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rarse en su curso, sin cometer nuevas infracciones.

Las Córtes se habían elevado á las grandes consideraciones á que las llamaba su mision augusta; mision que les imponía la obligacion sagrada de restaurar el poder soberano. La monarquía de España, con la inmunidad é inmensa riqueza del clero, con las reservas de Roma y otras desmembraciones de autoridad hechas en diversas épocas, era necesariamente un gobierno deprimido, débil y vulnerable á cada instante en su mismo corazon, sin que le quedase otro escudo para defenderse contra nuevos combates y usurpaciones, que el restablecimiento del poder supremo y su libre ejercicio, apoyándose firmemente en la unidad y consolidacion del estado civil.

Las Córtes, por tanto, ademas de resolver esplícitamente, que no había lugar á la responsabilidad del secretario del despacho de gracia y justicia, se hallaban en el caso de abolir el fuero eclesiástico, sujetando el clero á las leyes y tribunales civiles. El fundamento no podía ser mas sólido, despues de siete sesiones continuas en que se demostró hasta la evidencia el peligro de que conservase íntegros los medios de que se sirvió

despues para disolver todos los vínculos sociales, y hundir el reino en el espantoso abismo de males en que está sumido.

Nadie era mas interesado que el estado eclesiástico en renunciar voluntariamente la inmunidad temporal, orígen de la relajacion en la disciplina, y de todos los abusos contra que tanto han clamado sin cesar los varones mas esclarecidos en ciencia y virtud de la iglesia de España. La parte ilustrada de su clero no puede desconocer que el respeto y veneracion del pueblo se consigue mejor edificándole y convenciéndole con el ejemplo de virtudes apostólicas, con la santidad y pureza de costumbres, la sabiduría y moderacion de la doctrina, el amor, dulzura, mansedumbre y verdadera caridad, que con privilegios temporales;-que humillándole y envileciéndole con la intolerancia, el terror y los errores; pues si por un momento se le hace servir de instrumento de persecucion y venganza, con la misma facilidad se le puede convertir en azote y verdugo de los que le desmoralizan, depravan y corrompen.

La sesion en que se acordó remitir la causa al juez que conocía de ella, estaba declarada permanente hasta que se concluyese este negocio en

las Córtes. El presidente, sin consultar el juicio del congreso, le dió por terminado con aquella resolucion; y las Córtes, ora se hallasen fatigadas con tan largos debates, ora considerasen prudente hacer una pausa en la deliberacion, no insistieron mas en ella. Esta suspension fué, en realidad, un triunfo para la faccion inquisitoria. Alentada y arrogante, prosiguió con impunidad su plan, variando únicamente los medios. La conducta del nuncio apostólico prueba lo mucho que confiaba todavía en la proteccion de sus parciales.

La regencia, luego que descubrió la parte que este prelado tenía en la liga, le manifestó con severidad y entereza el desagrado con que veía su conducta. Muchas eran las consideraciones que debía respetar este legado, atendiendo á su mision pública. Esta en rigor había terminado desde que el papa, preso en Francia, dejó de comunicar libre y auténticamente con un gobierno que estaba en guerra abierta con el que le tenía en su poder, y que tanto era de temer abusase de su situacion y sus desgracias. Sin embargo la regencia en obsequio de S. S. y sinceramente condolida de la dura condicion á que le habían reducido la sumision de la Europa, y

la ingratitud del mismo á quien había ungido y consagrado emperador, no solo daba asilo á su nuncio apostólico, sinó que continuaba con él la correspondencia de costumbre, no obstante las graves razones políticas y eclesiásticas que lo repugnaban.

Tan generoso y magnánimo proceder hubiera obligado y atraido el ánimo de toda persona que no estuviese poseida del espíritu inquieto y ambicioso de la curia romana. El legado apostólico, separando la vista de las calamidades y desastres que afligían á una nacion que le abrigaba en su seno, y, ademas, le daba parte en las temporalidades con que en medio de su miseria pública y privada mantenía á su propio clero, cerrando los oidos al grito de la humanidad que con voz tierna y penetrante clamaba por que se restañase tanta sangre derramada en defensa tambien de una religion llamada de paz y mansedumbre, soplaba el fuego de una nueva discordia, y con una correspondencia clandestina y falaz, encendía el fanatismo de ilusos conjurados, á quienes en todo caso debiera ilustrar, aconsejar y reprimir. Ya que no quisiese agradecer beneficios tan señalados, parece que, advertido por el gobierno que le acogía y honraba, debía apre

surarse á satisfacerle y tranquilizarle; ó buscar algun medio decoroso y plausible de cohonestar sus pasos y su inconsiderada conducta. Lejos de ello sostiene que es justa y propia de su ministerio, y amenaza continuar su correspondencia con los conjurados siempre que lo considere conveniente. Mas para dar á conocer la arrogancia y altivez de este prelado es mejor insertar su contestacion á la carta en que el gobierno se quejaba de su proceder. "Exmo.

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"Señor: El Arzobispo de Nicea, Nuncio de S. S. " contestando al oficio de V. E. en el cual le "manifiesta no haber sido de la satisfaccion de "S. A. la conducta que ha tenido sobre el "asunto de inquisicion, relativamente á las cartas que escribió con este motivo, no puede dispensarse de hacer presente á V. E. para "inteligencia de S. A. haber él creido hallarse "en esta circunstancia, en el deber y precisa obligacion de hacer cuanto ha hecho en cali"dad de Legado del Papa, y en cumplimiento y desempeño de su ministerio. Nadie ha deseado "ni desea mas la paz y tranquilidad, y demas felicidades del reino, y es enteramente opuesto "á su carácter personal y público mezclarse en "otros asuntos que los de su legacía; pero no

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