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se acrecentó el odio y aborrecimiento que de atras al rey tenian. Con los infortunios, destierro y trabajo, que habia padecido, parece era razon hobiera ya corregido los vicios, que de antes parecian tener escusa con la mocedad, licencia y libertad, si su natural no fuera tan malo. Por el contrario la afabilidad y buena condicion del rey Don Enrique causaba que todos tenian lástima de sus desastres y le amaban mas que antes; con esto se volvió á la plática de envialle á llamar y restituille en los reinos de Castilla. El rey de Navarra, de Borgia do le tenian arrestado, se vino despues de dada la batalla á Tudela: á Mosen Olivier,. que le hizo compañía en aquella villa, le hizo prender, y no le quiso soltar de la prision, hasta que le entregó á su hijo, el infante Don Pedro, que quedó en Borgia para seguridad que se cumpliria lo que las dos capitularon.

Muerte del rey D. Pedro el Cruel.

(Hist. de Esp. Lib. XVII. cap. 12.)

Llegado Don Enrique á Francia no perdió el ánimo, sabiendo cuan varias y mudables sean las cosas de los hombres, y que los valientes y esforzados hacen rostro á las adversidades, y vencen todas las dificultades en que la fortuna los pone, los cobardes desmayan y se rinden á los trabajos y desastres. El conde de Fox, á cuya casa primero aportó, le recibió muy bien y hospedó amigablemente, aunque con recelo no le hiciesen guerra los ingleses, porque le favorecia. De allí fué á Villanueva, que es cerca de Aviñon, para hablar á Luis, duque de Anjou y hermano del rey de Francia, en quien halló mejor acogimiento del que él podia esperar: socorrióle con dineros, y dióle consejos tan buenos, que fueron parte para que sus cosas tuviesen el próspero suceso que poco despues se vió. Envió por inducimiento y aviso del duque con su embajada a pedir al rey de Francia su ayuda y favor para volver á Castilla. Fué oido benignamente, y determinóse el rey de favorecelle: á la verdad la mucha prosperidad y buenos sucesos de los ingleses le tenian con mucho miedo y cuidado; tenia asimismo en la memoria los agravios que Don Pedro le habia hecho, y la enemiga que tenia con él. Respondióle pues con mucho amor, y propuso de le ayudar con gente y dineros: dióle el castillo de Perapertusa en los confines de Ruisellon, en que tuviese á su muger é hijos, ca desconfiados del rey de Aragon se retiraron á Francia: mandóle otrosí dar el condado de Seseno, en

que pudiese vivir en el entretanto que volvia á cobrar el reino de Castilla, de donde cada dia se venian á él muchos caballeros que fueron presos en la batalla de Nájera, y estaban ya rescatados y librados de la crueldad del rey Don Pedro; que los ingleses los escaparon de sus manos.

De los primeros que se pasaron y acudieron en Francia á Don Enrique, fué Don Bernal, hijo del conde de Fox, señor de Bearne, á quien el rey Don Enrique, despues de acabada la guerra, en remuneracion de este servicio le dió á Medinaceli con título de conde. Fue casado este principe con Doña Isabel de la Cerda, hija de Don Luis y nieta de Don Alonso de la Cerda el Desheredado; de quien los duques de Medinaceli (sin haber quiebra en la linea) se precian descender. Hallóse tambien con Don Enrique el conde de Osona, hijo de Bernardo de Cabrera, el cual despues que estuvo preso en Castilla, sirvió en la guerra á Don Pedro por el gran sentimiento que tenia de la muerte de su padre: finalmente puesto en su entera libertad se pasó á Don Enrique, con propósito de serville y seguir su fortuna hasta la muerte. Demas desto le avino bien à Don Enrique en que el príncipe de Gales se volvió en estos dias á Guiena, enojado y mal satisfecho de Don Pedro, porque ni le entregó el señorío de Vizcaya que le prometió, ni le pagó los empréstidos que le hiciera, ni á muchos de los suyos el sueldo que les debia.

Demas desto en Castilla le comenzaba á ayudar la fortuna, ca muchos grandes y caballeros habian tomado su voz, y hacian guerra á Don Pedro; en particular se tenian por él las provincias de Guipuzcoa y Vizcaya, y las ciudades de Segovia, Avila, Palencia, Salamanca, y la villa de Valladolid, y otros muchos pueblos del reino de Toledo: cada dia se reforzaba mas su bando y parcialidad, su enemigo mismo le ayudaba con hacerse por momentos mas odioso con su mal modo de proceder y desvariados castigos que hacia en los suyos. Juntado pues Don Enrique su ejército, entró en Aragon por las asperezas de los Pireneos, llamadas Val de Andorra: pasó por aquel reino con tanta presteza, que primero estuvo dentro de Castilla, que pudiese el rey de Aragon atajarle el paso, si bien puso para estorbársele toda la diligencia que pudo.

Llegado Don Enrique à la ribera del rio Ebro, preguntó si estaba ya en tierra de Castilla: como le respondiesen que sí, se apeó de su caballo, y hincado de rodillas hizo una cruz en la arena, y besándola dijo estas formales palabras: Yo juro á esta significanza de cruz, que nunca en mi vida, por

necesidad que me venga, salga de Castilla; antes que espere aí la muerte, ó estaré á la ventura que me viniere. Fué importante esta ceremonia para asegurar los corazones de los que le seguian, é inflamallos en la aficion que le tenian. Vuelto á subir en su caballo, fué con todo su campo à Calahorra, que por aquella parte es la primera ciudad de Castilla: entró en ella el dia del arcángel San Miguel con mucho contento y regocijo de los ciudadanos y de muchos del reino que luego de todas partes le acudieron, ca andaban unos desterrados y otros huidos de miedo de la crueldad del rey, su hermano.

De Calahorra se partió á Burgos: allí fué recebido con una muy solemne procesion por el obispo, clerecía y ciudadanos de aquella ciudad. Halló en el castillo preso á Don Felipe de Castro, un grande del reino de Aragon, casado con su hermana Doña Juana, que le prendieron en la batalla de Nájera: mandóle luego soltar, y hízole donacion de la villa de Paredes de Nava y de Medina de Rioseco y de Tordehumos. Por el contrario prendió en el mismo castillo á Don Jaime, rey de Nápoles é hijo del rey de Mallorca, que se quedara en Burgos despues que se halló en la batalla por la parte del rey Don Pedro, y ahora cuando vió que recebian á Don Enrique, se retiró al castillo para defenderse en él con el alcaide Alfonso Fernandez. Con el ejemplo de la real ciudad de Burgos otras muchas ciudades tomaron la voz de Don Enrique, quitado el miedo que tenian: el cual no suele ser buen maestro para hacer á los hombres constantes en el deber y en hacer lo que es razon. Sosegadas las cosas en Burgos, pasó con su campo sobre la ciudad de Leon, que á cabo de algunos dias se le rindió á partido el postrero dia de Abril del año de mil y trecientos y sesenta y ocho.

En la imperial ciudad de Toledo unos querian á Don Enrique; la mayor parte sustentaba la opinion de Don Pedro, escarmentados del riguroso castigo que hizo allí los meses pasados, y de miedo de la gente de guerra que tenia allí de guarnicion, que eran muchos ballesteros y seiscientos hombres de armas, cuyo capitan era Fernando Alvarez de Toledo, alguacil mayor de la misma ciudad. Tenia Don Enrique en su ejército mil hombres de armas: con estos y con la infantería, que era en mayor número, no dudó de venir sobre una ciudad tan grande y fuerte como Toledo, y tenerla cercada. Tenia por cierto, que apoderado que fuese de una ciudad y fuerza semejante, todo lo demas le seria fácil de acabar. Asentó sus reales en la vega que se tiende

á la parte del setentrion á las haldas de la ciudad: puso muchas compañías en los montes que están de la otra parte del rio Tajo: este gran rio como con un compas rodea las tres cuartas partes de la ciudad, corre por la parte del levante, y revuelve hacia mediodia y poniente. Para que se pudiese pasar de los unos reales á los otros, y se favoreciesen en tiempo de necesidad, mandó fabricar un puente de madera que fué despues muy provechoso. Los toledanos sufrian constantemente el cerco, puesto que harto inclinados á Don Enrique; mas no osaban admitille en la ciudad, por miedo no lo pagasen los rehenes que consigo se llevara Don Pedro, que eran los mas nobles de Toledo.

La ciudad de Córdova en este tiempo, quitada la obediencia á Don Pedro, seguia la parte de Don Enrique, con tanto pesar y enojo de su contrario, que no dudó de pedir al rey de Granada le enviase su ayuda para irla á cercar. Envióle Mahomad gran número de moros ginetes, con que y su ejército puso en gran estrecho la ciudad, y la apretó de manera, que un dia estuvo á punto de ser entrada, ca los moros á escala vista subieron la muralla y tomaron el alcázar viejo. Acudieron los cordoveses, considerado el peligro y cuan sin misericordia serian tratados si fuesen vencidos, y pelearon aquel dia con gran desesperacion, y rebatieron tan valerosamente los moros, que mal de su grado los forzaron á salir de la ciudad: á muchos hicieron saltar por los adarves, y les tomaron las banderas, y fueron en pos dellos hasta bien léjos. Señaláronse mucho este dia en valor las mugeres cordovesas, ca visto que era entrada la ciudad por los moros, no se escondieron ni cayeron en sus estrados desmayadas, sino con varonil esfuerzo salieron por las calles y á los lugares en que sus maridos y hijos peleaban, y con animosas palabras los incitaron á la pelea; con esto los cordoveses tomaron tanto brio y coraje, que pudieron recobrar la ciudad que ya se perdia, y hacer gran estrago y matanza de sus enemigos.

Desesperados los reyes de poder ganar la ciudad, levantaron el cerco: Don Pedro se fué á proveer lo necesario para la guerra, que todo se hacia mas de espacio y con mayores dificultades de lo que él pensaba: el rey de Granada, sin que Don Pedro le fuese á la mano, saque y robó las ciudades de Jaen y Ubeda, que á imitacion de Córdova seguian el bando de Don Enrique; taló otrosi lo mas de los campos del Andalucía, con que llevaron los moros á Granada gran muchedumbre de cautivos, tanto que fué fama que en

sola la villa de Utrera fueron mas de once mil almas las que cautivaron. Con esto toda la Andalucía se veia estar llena de llantos y miseria: por una parte los apretaban las armas de los moros, por otra la crueldad y fiereza de Don Pedro.

El rey Don Pedro, desamparado de los que le podian ayudar, y sospechoso de los demas, lo que solo restaba se resolvió de aventurarse, encomendarse á sus manos y ponerlo todo en el trance y riesgo de una batalla: sabia muy bien que los reinos se sustentan y conservan mas con la fama y reputacion que con las fuerzas y armas. Teniale con gran cuidado el peligro de la real ciudad de Toledo: estaba aquejado, y pensaba como mejor podria conservar su reputacion: esto le confirmaba mas en su propósito de ir en busca de su enemigo y dalle la batalla. Procuráronselo estorbar los de Sevilla: decíanle que se destruia y se iba derecho á despeñar; que lo mejor era tener sufrimiento, reforzar su ejército y esperar las gentes que cada dia vendrian de sus amigos y de los pueblos que tenian su voz. Esto que le aconsejaban era lo que en todas maneras debiera seguir, si no le cegaran la grandeza de sus maldades, y la divina justicia ya determinada de muy presto castigallas.

Estando en este aprieto, sucedióle otro desastre, y fué, que Victoria, Salvatierra y Logroño que eran de su obediecia, fatigadas de las armas del rey de Navarra, y por falta de socorro por estar Don Pedro tan lejos, se entregaron al navarro. Ayudó a esto Don Tello, el cual si estaba mal con Don Pedro, no era amigo de su hermano Don Enrique, y así se entretenia en Vizcaya sin querer ayudar á ninguno de los dos. Proseguíase en este comedio el cerco de Toledo. Y como quier que aquella ciudad estuviese (como dijimos) dividida en aficiones, algunos de los que favorecian á Don Enrique intentaron de apoderalle de una torre del muro de la ciudad que miraba al real, que se dice la torre de los abades. Como no les sucediese esa traza, procuraron dalle entrada en la ciudad por el puente de San Martin, sobre lo cual los del un bando y del otro vinieron á las manos, en que sucedieron algunas muertes de ciudadanos. Sabidas estas revueltas por el rey Don Pedro, dióse muy mayor priesa á irla á socorrer, por no hallalla perdida cuando llegase. Para ir con menor cuidado mandó recoger sus tesoros y con sus hijos Don Sancho y Don Diego llevallos á Carmona, que es una fuerte y rica villa del Andalucía, y está cerco de Sevilla.

Hecho esto, juntó arrebatadamente su ejército, y aprestó su partida para el reino de Toledo. Llevaba en su campo tres

Span. Handb. I.

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