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CAPITULO XI.

En Argin se asentó la hermandad entre las ciudades. Los muros de Granada se hallaban apretados y á punde perderse por la guerra que les hacia el rey don

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Poles, tocaron á Rodas, visitaron á Jerusalem, dieron vuelta á Alejandría y llegaron al Cairo, ciudad la mas principal de Egipto. Allí se apartaron, Pedro Covillan para Ormuz, que es una isla á la boca del seno Pérsico, dende pasó á Calicut; Alonso de Paiva tomó cuidado de mirar y calar las partes interiores de Etiopia, en que le sobrevino la muerte. Por esta causa y por cartas que vinieron de su Rey á Pedro Covillau en que le mandaba no volviese á su tierra antes de tomar noticia de todas aquellas provincias, pasó á Etiopia. Pagáronse de sus costumbres y su ingenio Alejandro, al cual vulgarmente llaman Preste Juan, y Nahu y David, sus sucesores; no Je dejaron por ende partir, antes le casaron, heredaron y dieron con que se sustentase. Visto que no podia volver, desde allí envió por escrito al rey de Portugal una informacion de todo lo que vió y halló. Avisaba que Calicut era una plaza y mercado el mas rico y famoso de todo el oriente, los naturales de color bazo y de membrillo, poco valientes y de costumbres muy extravagantes. Que de la cinta arriba andaban desnudos, vestidos solo de la cintura abajo, los mas con mucho oro y seda, y los brazos cargados de perlas, de los hombros fiada una cimitarra con que peleaban; lo que mas espanta, que una mujer casaba y casa con muchos maridos, por la cual causa, como quier que nadie conozca su padre ni sepa con certidumbre quién le engendró, los hijos no heredan, sino los sobrinos, hijos de hermanas. Avisaba otrosí que en Etiopia hay muchas naciones muy extendidas, todas de color negro, y que tienen nombre de cristianos, la antigua religion en gran parte estragada y mezclada con ceremonias de judíos y errores de hercjías. Todas obedecen á un rey muy poderoso, que tiene grandes ejércitos de á pié y de á caballo, y siempre se aloja en los pabellones y reales. Que cuidaba se podria reducir aquella gente, si con embajadas que se enviasen de la una á la otra parte se asentase con aquellos reyes alguna confederacion; pero lo mas desto sucedió los años siguientes. Volvamos con nuestro cuento al rey don Fernando. Despues de tomada Málaga, ya que pretendia pasar adelante, las alteraciones de Aragon le forzaron á ir allá para atajar grandes insultos, robos y muertes que se hacian. Particularmente en Valencia, don Filipe de Aragon, maestre de Montesa, vuelto de la guerra de Granada, mató á Juan de Valterra, mozo de grande nobleza y que era su competidor en los amores de doña Leonor, marquesa de Cotron, bija de Antonio Centellas. Desta muerte resultaron grandes alborotos en aquella ciudad. Para acudir á todo esto los reyes don Fernando y doña Isabel partieron de Córdoba. Por sus jornadas llegaron á Zaragoza á los 9 de noviembre. En aquella ciudad se mudó la manera de nombrar los oficiales y magistrados. Antiguamente lo hacia el regimiento y el comun del pueblo, de que resultaban debates. Ellos mismos pidieron les quitasen aquella autoridad y la tomase el Rey en sí á propósito de evitar los alborotos que sobre los nombramientos se levantaban; demás desto, á ejemplo de de Castilla, se ordenaron ciertas hermandades entre las ciudades que acudiesen cada cual por su parte con dineros para la paga de ciento y cincuenta de á caballo que anduviesen por toda la tierra y reprimiesen por te

mor y castigasen con severidad los insultos y maldades. Sacóse otrosí por condicion que el capitan y superior de toda esta hermandad le nombrase el Rey; pero que fuese uno de tres ciudadanos de Zaragoza que señalase el scnado y regimiento. Diéronles asimismo ordenanzas para que se gobernasen, en razon que no usasen mal de aquel poder que se les daba. Esto se efectuó por principio del año siguiente de 1488 en los mismos dias que un embajador del rey de Nápoles, llamado Leonardo Tocco, griego de nacion y del linaje de los emperadores griegos, al cual los turcos quitaron un gran estado y forzaron á huirse á Italia, vino á tratar del casamiento que los años pasados se concertó entre don Fernando, príncipe de Capua y nieto del rey de Nápoles, y la infanta doña Isabel, hija del rey don Fernando. Esta demanda no hobo lugar, ni se efectuó el casamiento á causa que el Rey 'pensaba casar su hija con el rey de Francia ó con el príncipe de Portugal para que fuese, como se persuadia, un vínculo perpetuo de concordia entre aquellas naciones. Bien que ofrecieron en su lugar á la infanta doña María con tal que desistiesen aqucllos príncipes del primer concierto y los primeros desposorios se diesen por ningunos. De Zaragoza pasaron los reyes á Valencia; sobrevino sin pensallo Alano, padre de Juan de Labrit, rey de Navarra. El deseño y intento era que el Rey les ayudase para defender su estado del rey de Francia, que les tomara gran parte dél pasados los montes, y para sosegar á los navarros de aquende, que andaban alborotados. En particular los biamonteses estaban apoderados de gran parte de Navarra, sin dar lugar á los reyes que pudiesen entrar en su reino, si bien tres años antes tomaron asiento con el conde de Lerin, por el cual á él y á sus deudos y aliados fueron dados los cargos y pueblos que tuvieron sus antepasados, y aun le añadieron de nuevo otros muchos para ganalle; pero la deslealtad y ambicion no se doblega por ningunas mercedes. Demás desto, pretendia que el Rey amparase á Francisco, duque de Bretaña, con cuya hija, llamada Ana, por no tener hijo varou, muchos deseaban casar. En especial Cárlos VIII, rey de Francia, le hacia guerra por esta causa. De parte del Duque estaba el dicho monsieur de Labrit y el duque de Orliens. A Maximiliano, que ya era césar y rey de romanos, tenian preso con guardas que le pusieron. Los de Brujas, ciudad de Flandes, con grande atrevimiento le acometieron y prendieron dentro de su mismo palacio. Ponia esto en nuevo cuidado, porque aquel Principe era amigo de los españoles, y el dicho Labrit, que venia á dar aviso de todo esto, su confederado. Por conclusion, á instancia de Alano, que no rehusaba cualesquier condiciones que le pusiesen, se hizo entre el Rey y él alianza y liga contra todos los príncipes, excepto solo el rey de Francia. No era seguro que Alano y su hijo se le mostrasen contrarios al descubierto por tener su estado todo, parte sujeto, parte comarcano á la corona de Francia; todo era disimulacion; la intencion verdadera de valerse de las fuerzas de España contra Francia. Púsose por condicion, entre otras, que se hiciese una armada y se levantase gente en las marinas de Vizcaya, que se envió finalmente á Bretaña debajo de la conducta y regimiento de Miguel Juan Gralla,

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dilla. Don Alvaro, abajado el cuerpo, huyó el golpe. El moro fué preso y muerto por la gente que acudió al ruido. Desta manera por merced de Dios se evitó este peligro. Aumentóse el número de la gente con la venida del duque de Medina Sidonia. Asimismo desde Flándes, Maximiliano, duque de Austria, que poco despues fué césar y rey de romanos, envió dos naves gruesas cargadas de todos los pertrechos y municiones de guerra, y por capitan á don Ladron de Guevara. El número de los enemigos asimismo se acrecentó á causa que algunos moros, por los reparos que caian junto al mar, se metieron en la ciudad para socorrer á los cercados. Apretábalos la hambre, y con todo esto los berberiscos no se doblegaban á querer partido. Los ciudadanos, cuyo así riesgo como miedo era mayor, se inclinaban á rendirse. Uno dellos, persona en autoridad y riquezas de los mas principales, llamado Dordux, salió á los reales á tratar de conciertos. Respondió el Rey que en ningun partido vendria si no fuese que entregasen la ciudad á su voluntad. Esto en público; mas de secreto y en puridad prometió á Dordux que si terciaba bien y lealmente, daria libertad á él y á todos sus parientes sin que recibiesen algun mal, demás de las mercedes que le haria muy grandes. Dió el Moro la palabra de hacello así. Llevó consigo gente del Rey, y dióles entrada en el castillo y puso el estandarte real en lo mas alto de la torre del homenaje. El espanto de los ciudadanos por esta causa y de los africanos fué grande, bien que mezclado con alguna esperanza. Persuadíanse los mas que lo que se asentara con Dordux guardarian los vencedores con los otros. Con esta persuasion enfardelaban resueltos de partirse. Engañóles su pensamiento; acudieron los nuestros y les quitaron todos sus bienes junto con la libertad. Lo mismo se ejecutó con los soldados que tenian de guarnicion en los castillos, y por semejante yerro para irse se salieron al mar. En particular los africanos con su capitan Zegri fueron presos. Los que de los cristianos se pasaran á los moros, que eran muchos, pagaron con las vidas. A los judíos que despues de bautizados apostataron de la religion cristiana quemaron. A los demás, así judíos como moros naturales de aquella ciudad, se les hizo gracia que se librasen por un pequeño rescate y talla; la toma de aquella nobilísima ciudad sucedió á los 18 de agosto. Hiciéronse alegrías en toda España por esta victoria, procesiones y rogativas para dar gracias por tanta merced á Dios nuestro Señor. Averiguóse que aquella ciudad en tiempo de los godos tuvo obispo propio; y así, con bula que para ello se ganó del pontifice Inocencio, le fué restituida aquella dignidad. Enturbióse algun tanto esta alegría con un aviso que vino de levante que el gran turco Bayazete con una gruesa armada que tenia junta, pretendia bajar á Sicilia para divertir las fuerzas de España y hacer que aflojasen en la guerra de Granada; y aun se rugia que para este efecto y quedar desembarazado hizo paces con el gran soldan de Egipto.

CAPITULO XI.

En Aragon se asentó la hermandad entre las ciudades. Los moros de Granada se hallaban apretados y á punto de perderse por la guerra que les hacia el rey don Fernando. Los portugueses, por el contrario, con las navegaciones que hacian y flotas que enviaban cada un año, se abrian camino para las ciudades de levante, empresa grande á que dió principio, como arriba queda dicho, el infante don Enrique, que hizo los años pasados descubrir las marinas exteriores de Africa. Continuóse esto los años siguientes sin cesar de llevallo siempre adelante. Pero como quier que el provecho no respondiese á tan grandes trabajos y gastos, trataban de pasar á las ricas provincias de la India con intento de encaminar á su tierra las riquezas de aquellas partes, de que era grande la fama; y el cielo con mano liberal repartió mas copiosamente de sus bienes con aquellas gentes que con otras todo género de drogas y especias, piedras preciosas, perlas, oro, marfil, plata, sin otras cosas, que mas la ambicion de los hombres que la necesidad ha hecho estimar en mucho. Nunca se refieren las cosas puntualmente como pasan; siempre la fama las acrecienta y pone mucho de su casa. Decíase que tenian bosques de árboles muy grandes y en extremo altos de canela, cañafístola y clavos, grande abundancia de pimienta y jengibre, animales de formas extrañas y hombres de costumbres y rostros extraordinarios. Parecia á las personas prudentes cosa de grande locura acometer y pretender con las fuerzas de Portugal, que eran muy pequeñas, de pasar á aquellas regiones y gentes, puestas en lo postrero del mundo por tan grande espacio de tierra y de mar; vencia empero todas estas dificultades la codicia de tener y el deseo de ganar honra. Con esta resolucion los años pasados el rey de Portugal envió á Bartolomé Diaz, piloto muy experimentado, para que fuese al cabo de Buena Esperanza, en que hacia la parte de mediodía muy adelante de la equinoccial adelgazándose las riberas por la parte de poniente y por la otra de levante, se remata la grande provincia de Africa, tercera parte del mundo. Este pues, pasado aquel cabo, llegó hasta un rio, que llamaron el rio del Infante. Fué este grande acometimiento y porfía extraordinaria. Fray Antonio, de la órden de San Francisco, iba en compañía de Bartolomé Diaz, y era persona diligente, sagaz y atrevida. Este desde allí por tierra, considerada gran parte de la Africa y de la Asia, llegó á Jerusalem; últimamente, él por tierra, y Bartolomé Diaz por el mar, vueltos á Portugal, dieron aviso al Rey y á los portugueses de lo que vieron por los ojos. Animados pues con tan buen principio, cobraron mayor ánimo para llevar al cabo lo comenzado. Para mejor ejecutar esto escogieron dos personas de grande ánimo y experiencia, y sobre todo muy diestros y ejercitados en la lengua arábiga para que pasasen adelante; el uno se llamaba Pedro Covillan y el otro Alonso Paiva. Por excusar el gran gasto que se hiciera si los enviaran por el inar con armada, les ordenaron que por la tierra fuesen á ver y atalayar las partes mas interiores de Africa y de Asia. Con este órden salieron de Lisboa á los 15 de mayo, pasaron á Ná

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Poles, tocaron á Rodas, visitaron á Jerusalem, dieron vuelta á Alejandría y llegaron al Cairo, ciudad la mas principal de Egipto. Allí se apartaron, Pedro Covillan para Ormuz, que es una isla á la boca del seno Pérsico, dende pasó á Calicut; Alonso de Paiva tomó cuidado de mirar y calar las partes interiores de Etiopia, en que le sobrevino la muerte. Por esta causa y por cartas que vinieron de su Rey á Pedro Covillan en que le mandaba no volviese á su tierra antes de tomar noticia de todas aquellas provincias, pasó á Etiopia. Pagáronse de sus costumbres y su ingenio Alejandro, al cual vulgarmente llaman Preste Juan, y Nahu y David, sus sucesores; no le dejaron por ende partir, antes le casaron, heredaron dieron con que se sustentase. Visto que no podia volver, desde allí envió por escrito al rey de Portugal una informacion de todo lo que vió y halló. Avisaba que Calicut era una plaza y mercado el mas rico y famoso de todo el oriente, los naturales de color bazo y de membrillo, poco valientes y de costumbres muy extravagantes. Que de la cinta arriba andaban desnudos, vestidos solo de la cintura abajo, los mas con mucho oro y seda, y los brazos cargados de perlas, de los hombros fiada una cimitarra con que peleaban; lo que mas espanta, que una mujer casaba y casa con muchos maridos, por la cual causa, como quier que nadie conozca su padre ni sepa con certidumbre quién le engendró, los hijos no heredan, sino los sobrinos, hijos de hermanas. Avisaba otrosí que en Etiopia hay muchas naciones muy extendidas, todas de color negro, y que tienen nombre de cristianos, la antigua religion en gran parte estragada y mezclada con ceremonias de judíos y errores de hercjías. Todas obedecen á un rey muy poderoso, que tiene grandes ejércitos de á pié y de á caballo, y siempre se aloja en los pabellones y reales. Que cuidaba se podria reducir aquella gente, si con embajadas que se enviasen de la una á la otra parte se asentase con aquellos reyes alguna confederacion; pero lo mas desto sucedió los años siguientes. Volvamos con nuestro cuento al rey don Fernando. Despues de tomada Málaga, ya que pretendia pasar adelante, las alteraciones de Aragon le forzaron á ir allá para atajar grandes insultos, robos y muertes que se hacian. Particularmente en Valencia, don Filipe de Aragon, maestre de Montesa, vuelto de la guerra de Granada, mató á Juan de Valterra, mozo de grande nobleza y que era su competidor en los amores de doña Leonor, marquesa de Cotron, hija de Antonio Centellas. Desta muerte resultaron grandes alborotos en aquella ciudad. Para acudir á todo esto los reyes don Fernando y doña Isabel partieron de Córdoba. Por sus jornadas llegaron á Zaragoza á los 9 de noviembre. En aquella ciudad se mudó la manera de nombrar los oficiales y magistrados. Antiguamente lo hacia el regimiento y el comun del pueblo, de que resultaban debates. Ellos mismos pidieron les quitasen aquella autoridad y la tomase el Rey en sí á propósito de evitar los alborotos que sobre los nombramientos se levantaban; demás desto, á ejemplo de de Castilla, se ordenaron ciertas hermandades entre las ciudades que acudiesen cada cual por su parte con dineros para la paga de ciento y cincuenta de á caballo que anduviesen por toda la tierra y reprimiesen por te

mor y castigasen con severidad los insultos y maldades. Sacóse otrosí por condicion que el capitan y superior de toda esta hermandad le nombrase el Rey; pero que fuese uno de tres ciudadanos de Zaragoza que señalase el scnado y regimiento. Diéronles asimismo ordenanzas para que se gobernasen, en razon que no usasen mal de aquel poder que se les daba. Esto se efectuó por principio del año siguiente de 1488 en los mismos dias que un embajador del rey de Nápoles, llamado Leonardo Tocco, griego de nacion y del linaje de los emperadores griegos, al cual los turcos quitaron un gran estado y forzaron á huirse á Italia, vino á tratar del casamiento que los años pasados se concertó entre don Fernando, príncipe de Capua y nieto del rey de Nápoles, y la infanta doña Isabel, hija del rey don Fernando. Esta demanda no hobo lugar, ni se efectuó el casamiento á causa que el Rey 'pensaba casar su hija con el rey de Francia ó con el príncipe de Portugal para que fuese, como se persuadia, un vínculo perpetuo de concordia entre aquellas naciones. Bien que ofrecieron en su lugar á la infanta doña María con tal que desistiesen aquellos príncipes del primer concierto y los primeros desposorios se diesen por ningunos. De Zaragoza pasaron los reyes á Valencia; sobrevino sin pensallo Alano, padre de Juan de Labrit, rey de Navarra. El deseño y intento era que el Rey les ayudase para defender su estado del rey de Francia, que les tomara gran parte dél pasados los montes, y para sosegar á los navarros de aquende, que andaban alborotados. En particular los biamonteses estaban apoderados de gran parte de Navarra, sin dar lugar á los reyes que pudiesen entrar en su reino, si bien tres años antes tomaron asiento con el conde de Lerin, por el cual á él y á sus deudos y aliados fueron dados los cargos y pueblos que tuvieron sus antepasados, y aun le añadieron de nuevo otros muchos para ganalle; pero la deslealtad y ambicion no se doblega por ningunas mercedes. Demás desto, pretendia que el Rey amparase á Francisco, duque de Bretaña, con cuya bija, llamada Ana, por no tener hijo varon, muchos deseaban casar. En especial Cárlos VIII, rey de Francia, le hacia guerra por esta causa. De parte del Duque estaba el dicho monsieur de Labrit y el duque de Orliens. A Maximiliano, que ya era césar y rey de romanos, tenian preso con guardas que le pusieron. Los de Brujas, ciudad de Flandes, con grande atrevimiento le acometieron y prendieron dentro de su mismo palacio. Ponia esto en nuevo cuidado, porque aquel Principe era amigo de los españoles, y el dicho Labrit, que venia á dar aviso de todo esto, su confederado. Por conclusion, á instancia de Alano, que no rehusaba cualesquier condiciones que le pusiesen, se hizo entre el Rey y él alianza y liga contra todos los príncipes, excepto solo el rey de Francia. No era seguro que Alano y su hijo se le mostrasen contrarios al descubierto por tener su estado todo, parte sujeto, parte comarcano á la corona de Francia; todo era disimulacion; la intencion verdadera de valerse de las fuerzas de España contra Francia. Púsose por condicion, entre otras, que se hiciese una armada y se levantase gente en las marinas de Vizcaya, que se envió finalmente á Bretaña debajo de la conducta y regimiento de Miguel Juan Gralla

muestresala del Rey, de nacion catalan. Otorgáronse las escrituras de toda esta confederacion y capitulaciones á 21 de marzo, cuyo traslado no me pareció poner aquí.

CAPITULO XII.

Que volvieron á la guerra de los moros. Comenzaron los reyes á tener Cortes del reino de Valencia en aquella ciudad, que se acabaron en la ciudad de Origüela. Pretendian por este camino castigar los insultos y maldades que se hacian en aquella provincia, no con menor libertad que en Aragon. Sosegadas estas alteraciones, el rey don Fernando se apresuraba para pasar por el reino de Murcia, que caia cerca de tierra! de moros. Hacíanse nuevos aparejos para proseguir aquella guerra hasta tomar aquel reino, donde Abohardil con grande dificultad sustentaba el nombre de rey, si bien se hallaba con mayores fuerzas que su sobrino, por tener debajo su jurisdiccion á Guadix, Almería y Baza, con toda la serranía de Granada, que llega hasta el mar, de que podia recoger mayores intereses á causa que la guerra, por ser la tierra tan fragosa, no habia llegado á aquellos lugares, demás de los grandes provechos que se sacaban del artificio de la seda, que era y es la mas fina de toda España. Allegábase que los naturales andaban desabridos con Boabdil; teníanle por cobarde y enemigo de su secta; decian era moro de solo nombre, y de corazon cristiano. Demás desto, Abohardil ganara reputacion y crédito con una entrada que por bosques y lugares ásperos hizo en la campiña de Alcalá la Real; la presa y cabalgada fué grande que llevó á Guadix, de ganados mayores y menores, por estar la gente descuidada y no pensar en cosa semejante á causa que todo lo que caia por allí de moros se tenia por Boabdil, amigo y confederado, atrevimiento de que muy en breve se satisfizo Juan de Benavides, á cuyo cargo quedó aquella frontera. Quemó los campos de Almería y hizo otros muchos daños. Los apercebimientos para la guerra no se hacian con el calor que quisiera el rey don Fernando, por cuanto la tierra del Andalucía estuvo trabajada con peste este año y el pasado; por lo demás muy deseosos todos de hacer el postrer esfuerzo y concluir con guerra tan larga. Por este respeto mandó que acudiesen todas las gentes á la ciudad de Murcia, do él quedaba, con resolucion de combatir á Vera, que es una villa á la ribera del mar, y se entiende que es la que Pomponio Mela llamó Vergi ó Antonino Varea. No hobo dificultad alguna en tomarla; los moradores sin dilacion, por estar sin esperanza de poderse defender, se rindieron á 10 de junio, y á su ejemplo hizo lo mismo Mujacra, llamada de los antiguos Murgis, y tambien los dos lugares llamados Vélez el Blanco y el Rojo, con otros muchos castillos y pueblos que no estaban bien fortificados ni tenian guarnicion bastante. Tan grande era el miedo que cobraron y el peligro en que los enemigos se vcian, que desanimados y porque no les destruyesen los campos, se rendian sin dificultad. Deseaba el Rey pasar sobre la ciudad de Almería, que está por allí cerca. Impedia la entrada un castillo, por su sitio inexpugnable, llamado Taberna, que para fortificalle mas y poner nueva guar

nicion de soldados, el Rey mas viejo acudió desde Guadix con mil de á caballo y veinte mil de á pié. Pretendia juntamente con aquella gente ponerse en los bosques y dar sobre los que de los cristianos se desmandasen, determinado de excusar la batalla como el que sabia que sus fuerzas no eran bastantes á causa que su ejército era gente allegadiza y no tenia ejercicio en las armas. Como los bárbaros rehusasen la batalla, los nuestros con mayor ánimo enviaban de ordinario escuadrones de gente para destrozar y talar los campos. El mayor daño cargó en la campiña de Almería, y despues en los campos de Baza, tierra que por ser de regadío es de mucho provecho y fertilidad. Las acequias con que se reparten las aguas por aquellos llanos embarazaron á los nuestros, y fueron en esta entrada ocasion que recibiesen no pequeño daño. Muchos fueron muertos por los moros que acudieron, y entre otros don Filipe de Aragon, maestre de Montesa, mozo feroz y brioso por su edad y por su nobleza. El rey don Fernando por este revés y por otros encuentros se hallaba con poca gente. Puso por entonces guarniciones en lugares á propósito, y con tanto se fué primero á Huescar, pueblo que está cerca de Baza; despues por la ribera abajo del rio Segura pasó á Murcia; desde allí á Toledo con intento de pasar á Castilla la Vieja, ca le forzaban ir allá ocasiones que se ofrecian. Con su partida el rey Morocargó sobre los pueblos que le tomaron, y los redujo todos á su obediencia, parte con promesas, parte con amenazas. En este comedio los moradores de Gausin, que era un pueblo muy fuerte cerca de Ronda, cansados del señorío de cristianos, ó por su acostumbrada ligereza y poca lealtad, se conjuraron entre sí para matar los soldados, como lo hicieron, los que tenian de guarnicion y que andaban por el pueblo descuidados de cosa semejante. No les duró mucho la alegría deste hecho. Los moros comarcanos, para mostrar que no tenian parte en aquel insulto y por temor de ser castigados, se apellidaron para tomar emienda de aquel caso y cercaron á Gausin. Acudieron con nuevas gentes desde Sevilla el marqués de Cádiz y el conde de Cifuentes, y recobrado que hobierou aquella plaza, á todos los moradores en venganza del aleve pasaron á cuchillo ó los dieron por esclavos. Llegó á Valladolid el rey don Fernando un sábado á 6 de setiembre. Allí se le ofreció una nueva ocasion para recobrar la ciudad de Plasencia, que la poquedad de los reyes pasados la enajenó y puso en poder de la casa de Zúñiga. Fué así, que por muerte de don Alvaro de Zúñiga, que falleció en aquella sazon, sucedió en aquel estado un nieto suyo del mismo nombre, hijo de su mayorazgo, que falleció en vida de su padre. Pretendia tener mejor derecho Diego de Zúñiga, tio del sucesor, por estar en grado mas cercano al defunto. Los deudos Y aliados estaban repartidos y divididos entre los dos. Con esto tuvieron ocasion los Carvajales, que eran el bando contrario y muy seguidos en aquella ciudad, para apoderarse della con las armas. No pudieron hacer lo mismo del castillo, que se le defendieron los soldados que le guardaban. Acudió luego el rey don Fernando con muestra de apaciguar aquellos alborotos. Apoderóse de todo, por causa que el nuevo duque don Alvaro se le rindió, y contento con la villa de Béjar y lo

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