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tiempo pudieran y fuera justo gastar en hacer mal á los caballos, correr y gobernallos con destreza ó tirando la barra, ó con el arco ó arcabuz tirar al blanco, ó de otra manera ejercitar las fuerzas del cuerpo, ó por lo menos rumiar y conferir las artes y manera con que la república se gobierna en tiempo de paz? Principalmente que los deleites deben ser templados y no tales que debiliten el cuerpo y acobarden el ánima, sino en cuanto ser pudiese ejercicio, y como escuela de las verdaderas virtudes. Porque mucho importa á qué deleites se acostumbran los mozos desde su tierna edad, pues de los primeros años en gran parte depende todo lo demás; que si dicen privarse la república de un gran interés quitado el teatro, no podré dejar de reirme de un tan gran desatino, pues la ganancia no se debe estimar en tanto que se menosprecien las costumbres del pueblo y la religion. Pero el negocio pasa desta manera. Como los años pasados se ordenase en algunas ciudades de España un hospital general para sustentar del público los pobres que viven de misericordia ajena, y no se ofreciese comodidad de sacar aquel gasto, y viesen que muchas compañías de representantes andaban vagueando por toda la provincia y barriendo dineros en todas partes, á algunos hombres prudentes les pareció que seria provechoso para la república alguna parte de aquella ganancia para sustentar á los pobres, edificándose con autoridad pública alguna casa ó teatro, y alquilándola á alguna persona por gran precio, porque desta manera entendian se acudiera á todo socorriendo á la necesidad de los pobres y reprimiendo con aquella como pena la libertad de los farsantes, principalmente poniéndoles leyes y sobrestantes que les fuesen á la mano, quitando la ocasion de pecado y teniendo cuidado de la modestia; aviso por cierto y consejo muy prudente si las obras fueran conforme á su traza y pensamientos, ó si algunas leyes bastasen para enfrenar la perversidad desta gente y la vanidad de los oyentes. Cierto ninguna cosa hay tan mala que no se pueda cubrir de aparencia de honestidad, y á mí me parece que semejantes personas quisieron imitar el hecho de Pompeyo Magno, el cual, por oir la reprehension de haber edificado el teatro, abierto una tienda y oficina de torpeza, usó desta maña que edificó el templo de Vénus como añadidura junto con el teatro, quiriendo con la aparente sanctidad de religion velar el nuevo edificio. Pero mejor será referir las mesmas palabras de Tertuliano: Así que, dice, Pompeyo Magno, por solo su teatro menor, como hobiese edificado aquel castillo de todas las torpezas, temiendo que algun tiempo no se hiciese á su memoria algun castigo por los censores, edificóle sobre un templo de Vénus, y llamando por pregon el pueblo á la dedicacion, no le llamó teatro, sino templo de Vénus, al cual, dijo, añadimos los escalones de los espectáculos. Desta manera la obra condenada y digna de condenarse la cubrió con título de templo, y huyó el castigo con la supersticion: esto dice Tertuliano. A imitacion pues de Pompeyo juntan con el hospital general el teatro para

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que la ganancia sea mayor, como sabemos se ha hecho en Salamanca en tanta luz de doctrina y erudicion. Y es maravilla que siempre la disolucion y en todas partes halla valedores, y es cosa digna de consideracion que los teatros abatidos por nuestros antepasados, por lo menos caidos por haberse olvidado dellos, los queramos tornar á reedificar con tanto cuidado, y esto con pretexto de piedad. Y es cierto que nuestros antepasados no ignoraban semejantes pretextos, y que en la república no habia menores necesidades si pensaran que era lícitó ayudarse de semejantes socorros. Y sin duda tendria por mejor, sino hobiese otra manera, que se dejasen los hospitales generales y que los pobres no se sustentasen del público que enredar la república con tantos daños y peligros. Haber los censores muchas veces en Roma abatido los teatros el mesmo Tertuliano lo dice, cap. 10 de los Espectáculos, como corrupcion certísima de las costumbres y oficina de deshonestidad; y ¿habrá en el pueblo cristiano, donde se profesa tanta sanctidad, quien pretende reedificarlos? No hay palabras con que encarecer tanta indignidad, y no digas que nuestros teatros no se pueden comparar con los antiguos ni en la majestad del edificio ni en el aparato de los juegos. La torpeza del lugar acusamos, no la manera del edificio; el arroyo pequeño tiene la naturaleza de la fuente donde mana, y el ramo tiene la misma propriedad del árbol donde se crió y cortó. Por casi todas las ciudades caen los teatros, como dice Augustino, lib. 1 de la Concordia de los Evangelistas, cap. 33, jaulas de torpezas y públicas profesiones de maldades; y ¿pretenderémos nosotros que se deben edificar de nuevo?

CAPITULO X.

Que los farsantes están privados de los sacramentos. Que los farsantes sean infames y dignos de toda afrenta, cosa es manifiesta de la ley primera de los Digestos, de aquellos que se notan con infamia, cuyas palabras son estas: Nótase con infamia el que del ejército por causa de afrenta fué despedido del general ó de quien tuviese poder para ello, el que por causa de arte burladora ó de representar saliese á la escena, quien hiciese oficio de rufian. Luego los farsantes que salen á representar deben ser contados entre las personas infames, pero con tal condicion, que la representacion sea pública y por lo menos primera y segunda vez hayan salido en ella, y en la comedia se trate de cosas torpes; porque desta manera personas doctas declaran las palabras de aquella ley, y templan su rigor Panormitano declarando el capítulo Cum decore de la vida y honestidad de los clérigos y Silvestro en la suma verbo infamia nu. ix. Y no importa que la deshonestidad se trate en el argumento principal ó en los entremeses y cantares con tonadas torpes y lacivas, y que abiertamente ó con disimulacion dan á entender la deshonestidad; pues igualmente es deshonesto lo uno y lo otro, igual daño acarrea y no menos enciende los ánimos de los

oyentes la memoria de la torpeza despertada con artificio que es cuando se refiere abiertamente, tanto mas, que es mas dificultoso de huir y evitar al que con asechanzas acomete. Por esto los antiguos romanos, no solo ordenaron que esta suerte de gente fuese privada de la honra de los demás ciudadanos, sino tambien que por castigo y sentencia de los censores fuesen borrados de sus tribus. Que si los farsantes de la manera que se ha dicho son infames, síguese manifiestamente que están en estado de pecado mortal, porque tan grande castigo no se les pondria si fuesen inocentes ó si su pecado fuese ligero; y si alguno dice que solo se nota en la infamia la bajeza y escarnio delante, ¿por qué los ganapanes, los carniceros, los carboneros y otros oficios vilisimos y muy sucios no los sujetan ni notan con tal pena? Llégase á esto que los demás que en aquella ley se juzgan por infames, que son muchos, todos cometen ó cometian en sus ejercicios ó cosas, por las cuales se les pone aquella pena, muy graves pecados, los rufianes, los que fuerzan mujeres, los que pervierten con engaño el juicio y los demás todos, pues ¿qué causa puede haber porque de ley com un saquemos á los farsantes y los tengamos por inocentes y buenos? Principalmente que aquel se llama infame, cuya vida y costumbres se reprueban, como se colige de la glosa ff. de los que son llamados á juicio, L. sed. si hac lege, párrafo Prætor. Pero no falta quien opone y repugna esta nuestra opinion, que es tambien comun del escuela, con dos argumentos. El primero es que en la ley citada al principio muchos se cuentan por infames, sin que en ellos se conozca pecado alguno como la viuda que de nuevo se casa antes del tiempo del luto señalado por las leyes, el que se casa contra la voluntad de aquel en cuyo poder vive, demás desto los soldados flacos y pusilánimos (pero ¿por qué no dijo antes cobardes?) los cuales es cierto cometeu grave delito ó profesando el arte para que no eran, 6 dejando por miedo los reales y banderas por algun otro mal caso. Y no hablo de la infamia vulgar, con la cual el vulgo nota los soldados que no vengan cualquier injuria que se les haga; porque la tal infamia no es digna de tal nombre. Los demás puestos en el argumento, como hacian aquellas cosas que por la ley eran entonces vedadas, teníanlos por malhechores y por dignos de ser castigados; ahora, mudadas las leyes, por decir mejor, habiendo sido corregidas por el derecho mas nuevo y por el canónico juntamente, se ha quitado la pena de infamia. El segundo argumento es que si los farsantes representan argumentos buenos y se guardan de toda torpeza, no pecan, y con todo esto son tenidos por infames. Yo empero con sancto Tomás, 22, quaest. 168, art. 3, ad. 3., siento; el cual juego es provechoso para la comunicacion y tratos de los hombres entre sí, y por el consiguiente el arte que á esto se endereza es lícita, y que no pecan los farsantes si no pasan de los términos que hemos señalado de la honestidad, dado que ejerciten su arte por dineros y por ganancia; pero siento juntamente que en tal caso no serán infames, porque ¿qué razon hay para afrentar y te

ner por infames á los que juzgamos ser provechosos? Los jueces ciertamente por presumpcion de las leyes y por cierta sospecha tendránlos por infames, por tener por cosa cierta que semejante gente por dinero hará cualquier cosa y se pondrá á cualquier torpeza; pero si alguno, usando de excepcion, probare con testigos lidedignos haber en todas sus representaciones tenido cuenta con la honestidad, el tal por cierto no caerá en afrenta ni infamia. ¿Por ventura tambien será admitido á las órdenes sagradas? Porque ¿qué mas tienen estos que los otros que de artes bajas y sucias aspiran á cosas mejores? Esto digo porque á la primera suerte de farsanles está vedado recebir las sagradas órdenes, capítulo Marilum. d. 33; y no solo esto pero en el canon. 18 de los apóstoles, repelen de las sagradas órdenes al que se casare con mujer dedicada á públicos espectáculos, capítulo siquis viduam el. 2.o d. 34, no por la suciedad del arte como declara la glosa, sino porque estaban persuadidos que las tales, todas vendian su cuerpo por dineros. Los mesmos han de ser privados y apartados de los sacramentos, y en especial de la Eucaristía, capítulo pro delectione de consecratione d. 2, en el cual lugar, Cipriano, preguntado de Eucracio, si un farsante que, siendo ya bautizado, enseñaba los muchachos aquel arte, con la cual el hombre, mudado con artificio el sexo, imitaba las acciones de mujer, dado que el tal no salia al teatro debia ser apartado de la comunion de los fieles; responde en la epíst. 61, ni á la majestad divina ni á la disciplina evangélica convenir que la honestidad de la iglesia con tan torpe contagio se manchase; y si aquella iglesia no podia, le enviase á la de Cartago, donde presidia el mesmo capitan. De todo lo cual se saca lo que muchas veces se ha dicho; que el farsante que trata cosas torpes, como infame y sujeto á pecado, debe ser del todo privado de los sacramentos de la Iglesia, si no propusiere de dejar la tal profesion; y si muriendo no diere por lo menos señales de haber mudado propósito, no le deben dar sepultura eclesiástica ni hacelle obsequias á la manera que se hace con los demás pecadores manifiestos y públicos, 13 quaest. 2., c. quibus. Por donde cierto representante, que no ha mucho murió de repente en una representacion invocando, por la fuerza del amor que fingia, á Júpiter, Mercurio y Pluton, y con un puñal desenvainado fingiendo que se queria matar, no le habian de enterrar en sagrado, dado que uno de los compañeros afirmaba que él tenia propósito dentro de pocos dias dejar el oficio y tomar hábito de fraile. La cual burla ó excusa movió á aquellos ciudadanos á no usar de rigor eclesiástico, que fuera justo; y son dignos del castigo que se ha dicho y severidad, como se tocó arriba, no solo los que con palabras claras dicen deshonestidades, sino tambien los que de través y disimuladamente las dan á entender; porque aun antiguamente, en tiempo de los romanos, los farsantes, por torpes que fuesen, se abstenian de palabras sucias, los cuales yo no crco querrá nadie excusar por ser tanto mas perjudiciales; que si lo hiciesen de otra manera, fácilmente

con la torpeza de las palabras ahuyentarian los oyentes del teatro, como sabemos haber acontecido. Y desta suerte juzgo que son las compañías de representantes que andan ordinariamente por España vendiendo su arte por dineros ; pues es cierto que abiertamente ó de callada casi en todas sus representaciones proponen á los oyentes torpeza y deshonestidades, engaños de rufianes, amores de rameras, fuerzas de doncellas y otras cosas que no hay para qué referirlas por su deshonestidad; y por tanto que como afeados con muchas torpezas, juzgo deben ser echados de la Iglesia y apartados de la sanctidad de los sacramentos. Nunca me he hallado en semejantes juegos ni farsas, ni tengo por decente que los sacerdotes y frailes por oir estas fábulas infamen el órden eclesiástico; pero oido he representarse y cantarse tales cosas, que ni yo sin vergüenza las podria escribir, ni los otros oir sin enfado y pesadumbre.

CAPITULO XI.

De la música teatral.

Muchas cosas hay en los teatros que tienen gran fuerza para corromper las costumbres del pueblo; y entre estas principalmente los cantares, tonadas y bailes pueden mucho por entrambas partes, ora sea para mover los hombres ó despertallos, ora para pervertillos al mal; de los cuales, porque se usan mucho en las representaciones, quiero tratar en este lugar y declarar como, no solamente tienen fuerza para deleitar á los oyentes, sino tambien para mover y despertar en muchas maneras los afectos del alma, de los cuales se compone y con los cuales se gobierna todo el curso de la vida humana. Algunos juzgaron que la música solo se enderezaba al deleite de la manera que el sueño y la bebida se ordenan á reparar las fuerzas del alma y del cuerpo; y no hay duda sino que acarrea grande deleite, porque, como estamos compuestos de números, lo cual declaran el pulso de las arterias, los dias en que la criatura se forma en el vientre de su madre, el parto y otras muchas cosas; de aquí viene que con los números grandemente nos prendamos. Ora sean versos las palabras compuestas con números, recrean maravillosamente á la manera que cuando el aire pasa por el angostura de la cornela ó flauta causa deleitable sonido, ansi cuando declaramos lo que sentimos con la ley y número de versos, sentimos gusto y deleite; ora con voces sonoras y canto se declaren varios afectos y movimientos del alma, recibimos increible deleite, con el cual, no solo se alivian los cuidados, sino tambien como el hierro al fuego las costumbres fieras y agrestes se ablandan; lo cual declara Polibio en el lib. iv, diciendo que los de Arcadia, gente que vivia antiguamente en la Morea, como por el gran frio y aspereza del tiempo pasasen grandes trabajos en la labranza de los campos, la dureza y aspereza de las costumbres que provenia de aquellos trabajos la amansaban y hacian tratable con el uso de la música, y por esto no solo á los muchachos sino á los de mayor edad, y muchos hasta

edad de treinta años se ejercitaban en ella diligentcmente, siendo en lo demás hombres de vida austera y de costumbres severas. Dice mas, que los cinetenses que es una parte de Arcadia, por haber seguido diversa manera no usando de cantos y música, hechos mas fieros, habian caido en grandes males y incurrido en grandes desventuras; y esta fuerza de la música declararon los poetas con varias ficciones de fábulas, diciendo que Orfeo con su canto habia amansado las fieras, y que Anfion con su cítara habia traido las piedras de las canteras y rocas, arrancadas sin que ninguno las cortase ó las moviese, para edificar los muros de Tebas. Pero demás del deleite, tiene gran fuerza la música para dispertar los afectos del alma, en tanto grado, que como escriben los antiguos, tañiendo Timoteo cierto género de música, que llamaban orteo, Alejandro, vestido súbitamente de furor, se levantó de la mesa y arrebató las armas en guisa de pelear, y luego despues mudada la sonada, tornando en sí, se sosegó. Lo cual queremos desechar como cuento mentiroso ó por lo menos demasiadamente encarecido, dado que otras muchas cosas semejantes se refieren, y Plutarco al fin del libro de música afirma haberse sosegado no una vez alborotos y remediado enfermedades y peste con la ayuda de la música. De las divinas letras consta y es cosa averiguada que tañiendo David, Saul, que estaba fatigado del demonio y furioso, se sosegaba. Dirás que esto se hizo por divino poder, y no por humanas fuerzas; digo que dado que sea así, bien podemos decir tambien que sosegada la congoja del alma que venia de la melancolía con la fuerza natural de la música, menor poder tenia el demonio para afligir á Saul, como lo sintieron graves autores; que si en tanta manera la música reprime los afectos y los mueve, necesaria cosa es que pueda tambien mucho para hacer las costumbres ó buenas ó malas como fuere la música; porque ¿qué cosa son las virtudes, ó en qué cosa masse ocupan que en enfrenar los movimientos del ánimo? ¿De dónde nascen los vicios, sino de los afectos desordenados, apetito desenfrenado, ira encendida, demasiado temor ó tristeza, lo cual, como los antiguos filósofos tuviesen conocido para ordenar las ciudades y fundallas, juzgaron no ser de poco momento que el legislador tuviesc por uno de sus cuidados determinar y establecer de qué género de música se debia usar en la ciudad y pueblo. Así Platon, de parecer de Damon, afirmó que nunca en la república se muda la música sin que se siga muy grande mudanza del Estado y de las leyes; por tanto que debe haber grande aviso sobre la manera de música de que los ciudadanos han de usar. De Platon tomó lo mismo Ciceron, en el segundo de legibus, aunque con alguna mas moderacion, y Aristóteles, cuando disputando este punto en el lib. vn de las Políticas, desde el cap. 5.°, hasta el fin del libro afirma que de tres géneros de música y armonía de que usaban vulgarmente no debian enseñar á los muchachos ni la frigia ni la lidia, sino la dórica; porque la frigia era velemente, la lidia muy relajada, la dórica mas constante é igual, por donde re

presentaba mejor las costumbres y constancia varonil. Pero mejor será para entender esto dividir la música en cinco géneros, cuyos nombres son tomados de las provincias donde cada una fué inventada, como la divide Casiodoro, lib. 1, epist. 40, y en un particular tratado que de la música compuso. Los géneros son estos: el dórico, el frigio, el colio, el yastro, oasio ó jónico, y últimamente el lidio. Los cuales géneros y tonadas sean desta manera; que el segundo sube un semitono sobre el primero, y el tercero sobre el segundo, y los demás por el mismo órden; demás desto, á cada uno destos tonos se le añaden otros dos, como aldórico el fripodórilo y el hiperdórico, y á los demás por la mesma manera; de suerte que resultan quince géneros de armonía que sean de la misma manera que está dicho, alzando el siguiente sobre el precedente un semitono solamente cuya razon se puede ver en Casiodoro, libro de las Disciplinas Matemáticas. El dórico era á propósito para la castidad y para la guerra por tener la tonada igual y constante y de una manera; el frigio despertaba contiendas y movia á furor, y porque usaban dél en las fiestas de los dioses, principalmente en las de Baco, se llamaba religioso; el colio procedia con llaneza, sin variedad, y por esto amansaba el ánimo y era á propósito para hacer dormir; el yastro era vario y entendian que adelgazaba el ingenio y le despertaba á la contemplacion de las cosas del cielo; el lidio despedia los cuidados con la sonada dulce y relajada, y con el demasiado deleite llamábase quejoso, porque, segun yo pienro, usaban dél los enamorados en sus quejas, por la cual causa era tenido por el mas infame género de todos los que en la música habia. Todo esto está tomado de Casiodoro en los lugares citados y de Apuleyo en el lib. 1 De los floridos; pero aquella fuerza de conmover los afectos del ánimo y de sosegarlos, la cual los antiguos atribuian á diversos tonos y armonías que se usaban en aquel tiempo, no lo experimentamos de todo punto en nuestra música; y aun no está averiguado de qué suerte aquella música y á qué tonos respondia de los que en nuestra edad se usan. Yo entendia eran varios géneros de versos, principalmente líricos, los cuales, cantados á la vihuela con sus números y con la tonada de la voz y de la vihuela, que se respondian perfectamente, demás desto con el peso de las sentencias y agudeza despertaban en los ánimos movimientos vehementes. La cual fuerza en este tiempo en gran parte ha caido y ninguna cosa pone en menos cuidado á los que gobiernan y á los príncipes que proveer de qué suerte de música, ansí el pueblo como los mancebos, usen comunmente; por donde no nos debemos de maravillar que tanta corrupcion de costumbres haya prevalecido en estos miserables tiempos, de manera que todos los vicios como hecho un escuadron hayan acometido las ciudades y lugares sin alguna diferencia de sexo, de edad ó calidad de personas, y que se hayan dado á liviandad y torpeza, afeminando comunmente las tonadas y canciones, principalmente con la libertad de los farsautes, corrompiendo y haciendo laciva á toda la música; y

porque se mezclan palabras torpes, compuestas artificiosamente, los cantarcillos torpes, tomados de las plazas, bodegones y casas públicas, con tonadas que sirven al tal propósito, se reducen á la memoria con gravísimo perjuicio de las costumbres, y tanto mayor mal, que de los teatros pasan á las plazas y á las casas particulares, fijados en la memoria con la torpeza como con engrudo. Detestable torpeza, pero tales son las costumbres. Y como el pueblo cristiano ninguna cosa era razon que escogiese sino honesta y sancta, las alabanzas de Dios y hazañas de los sanctos y varones excelentes, como testifica san Jerónimo que en su tiempo se hacia en Palestina, que los oficiales y labradores, cantando las alabanzas de Dios, aliviaban la dureza de los trabajos; al contrario vemos que se hace, y de noche por las calles, de dia en las casas, ninguna otra cosa se oye sino alabanzas de Vénus, quiero decir, cantares de amores, con grande afrenta del pueblo cristiano y de los que gobiernan, que no tienen desto cuidado alguno, en gran perjuicio de la república. Y lo que es peor, que no podemos negar haber entrado en los templos no pocas veces cantándose estas torpes sonadas tomadas de cantarcillos vulgares, en lo cual faltan el sentido y las palabras, y no se puede declarar con la lengua la grandeza desta maldad, así de los que lo hacen con deseo de agradar al pueblo como principalmente de aquellos que dejan pasar sin castigo tan grande impiedad y afrenta, pretendiendo ser tenidos por benignos y palaciegos y populares á costa de la afrenta que se hace al culto divino y á la religion cristiana, Quiero acabar tornando á referir que la música del teatro y de los farsantes es una peste gravísima que va corrompiendo por las ciudades y por los lugares las costumbres de los particulares, y poco á poco dándoles á beber la maldad, y que los príncipes que se descuidan en esto, que debian tener por muy encomendado, darán cuenta á Dios, y serán vivos y muertos castigados gravísimamente por haber gobernado mal la república, principalmente que á las sonadas blandas y afeininadas, que por si mesmas despiertan á torpeza, sabemos se añaden meneos y palabras deshonestísimas, las cuales con sus números y metros aun hacen mucho mayores cosquillas, cosa que por ser tan pública no la pueden ignorar los dichos príncipes, eclesiásticos y seglares á cuyo cargo está proveer en todo esto. Pero mejor será declarar mas y particularizar esta torpeza y abuso en el siguiente capítulo.

CAPITULO XII.

Del baile y cantar llamado zarabanda.

Entre los grandes y muchos bienes que la paz continuada por muchos años y conservada con la providencia y poder de los príncipes acarrea á las provincias y reinos, tal cual muchos años ha la gozamos por beneficio del cielo y valor y prudencia de nuestros reyes en Castilla (abundancia de bienes conforme á lo que dijo el Psalinista, apuso tres fines paz y hartóte con la

an

hartura del trigo)» la hermosura y arreo de las ciudades y los campos, lo cual todo destruye la guerra y asuela, guarda de las leyes, de la justicia y religion, entre estos bienes nascen y se mezclan algunos males, como la neguilla y malas yerbas en los sembrados abundosos y frescos: el ocio, fuente de todos los males, la soberbia y injurias, la hartura y la lujuria por donde se viene á hacer sementera para nuevas guerras y revueltas, dando las cosas al derredor y círculo conforme al movimiento con que los cielos se menean. Desta paz y abundancia de que goza años ha esta provincia, y del ocio en que vive gran parte del pueblo y de la gente principal han nacido en España juegos, disoluciones, trajes, comidas y banquetes muy fuera de lo que antiguamente se acostumbraba y muy fuera de aquello á que Ja naturaleza de nuestra nacion inclina. Pero los vicios, donde quiera se reciben fácilmente y con dificultad se despiden. Entre los demás desórdenes que de la ociosidad han nacido ha sido la muchedumbre de comedias y farsantes que de veinte años á esta parte entre nosotros, en público y en secreto, se han usado, sacando cada dia nuevas invenciones y sainetes con que entretener y engañar al pueblo. Pero de las comedias en general harto se ha dicho hasta aquí, y adelante se dirá mucho mas; por ahora solo quiero decir que entre las otras invenciones ha salido estos años un baile y cantar tan lacivo en las palabras, tan feo en los meneos, que basta para pegar fuego aun á las personas muy honestas. Llámanle comunmente zarabanda, y dado que se dan diferentes causas y derivaciones de tal nombre, ninguna se tiene por averiguada y cierta; lo que se sabe es que se ha inventado en España, que la tengo yo por una de las graves afrentas que se podian hacer á nuestra nacion, tenida por deshonesta y inclinada á deshonestidad, tanto, que estando en Paris oí decir una persona grave, docta y prudente que tenia por averiguado hacian mas estrago en esta parte en aquella ciudad los criados de un caballero español que allí estaba que todos los demás hombres naturales que allí vivian. Yo entiendo que fué grande encarecimiento este, pero esta es la verdad pues ¿qué dirán cuando scpan como van cundiendo los males y creciendo la faina que en España, donde está el imperio, el albergo de la religion y de la justicia, se representan, no solo en secreto, sino en público, con extrema deshonestidad, con mencos y palabras á propósito los actos mas torpes y sucios que pasan y hacen en los burdeles, representando abrazos y besos y todo lo demás con boca y brazos, lomos y con todo el cuerpo, que solo el referirlo causa vergüenza? Que si hacer juegos deshonestos y lacivos es pecado, y muy grave, por el peligro á que se ponen los que los hacen y los que los miran, que es conclusion de teólogos y canonistas, y en particular de Silvestro, Ludus, párrafo 2.o, y de Navarro, cap. 16 de Manual, núm. 14, ¿qué será con meneos tan lacivos poner toda la deshonestidad delante los ojos? ¿Habrá por ventura hombre tan de hierro que con semejantes torpezas y en tan encendida fragua no se ablande y se M-11.

mueva? Yo creo, por cierto, que los ermitaños sacados de los yermos y enflaquecidos con las penitencias no estarian seguros; pues ¿cómo lo estarán los hombres carnales y viciosos? Y ¿qué dirán Dios y todo el mundo cuando sepan que en España, en la cual nos gloriamos, y con mucha razon, que la religion se ha conservado en su puridad y entereza, estas deshonestidades han entrado en los templos consagrados á Dios, y los han mezclado en el culto divino? ¿ Puédese con palabras encarecer tan grande maldad y desórden, principalmente que ni jueces seglares ni eclesiásticos lo castigan, como seria razon, por ventura favoresciendo unos aquello en que se deleitan, excusándose otros con el favor que dicen tiene esta gente y oficio en los mas altos tribunales del reino? Sabemos por cierto haberse danzado este baile en una de las mas ilustres ciudades de España, en la misma procesion y fiesta del santísimo Sacramento del cuerpo de Cristo, nuestro Señor, dando á su Majestad humo á narices con lo que piensan honralle. Poco es esto: despues sabemos que en la mesma ciudad, en diversos monesterios de monjas y en la mesma festividad se hizo, no solo este son y baile, sino los mencos tan torpes, que fué menester se cubriesen los ojos las personas honestas que allí estaban; ¿qué esto es razon que se sufra y disimule y que las casas de Dios У los monesterios se hagan oficinas de deshonestidad, y esto con título de que se honra á Dios en ello y se aumenta el culto divino? ¿Qué resta sino que saquemos en nuestras fiestas entre las cruces y pendones pintada la deshonestidad, como se hacia antiguamente en las fiestas de Priapo y como se dirá adelante, que sin duda moviera menos á deshonestidad que los meneos sucios que se hacen entre nosotros; ó que celebremos las fiestas de Vénus y de Adonide, su enamorado, las cuales, con extrema deshonestidad y desorden de los gentiles las habian tomado y las celebraban las mujeres hebreas, como lo nota la Escriptura en Ezequiel, capítulo 8.o, y lo declara mas largamente san Jerónimo sobre ella? Y no dejaré de decir lo que me avisó un amigo mio, que este baile se hacia antiguamente cu tiempo de romanos, y que tambien habia salido de España, tierra fértil en semejantes desórdenes, por donde las mujeres que hacian este baile de deshonestidad las llamaban en Roma gaditanas, de Cádiz, ciudad de España, donde se debió de inventar en aquel tieinpo, como lo dice Juvenal en la sátira undécima, convidando á Persica, amigo suyo, á un convite templado y modesto, por estas palabras que quiero ponerlas en latin por no sufrir su deshonestidad que se trasladen en

romance:

Forsilan expectes ul gaditana canoro Incipiat prurire choro, plausoque probata Ad terram tremulo descendat eluina puella Irritamentum veneris languentis, et acres Divilis vilicae.

Y lo demás que declara no menos la deshonestidad del baile. Lo mesmo dice Marcial en el lib. v, en la epí❤ 28

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