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las Córtes, señaladamente en las ocasiones de solemnidad, como lo fué esta.

Entre los graves negocios que se promovieron, con motivo de desocuparse las provincias de Castilla, no fué el ménos importante las providencias que convenía tomar respecto al clero regular estinguido por Napoleon en el año 1808. Las Córtes, como se ha podido observar por lo espuesto hasta aquí, perseveraron invariablemente en el principio de no atropellar ninguna reforma, sinó cuando era absolutamente inevitable; y, en todos los casos en que pudieron sobreponerse al imperio de las circunstancias, prefirieron los medios indirectos á los violentos y ejecutivos. Procuraron apoyarse en la opinion cuando la hallaban evidentemente declarada; ilustrarla y dirigirla en las materias en que vacilaba, en lugar de ofenderla y enagenarla con actos de mera autoridad y poder.

Bonaparte en la segunda época de la insurreccion creyó conveniente estinguir el clero regular, ora por haberse dejado llevar de la trivialidad que suponía á los frailes el principal elemento de la resistencia que se hacía; ora por atraer á los hombres ilustrados como lo esperaba lograr aboliendo la inquisicion y los consejos. Pero fuese

este ó no el verdadero origen de la providencia, el decreto de estincion fué ejecutado, sin contradiccion ni resistencia, en todas las provincias ocupadas permanentemente por sus tropas. Los monasterios y conventos de todas las religiones convertidos en usos diferentes, demolidos, ó arruinados; todos sus bienes y rentas aplicados á beneficio del estado; vendidos y traspasados á otras manos, como cualquiera propiedad particular, y los regulares que los habían ocupado y poseido, reducidos á la clase de clérigos seculares, sin que esta transformacion hubiese producido en los pueblos de su anterior residencia conmociones ni aun efervescencia mayor, que la que ya existía ántes contra los invasores y sus parciales. Habiéndose observado ademas, que el número de religosos que emigró á pais libre no fué proporcionado al descontento que debía causar entre aquellos la supresion hecha por el enemigo, ni á la facilidad que había de salir de los puntos que este ocupaba. Al contrario, las circunstancias y el tiempo reconciliaron á muchos regulares con un acontecimiento que, si la nacion no hubiera triunfado, hoy pertenecería á la historia como los que hicieron desaparecer el instituto de los templarios, de los jesuitas, y de

los caballeros de San Juan de Jerusalen, no ménos venerados en sus respectivas épocas que lo eran los monges y los frailes en 1808.

Sin embargo la autoridad legítima debía considerar la supresion de los regulares hecha por Napoleon con detenimiento y calma para no proceder con precipitacion y cometer acaso algun error de grave trascendencia. Debía evitar, así que el espíritu de reaccion restableciese sin discernimiento lo que había reformado el enemigo, solo en odio suyo, como que el principio abstracto de utilidad pública ofendiese consideraciones que la circunspeccion y la política recomendaban que se respetasen.

El clero regular en España, debía su orígen al mismo espíritu que le introdujo y fomentó en los demas estados de Europa; pero causas peculiares á este reino le aumentaron en tan estraordinaria desproporcion, especialmente desde que se empezaron á invertir caudales allegados en las Indias en fundar conventos; abuso contra el cual, desde Felipe II inclusive, no dejaron de clamar las personas ilustradas, y capaces, por sus luces y talento, de hacerse superiores á las ideas y nociones vulgares que favorecían la mul

tiplicacion de unos institutos de tanto influjo en la suerte moral y económica del estado. Todo el que esté versado en la historia política de España no puede ignorar los esfuerzos de las Córtes, de los mismos tribunales y consejos, de los escritores economistas, de muchos prelados y hombres distinguidos en ciencia é ilustrada virtud, para que se atajasen los males que acarreaba á la nacion el escesivo número de frailes y conventos; y lo inútiles que eran todos sus deseos y tentativas, por falta de libertad para ilustrar la opinion pública, influida y extraviada por el clero que predicaba y recomendaba sin contradiccion la falsa piedad y devota manía de fundar, dotar y enriquecer aquellas corporaciones. Un historiador* nacional, refiriendo los graves negocios en que se ocupaban las Córtes convocadas en Madrid á principios del reinado de Felipe IV, dice, que los procuradores esponían en ellas. Que las religiones eran muchas, las mendicantes con esceso, el clero "en grande multitud. Que había en España "9,088 monasterios, no contando los de monjas. Que iban metiendo poco á poco, con dota

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* Céspedes, Historia de Felipe IV, lib. 7, cap. 89.

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ciones, cofradías, capellanías, ó compras á todo "el reino en su poder. Que se atajase tanto "mal. Que hubiese número en los frailes, "moderacion en los conventos, y aun en los

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Cuando empezó la insurreccion en el año de 1808, había en la península é islas adyacentes 2,390 conventos de ambos sexos; 1,358 vivían de sus rentas procedentes de fincas y otras propiedades; los otros 1,032 como mendicantes, subsistían de la piedad y devocion de los fieles; regulándose en mas de noventa millones lo que colectaban cada año, bajo diferentes formas y arbitrios, como limosnas, cuestaciones, &c. La supresion hecha por Napoleon fué ejecutada, si se esceptúa Galicia donde sus tropas no permanecieron bastante para llevarla á efecto, en las provincias en que había mayor número de casas religiosas. Así, estas no escedían de 300 á lo mas cuando se trató en las Córtes de su restablecimiento y reforma. Por tanto, no podía haber momento mas oportuno para examinar con detencion y previsiva política lo que convenía resolver despues de una alteracion tan inesperada y estraordinaria. Si las Córtes reunidas en tiempos comunes y tranquilos hubiesen

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