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ni violenta; ni envolvía tampoco principios revolucionarios que le hiciesen peligroso para en adelante. No solo estaba fundado en la necesidad y urgencia de las circunstancias, sinó que examinado con calma y buena fe, era el único con que se podía proseguir la guerra sin aniquilar para siempre la nacion y precipitar la bancarrota, contenida hasta aquí por el rayo de esperanza que la reforma y sus efectos habían mantenido en el ánimo de los acreedores.

El presupuesto general de gastos de aquel año, despues de hacer todas las rebajas, y adoptar cuantas economías eran compatibles con el servicio público, así de administracion como de campaña, segun queda indicado, ascendía á 950 millones de rs. Para cubrir el enorme deficit que resultaba no había otro medio, sinó recurrir á contribuciones directas sobre la nacion; respecto á que ni aun quedaba el arbitrio supletorio de empréstitos, atendido el estado á que había venido á parar el crédito con los riesgos y vicisitudes de una guerra todavía llena de incertidumbre y de peligros, por mas risueña que se mostrase la fortuna. Pero aun cuando se pudiera conseguir la suma necesaria para el gasto corriente de ejército y administracion, todavía

era menester acallar siquiera en parte los justos clamores de tantos acreedores del estado como sitiaban á las Córtes, á la regencia, á los tribunales y otros establecimientos públicos; de tantas infelices víctimas de la buena fe y confianza depositada en los gobiernos anteriores, en las juntas insurreccionales, y en las autoridades supremas que se sucedieron hasta el dia, á quienes entregaron sus fortunas y bienes fiadas en sus solemnes palabras, en la santidad de contratos y promesas que se renovaban á cada plazo que se cumplía.

Gravar á la nacion con nuevos impuestos para pagarse á sí misma, era tan absurdo como inútil; porqué ni podía sufrir el peso, ni era aliviarla de una carga aumentarle otra igual ó mayor al mismo tiempo. El único camino que quedaba para acercarse al fin deseado era el que señalaba la regencia. Formar un fondo separado con que satisfacer los créditos contra el gobierno, empleando para tan sagrado objeto el producto que la revolucion había restituido al estado, porqué pertenecían á establecimientos que dejaron de existir con la invasion enemiga, á cuya conservacion no era posible, despues de las alteraciones á

que dió lugar aquel trastorno así en la riqueza pública, como en las relaciones de unas clases

con otras.

Mas los que preveían el efecto de este plan en sus exenciones y privilegios le resistían vigorosamente, disfrazando su oposicion con el falso celo con que habían impugnado las reformas mas justas. Asidos fuertemente á sus immunides aspiraban á recobrar lo que había salido de sus manos, y no podía volver á ellas sin que las Córtes cerrasen los oidos al grito de la humanidad, de la razon ilustrada y de la política. Así sucedió que á pesar de sus esfuerzos, no fué posible influir en este caso en la voluntad del congreso, declarada en favor de esta propuesta desde el momento en que la presentaron los

ministros.

Al mismo tiempo, la comision estraordinaria de hacienda de las Córtes dió su informe sobre el plan general de contribuciones que convenía adoptar, para que el gobierno tuviese lo que necesitaba, segun el presupuesto de gastos de aquel año. Seis diputados de reconocida ilustracion y capacidad parlamentaria, y ademas el ministro de hacienda, el tesorero general, y uno

de los comisionados del crédito público que la componían recomendaban desde luego tan importante trabajo.

La comision, no pudiendo ignorar cuan ardua era la empresa que acometía se había preparado debidamente á la lucha. Al esponer los fundamentos de su plan y las razones en que se apoyaba para preferirle á cualquiera otro, indicaba con oportunidad el espantoso desórden de la hacienda pública en los reinados anteriores, y al hablar del último periodo hacía esta pintura tan viva y animada: "El gobierno antiguo al tiempo "de disolverse nos dejó esta funesta herencia, y "con ella una deuda pública de siete mil y mas millones, un deficit anual de seiscientos mi"llones, cien mil enemigos estrangeros que man"tener y enriquecer, cuyo número triplicó des

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pues, un ejército nacional desprovisto de todo "lo necesario, un estado de relaciones diplomá"ticas propio solamente para concitarnos muchos enemigos en vez de conciliarnos aliados, un gérmen de revoluciones espantosas en las pro"vincias de Ultramar, una plaga de empleados públicos y pensionados, y sobre todo, la impo"sibilidad de hacer uso del crédito y de la cir"culacion del papel moneda."

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Esplicando la naturaleza de su proyecto, que con noble sinceridad reconocía ser poco favorable, en muchos puntos á un sistema de rígida economía y buena administracion, añadía: “La "comision hubiera deseado tener libertad de seguir otros principios y poder tomar por base de su plan, en lugar de la necesidad de los

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gastos, la posibilidad cómoda de los contribu

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yentes; pero la necesidad presente no le ha permitido esta licencia Es forzoso "convenir en que hemos de abandonar la empresa por falta de medios para sostenerla,

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prefiriendo á la esclavitud que nos amenaza, "la comodidad y descanso del momento, ó en

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que hemos de elevar nuestras contribuciones "al nivel de nuestras necesidades presentes, "sacrificando, si fuere necesario, una parte pequeña de nuestros capitales para salvar el "resto y conquistar nuestra libertad. Llegará, "si no desmayamos, el suspirado dia en que cir"cunstancias mas favorables nos concedan la "dulce satisfaccion de reducir nuestros gastos á "mucho menos de lo que permita nuestra riqueza."

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Los principios de la comision no podían ser mas sólidos y luminosos. Libertad absoluta de

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