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D. Alonso. de

Cartagena.

Concilio

de

Basilea.

la córte, y el dean de Santiago fué llamado para CAPITULO IX. mediar entre las discordias civiles de Castilla, mereciendo despues ser enviado á Portugal para ajustar y concluir la paz con el monarca de aquel reino. La importancia política de don Alonso de Car tagena fué desde entonces creciendo en Castilla á tal punto que, muerto en el Concilio de Basilea, que á la sazon se celebraba, don Alonso Carrillo, obispo de Sigüenza, no titubeó el rey en enviarle á aquella respetable asamblea, en donde habia de conquistar tanta honra para su patria, como gloria para su nombre. Ventilábanse en el referido Concilio las mas importantes cuestiones, tanto respecto á las heregías de Juan de Hus y sus sectarios, como al órden y disciplina de la iglesia: don Alonso de Cartagena que con la fé de un neófito y con el ardor de un cristiano, tomó parte en aquellas memorables sesiones, se manifestó tan profundo y elocuente en sus discursos que logró alcanzar los envidiables títulos de Delicias de la religion y único espejo de sabiduría; siendo ademas distinguido por el pontífice Pio II con las poéticas frases de alegria de las Españas y honor de los prelados. Pero al mismo tiempo que Cartagena adquiria tan brillantes laureles con su edificacion cristiana, se hacia tambien acreedor al reconocimiento de Castílla por su entusiasmo patriótico: sucitóse en el Concilio de Basilea una acalorada disputa sobre la preferencia de la silla real de Castilla á la de Inglaterra; y mientras que los embajadores británicos defendian con teson la pretendida supremacia de su rey, el obispo de Burgos (que ya habia alcanzado esta dignidad por renuncia de su padre) sostuvo los derechos de Cas

ENSAYO I. tilla con tanta dignidad y con tan poderosas razones que el Concilio, antes perplejo entre uno y otro partido, no pudo menos de pronunciar su fallo en favor de España. «Defendió, dice el P. Mariana,' «en Basilea, con valor, delante de los prelados y «el Concilio la dignidad de Castilla contra los em«bajadores ingleses que pretendian ser preferidos «y tener mejor asiento que Castilla. Hizo una in«formacion sobre el caso y pusola por escrito, la «cual presentada que fué á los prelados, quebrantó «y abajó el orgullo de los ingleses. >>

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de

D. Alonso.

Y no eran estas las únicas honras que debia alcanzar don Alonso fuera de su patria: desde Basilea partió á la córte del emperador Alberto, que importantes, protegiendo el cisma que ya se difundia, hostigaba los estados de Polonia con repetidos desmanes. La llegada del obispo de Burgos á la córte de Alberto, cambió la enemistad de este príncipe en estrecha union con la iglesia, restituyendo al soberano pontífice la tranquilidad que tanto deseaba, para gobernar la nave de San Pedro, y dando paz á aquellas combatidas comarcas. En 1440 volvia don Alonso de Cartagena á España, rodeado de la aureola del saber y de la virtud, para recibir en Castilla nuevas distinciones. Debia doña Blanca, princesa de Navarra, pasar á aquel reino para contraer matrimonio con don Enrique, príncipe de Asturias; y el obispo de Burgos mereció la honra de presidir la comitiva de grandes y señores que habian de salir hasta Logroño para recibirla, rivalizando con todos en esplendidez, discrecion y galanteria. Descaba don Juan II asentar las paces con

A Historia general de España, lib. XXI, cap. VI.

el rey de Navarra de una manera estable y deco-_CAPITULO IX. rosa, y echados ya los cimientos con los desposorios de los príncipes, creyó que era llegada la ocasion oportuna de lograr su propósito, enviando al efecto al obispo de Burgos á la córte de Navarra, con tan buen acuerdo, que alcanzó en breve cuanto de su prudencia y saber se prometia. Fué esta la última vez que don Alonso de Cartagena intervino en los asuntos políticos de Castilla, dedicándose despues con el mayor celo al cumplimiento de sus deberes, sin que por esto olvidase el cultivo de las ciencias y en especial el de la literatura. Don Alonso confesaba, predicaba, usaba en su diócesis de aquellas cosas que perlado es obligado de facer, era limosnero, y en los momentos de ocio se consagraba de lleno á los egercicios literarios, tomando parte en las justas poéticas de la córte; traduciendo y comentando los autores del siglo de Augusto, dando reglas de gentileza y cortesía y defendiendo, en fin, los derechos de Castilla con un teson y una energía dignos de todo elogio. Fruto de estas agradables tareas fueron el Doctrinal de sus obras. caballeros, el Libro de mugeres ilustres que escribió por especial encargo de la reina doña Maria, esposa de don Juan II, el Memorial de virtudes, la traduccion del Libro de Senectute de Marco Tulio, la Genealogía de todos los Reyes de España y otras muchas obras, ya teológicas, ya filosóficas que prueban su profunda erudicion; no debiendo entre

2 Algunas de estas producciones que no fueron impresas, habrán sido ya pasto del polvo y la polilla: entre ellas pueden sin duda citarse la traducción del Libro de Senectute que hemos visto cita

da en el Nobiliario vero de Fer-
nan Arias Mexia, impreso en Se-
villa en 1492, y el Libro de mu-
geres ilustres, de que hace men-
cion Floranes en el MS. de que
en el anterior capítulo hablamos.

ENSAYO H. todas perderse de vista la Version de los cinco libros de Séneca, impresa en Sevilla el año de 1491 por Bernardo Ungut Alimano y Estanislao Polono, con muy oportunos comentarios. Mucho habríamos menester detenernos si, despues de los breves apuntes que acabamos de hacer de la vida de don Alonso de Cartagena, nos propusiéramos analizar detenidamente cada una de sus producciones. Pero sobre no ser este el objeto de los presentes Ensayos, ni todas las producciones que hemos citado se prestan á un sabroso análisis, ni la diversidad de materias que aquellas comprenden nos permite tampoco dar un acertado dictámen sobre todas. Asi, pues, bastará hacer algunas observaciones generales sobre el carácter de este escritor, apuntando al mismo tiempo las ventajas y adelantos que respecto al lenguage, usado por él, notamos; comparándole con los demas escritores sus coe

Carácter

de

las mismas.

táneos.

Pensador profundo y rígido moralista, aparece don Alonso mas digno de elogio, cuando diserta sobre materias abstractas que cuando discurre sobre hechos históricos: sus estudios sobre la historia, aunque nada comunes, no se hallan, en efecto, subordinados á un pensamiento fecundo, ni sometidos á una severa crítica que dé por resultado el conocimiento de la verdad. Asi, pues, solo se encuentra en sus obras históricas una aglomeracion de hechos y no

Entre los trabajos teológicos y
filosóficos de don Alonso de Car-
tagena se pueden contar el Defen-
sorium fidei, el Conflatorium, la
Apologia del salmo Judicame Deus,
las Escrituras diversas, las De-
clinaciones sobre la traslacion de

las Eticas, el Oracional y otras varias obras que omitimos, por no ser de tanta nota. Su discurso sobre el Derecho de Castilla á la conquista de Canarias y de Africa, és notable por mas de un concepto.

ticias, ordenados con mas o menos exactitud cronológica, sin que se advierta la trabazon natural de los acontecimientos, quedando por explicar en consecuencia los grandes fenómenos morales que se operan en el gran teatro del mundo. Pero estos defectos que bien pudieran atribuirse no solo á los historiadores y cronistas del tiempo de Cartagena, sino á casi todos los que le sucedieron en el siguiente siglo, se hallan en parte compensados por la sencillez con que expone y narra los hechos, bien que no deja de intentar alguna vez el seguir á los historiadores latinos, que tan á fondo conocia; y la misma sencillez que ostenta le lleva en no po cas ocasiones á dar crédito á irrealizables invenciones y consejas que no puede menos de repudiar la sana crítica. Su Doctrinal, de caballeros, su Memorial de virtudes y sus Versiones de Ciceron y de Séneca, dan á conocer que si no pudo don Alonso sobreponerse á la credulidad de su tiempo, separando con recta razon el oro puro de la vil escoria, respecto de sus ensayos históricos, tenia bastante caudal de conocimientos y sobre todo bastantes luces para señalar el camino de la hidalguía y de la virtud en sus primeros tratados; mientras en los segundos probaba con estensos comentarios que le eran muy familiares todos los mas selectos autores del siglo de oro de Roma. Su educacion literaria habia sido enteramente clásica: sus viages y su permanencia en Italia habian acabado de formar su gusto, cabiéndole en verdad no poca gloria á su vuelta á Castilla en el desarrollo que tomaba ya la literatura docta. Pero apesar del visible empeño que se advierte en las obras de Cartagena,

CAPITULO IX.

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