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CAPITULO VIII.

En que se prueba por las mas convincentes razones y autorila reyna Católica y

dades que

el cardenal Mendoza fueron afectos á la Inquisicion, y los primeros autores de su establecimiento.

CONTINÚA EL COMENTARIO SOBRE LOS MISMOS TEXTOS.

No quedando satisfecho el señor

Llorente en virtud de las razones que yo expuse en el capítulo anterior para probar que la reyna y el cardenal Mendoza quisieron de veras la Inquisicion desde sus Tom. I.

N

principios; no me resta en el presente mas que acudir á las autoridades, que con sus competentes reflexiones se lo acaben de probar hasta la evidencia.

Sea pues la primera autoridad del célebre P. Juan de Mariana en su nunca bastante celebrada Historia general de España, libro 24, capítulo 17, donde dice: Mejor suerte y mas venturosa para España fue el establecimiento que por este tiempo se hizo en Castilla de un nuevo y santo tribunal de jueces severos y graves á propósito de inά quirir y castigar la herética pravedad y apostasía, diversos de los obispos á cuyo cargo y autoridad incumbia antiguamente este oficio. Para esto les dieron poder y comision los pontifices romanos, y se dió órden que los principes con su favor y brazo los ayudasen. Llamáronse

estos jueces inquisidores por el oficio que exercitaban de pesquisar inquirir : costumbre ya muy recibida en otras provincias, como en Italia, Francia, Alemania, y en el mismo reyno de Aragon. No quiso Castilla que en adelante ninguna nacion se le aventajase en el deseo que siempre tuvo de castigar excesos tan enormes y malos. Hállase memoria antes de esto de algunos inquisidores que exercian este oficio à lo menos á tiempo, pero no con la manera y fuerza de los que despues se siguieron. El principal autor é instrumento de este acuerdo muy saludable fue el cardenal de España, por ver que á causa de la grande libertad de los años pasados, y por andar moros y judíos mezclados con los cristianos en todo género de con versacion y trato, muchas cosas andaban en el reyno estragadas. Era

forzoso con aquella libertad que algunos cristianos quedasen inficionados: muchos mas, dexada la religion cristiana que de su voluntad abrazáran, convertidos del judaismo de nuevo apostataban, y se tornaban á su antigua supersticion: daño que en Sevilla mas que en otra parte prevaleció; así en aquella ciu dad primeramente se hicieron pesquisas secretas, y penaron gravemente á los que hallaron culpados.

Estas son las primeras palabras y cláusulas con que tan grande historiador principia á dar razon del establecimiento de la Inquisicion. Léanse como quiera, y se verá que sin contradiccion ni réplica sienta las tres siguientes proposiciones: 1. Que para Castilla fue la suerte mas venturosa el establecimiento, que por aquel tiempo se hizo de un nuevo y

a

a

santo tribunal de jueces, severos y graves que se llamaron inquisidores; cuya costumbre era ya muy recibida en otras provincias, como en Italia, Francia, Alemania, y en el mismo reyno de Aragon; por cuya razon no quiso Castilla que en adelante ninguna nacion se le aventajase en el deseo que siempre tuvo de castigar excesos tan enormes y malos como son los que se cometen contra nuestra santa religion. 2. Que antes de este establecimiento se hallaba memoria de algunos inquisidores que exercian este oficio lo menos á tiempo, aunque no con la manera y fuerza que los que despues se siguieron. Y 3.a que el principal autor é instrumento de de este acuerdo muy saludable fue el cardenal de España, por ver que á causa de la grande libertad de los años, y por andar moros y judíos mezclados con los

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