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el plan que se proponían adoptar para dar á la administracion en todos sus ramos la celeridad y sistema que convenía á las nuevas circunstancias en que la nacion se había colocado. Firmemente resuelta á proseguir la guerra, en union con un aliado activo y opulento, á quien los gastos no podían detener en sus combinaciones, ni retraer tampoco de las mas arrojadas empresas, era necesario asegurar á todo trance la subsistencia del ejército nacional, para que, á lo ménos, no le fuese inferior en valor y esfuerzo en los dias de peligro y gloria.

En la sesion de 7 de febrero anterior, el ministro de hacienda que entónces dirigía este ramo, había hecho subir su fuerza de línea á mas de 192 mil hombres, y el presupuesto correspondiente á la enorme suma de 1,758 millones de rs.; añadiendo, que la esperiencia que tenía en la campaña le determinaba á asegurar, que no padecía equivocacion en este punto, aun cuando pareciese á algunos escesiva esta cantidad. Su sucesor variaba en el número de tropas; pero sus estados eran mas correctos, pues el anterior ministro manifestó en las Córtes, que no había podido conseguir todavía datos auténticos suficientes, y que sus cálculos se fundaban sobre una noticia confi2 F

TOM. II.

dencial del estado mayor. El ejército español de línea en actividad se componía de 150 mil hombres, inclusos 12 mil caballos; pero con el de reserva que la regencia formaba en Andalucía y Galicia, podría llegar y acaso esceder á la fuerza indicada ántes. El presupuesto general presentado ahora estaba reducido á 950 millones de rs.; suma desproporcionada á la verdad respecto á lo que la nacion podía sufrir, pero muy lejos de esceder á las necesidades mas urgentes de la época.

El plan comprendía dos partes esencialmente distintas; el gasto corriente de administracion y guerra de campaña, y el pago de intereses de la deuda y su amortizacion progresiva. El primero debía cubrirse con el producto de las contribuciones ordinarias y estraordinarias existentes, y las que ademas estableciesen las Córtes como auxiliares ó supletorias; y el segundo con fondos y arbitrios distintos, y separados en su administracion, y en el modo de establecerlos. El plan era vasto y atrevido; pero justo y necesario, si no se quería sacrificar de nuevo la nacion al inconsiderado empeño de mantener inalterable, con violencia y escándalo, las temporalidades de un establecimiento eclesiástico reformado de hecho

por la insurreccion; y el cual, habiendo durado ya 14 siglos no hubiera podido resistir muchos años mas el impulso dado á la ilustracion, y al espíritu noble y generoso que animaba á todas las clases útiles y activas antes de la revolucion; por no hablar de los golpes con que había empezado á conmoverle y desquiciarle la dilapidacion y prodigalidad del último reinado.

El plan comprendía, ademas de la venta de la mitad de baldíos, que no estaba señalada en el decreto de las Córtes, los bienes de temporalidades y de inquisicion. Los bienes eclesiásticos seculares que designasen los prelados y cabildos, entrando tambien los de capellanías y beneficios sin cura de almas, pagando el seis por ciento de la suma en que se vendiesen. Los bienes eclesiásticos regulares que se administrasen por el estado, dando asimismo el seis por ciento del importe de la venta, á los individuos de los monasterios y conventos á que perteneciesen. En los diezmos, el ministro decía, que no se hiciese novedad, y elogiando mucho la moderacion de las Córtes para con el clero secular, y el esmero con que se atendía en el plan á la suerte de los monges y religiosos de las casas arruinadas ó yermas, proponía por último varias

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bases para facilitar la enagenacion y venta de las fincas en que debía fundar los reglamentos de ejecucion que espidiese.

• otro que

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El ministro, al esponer la naturaleza de su plan, y los diversos puntos que abrazaba, dijo entre otras cosas: "El estado de la nacion no es el de una gran casa llena de recursos, 66 pero llena tambien de deudas, consumida por una parte del hambre y necesidad de sus "acreedores, y por otra de la suya propia; porqué tampoco tiene como alimentarse á sí mis"ma; y que en este lamentable estado se ve oprimida de un enemigo cruel y poderoso á quien es menester que resista con el mayor "denuedo; pues de otra suerte no podrá evitar "su ruina y destruccion. El único remedio "Señor, es en tal caso, haciéndose superior á

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todo, resolverse una vez á echar mano sin limi"tacion de sus naturales recursos, empleándolos en su propia defensa . . . . . La venta de bienes

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que pueden llamarse nacionales, porqué no "siendo propiamente del dominio particular per"tenecen generalmente á todos, y en el bien y "salvacion de todos se deben consumir, es una "medida que sobre ser la única capaz en el dia "de salvarnos, reune, del modo que la regencia

“la medita, la inesperada ventaja de pagar

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tiempo la deuda nacional, poner en circulacion "una inmensa suma de bienes estancados, y "aliviar la comun miseria de tantos acreedores

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por vales, por acciones, por empréstitos, por "suministros, por viudedades, por sueldos que "todos perecen ahora sin esperanza de remedio, y todos serán pagados y satisfechos entónces “de una vez."

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El gobierno en su plan ponía atrevidamente la mano sobre la inveterada y profunda llaga que había roido á la nacion sus entrañas siglos enteros; señalando al mismo tiempo con resolucion y firmeza el único régimen que podía empezar á corregir su malignidad y virulencia. No había que perder momento en adoptarle, porqué la nacion, aunqué enferma y débil, quería hacer todos los sacrificios para asegurar su independencia contra un enemigo que si hoy declinaba en su poder, otro dia volvería á acometerla, y ademas porqué era necesario evitar que espirase en el mismo esfuerzo que hacía para defenderse.

Las miras de la regencia eran sabias y prudentes; su proyecto, que sirvió de base al sistema que dejaron establecido las Córtes ántes de disolverse, no contenía ninguna resolucion injusta

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