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otras comodidades, habian hecho que los árabes prefiriesen para corte las amenas campiñas de la Bética y de Córdoba á las áridas llanuras de la Carpentania y las agrias cuestas de la enriscada corte de los godos. Los romances de la edad media quisieron todavía prolongar las glorias cortesanas de Toledo con un rey moro llamado Galafre, de cuya hija Galiana se enamoró perdidamente Carlo Magno, con otras mil fábulas de amores, desafíos y raptos, que algunas buenas gentes han tomado al pié de la letra.

Pero Toledo no pudo mirar con indiferencia aquel postergamiento, y su historia durante estos dos siglos es una rebelion permanente contra los reyes de Córdoba. En ellas se ve tomar parte á los mozárabes, y en casos apurados acudir al amparo de los reyes de Asturias, ó de los cristianos del Pirineo. Ni las matanzas nocturnas, ni los sitios de aquellos, son suficientes para calmar la agitacion continua de aquella ciudad 1.

Pocos años despues (828) de instalarse la capital en Córdoba se levantó nuevamente el pueblo de Toledo contra Abderrahaman. «La << poblacion de esta ciudad, dicen los árabes2, era grande, y habia en «ella muchos cristianos y judíos muy ricos, gentes aunque someti«das, enemigas de los muslimes, que por señores los aborrecian, y á «su propio riesgo suscitaban desavenencias y se alegraban del mal del << Estado. >>

Despues de la batalla de Albayda (ó Albelda), el wali Muza-benZeyad habia caido en desgracia del Rey de Córdoba 3. Depuesto del mando de Zaragoza, se alzó con aquella ciudad, y buscó el apoyo del rey de Asturias, D. Ordoño. El hijo de Muza, llamado Lope (ó Lobia), que era wali de Toledo, se alzó igualmente con la ciudad, confiando en el apoyo de los mozárabes. Ocho mil de estos y siete mil

1 Amrú, wazir de Toledo, deseando vengar el desaire que habian hecho los toledanos á su indiscreto hijo, degolló en una noche cuatrocientos de los principales de la ciudad á quienes habia convidado á cenar (805). (Conde, tomo I, parte 2.a, cap. xxxvIII). Por este suceso y algunos otros análogos ocurridos de noche, se dijo: La noche toledana.

2 Conde, tomo I, parte 2.a, cap. XLII.

3 Los cronistas cristianos le suponen rebelde anteriormente al Emir de Córdoba; pero creo mas exacta en este punto la narracion de los árabes. (Véase Conde, tomo I, parte 2.a, cap. XLVIII). Muza era godo de origen, pero de religion musulmana.

musulmanes murieron en la celada que les tenia preparada el Rey de Córdoba en Wadalacete, sin que á pesar de esto lograra apoderarse de la indomita ciudad 1. Despues de tres años de victorias y mayores derrotas, todavía continuaba su heróica resistencia. «Los veci«nos de la ciudad y los pobres labradores miraban con mucho dolor <<< destruidas sus casas de campo, viñas y huertos, por la obstinacion «y rebeldía de algunos sediciosos, por la mayor parte malos musli<< mes, mozárabes y judíos 2.» Cuando por fin la ciudad bubo de ren«dirse, entregadas las cabezas de los rebeldes, mudó el Rey los wa<<< zires y cadíes en ella, así para los muslimes como los cristianos, eli«<giéndolos de mucha confianza con nuevos ordenamientos y mas ri<gurosa policía .» No duró mucho tiempo la tranquilidad, pues á la primera ocasion aclamó Toledo á un hijo de Lobia (870), que no tuvo por conveniente esperar al rey Muhamad dentro de sus muros. «En<«tre los caudillos habia muchos que proponian al Rey se destruye<< sen los muros y torreones de esta ciudad, para quitar en adelante la << ocasion y confianza que aquellas fortalezas daban á los ánimos in«quietos de sus habitantes; pero no quiso Dios que tan buen con«<sejo fuese oido. » Acertado era el consejo, pues á la muerte de Muhamad, Calib, hijo de Hafsun, vino desde Aragon, y de inteligencia con los mozárabes se apoderó de Toledo ". El rey Almondhir, que vino en persona á dirigir el asedio, perdió la vida á manos de los sitiados y de las tropas de Hafsun en los campos de Huete. Largos años duró todavía la rebelion de Toledo, y era ya muy entrado el siglo X (927) cuando logró por fin el rey Abderrahman Anasir apoderarse de la ciudad, despues de haber destruido muchos de los suntuosos y antiguos edificios que la decoraban fuera de sus muros.

El rey Abderrahman III, que despues de tres años de talas y bloqueo se apoderó de Toledo, era hijo del Rey de Córdoba y de una cristiana llamada María. Recuerda esta alianza el casamiento poco decoroso, que cuentan nuestras crónicas de una hija del rey D. Bermudo con Abdalla, hijo de un rey de Toledo enemigo del de Córdoba,

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1 Conde, tomo I, parte 1.a, pág. 289.

9 Conde, ibid., pág. 291.

3 Conde, ibid.

Conde, ibid., pág. 306.

5 Conde, tomo I, parte 1.2, pág. 319.

cuye matrimonio no se consumó, por haber defendido el honor de la Princesa un Ángel que junto al tálamo nupcial apoyó la resistencia de la Princesa, hiriendo al Musulman; por lo cual este, vista la oposicion del cielo y de la doncella al irreligioso matrimonio, hubo de enviarla con grandes riquezas á la corte de su hermano el rey D. Alfonso V de Asturias. No viene la noticia por muy buen conducto, y las crónicas árabes solamente refieren que el wali de Toledo, Abdalaben-Abdelaziz, pariente del Rey, grande amigo de Almanzor y muy fiel al rey Hixem, «tenia trato y amistad con el Rey de los Cristia<«nos, que le enviaba muchos presentes y joyas de oro y plata, por «causa que Abdala habia enviado al rey de Galicia una cautiva muy hermosa, que habia tomado en sus algaras; y aunque por su gen«tileza y extremada beldad era muy amada de Abdala, sabiendo de <«<los otros cautivos que era hija del Rey, la envió con otras donce«<llas, sin recibir precio alguno por su rescate. » De este sencillo suceso la fantasía de los escritores de la edad media forjó quizá el feo casamiento de la infanta Teresa: la mentira siempre es hija de algo.

Nada de particular ofrece para la Religion la historia de los mozárabes de Toledo en los siglos X y XI, hasta poco antes de la reconquista en que otra princesa árabe vendrá á consagrar su virginidad al Dios de los Cristianos, con circunstancias algo singulares.

$ CXLVII.

Mozárabes de Córdoba.

El estado de los mozárabes en Córdoba era mucho mas lisonjero que en Toledo: en este punto nada se dice de monjes, ni se hallan mas noticias religiosas que las muy escasas reunidas en el párrafo an

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El conducto por donde nos viene la noticia es el fabulista D. Pelayo. (Cronicon n. 2. España sagrada, tomo XIV, pág. 483). Ferreras tuvo por inverosímil el casamiento. Es verdad que en Toledo hubo un wali llamado Obeidala, hijo del rebelde Muhamad (hácia el año 1010), pero aunque fue algun tiempo aliado de los Cristianos, duró poco, segun cuentan los árabes (Conde, tomo I, pág. 366), y no murió de muerte sobrenatural, sino decapitado por el rey Hixem en Córdoba, á donde le llevaron preso los soldados del Rey de Asturias, aliado de Hixem, que le cogieron en las cercanías de Maqueda. (Conde, tomo I, parte 2.2, cap. 108).

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terior. Mas respecto de Córdoba vemos por los escritos del siglo IX, cuyas obras han llegado hasta nosotros, que los Cristianos disfrutaban de una gran tolerancia respecto á,su culto, aun en público. Tenian numerosas iglesias dentro y fuera de la ciudad, monasterios poblados de monjes, los clérigos usaban en público la tonsura y traje clerical, convocaban al pueblo á son de campana, llevaban á enterrar los difuntos entonando los sagrados cánticos, y ejercitaban todos los demás actos de consagracion, bendicion y ordenacion. Reuníanse los Obispos en concilio, y sobre los puntos discutidos se cruzaban escritos luminosos. La enseñanza se hallaba adelantada entre ellos, y de varias partes de Andalucía afluian los mozárabes para estudiar en las escuelas cristianas, y con los sábios maestros que allí habia. Además los seglares eran alistados en la guardia del Emir, y cobraban sueldo por este motivo. Los musulmanes no castigaban á ninguno por profesar la fe cristiana, ni obligaban á la apostasía, sino en el caso de que entraran en sus mezquitas, forzaran doncella muslime, ó blasfemaran de Mahoma: así es que léjos de buscar á los Cristianos para martirizarlos, como hacian los romanos, tenian aquellos que espontanearse ante los jueces musulmanes, los cuales nada les hacian si se contentaban con hablar de Jesucristo y de su ley, con tal que no blasfemasen de Mahoma y de sus cosas; castigaban, pues, no el Cristianismo, sino el insulto á la secla de Mahoma.

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Mas no se crea por esto que el estado de los mozárabes de Córdcba tuviera nada de halagueño y desembarazado. Además del diezmo, tenian que sufrir otros intolerables tributos, exigidos de un modo violento, estúpido y desproporcionado, y por mucho tiempo obligaron á pagar hasta por los muertos, pues no renovando los empadronamientos, por su habitual pereza y desconcierto, hacian pagar sin excusa ninguna por todos aquellos que constaban en sus malas listas. Muchos mozárabes, por no tener con qué pagar, se abstenian de salir á la calle, y de este modo eludian el pago algunas veces. Además cuando concurrian á la iglesia al toque de la campana, al acompañar los cadáveres cristianos, y en otras ocasiones solian ser tambien insultados, y les colmaban de maldiciones é improperios, propasán

1 Los musulmanes veneran â Jesucristo como Profeta, y en sus escritos cuando le nombrab sucien añadir á continuacion la frase: bendito sea.

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томо II.

dose los chicos y gente baja á tirarles piedras, especialmente en épocas de persecucion.

Uníanse á estos motivos exteriores de disgusto otros mas graves, que afectaban á la constitucion interna de la Iglesia. El trato con los musulmanes habia resabiado las creencias, aun entre las personas de mas suposicion entre los mozárabes; y no solamente los legos, sino aun algunos clérigos, profesaban doctrinas harto groseras 1. Los condes y recaudadores cristianos, que estaban mas en contacto con los árabes, por congraciarse con estos se constituian en verdugos de sus hermanos, y aun los Obispos mismos de Andalucía se mostraron en ocasiones algo débiles y demasiado complacientes con la Corte; lo cual obligaba á los monjes y mozárabes mas austeros á proceder con un celo impetuoso y ferviente, que en otro caso no se pudiera aplaudir. Pero la debilidad de los Prelados obligaba á curar aquella languidez con una reaccion fervorosa en buen sentido, para alentar con el ejemplo á los flacos, que á no ser por ellos quizá hubieran caido mas..

$ CXLVIII.

Persecucion de los mozárabes de Córdoba en el siglo IX.

La persecucion de los mozárabes de Córdoba en el siglo IX tiene algunas particularidades tan distintas de las otras persecuciones re-. feridas por la Historia general de la Iglesia, que necesita ser mirada no solamente aparte, sino con singular atencion. No era una persecucion organizada y que procediera de órden superior; por el contrario, los martirios son por lo comun aislados, y las autoridades musulmanas no buscan las víctimas, sino que estas se presentan espontáneamente, ó cediendo á la violencia del populacho. El Emir no desea sangre cristiana, antes bien se vale de los Obispos mismos para contener su efusion. En otras persecuciones los lapsos y los débiles eran arrojados del gremio de la Iglesia, y á duras penas los santos Prelados, llenos de caridad, lograban reconciliarlos con sus agraviados hermanos: aquí, por el contrario, se predicaba la debilidad, y se

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Véase en el cap. VI, § CLVI, el error de Hostigesis, los Antropomorfitas

y otros.

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