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breos que moraban en Africa. A la proposicion del rey, que era apoyada vivamente por la magnitud del peligro que se anunciaba, respondieron los grandes y prelados, acordando que todos los judios fuesen dados por esclavos, siendo confiscados sus bienes, para que con la pobreza sintiesen mas el trabajo, y arrebatándoles sus hijos, luego que llegasen á la edad de 7 años ", para educarlos conforme á las prácticas cristianas. Este cambio experimentado en la conducta del monarca y del Concilio, no puede en manera alguna ser tachado de inconsecuente, cuando la necesidad mas imperiosa que se presentaba á su vista era la de salvar la nacion que se hallaba amagada de tan espantosa catástrofe. Los judíos que en el año anterior habian recibido por mano de Egica el presente, inestimable para aquellos tiempos, de la nobleza; que se veian colocados de pronto al nivel de las primeras familias del reino, pues que poseian grandes riquezas, provocaron con su oscura conducta aquella medida extrema: á los judíos debe, pues, acusar únicamente la crítica histórica, no pudiendo en esta ocasion libertarlos, cuando menos, del título de ingratos, para con un rey que tanta benevolencia les habia mostrado.

La muerte de Egica y la ascension al trono de su hijo Witiza hicieron cambiar muy luego el aspecto que este asunto presentaba. Verdad es que no tomaron mejor rumbo las demas cosas del Estado, cayendo todas las clases en la mas vergonzosa corrupcion y envilecimiento. Hé aquí como un historiador respetable bosqueja el cuadro nebuloso que ofreció por aquel tiempo España, no perdiendo de

12 Can. VIII del referido Concilio.

CAPÍTULO 1.

Witiza.

ENSAYO 1.

Su

corrupcion.

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vista al desalmado monarca: Es muy dificultoso, dice, enfrenar la edad deleznable y el poder con » la razon, virtud y templanza. El primer escalon >> para desbaratarse, fué entregarse á los aduladores; >> que los hay de ordinario y de muchas maneras en » las casas de los príncipes: ralea perjudicial y abo» minable. Por este camino se despeñó en todo gé»> nero de deshonestidades; enfermedad antigua su-» ya, pero reprimida en alguna manera en los años >> pasados por respetos de su padre. Tuvo gran nú>> mero de concubinas con el tratamiento y estado, >> como si fuesen reinas y sus mugeres legítimas. Pa>> ra dar algun color y escusa á este desórden, hizo » otra mayor maldad. Ordenó una ley, en que con» cedió á todos que hiciesen lo mismo; y en parti>> cular dió licencia á las personas eclesiásticas y consagradas á Dios para que se casasen. Ley abomi>>nable y fea, pero que á muchos y á los mas dió » gusto. Hacian de buena gana lo que les permitian, >> asi por cumplir con sus apetitos, como por agra» dar á su rey, que es cierto género de servicio y » adulacion imitar los vicios del príncipe: y los mas » ponen su felicidad y contento en la libertad de los >> sentidos y gusto. Hízose otrosí una ley en que ne» garon la obediencia al Padre Santo; que fué quitar >> el freno del todo y la máscara y el camino derecho » para que todo se acabase y se destruyese el reino.>>

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Tal era el estado de España bajo el reinado de Witiza, cuya torpeza llegó hasta el punto de echar por tierra todas las fortalezas del reino, á excepcion de tres solamente, por el cobarde recelo de que los que veian indignados tanto escándalo, acudiesen con las armas, que hizo tambien quemar en las pla

á

Falso

concilio.

zas públicas, a poner la enmienda que reclamaba __CAPÍTULO 1. la salvacion del Estado. Bastaba al descarriado monarca, en medio de aquellos desórdenes, saber que su padre y los reyes que le habian precedido, encontraron motivos por donde reprimir á los astutos hebreos, para apartarse de tan saludable senda y dirigirse al despeñadero. Revocando, pues, por medio de un falso Concilio ", los cánones de los anteriores y las leyes que habia la nacion recibido con entusiasmo, abrió Witiza las puertas del reino á los que pasaron á otras tierras por no abrazar la religion católica; relajó el juramento de los que habian recibido el agua del baustimo, y para colmo de insensatez, colocó en elevados puestos á muchos descendientes de aquella raza proscrita. Estas absurdas medidas no pudieron menos de producir los resultados que hubieran debido esperarse. Los judíos adquirieron bien pronto una preponderancia verdaderamente peligrosa, convirtiendo en provecho

13 Los decretos de este Concilio que fué el XVIII ni se hallan reunidos con los de los anteriores, ni son tenidos por legítimos: al contrario, aparecen de todo punto opuestos á los cánones eclesiásticos; formando un grave capitulo de acusacion contra aquel monarca, á quien han tratado de absolver de sus errores y extravios algunos escritores modernos. Entre estos ocupa un lugar distinguido el erudito don Gregorio Mayans y Siscar que en su ensayo intitulado: El rey Witiza defendido, obra bajo otro aspecto de no escaso mérito, disculpa, defiende y canoniza muchos de los hechos y desaciertos que al referido principe se atribuyen. La obra de Mayans, prueba, sin embargo, mas talento y destreza en el autor que bondad en la causa que con no poco calor abraza. Los testimonios de historiadores tan respe

tables, como don Lucas de Tuy, que
escribia por los años de 1235; del
arzobispo don Rodrigo que afirma
terminantemente que el rey Witiza
honró mas á los judios que á las
iglesias y prelados; de D. Alonso
el sábio, y en mas modernos tiem-
pos del respetabilísimo Ambrosio de
Morales, doctó en todo género de
estudios, corroboran y confirman
la opinion de Mariana, cuyo juicio
dejamos trasladado. Podrá haber
quizá alguna exageracion en la ex-
posicion de los hechos; podrá tal
vez descubrirse alguna ojeriza en
la manera de presentarlos: pero
aunque esto sea hasta cierto punto
digno de censura, no por eso he-
mnos de concluir que son aquellos
enteramente falsos, como se ha pre-
tendido por los defensores de Witi-
za. Esta no es la manera de exa-
minar los acontecimientos, ni de
descubrir la verdad histórica.

ENSAYO I.

Efectos

de estos desórdenes.

suyo todas las ocasiones que se les presentaban, y fraguando nuevos planes de venganza, para desquitarse de las ofensas que habian sufrido hajo la dominacion goda.

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La afeminacion y corrupcion de los nietos de Recaredo y de Wamba no podian ser por otra parte mas lamentables. «Todo era convites, manjares de«licados y vino, con que tenian estregadas las fuer» Zas y con las deshonestidades de todo punto perdidas; y á egemplo de los principales, los mas » del pueblo hacian una vida torpe é infame. Eran » muy a propósito para levantar bullicios, para haá » cer fieros y desgarros; pero muy inhábiles para >> acudir á las armas y venir á las puñadas con los enemigos. El imperio y señorio ganado por valor » y esfuerzo, se perdió por la abundancia y deley»tes que de ordinario le acompañan. Todo aquel » vigor y esfuerzo, con que tan grandes cosas en » guerra y en paz acabaron, los vicios le apagaron » y juntamente desbarataron la disciplina militar; » de suerte que no se pudiera hallar cosa en aquel » tiempo mas estragada que las costumbres de España, ni gente mas curiosa en buscar todo género » de regalo. » Imposible nos parece el leer estas lineas, que trasladamos de un historiador muy digno de respeto, sin venir en conocimiento de que un pucblo que habia llegado á semejante estado de desmoralizacion, no se viera amagado de una grande catástrofe. Ningun sentimiento habia logrado sobrenadar en tan deshecha borrasca: todo era escarnecido y envuelto en el mas afrentoso vilipendio. Aquellos crímenes, aquellas aberraciones habian menester de grandes expiaciones y castigos; y no corrieron

muchos años sin que los campos del placer humca- CAPÍTULO 1. ran con la sangre de las víctimas y sin que el fuego devorase los palacios que habia levantado la molicie.

Don Rodrigo.

Asentado en el trono visogodo el hijo de Theodofredo, cuyas buenas dotes habian hecho concebir á los hombres sensatos las mas lisonjeras esperanzas, pareció, no obstante, entrever aquel desventurado pueblo una aurora de felicidad que se anubló bien pronto para siempre. Los torpes amores de don Rodrigo con la hija del vengativo conde don Julian y el odio y las persecuciones ensayadas contra los hijos de Witiza, vinieron apenas habia alboreado aquel rayo de luz, á sembrar rencores y desórdenes en todas partes; rencores que habian de producir lágrimas de sangre y desórdenes que solo sirvieron para aumentar la corrupcion que enervaba ya los pechos de los degenerados visogodos. Dos años rigió don Rodrigo las riendas del Estado, sin que el estruendo de las armas mahometanas y los alharidos de los combatientes viniesen á sacarle de su profundo letargo. Las banderas de Muza y de Tarif volaron al cabo en la península ibérica, llevando don- Muza y Tarif. de quiera el espanto y la desolacion; y el desatentando amante de Florinda, corrió, aunque tarde al campo de batalla, para buscar la muerte, cayendo Perdicion de desplomado sobre su cadàver el soberbio edificio de la monarquía de Ataulfo.

¿Y cuál fué la conducta que el pueblo hebreo observó en medio de tanto estrago? ¿Se aprestó acaso para la pelea? ¿ofreció al combatido imperio sus tesoros? ¿ó bien conservó una actitud neutral, ya que no le cra dado resistir el ímpetu de los ven

España.

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