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NUMERO 1.°

Breve razon y patética descripcion que dá y hace el mismo Llorente de la principal causa que tuvieron los reyes Católicos para determinar la total expulsion de los judíos de los reynos de España

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Desde la muerte dada violentamente al canónigo inquisidor de Zaragoza san Pedro Arbues comenzó Fr. Tomas de Torquemada á persuadir á los reyes, que debian expeler de sus reynos á todos los judíos, y que solo asi podria cesar la necesidad de perpetuar el establecimiento de la Inquisicion; pero con especialidad aumentó el vi

gor de sus instancias desde 1490, en que se verificó el martirio de san Cristoval, niño inocente de la Guardia, y se descubrió haber sido muy frecuente tan horrendo crimen. Apenas los reyes manifestaron indicios de ceder á las instancias del inquisidor general, lo llegaron á entender los judíos, y prometieron á los reyes contribuir con treinta mil ducados en dinero para los gastos de la guerra de Granada, cuyo sitio estaba pendiente, con tal que no se verificase la expatriacion de que se creían amenazados, ofrecien do mejorar su conducta en lo sucesivo; de manera que serian bien observadas las leyes relativas à los profesores de la de Moyses. No dexó de influir bastante la promesa, pues vacilaron los reyes; y noticioso Torquemada, se valió de la confianza que le daba su calidad

de confesor del rey para entrar un dia en el quarto de sus altezas, llevando encubierta en sus hábitos la imagen de Jesus crucificado, la qual descubrió luego diciendo: FuDAS VENDIÓ UNA VEZ AL HIJO DE

DIOS POR TREINTA DINEROS DE PLATA: VUESTRAS ALTEZAS PIENSAN VEN⚫ DERLO SEGUNDA VEZ POR TREINTA

MIL: EA, SEÑORES, AQUI LE TENEIS, VENDEDLO (1). Decian Torquemada y demas consejeros de su opinion, que jamas habría en España tranquilidad perfecta mientras habiera judíos, pues éstos no eran vasallos de confianza, respecto de que solo atendian á su mayor interes pecuniario; por el qual servirian á qualquiera enemigo de la corona; pero que aun quando se supiera que to

(1) Posevino, Aparato sacro, en la palabra Tomas.

dos habian de ser fieles al soberano y á la patria, debian los reyes no consentirlos en sus dominios, ya por cumplir mejor que sus antecesores los mandamientos de la santa madre Iglesia impuestos á los reyes de España en los concilios de Toledo, ya porque la experiencia tenia bien acreditado que los judíos destruían en gran parte los buenos efectos de la Inquisicion, pervirtiendo á los que se convertian en ella por temor de las penas. Sin embargo muchos españoles católicos puros y firmes en la fe, opinaban, que ni los reyes estaban obligados á decretar la expulsion de los judíos, ni convenia semejante providencia. No lo primero, porque á pesar de lo determinado en los concilios toledanos, constaba que ja mas habian obtenido plena execucion sus cánones, aun en tiempo del

me

rey Sisebuto; pues siempre quedaron judíos en España, y los habia en la entrada de los moros; desde cuya época estaban con proteccion y salvaguardia de los reyes, y aun de los sumos pontifices, quienes los conservaban en su ciudad de Roma, capital del cristianismo. Tampoco la segundo, porque padecería la monarquía con su extrañamiento mucha disminucion de rentas diante que casi todos eran comerciantes y causaban á favor del erario en las aduanas crecidas cantidades; ademas de lo qual sería notable la falta de tantas familias para la poblacion. Esta contrariedad de opiniones habia conservado indecisos los ánimos del rey y de la reyna; pero el suceso de la Guardia produxo efectos totalmente contrarios al que deseaban los autores y reos de aquel crimen atroz, como habia

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