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tráfico en el interior, como medio único y seguro de aumentar la produccion y los consumos. Pero atendiendo á que el rendimiento de estos por algun tiempo no podía ménos de ser desconocido, lento y desigual, mientras los gastos, aprobados ya por la solemne resolucion de continuar la guerra, eran públicos y de la mayor urgencia, se proponía una contribucion directa y temporal, cuya cuota podía aumentarse, ó disminuirse á voluntad de las Córtes, y cuando pareciese conveniente: siguiendo estrictamente la doctrina del libre tráfico en todo el reino, opinaba que se suprimiesen inmediatamente las rentas provinciales y estancadas, acabando de una vez con el monstruoso sistema de trabas y obstáculos que tenía encadenado el comercio, la comunicacion é industria en todas partes, siendo inútil esperar que se diese un solo paso en la reforma de la administracion pública sin corregir este vicio tan inveterado y mortal para la nacion.

Para repartir la contribucion directa hacía uso del censo de riqueza del año de 1797, publicado en 1803, á falta de otra baja auténtica y conocida; y solo mientras se suplía con otro mejor y mas adoptado á las circunstancias en

que pudiera hallarse la nacion, despues de las alteraciones ocurridas desde aquella época.

De buena fe no podía oponerse ningun argumento contra el plan de la comision, que no estuviese contestado victoriosamente alegando la situacion tan crítica y urgente en que la guerra colocaba á las Córtes y al gobierno. Demostrada la necesidad y suma de los gastos, aprobadas ambas, aun por los que en otras materias sostenían opiniones diferentes; disputar sobre los medios de reunir la cantidad que se requería sin dilacion, era de ménos importancia que si los tiempos fueran ordinarios y tranquilos. Entre las razones mas plausibles que se pudieran esforzar contra las alteraciones de la comision, sería una la abolicion de las rentas provinciales y estancadas, cuyo rendimiento siendo conocido no debía abandonarse por otro incierto y tan eventual, como el que produciría el libre tráfico: sin embargo, la unanimidad con que unas y otras fueron suprimidas, prueba cual era el convencimiento general en este punto.

Cualquiera perjuicio del momento se consideraba ampliamente compensado con los grandes beneficios que acarreaba á la nacion el libertarla

de aquel absurdo y opresor sistema. Sin hablar de la incompatibilidad que tiene con toda forma de gobierno que respete la seguridad de las personas y las propiedades, es necesario compararle á un cáncer que roe y devora la industria y tráfico de todo pais en que domina; y mientras con mano firme no se arranque de una vez, es en vano esperar que un estado pueda florecer, por mas que los declamadores y empíricos arbitristas le sostengan y decoren con el pomposo título de administracion práctica, y fundada en los hechos y la esperiencia.

Con respecto á la contribucion directa no era posible desconocer la fuerza de las razones en que se apoyaba la comision. La regencia, responsable de la defensa del estado, no podía quedar pendiente de lo que rindiesen impuestos indirectos y complicados, los cuales, aunqué se recaudasen sin quebranto, todavía dejaban un deficit enorme. Suplirle por medio de anticipaciones era impracticable, pues como la comision decía; "El sistema militar de la Europa mo"derna no permite hacer frente á los gastos de

guerra con los recursos ordinarios de ninguna "nacion, por opulenta que sea. Los empréstitos "son absolutamente indispensables; pero mal

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pueden conseguirse empréstitos, sin arreglar "el sistema de hacienda de un modo estable."

De hecho, en España desde la reunion de las Córtes se habían frustrado todas las tentativas para adquirir por su medio sumas cuantiosas. Por tanto, ó era necesario someterse á discrecion de un enemigo como Bonaparte, ó cerrar los ojos y recurrir á un repartimiento general entre todas las provincias.

La base de este repartimiento no podía hallarse, sinó en el estado de la riqueza pública. Antes del año de 1808 se suponía con algun fundamento cual podía ser. El censo publicado en 1803, aunque incompleto y lleno de inexactitudes, servía de criterio al gobierno para sus operaciones. La insurreccion y los desastres de la guerra, sin duda alguna, habían alterado el estado de la nacion de manera, que apénas se podía aventurar ningun juicio sobre este punto sin incurrir en grandes yerros y equivocaciones. Por tanto, era evidente que el censo que servía á la comision para sus cálculos merecía toda la impugnacion y censura con que le asaltaron sus opositores. Pero con reprovarle y proscribirle, i por ventura le rectificaban? Señalaban acaso otro camino mas seguro á la comision para

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suplir su falta, si se desechaba como pretendían? El tiempo urgía, las Córtes iban á separarse, la regencia las estrechaba, porqué las operaciones de campaña exigían cada dia mas estension y mas celeridad.

En este conflicto toda contradiccion, toda controversia por fundada que estuviese, era declamacion y nada mas, por la inoportunidad con que se promovía. Así lo consideraron las Córtes despues de largos y animados debates; y nadie de buena fe pudo desconocer con cuanta repugnancia aprobaron una resolucion tan dolorosa, unida á cinco años de desolacion y desgracias sin cuento. La alternativa no podía ser mas inhumana y cruel; ó imponer temporalmente á la nacion una carga, tan grave y pesada como se quiera suponer, y cuyo alivio dependía del triunfo, ó sucumbir en una lucha que por muchos sacrificios que exigiese, estos no podían compararse con la esclavitud militar que amenazaba.

El gobierno procedió inmediatamente á ejecutar el decreto de las Córtes. Los enemigos de la libertad se aprovecharon con ardor de ocasion tan favorable á sus designios para desacreditar

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