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Es ciertamente un fenómeno digno del mayor CAPÍTULO IV. estudio, el hallar á fines del siglo XIII tan adelantada ya el arte poética, tan formado el idioma y dotada de tan señalados y genuinos caractéres la literatura, cuando á principios del siguiente siglo se hallaba todo revuelto é indeterminado, no pareciendo sino que se habia operado una reaccion espantosa. Pero asi era en efecto: las letras que en el reinado del rey sábio habian comenzado á salir de la estrechez de los cláustros, para aspirar á una independencia justa de las antiguas tradiciones monacales, tuvieron que acogerse de nuevo á aquellos sagrados recintos, únicos que respetaba la saña de los poderosos y que perdonaba la venganza de los fanáticos. Las tradiciones poéticas de los cláustros fueron, pues, las fuentes que dieron vida á la amena literatura de aquellos azorosos tiempos, llevando su influencia hasta mediados del siglo XIV.*

Cuando todos los elementos sociales experimentaban los mas crueles sacudimientos, cuando casi llegaban á olvidarse las leyes, y la anarquía triunfaba en todas partes, no era posible que brillase la luz de las ciencias y de las letras, ni que un pueblo esclavo, que vivia bajo el capricho de infinitos seño

4 A estas razones puede añadirse una observacion que es en nuestro juicio de suma importancia. Los estudios hechos por don Alonso, el sábio, encaminados exclusivamente al desarrollo de las ciencias, si bien habian dado un nuevo carácter al lenguage y un prodigioso impulso á la literatura; por su propia naturaleza se hallaban reducidos al círculo de las personas que se emplearon, bajo su dirección, en llevar á cabo las obras que concibió tan célebre mo

narca. Desdeñadas y olvidadas de
todo punto aquellas utilisimas ta-
reas, cuando no habian podido ha-
cerse aun generales los conocimien-
tos de los sábios hebreos y enten-
didos árabes que á ellas estaban
dedicados; desconocidos aun de la
muchedumbre los adelautamientos
hechos en el lenguage, tanto res-
pecto á las obras puramente cien-
tificas como á las legislativas y li-
terarias que cayeron tambien en
entero desprecio, no fué posible
que fueran de todos aceptadas las

ENSAYO II.

res, pudiera dedicarse al cultivo de aquellas. Así fué, que el pueblo hebreo experimentó, al bajar á la tumba el rey don Alonso, la misma reaccion que el pueblo castellano: las persecuciones le alejaron de los perseguidores al mas alto punto, y retrayéndoles del estudio de las ciencias que podrian prestar alguna utilidad á la causa de la civilizacion española, los encerraron nuevamente en el círculo de su extraviada teología. Las antiguas tradiciones de la Misnáh y del Talmud volvieron, pues, á formar toda su ciencia; bien que el espíritu investigador, que habia siempre animado á los descendientes de Judá, les impulsara á seguir los pasos de la civilizacion arábiga, traduciendo y comentando las producciones de los mas entendidos sarracenos.

innovaciones introducidas en la
lengua, quedando reducidas á los
muros de Toledo las nuevas galas
con que habia sido esta investida.
Asi ni en los poetas, ni en los cro-
mistas, ni en otro documento al.
guno de nuestra civilizacion, se
encuentra despues de la muerte
del rey sábio el mas ligero vesti-
gio, por donde se venga en co-
nocimiento de tantas y tan glorio-
sas empresas literarias, llevadas á
cabo felizmente por el rey don Alon-
so, ni se descubre tampoco huella

alguna de los agigantados pasos que dió la lengua castellana, al ser cultivada por los doctos rabinos y conversos, de que tienen ya noticia nuestros lectores. Los esfuerzos de don Alonso, el sábio, no produjeron por tanto sus naturales resultados, hasta que aplacadas las revueltas que á su fallecimiento siguieron, se pudieron reconocer y quilatar tranquilamente por los hombres dedicados al estudio. La muchedumbre no participó de aquellos adelantos.

CAPITULO V.

Segunda época.-Siglo XIV.

Decreto de los rabinos prohibiendo el estudio de la filosofia hasta la edad de veinte y cinco años.-Rabbi Abner, el converso.-El libro de las batallas de Dios.-El libro de las tres gracias.-Rabbi don Santo de Carrion. Sus poesías.—La danza general en que entran todos los estados de gentes.-Su análisis.

El siglo XIV, siglo de revueltas y de crueles pruebas para la nacion española, debia tambien ser el azote del pueblo hebreo, como oportunamente notamos en el precedente Ensayo, al bosquejar ligeramente los trastornos de las minoridades de Fernando IV y Alfonso XI, en que apareció la reina doña María de Molina, tan grande gobernadora de Castilla, como cruel perseguidora del pueblo proscrito. Juguete de los vencedores y de los vencidos en medio de aquellos trastornos, objeto constante del ódio comun, ninguna participacion tuvieron los sábios rabinos, en el progresivo desarrollo de la civilizacion española, decadente entonces y descarriada: su teología y su mística legislacion, como dejamos in

CAPITULO V.

Decreto de

R. Aser.

ENSAYO II. dicado al final del anterior capítulo, volvieron á ser su patrimonio científico y literario; llevando tambien la aversion, que esperimentaban á fuerza de persecuciones, hasta el punto de abjurar de los estudios que tanta influencia les habian dado durante el siglo XIII en la córte de Castilla, y poniendo nuevas trabas á los mismos estudios teológicos y cabalísticos que habian vuelto á constituir su favorita ciencia. Así fué que en los primeros años del siglo XIV (1304 de la era cristiana y 5064 de la creacion) expidió R. ASER, maestro y juez principal de todos los judíos españoles, un decreto firmado tambien de los mas insignes rabinos, por el cual se vedaba severamente el estudio de la filosofía hasta la edad de veinte y cinco años.-Intentábase con este decreto, que fué acogido por todos los doctores de la ley judaica con la veneracion mas profunda, renovar la prohibicion del capítulo décimo de la Misnah, por el cual se mandaba que ningun judío pudiera consagrarse á otro estudio que no fuese encaminado al de los expositores de la Sagrada Escritura, y teníase por único y principal objeto el atraer á los que las ciencias cultivaban al terreno de las especulaciones talmúdicas, que sobre ser ya infructuosas, solo podian contribuir á exaltar entre ellos el clemento teocrático, algun tanto enflaquecido con las frecuentes conversiones de los mas sábios filósofos.

Su objeto.

Pero este decreto que no puede ahora menos de considerarse como un efecto del fanatismo y como una consecuencia precisa de las persecuciones que cayeron, al espirar el rey don Alonso el sábio, sobre el pueblo de Moisés, hubo bien pronto de modifi

Es modificado.

carse, disponiendo los doctores y doctrineros que CAPÍTULO V. pudiesen estudiar los judíos toda clase de ciencias desde la edad de veinte y dos años '. El impulso estaba dado en efecto; y ni las revueltas de Castilla, ni el encarnizamiento contra los judíos, ni el visible conato de estos por encerrarse con sus ciencias y su cultura en sus aljamas y sinagogas, podian ser barrera poderosa á contrarestrar las leyes que habia dictado ya la Providencia.-Lo que sucedió fué lo que no podia menos de acaecer: el pueblo hebreo siguió la misma suerte que el pueblo castellano; y así como la literatura española permaneció estacionaria por algun tiempo, experimentando igual fortuna los demas ramos del saber, así tambien las ciencias cultivadas por los hebreos, cayeron en notable abandono, amortiguándose la saludable influencia que ejercian en la cultura de sus dominadores.

Sin embargo, acalladas ya algun tanto las ambiciones de los próceres de Castilla, restablecido el prestigio del trono, al ceñir la corona don Alonso XI, y respetadas al fin las leyes que ó habian caido en desuso, ó habian sido escarnecidas; la civilizacion española apareció animada de un nuevo y vigoroso aliento; y aquel pueblo, condenado á trabajar en medio de la proscripcion, para provecho de sus perseguidores, volvió otra vez á tomar parte activa en la obra, cuyos cimientos habia contribuido á levantar; abrazando la religion cristiana no pocos de los rabinos mas esclarecidos, por el prestigio de que gozaban con su ciencia.-Entre los mas señalados

1 Ugolonio, Tesoro: lib. XXI.— Jorge Ursimo, Antiquitates He

braica Scholastico Academiæ, ca-
pitulo X.

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