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en Aragon se presenta sobre el trono la arrogante figura de D. Jaime el Conquistador, digna de ponerse al lado del santo Rey de Castilla. Las iglesias, los establecimientos literarios y la legislacion deben al uno y al otro inapreciables tesoros, y á sus espadas las conquistas de Córdoba, Sevilla y Jaen, de Valencia, Mallorca y Murcia.

De esta manera aquel período, que principia con las conquistas de Toledo y Huesca, acaba con las de Sevilla y Valencia. La historia de las dos grandes razas de España se refunde desde esta época en Aragon y Castilla, y su desarrollo y principales eventos marchan con cierta especie de uniformidad y noble emulacion.

El interés que la Religion tenia en que España sacudiera el yugo musulman nos obliga á fijar las épocas por los pasos de la reconquista. La historia eclesiástica general puede fijar ciertos hechos meramente religiosos para marcar las épocas, pero la particular de una Iglesia no puede menos de participar algo del colorido politico y civil del país, y de calcular su cronología y sus épocas por los Reyes. Mas ¿quién no se complacerá en ver figurar como términos de una época eclesiástica un rey tan santo como Fernando III, y otro tan poético y valeroso como Jaime I de Aragon? La Iglesia de España debe á su respectivo valor las dos grandes iglesias metropolitanas de Sevilla y Valencia y la libertad de sus provincias eclesiásticas.

Aun así esta época, en que entramos, tiene un colorido particular, que ni en lo religioso, ni literario, jurídico ni político, permite confundirla con la que precede, ni la que le sigue. La disciplina eclesiástica y la legislacion tienen durante ella su período de transicion. Aun no ha desaparecido del todo la influencia de la disciplina goda, y los Concilios nacionales y provinciales continúan reuniéndose y dando nomocanones; pero ya los presiden los Legados de la Santa Sede, y las continuas epístolas pontificias van modificando paulatinamente la antigua disciplina; al par que los Reyes con sus fueros, privilegios y cartas pueblas van reformando parcialmente la legislacion visigoda, y atemperándola á las necesidades presentes.

Mas al fin de esta época el derecho de decretales, refundido por un Santo español, triunfa definitivamente en las iglesias y en las aulas, y el hijo de san Fernando inocula su espíritu en las leyes de Partida, como D. Jaime el Conquistador en los fueros de Aragon.

La influencia, pues, de la Santa Sede en toda Europa, que

describe Alzog durante esta época (1073-1303) como apogeo del poder pontificio, lo es igualmente en España, que ya desde fines del siglo XII marcha en completa intimidad con la Santa Sede.

En la pág. 3. del tomo III de Alzog se puso 1073 á 1103, pero es yerro de imprenta que fácilmente se conoce.

2 Las palabras apogeo y declinacion, que usa Alzog, se deben tomar en buen sentido, y en el mismo las aceptamos: por lo demás, como verémos mas adelante, el poder está hoy en dia aun mas centralizado en manos de la Santa Sede que lo estuvo en la edad media, y la palabra declinacion se debe tomar en un sentido benigno y respecto á lo exterior, salvedad sin la cual no seria aceptable ; así como la palabra intimidad, que usamos con respecto á las relaciones con la Santa Sede, no significa que en algun tiempo la Iglesia de España haya dejado de estar unida y dependiente de la Santa Sede y en su comunion, sino la mayor 6 menor adhesion 6 tibieza en sus relaciones meramente gubernativas y disciplinales.

CAPÍTULO I.

ADELANTOS DE LA RESTAURACION RELIGIOSA Y POLÍTICA DE ESPAÑA

EN EL SIGLO XII.

S CLXXXVIII.

Los Cruzados en España.

El movimiento religioso, que desde mediados del siglo XI agitaba los ánimos en Europa, habia sido fecundo para España. Antes de pensar en la conquista de la Tierra Santa, algunos príncipes extranjeros se decidieron á combatir á los, sarracenos en nuestro país. Como mas atrasados en cultura que los españoles, trataron de principiar su empresa degollando á los judíos que encontraron al paso : opusiéronse los Obispos españoles à tan bárbaro atentado, y el papa Alejandro II aprobó la conducta de estos (1066). Mezclábase á vueltas de las apariencias de celo, no poco de codicia, y el Papa mismo lo echó así en cara á los autores de aquel atentado 1.

Señalóse entre los extranjeros que vinieron á Castilla el conde don Ramon de Borgoña, á quien D. Alfonso VI dió en matrimonio á su hija doña Urraca, y en dote varias ciudades de Castilla la Vieja, y entre ellas Salamanca, que le debe su poblacion y fuero, juntamente con su antigua catedral. Igualmente dió á D. Enrique de Borgoña

1 << Placuit nobis sermo quem nupèr de vobis audivimus, quomodo tutati es«tis Judaeos, qui inter vos habitant, ne interimerentur ab illis, qui contra Sa«racenos in Hispaniam proficiscebantur. Illi quippè stulta ignorantia, vel fortè «caeca cupiditate, commoti, etc. » Que eran extranjeros y no españoles lo manifiestan las palabras del Papa, ab illis qui contra Saracenos in Hispaniam proficiscebantur. (Véase Villanuño, tomo I, pág. 433).

2 A él y á su piadosa consorte doña Urraca se debe tambien la creacion de la Real capilla de San Marcos de Salamanca, una de las mas antiguas de España, y gran ornamento de dicha ciudad. Los Duques de Borgoña tenian capilla real muy favorecida de los Pontífices con privilegios y exenciones (lib. V Decretal., de privilegiis et excess. privileg., cap. x), cuyos capellanes eran á la vez párrocos de algunas iglesias. D. Ramon de Borgoña planteó del mismo modo una TOMO II.

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su hija Teresa, habida en su amiga doñá Jimena de Guzman, concediéndole en dote varios Estados á las inmediaciones de Oporto, titulándole Conde de Portugal. Mas esta concesion vino con el tiempo á ser fatal para Castilla.

Por la parte de Aragon asistieron á principios del siglo XII el conde Rotron y algunos otros franceses de la parte meridional, á quienes se dieron pingües heredamientos en Pamplona, Estella, Zaragoza y otros puntos.

Las reconquistas de Toledo y Huesca habian alentado á los Condes de Barcelona á procurar la de Tarragona, antemural avanzado de los sarracenos. Para esta empresa se necesitaba el auxilio de la Religion. El obispo de Vich, Berenguer de Rosanes, llevaba ya por concesion apostólica el título de Metropolitano tarraconense, y los catalanes principiaban á impacientarse por su dependencia de Narbona. Ocupaba el trono condal Berenguer Ramon en calidad de tutor de su sobrino, á quien habia reducido á la orfandad. Entre tanto que el Conde hacia los aprestos para la reconquista, el Obispo se dirigió á Roma para impetrar de Urbano II los auxilios de la Cruzada que preparaba aquel gran Pontífice para el Oriente. Conociendo este la importancia de aquel gran hecho de armas dentro de España, concedió el jubileo plenísimo á los que acudieran á la reconquista de Tarragona, y conmutó en este el voto de ir á Tierra Santa á los catalanes que se habian cruzado con objeto de conseguir las gracias de la Cruzada; llamando á esta empresa á los barones y señores, Capilla Real en Salamanca, dándole su corral, ó jurisdiccion civil, en el territorio que le demarcó D. Alfonso. Continuó así la capilla hasta que D. Alfonso IX de Leon la dió en 1202 á los beneficiados propietarios de las parroquias, que hasta el dia componen dicha Capilla Real. La primitiva capilla de San Marcos es elíptica y sostenida sobre dos solas columnas, de arquitectura bizantina, muy extraña por su construccion.

1 En el apéndice último del tomo X de la España sagrada insertó el P. Florez un trozo de la Historia de Orderico Vital, monje uticense, en que refiere las hazañas de los Condes franceses en Aragon, rebajando las de D. Alfonso el Batallador. El trozo está lleno de inexactitudes, por no decir fábulas. Nombres, pueblos, cronología, todo está trastornado; lo cual indica la poca fe que se merece. No es fingido, pero el bueno del monje copió sin duda cuantas noticiotas llegaron á sus oidos ó le contó algun soldado fanfarron.

2 Se acusa de fratricidio al conde Berenguer Ramon, y la historia atribuye á remordimiento muchos de los actos que ejecutó durante la tutela de su sobrino.

tanto eclesiásticos como seglares de Cataluña. Deseoso el Conde á su vez de mostrar su agradecimiento, hizo donacion de la conquista al apóstol san Pedro (1090-1091), ofreciéndose á tenerla en su nombre y pagar ciento veinte y cinco libras de oro cada cinco años 1.

Sitiada Tarragona y lanzados los musulmanes hasta Tortosa, otros cuidados distrajeron al Conde de la conquista. Vagaba por Aragon y Valencia el Cid, cuyas proezas decantadas por los romanceros no siempre son bien miradas por los escritores religiosos. Sus indecentes alianzas con los Emires de Zaragoza y otros musulmanes fueron harto gravosas para los cristianos de Aragon y Cataluña, y por muchos milagros que se inventaran en Cardeña para ensalzar su recuerdo, la historia eclesiástica no puede considerar sus actos como propios, no solo de un Santo, pero ni de buen cristiano.

La empresa de conquistar á Tarragona no estaba reservada al fratricida: acosado del Cid, vengador del delito, y acusado tambien de traicion y fratricidio, fue desafiado para ante Alfonso VI de Castilla. A fin de reparar su honor y borrar su pecado, marchó á la conquista de Tierra Santa, y murió peleando valerosamente. En pos de él marcharon otros nobles catalanes, entre los que merece citarse Gerardo, conde de Rosellon, uno de los primeros que entraron en la Ciudad Santa 3.

Véase Villanuño, tomo I, pág. 440.

El P. Risco, en un arrebato lírico, publicó con mas entusiasmo que criterio la crónica del Cid Campeador con el título romancesco: La Castilla y el mas famoso castellano (Madrid, 1792), y aun tuvo la ocurrencia de enmendar la historia y la cronología por aquella descabellada narracion. Masdeu le impugnó con atroz violencia, convirtiendo la crónica en sátira, y negando segun su costumbre lo verdadero y lo falso, y hasta la existencia del Cid y del poema que la Academia de la Historia acaba de adquirir. Con mas cordura y acierto hizo su invectiva el Capuchino de Huesca (tomo V del Teatro histórico de las iglesias de Aragon, pág. 237), manifestando cuán descabellado andaba en las cosas de aquel país. Finalmente el malogrado Piferrer (Recuerdos y bellezas de España, tomo II de Cataluña, pág. 113 y sig.) trató tambien al Cid con justa acrimonia por los males que causó á los Condes de Barcelona.

Por ese motivo no vacilo en creer que el poema, crónicas y romances del Cid, apreciabilísimos en literatura, son de muy escasa importancia como monumentos históricos.

3 Véase en el tomo V de las Memorias de la Real Academia de la Historia la disertacion de D. Martin Fernandez Navarrete, sobre las Cruzadas y la parte que los españoles tuvieron en ellas. Hé aquí cómo describe el citado Piferrer,

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