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los conventos á la santidad y pureza de la vida monástica. Y para conciliar su verdadero objeto con la apariencia de una simulada acusacion concluyó diciendo: que la regencia no podía reparar los daños, que produjeron sus primeras disposiciones, sinó revocándolas y volviendo sobre sí luego que reconoció su yerro.

Bajo este aspecto, únicamente consideraba el órgano de aqueste partido unos institutos, que se anunciaron al mundo, se presentaron á la autoridad suprema de los estados, y fueron admitidos en todas las naciones, como fundados en la abnegacion y la vida contemplativa, en la mortificacion y la abstinencia, en la separacion y desvío de todos los fines de la sociabilidad; pero que llegaron despues á esceder en acumulacion de riquezas, en exenciones y prerogativas, en influjo y poder, á las clases mas opulentas y privilegiadas. Llevado de sus nociones místicas y especulativas pretendía, que se restableciesen inmediatemente en su anterior forma, sin consentir siquiera que se examinase cual podía ser el origen de tan estraordinaria disparidad entre el objeto alegado y abstracto de su fundacion, y el estado verdadero, práctico y existente á que habían venido á habían venido á parar; entre las

esperanzas concebidas al tiempo de su establecimiento, y los efectos reales y reconocidos que habían causado en la administracion económica de la sociedad española, en la religiosidad de las costumbres, en la propagacion de doctrinas incompatibles con la independencia del estado, con la nobleza y generosidad de un pueblo que acababa de recobrar su libertad y sus derechos; que necesitaba conservarlos y defenderlos contra las sugestiones de tantos enemigos ocultos y encubiertos con variedad de disfrases. En suma, sus pretensiones eran un absurdo para todo el que no estuviese iluso y obcecado con las declamaciones y trivialidades de un partido tan ignorante y fanático, como destituido de espíritu público, y de cuantas ideas y esperiencia habían dado de sí los acontecimientos políticos de todo el siglo anterior.

Sin necesidad de recurrir á meditaciones profundas, ¿qué se diría en el curso ordinario de la vida de un padre de familia á quien una tempestad hubiese destruido sus estensas y ricas grangerías, si ántes de reconocer cuidadosamente y reunir los fragmentos que se hubiesen salvado del estrago para juzgar del estado verdadero á que se hallase reducida su fortuna, diese órden

de levantar otra vez todos sus anteriores establecimientos con la misma ostentacion y magnificencia que si no hubiese sobrevenido aquel desastre? ¿No era, acaso, lo que se solicitaba condenar perpetuamente á la nacion, sin reflexion y sin exámen, á un sistema dispendioso, por la alteracion causada en la riqueza privada y pública, incompatible con la parsimonia y economía que tanto era menester para repararla; sistema, que, apoyado en las ideas estravagantes y supersticiosas de la edad media, pugnaba abiertamente con los adelantamientos y cultura de la éra presente? Esto sucede cuando las naciones incautamente confían la direccion de los negocios públicos á hombres que profesan doctrinas que no tienen ni pueden tener relacion ninguna con la administracion y gobierno de los estados, segun lo ha reconocido y declarado espresamente su Fundador al establecerlas y

sancionarlas

¡Cuánto no resaltan la circunspeccion y la prudencia de las Córtes comparadas con la desacertada y débil conducta del gobierno ! Este había variado sus disposiciones primeras

Regnum meum non est ex hoc mundo.

solo porqué algunas pocas comunidades pidieron ser restablecidas. Las Córtes, lejos de mirar las gestiones de algunos interesados que solicitaban lo contrario como el único criterio para juzgar lo que convenía resolver, las tomaron en consideracion, sin partir ligeramente á condescender con lo que aquellos deseaban; y eso que estaba muy conforme con lo que sentían personas muy graves y de grande influjo en esta materia. No solo era grande el número de regulares que se dirigían de continuo á los diputados en particular á hacerles presente los perjuicios del restablecimiento de los conventos, sinó que fueron muchos los que representaron directamente á las Córtes, apoyándose en razones muy sólidas y dignas de atencion, á pesar del peligro que corrían de ser maltratados y perseguidos por sus superiores y prelados, si llegaban estos algun dia á ejercer su antigua autoridad.

Para dar alguna idea de la resignacion con que miraban ya muchos regulares la supresion de sus institutos, bastará recordar entre muchas representaciones dirigidas á las Córtes para que no los restableciesen: la esposicion de mas de treinta religiosos de diferentes órdenes, que

habían sido en ellas prelados y obtenido cargos de distincion, refugiados en Estremadura, desde la estincion de sus respectivas casas por el enemigo. En ella hacían la mas sincera y esplícita manifestacion de sus sentimientos confiados decían, en que, habiendo llegado por sus años y mando en las religiones, á aquel periodo de la vida en el cual las pasiones y la inesperiencia no podían influir en su resolucion, no se echaría á mala parte su recurso. Así no se detenían en asegurar que no sería acertado restablecer unas corporaciones, que si en la época de su fundacion eran santas y venerables, las circunstancias en que se hallaba el reino, las hacían incompatibles con su instituto, y con los medios empleados para para sostenerlas; no ménos que con las violencias que sería necesario cometer para reducir de nuevo á la vida comun y á la cláusura á tantos miles de individuos acostumbrados ya por espacio de muchos años á las costumbres y ocupaciones del siglo.

Que estímulo tan poderoso no era esta representacion, y los fundamentos en que se apoyaba para inducir á una asamblea, que los declamadores suponen poseida de espíritu reformador y revolucionario, á que acabase de un golpe con

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