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meros de Asturias inmediatos á la reconquista, reyes perezosos 1, negligentes, descuidados y flojos, por no verse atacados de los moros les ofrecieron pagarles anualmente cien doncellas, las cincuenta nobles, y otras cincuenta plebeyas. No se dice qué reyes fueron estos desalmados que consintieran tan infame tributo; pero los defensores de la fábula han designado por tales á D. Aurelio y Mauregato, pintándolos como unos mónstruos de maldad, y exagerando sus vicios y usurpacion. Para probar la verdad de este hecho acudieron tambien à unas procesiones, que se celebraban en Leon y Carrion en memoria de este suceso, yendo las doncellas á dar gracias á la Vírgen (no á Santiago) por verse libres de aquel tributo; mas ni hay documento cierto que autorice esta significacion, y lo que se supone inmemorial será probablemente posterior á la invencion de tan absurdo cuento. Igualmente se apoyan en un antiguo relieve, aunque de época incierta, que representa á Santiago á caballo, con varias mujeres que se encomiendan en sus oraciones.

Mas ¿dónde estaba entonces la fe de los hijos de Pelayo, dónde la religion de los asturianos, dónde el celo del Clero y de los Monjes, dónde la santidad de aquellos obispos fugitivos, si no perdieron mil veces la vida antes que consentir tan impía transaccion? ¿Y en obsequio de aquellos asturianos, castellanos y gallegos obraba prodigios el cielo? ¡Qué vergüenza! ¿Y es posible que en esas provincias haya habido hombres que por interés se hayan apresurado á enlodazar su historia defendiendo á todo trance tan absurdo cuento 3?

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1 << Fuerunt in antiquis temporibus circa destructionem Hispaniae à Sara«cenis factam, Rege Roderico dominante, quidam nostri successores pigri, negligentes, desides, et inertes christianorum Principes, quorum utique vita «nulli fidelium extat imitanda; hi quod relatione non est dignum, ne Sarace«norum infestationibus inquietarentur, constituerunt eis nefandos redditus de «se annuatim persolvendos, centum videlicet puellas excellentissimae pulchri – «tudinis, quinquaginta de nobilioribus Hispaniae (los reyes de Asturias no se « llamaban á sí mismos reyes de España), quinquaginta verò de plebe.»-Con razon sospecha Masdeu que el autor del cuento fue francés: si hubiera sido italiano hubiera hecho pagar dinero, mas el francés hizo pagar en mujeres.

2 ¿A quién se le hará creer que en el reducidísimo reino de Mauregato se pudieran encontrar con tanta facilidad todos los años cincuenta doncellas nobles y lindas al par? Aun pagado un año era monstruoso é inverosímil, pero continuando por muchos años excede los límites de la fábula.

3 Uno de los apologistas del Voto de Santiago tuvo la avilantez de asegurar

$ CXXX.

D. Alfonso II el Casto. - Cruz angelica.

Los reyes que mediaron entre los Alfonsos I y II no se mostraron dignos de la alta empresa á que estaban destinados. D. Fruela el fratricida hizo sentir el peso de sus armas á los gallegos y vascongados que se rebelaban contra su dura dominacion, y él mismo á su vez fue asesinado. Aurelio y Silon haciendo paces con los infieles volvieron las armas contra los Cristianos, pues aquella turba indisciplinada que acaudillaban, ávida de guerras y matanzas, cuando no se empleaba contra los moros se volvia contra los jefes. El intruso Mauregato y el piadoso diácono Bermudo nada hicieron digno de memoria en época en que habia mucho por hacer. Escrupulizando D. Bermudo ocupar un trono en que se necesitaba ser guerrero, y no queriendo sin duda empuñar las armas, cosa ajena á su carácter sacerdotal, abdicó en D. Alfonso, hijo de Fruela, á quien las intrigas de Mauregato habian obligado á retirarse á Vizcaya.

Tiempo era ya de que se pusiera al frente de los cántabros un caudillo que pudiera salvar aquel pequeño Estado de los riesgos que le amenazaban. Los hijos de Abderrahman se preparaban á luchar; Carlo Magno anhelaba la sujecion de los territorios cristianos de España, y dentro de estos surgian pasiones bastardas. El brazo de Alfonso II era bastante vigoroso para dominarlas, mas aun alguna vez hubo de ser víctima de aquellas ambiciones. Feliz en la guerra, no lo fue menos en todas aquellas cosas que constituyen un buen príncipe, y sobre todo en la pureza é integridad de vida, que le valió el sobrenombre de Casto 1. La ciudad de Oviedo, su corte, le debió su engrandecimiento: la catedral, su antigua y venerable fábrica, y que valia mas se perdieran cien doncellas que no todas las del país. Masdeu le rebatió aquella doctrina como inmoral y herética. (Véase sobre esto el tomo XVI de Masdeu, suplemento I, art. 1.o; y tomo XVIII, suplemento XXIII, pág. 440 y sig. —Véase el § CXXXII de este capítulo).

1

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«Sicque per quinquaginta et duos annos, sobriè, immaculatè, piè ac glo«riosè regni gubernacula gerens, amabilis Deo et hominibus gloriosum spiri«tum emisit ad coelum.» (Salmat., n. 22).

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«Nam et regalia palatia, balnea, triclinia, vel domata atque praetoria cons<«<truxit decora, et omnia regni utensilia fecit pulcherrima. » (Salmat., n. 21).

la ereccion en silla episcopal. Aun cuando se rebaje mucho de las fábulas con que el obispo D. Pelayo y otros trataron de ensalzarle fuera de verdad, todavía quedará lo suficiente para aplaudir la grandeza á que en época tan calamitosa ensalzó su iglesia aquel Rey magnánimo. Los cronistas de la edad media describen minuciosamente las iglesias que construyó y los altares y reliquias con que hubo de ennoblecerlas, deteniéndose con pia complacencia en esta minuciosa relacion. Su memoria fue tan apreciada de los hombres piadosos, que hicieron intervenir manos de Ángeles en la construccion de la hermosa cruz de oro, que regaló á San Salvador de Oviedo, y que por esta razon se llama la Cruz angélica 2.

$ CXXXI.

Hallazgo del cuerpo de Santiago.

El cuerpo de Santiago, traido por sus discipulos á España, fue enterrado en un lugar llamado entonces Liberum donum (Libredon), á distancia de ocho millas del Padron, y tierra adentro, no léjos del sitio donde la tradicion enseña todavía (en el Padron) los parajes que se dice haber santificado el Apóstol con su presencia, durante su vida. Muertos los dos discípulos que habian quedado en custodia del sagrado depósito, perdióse enteramente la memoria del sitio donde fuera sepultado: las persecuciones de los romanos, las invasiones de los suevos y mahometanos, habian hecho perder de todo punto hasta el último vestigio exterior de su existencia, creciendo un bosque sobre la sagrada tumba. A poca distancia de ella se erigió durante la dominacion de los suevos la silla de Iria Flavia, trasladada de Celenis, segun la opinion mas probable. Como los mahometanos apenas lle

1 Véanse en Sebastian de Salamanca que ocupa en su descripcion todo el D. 21.

2

Deseando el Rey Castó regalar una hermosa cruz á su iglesia de San Salvador, se le presentaron dos Angeles en figura de artífices extranjeros, los cuales fabricaron la cruz en el rato que el Rey tardó en comer; por lo que se llamó la Cruz angélica. Cuéntalo el Monje de Silos (Cronic. Silense, п. 29) muy minuciosamente; mas como este escribió doscientos años despues, y los contemporáneos pada dicen, ni la cruz misma lo expresa, algunos críticos piadosos, sin negar la posibilidad del suceso, dudan del milagro.

3 Florez: España sagrada, tomo XIX, pág. 52.

garon á pisar aquel territorio, continuó la série de los Obispos irienses sin interrupcion alguna.

Corria ya el siglo IX y reinaba en aquellos países D. Alfonso el Casto, cuando se presentaron algunas personas respetables' al obispo de Iria, llamado Theodomiro, refiriéndole que en el bosque inmediato habian visto luces sobrenaturales y apariciones angélicas. Pasando allá el Prelado, fue testigo del prodigio, y reconociendo el bosquecillo con detencion, halló entre la maleza una pequeña fábrica, dentro de la cual habia una tumba de mármol, bajo una bóveda de piedra. Noticioso el Rey Casto de tan preciosó hallazgo por la narracion que le hizo el Obispo, se dirigió presuroso al sitio donde yacia el sagrado tesoro, y mandó construir allí una iglesia, con residencia para el Obispo, dando al mismo tiempo tres millas al rededor del sepulcro. El año del descubrimiento no se sabe de cierto, pero se fija mas comunmente en 829 3. La fábrica de la iglesia duró así hasta fines de aquel siglo, en que la compró el rey D. Alfonso III

1 Dicese que este fue un anacoreta llamado Pelayo, que lo supo por revelacion angélica, y que varios fieles de Lovio vieron unas luces milagrosas en aquel campo, de donde le vino el nombre de Compostela. La derivacion que da Florez á esta palabra, siguiendo á Harduin, es inexacta, pues nunca se ha llamado en España á Santiago Giacomo Postolo, palabras italianas no españolas, de donde saca la contraccion de Compostela. (Véase Florez, tomo XIX, pág. 64 y sig., segunda edicion).

2 Si es auténtico el instrumento de la donacion, que cita Florez, tomo XIX, pág. 329 de la segunda edicion, que por su lenguaje y fórmulas parece algo sospechoso.

3

Véase Florez, tomo XIX, pág. 64 y 329. Los escritores de la Historia Compostelana se contentaron con decir que fue en tiempo de Carlo Magno, y el Cronicon Iriense en tiempo de Carlo Magno y de D. Alfonso el Casto, anteponiendo su autor, como buen francés, el monarca extranjero al español.

A continuacion del párrafo citado de la iglesia compostelana viene la inde-. cente fábula de la precipitacion del Rey en mandar que echasen un toro bravo contra el obispo Adhaulfo, acusado falsamente de pecado nefando, y del milagro con que se libertó del toro quedándose con los cueruos en sus manos. Florez (tomo XIX, pág. 80, segunda edicion) manifestó ya los desatinos y anacronismos de aquella falsa tradicion, que el P. Mariana (lib. VII, cap. XIV) creyó de buena fe. Este pasaje, y otros muchos como este, nos muestran el cuidado con que debe procederse para examinar y admitir los sucesos de aquellos siglos, que en él se compilaron, no siempre con buena fe. (Véase el § CLXXXIV sobre los falsarios).

el Grande, agradecido á los favores que le dispensara el santo Apóstol en la toma de Coimbra, habiendo durado la fábrica tres años y concluido en 899. La celebridad del nuevo templo, la residencia del Prelado y la afluencia de peregrinos á visitar el sepulcro del santo Apóstol, hicieron que la sede antigua perdiera su nombre é importancia, adquiriéndola muy grande desde entonces la célebre iglesia compostelana, una de las mas célebres é insignes del orbe católico.

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Desde el descubrimiento del cuerpo del santo Apóstol creció la devocion que siempre le habian profesado los españoles, y como es natural acudir en los trances peligrosos á los objetos en que confia la devocion, los cántabros le invocaban en sus continuas lides con los sarracenos. Su proteccion fue visible no pocas veces, demostrando en algunos casos especiales la continua é invisible proteccion que dispensaba al país que con tanta devocion veneraba sus santas reliquias. El agradecimiento era consiguiente, y mas en un pueblo tan generoso y católico como España: desde la construccion primera del templo se habia erigido un altar en que se recogieran los votos de los fieles á Santiago, y aquel altar se vió en breve cubierto de preciosos dones. Posteriormente estos se convirtieron en una prestacion obligatoria y voto nacional, cuya antigüedad se hizo datar desde el tiempo de Ramiro I y la célebre batalla de Clavijo.

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Á la muerte del rey D. Alfonso el Casto, le sucedió en el trono Ramiro I. Deseoso este de abolir el infame tributo de las cien doncellas, que por lo visto debia estar en vigor, á pesar del medio siglo que duró el reinado de D. Alfonso y su castidad, se aconsejó de los

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Véase la toma de Coimbra por D. Fernando I y la aparicion de Santiago al Peregrino, que refiere el Monje de Silos, n. 89. (España sagrada, tomo XVII, pág. 312 de la segunda edicion).

2 La palabra voto equivalia á ofrenda. El obispo Sisenando (914) ofrece á la iglesia de San Sebastian, qué habia fundado bajo el patrocinio de Santiago, los votos de varias parroquias. (Masdeu en un documento que inserta en el tomo XVIII, pág. 384).

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