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dos terceras partes de su valor, admitiéndose únicamente y con esclusion de dinero, créditos de deuda sin interes, tanto anterior como posterior al 18 de marzo de 1808, y por la tercera parte restante se debía imponer un censo, á razon de tres por ciento redimible en metálico.

Para el pago de los intereses se consignaban, por entonces, los productos de los cuatro arbitrios señalados arriba; los del censo sobre la tercera parte del valor de la finca, y los de estas hasta que se vendiesen.

Del sobrante de dichos arbitrios y del cánon, y del producto de las fincas hasta su enagenacion, se debía formar un fondo de amortizacion para estinguir esclusivamente la deuda sin interes posterior al 18 de marzo de 1808.

Un sorteo por lotes debía decidir los créditos que cada año se habían de pagar y estinguir con el fondo de amortizacion.

Tanto los documentos de estos créditos como los que se recogiesen, procedentes de las ventas de fincas, se debían quemar públicamente todos los años.

Tal era, en suma, el plan que se propuso á las Córtes, y que despues de examinado y discutido

detenidamente por espacio de muchos dias, aprobaron entre las bendiciones y enternecimiento de los buenos. Esta breve y sencilla esposicion hará, sin duda alguna, resaltar aquella éra de reparacion y de consuelo al lado de la que le sucedió el año siguiente. Una irrupcion de clérigos y frailes, de pensionistas y cortesanos, de antiguos y famosos aduladores, de proyectistas arruinados y famélicos asaltó este monumento de la ilustracion, de la justicia y la política de aquel congreso venerable. Dominados todos ellos de un espíritu de rapiña, comparable solo á la sórdida codicia y rapacidad de crueles y desalmados vandoleros, dilapidaron é hicieron desaparecer en pocos dias lo que estaba consagrado al cumplimiento de promesas solemnes, pactos de la lealtad mas generosa, empeños del honor y el patriotismo. Lágrimas de sangre vertidas á torrentes, no serán bastantes á aliviar siquiera el corazon de los hombres virtuosos y sencillos, cuando consideren en que vino á parar tanto celo, tanta diligencia, tanto esmero y afan por mejorar la suerte de una patria, hoy tiranizada por ingratos y desconocidos opresores.

Estaba señalado el 14 de setiembre para cerrar

las sesiones de las Córtes estraordinarias. Desde muy temprano ocupaba las galerías y las inmediaciones del congreso, un numeroso concurso de todas clases. Este dia se había destinado únicamente para sancionar el acta de disolucion. Abierta la sesion á la hora acostumbrada el presidente hizo que uno de los secretarios leyese el siguiente decreto que se había acordado con anterioridad: "Acercándose el dia en que los

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diputados de las Córtes ordinarias deben "reunirse para el exámen de sus respectivos 'poderes, las Córtes generales y estraordinarias "han cerrado sus sesiones hoy 14 de setiembre "de 1813. Lo tendrá entendido la Regencia "del reino y lo hará imprimir, publicar, y circu"lar."

Concluida la lectura, el presidente dirigió á las Córtes un elocuente y enérgico discurso, que produjo la impresion mas profunda en todos los circunstantes. Las señales de enternecimiento fueron tan evidentes, que el público en las galerías y en todas las avenidas del salon, no pudo reprimirse, ni dejar de manifestar con vivas demostraciones su amor y su respeto á las Córtes. Restablecido el silencio, el presidente con voz

grave y entera pronunció la siguiente fórmula: "Las Córtes generales y estraordinarias de la "nacion española, instaladas en la Isla de Leon "el dia 24 setiembre de 1810, cierran sus sesiones hoy 14 de setiembre de 1813." En seguida firmaron el acta todos los diputados, y concluida esta formalidad el presidente declaró disueltas las Córtes.

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El público, nuevamente conmovido, prorrumpió otra vez en vivas aclamaciones. Los diputados por su parte, al dejar sus asientos, impelidos de un movimiento irresistible, deponiendo toda animosidad que pudiera haber engendrado la deliberacion continua de tres años, despues de estrecharse unos á otros con lágrimas de ternura

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de la mas afectuosa cordialidad, con una conciencia pura y satisfecha, se separaron entre las bendiciones y aplausos de un pueblo generoso, leal y reconocido, testigo incorruptible de su patriótico proceder y su desprendimiento.

Así dieron fin á su carrera las Córtes generales y estraordinarias, á cuyo seno se había refugiado, como á último baluarte que le quedaba ya, la esperanza nacional. nacional. Reunidas en el único punto de seguridad que había entonces en

el reino, y despues de tantos esperimentos y desgracias, pocos se lisongeaban conseguir lo que parecía un imposible. A temeridad se atribuía por no pocos, insistir aun en llevar adelante una lucha para la cual faltaban los mas principales elementos. Sin embargo, cerrando los ojos á dificultades y peligros, tomaron sobre sí una empresa sobrehumana. La situacion en que se encontraron desde el momento de instalarse era absolutamente nueva y desconocida; la carrera en que entraban tanto mas peligrosa y difícil cuanto su conducta no podía ménos de ser en todo discrecional, por decirlo así, faltando reglas determinadas que le sirviesen de guía, y hasta ejemplos prácticos, nacionales y de aplicacion inmediata al caso para que habían sido convocadas.

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Atendiendo, pues, á la naturaleza de las elecciones, á las ilimitadas facultades de sus poderes, á la variedad de clases, intereses, luces y capacidad que se reunieron en su seno, que estaba subyugada por el enemigo la mayor parte de la península, y en la mas espantosa confusion y turbulencia las provincias de Ultramar, al terror y admiracion que inspiraba al mismo tiempo un

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