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ellos al frente de un ejército numeroso. Los adelantos hechos penosamente por los Cristianos fueron en breve disipados, retirándose á Jaca y Ainsa, que á duras penas pudieron conservar. Por espacio de muchos años los Cristianos de los Pirineos no lograron repararse de aquel terrible descalabro: ni la historia ni la fábula presentan nombres con que llenar un hueco cási de medio siglo, hasta la eleccion de Iñigo Arista.

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Mas no por eso faltan hechos de actividad é independencia. « Un « hombre de origen pagano (al decir de las crónicas árabes llama« do Omar-Aben-Hafsun) y despues conocido por Aben-Hafsun, <«< cansado de trabajar, se hizo salteador, y perseguido por los árabes <«< vino á mediados del siglo IX (864) hácia las montañas de Afranc «y se fortificó en Rotalyehud, lugar inaccesible por estar sobre pe<«ñascos y cercado de un rio. Los Cristianos de los montes de Afranc «viendo la fortuna de las cabalgadas de este bandido buscaron su « amistad, y unidos por la desobediencia y rebelion se unieron los «de Ainsa, Ben-Avare, Ben-Asque 2, y corrieron impetuosos como <«<los rios que bajan de aquellos montes hasta Barbastar, Wesca y «Afraga, levantando los pueblos contra su señor, y ofreciéndoles

sonajes distintos. Conde (tomo I, parte 1.a, cap. XLVIII) describe muy bien las causas de la rebelion de Muza. Sebastian de Salamanca dice de él (n. 25): « Mu<«<za quidem nomine Gothus, sed ritu Mahamentiano, cum omni gentis suae « multitudine deceptus, quos Chaldaei vocant Benikazzi contra Cordubensem re"gem rebellavit, eique multas civitates partim gladio, partim fraude invasit : priùs quidem Caesaraugustam, deinde Tutelam et Oscam, postremò vero To«<letum, ubi filium suum nomine Lupum posuit Praefectum. Postea in Fran«cos et Gallos arma convertit... Unde ob tantae victoriae causam tantùm in su

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perbia intumuit ut se à suis tertium Regem in Hispania appellari praeceperit. >> Conde vuelve á tratar en el cap. LIII del wali de Zaragoza, Muza, que se negó á recibir al enviado del Emir de Córdoba, por quien fue sitiado en Zaragoza, donde murió no sin sospecha de haber sido ahogado.

1 Conde, tomo I, parte 1.a, cap. L, pág. 293.

2 Se ve que aquellos montañeses procedian con absoluta independencia de todo poder extraño en sus guerras y alianzas. Los cronistas asturianos nada dicen de Hafsun, ni de estos hechos que refieren los árabes, pues generalmente ó no hablan de Aragon ó lo hacen con inexactitud, lo cual es una prueba mas de la completa independencia que tenian de los reyes de Asturias: además, eù ninguna parte hablan de condes feudatarios de Asturias, cosa soñada por Masdeu y sus crédulos secuaces.

«seguridad y amparo contra los walies de aquella frontera, y al << mismo tiempo talaban los campos, y quemaban los pueblos que se «resistian á tomar su voz y seguir su bando. Ocuparon varias forta«lezas de aquella tierra hasta la comarca de Lérida... El alcaide de « Lérida, llamado Abdelmelik, siguió el partido de Hafsun y le dió « entrada en la ciudad; y lo mismo hicieron otros alcaides de forta<«<lezas menos considerables. Llegó la osadía de los rebeldes á correr «toda la tierra, hasta riberas del Ebro 1.»

Acosado Aben-Hafsun, ofreció volver sus armas contra los de Afranc (ó Sobrarbe); pero en los campos de Alcañiz pasó pérfidamente á degüello el ejército musulman que venia para ayudarle en esta empresa.

Á vista de aquella perfidia, vino de Córdoba un numeroso ejército á las órdenes de Almondhir, que se apoderó de Rotalyehud, obligando al rebelde Hafsun á fugarse. Rindiéronse luego Lérida, Fraga, Ainsa y Baltania, mas Hafsun pudo refugiarse entre los riscos de Sobrarbe. No por eso decayeron los bravos montañeses del Pirineo; unidos á Iñigo Jimenez Arista, rey de Navarra, no tan solo sostuvieron su independencia y religion, sino que ayudaron á conservar la ciudad de Pamplona, cuando ya ocupadas algunas de sus torres estaban los árabes para apoderarse de ella 3. Las crónicas del

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Conde: tomo I, parte 2.2, cap. L.

Los que se quejan de no hallar nada relativo á este país, y consideran sus cosas como fábulas, pueden verlo citado con este motivo en las crónicas árabes. << Omar-Aben-Hafsun (dice Conde, tomo I, parte 2.o, cap. LII) no osó espe«rar al Príncipe vengador, y abandonó su tierra y se enriscó en los montes de «Arbe, aconsejando á sus parciales y secuaces que para evitar su ruina se alla«nasen á la obediencia del vencedor, que él tornaria muy en breve á proteger«<los (866).» Aquí se ven citados los montes de Arbe como inaccesibles á las tropas musulmanas, y refugio de cristianos independientes y sus aliados los árabes rebeldes.

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3 Conde: Ibid., cap. LIII, pág. 302: «Mandó el rey Muhamad que los wa<<lies de la frontera de Afranc Ishac-ben-Ibrahim-el-Ocaili y Zaide-ben-Rus<< tani, fuesen á contener los cristianos de los montes, que habian ocupado Me<«dina Pamplona: fueron á correr aquella tierra, y pusieron cerco á la ciudad y «ocuparon algunas torres de sus muros, y la tenian muy apretada, cuando vi«niendo muchas gentes de Afranc fue forzoso á estos caudillos levantar el cam«po y retirarse á Tutila y riberas de Ebro.»>

país suponen al verdadero Arista favorecido de prodigios celestiales con la aparicion de una cruz sobre el Pueyo de Aragués, en ocasion de marchar al socorro de aquel pueblo, sitiado por los musulmanes '.

La rebelion de Muza, el wali de Zaragoza, sirvió de mucho á los cristianos del Pirineo y tambien la reaparicion de Aben-Hafsun, que apoyado por ellos llevó sus hordas hasta las márgenes del Segre', ofreciéndoles por sus conquistas tributo y vasallaje. Pero su amistad vino á ser fatal para ellos, pues queriendo apoyarle contra el ejército del príncipe Almondhir, quedaron vencidos con horrorosa matanza en los campos de Aybar, donde fue muerto el malogrado rey D. García, hijo de Iñigo Arista (882), con los mas principales de su reino".

Por fortuna algun tiempo despues tuvieron aquellos Monarcas al frente un príncipe valeroso en el célebre Sancho Abarca, desde cuya elevacion al trono, á principios del siglo X, marcha mas segura y desembarazada la difícil cronología de la restauracion pirenaica.

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Dábasele este sobrenombre por su ligereza en acometer á los moros, ó segun otros porque se encendia en cólera como una arista al entrar con ellos en batalla.

2 Este prodigio lo supone ocurrido en Aysa y no en Ainsa el autor anónimo del Compendio de los reyes de Aragon (D. A. S. Madrid, 1797) en el tomo I, pág. 17. El P. Huesca no se dió por satisfecho con sus conjeturas, y le rebatió en el tomo VIII del Teatro eclesiástico de Aragon, pág. 37 y sig.

3 Conde: Ibid., cap. Lv, pág. 309.

4 Conde: Ibid., cap. LVI, dice acerca de la desgraciada batalla de Aybar : «Trabóse ya alto el dia con igual ímpetu y valor, pero no tardaron mucho los <<muslimes en desordenar y romper á los de Afranc: la matanza fue atroz este << dia, y los campos quedaron cubiertos de cadáveres y regados de sangre. Salió «Omar-Aben-Hafsun herido de muerte; el rey de los Cristianos, García, y sus << principales caballeros quedaron muertos en el campo de batalla. Fue este dia glorioso para los muslimes... en el año 269 (de Cristo 882). » Esta cronología parece preferible á la que corre vulgarmente, y á lo que se dice de haber sido muerto aquel Rey yendo con escasa comitiva desde Pamplona á San Juan de la Peña, llevando en su compañía á su esposa embarazada.

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$ CXLII.

Carácter religioso de la restauracion pirenaica en el siglo IX.

Ši fuéramos á creer lo que dicen los partidarios de la monarquía universal cantábrica, los insurgentes del Pirineo estando á merced de los reyes de Asturias en lo temporal, lo estaban tambien en lo religioso; y los Obispos de Aragon y Navarra acudian al Metropolitano de Oviedo, asistian á sus Concilios, cobraban renta en Asturias, y estaban tan de vagar, que iban hasta Santiago de Galicia á consagrar iglesias, cosa que no hicieran hoy, á pesar de la paz y los adelantos. Pero lejos de eso tanto en Aragon como en Navarra los cristianos insurgentes tenian sus Obispos propios dentro de sus pequeñas diócesis, y tambien los mozárabes en el territorio dominado por los infieles. El Obispo de Aragon durante el siglo VIII y IX fue el de Huesca, residiendo dentro de su diócesis en las asperezas del Pirineo. La tradicion, apoyada en documentos muy respetables, señala como sede suya en aquellos tiempos azarosos, la iglesia de Santa María de Sasave, situada en el valle de Hecho, cerca de Aisa, en lo mas fragoso de los Pirineos, paraje en donde se cree que los árabes no llegaron á estampar su huella '. Cuando los insurgentes de Sobrarbe fueron ganando algun terreno, el Obispo de Huesca trasladó su residencia á San Pedro de Siresa, lugar fuerte y seguro, pero

1 En una donacion firmada por el Obispo y Canónigos de Huesca y Jaca, en los primeros años del siglo XII, á favor de la iglesia de Santa María de Sasave, se dice así : « Dignitatem oscensis Sedis quondam destructae à Saracenis in praedictam Sasavensem Ecclesiam fuisse translatam septem Episcoporum ibidem quiescentium sepulchra, et regum temporis illius privilegia testantur, »

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La copia el P. Huesca en su Teatro histórico de las iglesias de Aragon, tomo V, apéndice 2.o-Antonio Zapata de Lupian, en su fingido Cronicon de Auberto, regaló á Huesca una série de obispos, fabricados por él, entre los que figuran un Jimeno Mártir, Ariobato, Félix y otros del mismo cuño. La santa iglesia de Huesca no ha manchado su episcopologio con tales ficciones, como dice el citado Fr. Lamberto.

2 El P. Casaus duda que en San Pedro de Siresa estuviese por algun tiempo la sede episcopal (pág. 75). El P. Huesca no dió mas testimonio para asegurarlo (tomo V, pág. 127) que el dicho de Blaucas, en sus Comentarios (pág. 78), que no siempre es guia seguro. De todas mancras el hecho es poco importante.

menos áspero que el anterior, del cual no está muy distante. Habia allí un monasterio benedictino, donde solian recogerse los Condes de Aragon, y en el que se conservaban preciosas reliquias depositadas allí por algunos godos fugitivos.

No omitiré el hablar con este motivo de las reliquias de los santos niños Justo y Pastor, trasladados desde Alcalá de Henares (Complutum) al monte Airial (en la sierra de Guara, cerca del pueblo de Nocito) por san Urbez (Urbitius), á quien profesan en aquel país singular devocion'. Las lecciones antiguas del rezo de este Santo dan noticia de dos prelados de Huesca en el siglo VIII conocidos con los nombres de Nitidio y Frontiniano.

Ganada Jaca, los Obispos de Huesca residian algunas veces en aquella ciudad, pero sin perder de vista su sede de Siresa 2, donde á la vez habia un abad que cuidaba de la vida canónica. De este célebre monasterio salian à principios del siglo IX (835) el abad Obbonio con varios clérigos monjes benedictinos, para poblar el célebre monasterio de Nuestra Señora de Alaon, en el territorio de Ribagorza ganado por los Condes de aquella demarcacion bajo los auspicios del Rey de Francia. Asistian á esta ereccion, no tan solo el Arzobispo de Narbona 3, sino tambien los de Jaca, Urgel y Convenas, y los Abades de Siresa, Leire, San Zacarías, San Juan de Uriel (San Juan de la Peña) y otros varios abades, monjes y ermitaños, tanto de aquel país, como de los monasterios inmediatos de Francia.

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Véase sobre este punto el tomo VI del Teatro histórico de las iglesias de Aragon, cap. I у ш. El P. Florez en el tomo VII de la España sagrada (tratado 13, cap. xv) expuso algunas dificultades acerca de la traslacion de las reliquias de san Justo y Pastor, hecha por san Urbez; pero le respondió muy concienzudamente el P. Huesca. Masdeu no quiso hablar de san Urbez ni de la traslacion de las reliquias de los santos Niños.

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En un documento citado por el P. Huesca, tomo V, pág. 131, firmó un obispo llamado Ferriolo. «Ferriolus Epus. in Sancto Petro.et in Jacca, » que asistió igualmente á la ereccion del monasterio de Nuestra Señora de Alaon. (Véase este curioso documento en el apéndice n. 4 de este tomo).

3 Como Masdeu tenia empeño por sostener sus falsas teorías acerca de la no intervencion del Arzobispo narbouense en las cosas de España, nada dice de este documento, dándolo sin duda por apócrifo, segun su costumbre, para salir. de dificultades. Además que Masdeu, respecto de las cosas de Aragon, ó las niega ó las calla.

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