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y aun con las constituciones mas precisas y sábias para gobernarlo. Por las primeras que yo he refe rido se prueba hasta la evidencia que la Inquisicion de España no ha sido desde sus principios un tribunal injusto, cruel y sanguinario, como nos quieren persuas dir los innovadores. Pues claramente consta, que primero debian convidar los inquisidores con la dulzura y arrepentimiento á tó, dos los que se considerasen contagia dos de la heregía ó judaismo, ase gurándoles que no serían descubiertos si sus delitos fuesen ocultos y reservados, y que aun siendo públicos no se les tomarian sus bienes, ni se les impondría pena de muerte si se delataban y arrepentian.

A vista de esto, que me diga Llorente ¿podia portarse con mas humanidad este tribunal? Si pa

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sado el término fueron algunos delatados, y de résultas convencidos, penitenciados, ó castigados severamente, ¿á quién debieron echar la culpa? Replican a esto los enemigos de la Inquisicion, y aun el mismo Llorente, que podrian ser delatados sin justicia, ó juzgados por pasion por no saber quienes erán sus delatores. Pero ¿y en qué tribunal del mundo, compuesto de hombres, no podrá temerse lo mismo, aunque los reos sepan ó no quienes son los delatores ó testigos que contra ellos deponen, que es el cargo tan fuerte que se hace á la práctica de enjuiciar á la Inqui sicion de España? Si dos ó tres testigos de toda probidad, y sin tacha alguna al parecer, se confabu lan para deponer contra uno y perderlo, como sucedió con la casta -Susuna, ¿qué tribunal humano po

drá precaverlo si no goza de un espíritu como Daniel para descubrir su falsedad y confundirlos?

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Debiendo ser los inquisidores letrados, de buena fama y costumbres, y los mas idóneos que se puedan hallar, segun las referidas instrucciones, no teniendo éstos ni algunos de sus oficiales derechos de los reos por lo que trabajaren; antes al contrario las mayores penas si percibian algo de ellos ó no cumplian con sus deberes, ¿qué utilidad les reportaba por condenar sin justicia á mas ó menos reos, ó á los que no fuesen verdaderamente tales i ens su opinion y conciencia? ¿Es creible que los condenasen sin oirles y sin admitir sus excepciones y defensas? ¿Es creible que los declarasen -incursos en los delitos de heregía o judaismo unos ministros del al

tar y de un Dios de paz, como confiesa Llorente que son los inquisidores? ¿De qué hombres, que no fuesen monstruos ó en fieras disfrazados, quanto mas de los humanos españoles, se ha de sospe→ char tal cosa por una regla general? Luego aunque alguna otra vez se hubiesen excedido y. cometido algun atentado, esto no proviene del establecimiento de la Inquisición baxo este pie, sino de la condicion humana y de todos los tribunales del mundo; en los que por masz precauciones que se tomen, unas veces por pasion, y otras por mala inteligencia, celo indiscreto, práctica ú opinion, se cometen algunas injusticias. Que lean bien Llorente y sus parciales la historia de aquellos tiempos y algunas de sus pragmáticas y ordenanzas, y ve rán tambien como sobre otros tri

bunales reales hubo igualmente reclamaciones, por si habian ó no cometido algunos atentados é injusticias. Y para contenerlas ó remediarlas, hasta ahora no se ha discurrido otro arbitrio que el de acudir á los respectivos tribunales superiores, y á veces al mismo Soberano, ó al romano Pontifice."

Y por lo que hace á la Inquisicion de España, ya se ha visto que desde sus principios tuvo el recurso al tribunal supremo, en el que con mas razon debe haber letrados de buena fama y conciencia, y los mas idóneos, conforme á las citadas instrucciones, y á las que siempre ha tenido el tribunal de la Inquisicion. ¿Y estos ministros fueron Ꭹ han de ser tan desalmados que confirmaron y confirmarán las sentencias de los tribunales

inferiores, sin estar bien conven

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