deseos de cumplimentarlas en persona, accedieron gustosas y resolvieron recibirle en sesion pública. En la mañana del 30 de octubre se presentó acompañado de una nu

merosa comitiva de generales, grandes y otras personas distinguidas que permanecieron en la barandilla del salon; y precedido de la comision que le había felicitado, y de dos secretarios de las Córtes fué conducido al primer órden de bancos á la derecha del presidente, donde tomó asiento entre los diputados. Después de un breve rato se levantó, y teniendo en la mano un papel leyó en voz clara y bien inteligible : "Señor; no me hubiera yo resuelto á solicitar el permiso de ofrecer personalmente mis respetos "á este augusto congreso, á no haberme ani"mado á ello la honra que V. M. me ha dispensado el dia 27 de este, enviando una

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diputacion á felicitarme de mi llegada á esta "ciudad; distincion que no debo atribuir, sinó “ á la parcialidad con que en todas ocasiones ha "mirado V. M. los servicios que la suerte me "ha proporcionado hacer á la nacion española. Dígnese, pues, V. M. permitirme manifestar "mi reconocimiento por este honor, y por las "diferentes muestras de favor y confianza que he "recibido de las Córtes, y asegurarle que todos "mis esfuerzos se dirigirán al apoyo de la justa é

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importante causa que la España está defen"diendo. No detendré con nuevas protestaciones

"á V. M. ni ocuparé el tiempo de un congreso, de

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cuya conducta sabia, prudente y firme depende, "con el auxilio de la Divina Providencia, el "feliz éxito de todos nuestros conatos. No solo, "Señor, los españoles tienen puesta la vista en "V. M. sinó que á todo el mundo importa el "dichoso fin de su vigoroso empeño de salvar "la España de la ruina y destruccion general, y "de establecer en esta monarquía un sistema fundado en justos principios, que promuevan y aseguren la prosperidad de todos los ciuda"danos y la grandeza de la nacion española." El presidente contestó á este discurso en términos correspondientes y adecuados, usando de cuantas espresiones de urbanidad, cortesanía y elogio podían dar á este ilustre general idea verdadera de la consideracion y respeto con que las Córtes miraban su persona, y apreciaban los servicios que había hecho á la causa que la nacion defendía. Habiéndose vuelto á sentar, permaneció un corto espacio conversando con los diputados que estaban inmediatos, retirándose despues con las mismas formalidades con que había sido recibido. Durante este acto se observó todo el decoro, circunspeccion y gravedad que tanto distinguieron siempre á las sesiones de

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