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Rodrigo Sanchez de Segovia, veedor del armada, y no la pudo divisar, y despues se vió dos veces, y parecia como

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una candelilla que se alzaba y bajaba, y D. Cristóval no dudó que era verdadera lumbre, y estar junto de tierra. así fué, que era gente que pasaba de una casa á otra. Dos horas despues de media noche, como la carabela Pinta iba siempre delante, hizo señales de tierra, la cual descubrió primero un marinero, llamado Rodrigo de Triana, á no mas de dos leguas; pero la merced de los diez mil maravedís de renta declararon los reyes que pertenecia al almirante, que se le pagaron siempre en las carnicerías de Sevilla, porque vió la luz en medio de las tinieblas, entendiendo la espiritual que se introducia entre aquellos bárbaros, permitiendo Dios que acabada la guerra con los moros despues de setecientos y veinte años que tomaron pié en España, se comenzase esta obra, para que los reyes de Castilla y de Leon anduviesen siempre ocupados en traer á los infieles al conocimiento de la santa fé católica.

Llegado el dia, reconocieron que era una isla de quince leguas de largo, llana y con muchas arboledas y de buenas aguas, con una gran laguna dulce en medio, poblada de mucha gente, la cual con mucha maravilla estaba ya en la marina, pensando que los navíos eran algunos animales: y no viendo la hora de saber cierto lo que era, y los castellanos de llegar á tierra, el almirante con la barca armada y el estandarte real tendido, salió á tierra, y lo mismo hicieron los capitanes Martin Alonso Pinzon y Vicente Yañez Pinzon con las banderas de la empresa, que era una cruz verde con ciertas coronas y los nombres de los reyes católicos; y habiendo todos besado la tierra y arrodillados dado gracias á Dios con lágrimas por la gracia que les habia hecho, el almirante se levantó y llamó San Salvador aquella isla, que los naturales decian Guanahani, de las islas que despues llamaron de los Lucayos, á novecientas cincuenta leguas de las Canarias, hallada en treinta y tres dias de navegacion; y con la solemnidad y palabras necesarias tomó la posesion en nombre de los reyes católicos por la corona de Castilla y de Leon, por ante Rodrigo de Escovedo, escribano real del armada, estándolo mirando gente infinita de la natural. Los castellanos luego le recibieron por almirante y visorrey, y le juraron obediencia, como el que ya representaba en aquella tierra la persona real, con tanta alegría y placer, como era razon por tan gran victoria, pidiéndole todos perdon por los disgustos que por su inconstancia y flaqueza le habian dado.

Y pareciendo al almirante que aquellos indios era gente mansa y simple, y que estaban atónitos mirando á los cristianos, espantados de las barbas, blancura y vestidos, les dió algunos bonetes colorados, cuentas de vidrio, y cosas tales que tuvieron en mucho: admirándose tambien los castellanos de ver aquella gente, su talle y postura.

Volvióse á embarcar el almirante siguiéndole los indios, unos nadando y otros en sus barcas, llamadas canoas, hechas de un madero de una pieza, como artesas. Llevaban madejas y ovillos de algodon, papagayos y azagayas, armadas las puntas con espinas de pescado, y otras cosas, para trocar con los dijes de vidrio, y cascabeles, y otras cosillas tales que recibian de tan buena gana, que los pedazos de platos y escudillas de tierra vidriada estimaban por reliquias: y como gente que parecia de la primera simplicidad, iban todos desnudos, hombres y mugeres, como nacieron; y por la mayor parte eran todos mozos, que no pasaban de treinta años, aunque habia muchos viejos. Traian los cabellos crecidos hasta las orejas, y pocos hasta el pescuezo, atados à la cabeza con una cuerda, como trenzados: tenian buenas caras y facciones, aunque las frentes, que usaban tan anchas, los afeaban. Su estatura era mediana, bien formado el cuerpo, buenas carnes, de color aceituno, como los de Canaria: unos iban pintados de negro, otros de blanco, y otros de colorado, los mas por el cuerpo, y algunos las caras y los ojos, ó la nariz solamente. No conocian nuestras armas, porque mostrándoles las espadas, las tomaban bobamente por el corte. No tenian noticia de cosas de hierro, y para labrar la madera se servian de piedras de rios, muy duras y agudas; y porque algunos tenian cicatrices, preguntándoles por señas respondian que gentes de otras islas iban á prenderles, y que defendiéndose recibian aquellas heridas. Parecian de buena lengua é ingenio, porque facilmente volvian á pronunciar las palabras, que una vez se les decian. Animales de ningun género se vieron, sino papagayos. Y otro dia que eran los trece de octubre, acudieron muchos indios á las naves, en sus canoas, que la mayor llevaba cuarenta y cinco personas: y otras tan chicas, que no cabia mas de una. Bogaban con un remo como palo de horno, como quien cavaba con un azadon; y son hechas con tal artificio, que aunque se vuelcan, los indios nadando las vuelven, y yacian el agua con calabazas secas, que llevan para ello. Traian el algodon para rescatar: y tal indio por tres ceutis de Portugal tantos ovillos de algodon que pesaban una arroba. No se vieron joyas, ni

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cosas de precio, salvo algunas ojuelas de oro que traian colgadas de las narices. No se hartaban de mirar los castellanos: hincábanse de rodillas, alzaban las manos dando gracias a Dios, convidábanse unos á otros, que fuesen á ver los hombres del cielo.

Muerte de Pizarro.

(Hist. gener. de los hechos ec. Dec. VI. Lib. 10. cap. 4-6.)

Andaba un tácito rumor, levantado por los índios, los cuales en su mercado decian que se acercaba el dia final del marques, 1) y afirmaban que una india lo habia dicho al bachiller Garci- Diaz Arias, que ya era electo obispo de la ciudad de San Francisco del Quito, el cual lo echó en risa, diciendo que eran hechicerías de índios.

Pocos dias antes de esto avisaron á Francisco de Chaves y á Cristóval de Satelo que el marques mandaba hacer provision de armas, para matar ó desterrar á los de su bando, por lo cual ellos y los demas comenzaron de hacer misma prevencion para defenderse, y Juan de Rada compró una cota que traia siempre, y él y Don Diego 2) andaban acompañados de hombres determinados y aparejados para emprender cualquier hecho, de que nació decir al marques que no era buena señal, que estos de Chile anduviesen en cuadrilla, y que mirase que eran hombres necesitados, aborrecidos y desesperados, y que era fácil cosa caer en su ánimo el matarle, y que todo se podia presumir de los que juzgaban la pobreza por infamia. El marques mandó llamar, por medio del electo del Quito, á Juan de Rada, que era persona por quien se gobernaba Don Diego de Almagro, y que mostraba mucho amor á la memoria de su padre; y aunque de este llamamiento se turbó mucho Juan de Rada (que era hombre de ingenio no vulgar), quiso ir solo á ver lo que el marques le queria, sin permitir la compañía de muchos de los suyos, que querian ir con él, por lo que pudiese suceder; y entretanto todos los de Chile estuvieron muy confusos y apercibidos, hasta ver en que paraba aquel llamamiento, temiendo que su prision comenzaria por Juan de Rada. Sabido que el marques estaba en una huerta, llamó, y entrado halló al marques que miraba ciertos naranjos, y como iba mal en órden le dijo: ¿Quien sois?" Respondió, que Juan de Rada. Dijo el marques: "¿Qué es esto, Juan de Rada, que me dicen, que andais comprando armas para matarme?" Juan

1) Pizarro. 2) Almagro.

de Rada replicó animosamente, que era verdad que habia comprado dos coracinas y una cota para defenderse. ¿Pues, qué causa os mueve ahora para proveeros de armas, mas que otro tiempo?" dijo el marques. Respondió Juan de Rada con gran brio:,,Porque nos dicen y es público que vuestra señoría recoge lanzas para matarnos á todos; y acábenos ya vuestra señoría, y haga de nosotros lo que fuere servido, porque habiendo comenzado por la cabeza1) no sé yo porqué se tiene respeto á los pies. Y tambien nos dicen que vuestra señoría ha mandado matar al juez, que viene enviado por el rey, que dicen se llama Vaca de Castro; y si piensa matar á los de Chile, no lo haga; destierre en un navío á Don Diego, que yo me iré con él adonde la ventura nos quisiere echar."

A lo que Juan de Rada dijo al marques, con gran enojo y alteracion le replicó: ¿Quien os ha hecho entender tan gran maldad y traicion como esa? porque nunca tal pensé, y mas deseo tengo que vos, de ver aquí al juez; y Diego de Mora me ha escrito que arribó al rio de San Juan, y así me lo refieren los maestres que han venido; y por no quererse embarcar, como se lo pidieron y rogaron en Panamá, en mi galeon, no está aquí ahora. Y cuanto á las armas, que decís que hago comprar, el otro dia salí á caza, y en cuantos iban conmigo no habia quien llevase una lanza, y mandé á mis criados que comprasen una, y ellos mercaron cuatro. Plegue à Dios, Juan de Rada, que venga el juez, y estas cosas hayan fin, y Dios ayude á la verdad." Esto que dijo el marques pareció que habia mitigado algo la pasion de Juan de Rada, y dijo: „,Por Dios, señor, que me han hecho empeñar en mas de quinientos pesos, que he gastado en comprar armas, y por esto traigo una cota para defenderme de quien me quisiere matar." El marques con mayor humanidad le dijo: „No plegue à Dios, Juan de Rada, que yo haga tal.“ Y con esto se quiso ir Juan de Rada; y Valdesillo el Loco, que allí estaba, dijo al marques: „¿ Porqué no le dais de esas naranjas ?" Y diciendo el marques: ,,Bien dices", cortó de su mano seis del árbol, que eran las primeras que habian nacido en aquella tierra, y se las dió. E yendo Juan de Rada á su casa, topó en el camino mas de treinta soldados de Chile que iban á buscarle, y muy alegres se volvieron con él, preguntándole lo que le habia sucedido; y encontrando á Don Diego de Almagro, muy contento le abrazó, y á todos dijo lo que con el marques habia pasado.

1) Nemlich mit der Hinrichtung des älteren Almagro.

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Dos dias despues de San Juan dijo Juan de Rada á Don Diego, que bien sabia la arribada de Vaca de Castro, y lo que decian, que iba sobornado con los dineros, que el marques habia enviado á Castilla, y que demas de esto se sospechaba que el marques los queria matar; y para librarse de todo, determinaban de vengar la muerte injustísima y cruelísima del adelantado, su padre. Don Diego era muy mozo y virtuoso y de grandes pensamientos, y aunque no le faltaba ánimo para emprender cualquier gran hecho, no era su edad para gobernar ejércitos ni otras cosas tales; y así respondió á Juan de Rada que se mirase bien primero lo que se habia de hacer. Y este mismo dia se juntaron muchos de su bando, y despues de haber platicado y altercado en el caso, se resumieron en matar al marques de la manera que pudiesen. Hubo algunos de parecer que se aguardase la llegada de Vaca de Castro, y se viese como procedia, y que cuando sele conociese aficion al marques, y no hiciese justicia, en tal caso los matasen á entrambos: porque no embargante que se decia, que llevaba limitados poderes, podria ser que llevase otros secretos; y esto dicen algunos que impidió que no se ejecutase luego la muerte del marques: poniendo otros en consideracion, que presupuesto que el marques tenia guardados los pasos, para que nadie pudiese ir á Castilla ni escribir, se diese órden como fuesen otros por mar á Vaca de Castro, con carta de Don Diego y en nombre de todos, á prevenirle é informarle de lo que pasaba, pues se hallaban tau oprimidos que no osaban hablar palabra. Uno de los conjurados, llamado Francisco de Herencia, dió cuenta de lo que pasaba á un clérigo, y este lo dijo al marques, el cual mandó llamar al doctor Juan Velasquez, teniente de la justicia, y dándole cuenta de ello, para que proveyese de manera que no hubiese escándalo, le respondió que no temiese, mientras él tuviese aquella vara; y con esto el marques con sus hijos se fué á cenar á casa de su hermano, Francisco Martinez de Alcantara.

Estando el marques en casa de su hermano, entró demudado Antonio Picado y con él un hombre, que no se quiso descubrir, y apartando al marques en secreto se descubrió el mismo clérigo, y le volvió a dar el aviso y á persuadir que se guardase. El marques le dijo que aquello debia de proceder de alguno, que selo habia dicho para ganar un caballo por aviso, porque no hallaba fundamento, y que así lo tenia por dicho de índios; y se volvió á la mesa, aunque no comió mas bocado, y presto se fué á su casa, y Antonio

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