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cisivo, dirige aún para vindicar este escrito de las
impugnaciones virulentas de los sectarios, otros no
menos enérgicos para su esterminio en sus "Avisos
á los protestantes," y en su "Esplicacion del Apoca-
lipsis" contra el insolente Jurien, 1689.

verdadera é infalible Iglesia; si las llamadas liber- | El invencible atleta, despues de este ataque tan de-
tades de la Iglesia galicana no fueran su legítima
servidumbre como se espresa Fleury, y solo "liber-
tades respecto al papa por el dicho agudo de Fe-
nelon y servidumbres respecto al rey," y las que pre-
pararon la asombrosa revolucion del siglo siguiente,
en la que expiaron los prelados franceses sus involun- Mas si en toda esta polémica tan bien sostenida
tarios errores con el generoso sacrificio de su sangre por Bossuet, se ve lucir el celo y saber de un padre
y con su inviolable adhesion á la union romana; si de la Iglesia, en su caridad evangélica hácia los
los mismos prelados en el pontificado siguiente de herejes, en sus mediaciones constantes con el rey
Inocencio XII no hubiesen retractado todo lo que que habia revocado justamente y á peticion de la
en perjuicio de los derechos de la Santa Sede ha- Iglesia, el célebre edicto de Nantes, dado en favor
bian acordado en términos tan espresos como de de- de los hugonotes por causa de las maldades y atre-
cirle á Su Santidad que se tuviese por no acordado; vimientos de ellos mismos, se admira la dulzura de
si en fin, las dichas cuatro proposiciones adopta- un obispo, y se distingue al succesor y émulo del
das por el clero de las Galias son ciertamente dig- glorioso S. Martin de Tours, condenando simultá-
nas de no ser ni enunciadas siquiera por aquellos neamente la herejia horrible de los priscilianistas,
buenos sacerdotes, no se puede, sin embargo, sin y el rigor anticristiano de los itacianos. La humil-
injusticia censurar á nuestro Bossuet. Es necesa- dad profunda del eminente obispo de Meaux se ad-
rio, como en todos los sucesos históricos y que ata- vierte tambien en toda esta controversia. Él mismo
ñen á la conducta de los grandes personajes que en trascribe, sin refutar, las odiosas calumnias que á
ellos intervienen, trasportarse al tiempo y lugar de su persona dirigia el ya nombrado Jurieu. Este es
ellos. Si se considera la efervescencia de los ánimos, el punto en que nuestro Bossuet aparece en todo el
seducidos por el noble interes del patriotismo y de apogeo de su gloria, tan grande en sus escritos co-
la lealtad; el carácter absoluto de Luis XIV, que mo en las eminentes virtudes de que estaba dotado.
no sufria resistencias, la inclinacion natural de unos Aquí tenemos que reconocer en él su mision provi-
obispos que, como advierte el citado Fenelon, no dencial contra el protestantismo, como la de Ata-
conocian mas que al rey de quien recibian sus dig-nasio contra el arrianismo, la de S. Agustin contra
nidades, sus condecoraciones y beneficios; la difi-
cultad que tiene el manejo de las asambleas, y ha-
ce notar el mismo Bossuet, todo esto, reunido y
pesado, se conocerá el mérito insigne del hombre
que evitó mucho, que dirigió las opiniones encon-
tradas, calmó las exaltaciones de partido, y logró
conservar en este horno babilónico, incombusta la
fé y el depósito sagrado de las tradiciones cató-
licas.

el pelagianismo y demas doctores de la Iglesia; siem-
pre asistido por el auxilio superior que se le prome-
tió contra todas las sectas y novedades que han
pretendido neciamente desgarrar la túnica incon-
sútil de su fé, única católica é indivisible.

Despues de estos triunfos brillantes que alcanzó
el prelado sobre la heregía dominante, le veremos
infatigable en sus estudios. Por el año de 1691, fru-
to de sus tareas, salieron á luz sus "Notas sobre los
Salmos," y en 1693 sus "Prefacios y notas sobre
los libros sapienciales de Salomon." Ideas nuevas,
distinto órden y rumbo de otros espositores sagra-
dos, hacen estas producciones sumamente intere-
santes.

No entra en el cuadro presente, repito, una historia mas detallada de este célebre negocio, y por tanto, creo que lo dicho es bastante para su solo objeto, y así continuamos. Terminada la asamblea en marzo de 1682, Bossuet se encargó del gobierno de su diócesis. El cargo pastoral dió nuevo estímu- Como Bosssuet estaba destinado en toda la larlo á la fecundidad de su inteligencia para seguir ga carrera de su vida, que fué casi todo el siglo escribiendo otra multitud de obras en provecho de XVII, á intervenir de un modo eficaz en todos los las almas de su encomienda, y para debida admira-sucesos y cuestiones de algun interes que sobreviniecion de los siglos futuros. La primera obra que es- sen en él, le vamos á ver en los últimos años de su cribió durante su pontificado, fué la mas adecuada vida y del siglo, ocupado activamente en las cuespara la instruccion de sus feligreses, á saber: sus tiones ruidosas y deplorables del quietismo. Esta tres catecismos; el uno dirigido especialmente á los secta horrible, con un misticismo estravagante junniños, sobre los deberes de un cristiano; otro contaba las impiedades é inmoralidades de los autiguos escelentes máximas para preparar á los que se acer- gnósticos. Tuvo su orígen en Italia de un sacerdocan á la Santa Mesa, y otro que vió la luz pública te español llamado Miguel Molinos, que en una en 1686, que es un tratado litúrgico sobre las fies-obra titulada “Guia espiritual," enseñaba los delitas y demas aparatos del culto católico. En 1688 compuso su "Historia de las variaciones de la Iglesia protestante." Esta obra ha hecho inmortal a su autor. Al presentar con tanta sagacidad como exactitud las infinitas divisiones y subdivisiones de las iglesias disidentes, las bate à todas en detal, y en esta variedad y contradiccion de sus principios, las despoja de todos los atavíos del cristianismo, y las hace aparecer monstruos en toda su deformidad.

rios mas absurdos, como que una alma que hubiese
llegado á lo que él denominaba oracion de quietud,
absorta y conforme á la voluntad divina, podia te-
ner sin pecar pensamientos los mas impuros, y aun
la incredulidad, como medios de que el mismo Dios
se valia para purificarla, y haciéndola conocer su
miseria, elevarla al mayor rango de perfeccion. Tan
monstruosa doctrina fué combatida primero por el
elocuente jesuita Pablo Señeri, tan conocido en to-

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Mas como la comprension de Bossuet era tan vasta, y tal su facilidad y exactitud en abarcar las ideas mas intrincadas, á poco tiempo se puso al corriente en este ramo de la teología, y capaz de escribir con maestría su "Instruccion sobre los estados de oracion," obra de la que no poseemos mas que

do el orbe por sus brillantes sermones, y condenada por la Inquisicion y la Silla apostólica. Herida con estos anatemas, y desvirtuada por la muerte de su autor, que murió recluso con señales de penitencia en 1692, parecia completamente estinguida, cuando revivió en Francia de un modo mas peligroso, por la calidad de las personas que le dieron pá-la primera parte, no habiendo publicado la segunbulo. Madama Guyon, persona de muy buenas prendas, y en efecto dada mucho á la vida espiritual y contemplativa, pero con poco discernimiento, y su confesor igualmente crédulo, el P. bernabita LaCombe, renovaron las estravagancias del quietismo, y escribieron el uno su "Análisis de la oracion mental," y la otra varios escritos llenos de inepcias semejantes. Se suponia iluminada, con misiones especiales y otra porcion de desatinos de una imaginacion ilusa. Mas como por otra parte, ella en si misma y en el fondo era virtuosa, se captó el aprecio de varias personas notables, entre ellas el entonces solo abate Fenelon. Sus obras y conducta, como era natural, fueron sujetadas á exámen; los obispos Bossuet y Noailles, Troncon, superior general de San Sulpicio y el abate Fenelon tuvieron esta comision; y habiendo tenido varias conferencias en Issy, cerca de Paris, en las que trataron con mucho espacio y detenimiento de la materia, despues de censurar los dichos escritos, convinieron en 34 artículos que comprendian la doctrina segura de la Iglesia. Con respecto á madama Guyon, su entera y dócil sumision á la fé y prescripciones de los prelados, la pusieron al abrigo del anatema ó de cualquiera otra cosa que se intentase en su contra, habiendo conservado estos sentimientos hasta su muerte, en cuyo trance dejó una declaracion esplícita y auténtica de su reconocimiento á la Iglesia. La mejor armonía reinaba entonces entre Bossuet y Fenelon, en prueba de lo cual, el primero se ofreció y consagró de facto al segundo, nombrado arzobispo de Cambray. Pero por una fatalidad bien sensible, esta armonía fué turbada por las disputas de que hablamos: creyendo estos dos grandes hombres, aunque de opiniones contrarias, hacer un servicio á la causa de la religion, tomaron cada cual la pluma, y emprendieron el vuelo adonde su diverso espíritu los conducia. El infatigable Bossuet, que habia confesado francamente en las conferencias de Issy su poca instruccion en las oscuras materias de la teología mística, ocupado como lo habia estado toda su vida en la dogmática y espositiva en sus constantes controversias con los herejes, comprendió la necesidad que tenia de este estudio para tratar con tino de las cuestiones de moda, acerca de las cuales no podia dejar de emitir su opinion á la Francia toda que lo miraba como su oráculo. Y de ahí es que aunque de edad muy avanzada y en la última década de su vida, emprendió este grande ingenio el estudio complicado de unas materias tan abstractas y difíciles, creyendo ser con esto mas útil á la Iglesia, como S. Gerónimo, que para la mejor inteligencia de las Santas Escrituras no escusó, lleno de años y de trabajos, el cansado estudio de la lengua hebrea, sufriendo ademas operaciones dolorosas para espeditarse en su difícil pronunciacion.

da. Este escrito lo sujetó y obtuvo la aprobacion
de los obispos de Paris y de Chartres, é impetró
tambien la del de Cambray; pero éste, por motivos.
que no es fácil presumir á pesar de todo lo que se
ha dicho por los historiadores contemporáneos de
que no queria dar á entender tácitamente su con-
formidad de ideas con las del autor, ú otras consi-
deraciones que esponen, lo cierto es que resistió
suscribir la aprobacion de sus colegas. Esta conduc-
ta fué muy sentida por Bossuet, y se quejó de ella
amargamente en un opúsculo que poco despues dió
á luz é intituló “Relacion sobre el quietismo."
Por su parte, Mr. Fenelon escribió su libro titu-
lado "Esplicacion de las máximas de los santos so-
bre la vida interior," y á su vez solicitó la aproba-
cion de sus compañeros de Issy, escluyendo formal-
mente á Bossuet. De aquí nacieron las mútuas
desconfianzas y desavenencias tristes entre estos
dos grandes hombres. Si se hubieran entendido con
tiempo, habrian ahorrado el escándalo de su dis-
cordancia y evitado los escesos á que los partidos,
invocando respectivamente sus nombres respetables
se entregaron. Bossuet se creyó obligado á impug-
nar una produccion que, como despues veremos, era
muy censurable; y su pluma, fecunda en demasía
y con el vigor de sus primeros años, produjo multi-
tud de escritos: "La relacion sobre el quietismo" de
que ya hablamos, "Los místicos seguros," "La es-
cuela segura," "El quietismo resucitado," "El su-
mario de la doctrina del arzobispo de Cambray,"
y otros muchos. El de Cambray soltó tambien la
pluma en su defensa, y la prensa sudó con las mul-
tiplicadas producciones de los dos mas grandes in-
genios que entonces conocia la Francia. La Sorbo-
na y la corte se declararon por Bossuet; pero am-
bos, como buenos católicos, sometieron el fallo á la
Santa Sede, á la que respectivamente se dirigieron.
El papa Inocencio XII, despues de conferir el
asunto muy detenida y circunspectamente, condenó
las Máximas de Fenelon, y en particular las veinti-
tres proposiciones erróneas que la Sorbona habia
censurado. Así terminó esta célebre controversia:
ninguno de los dos contrincantes apareció menos
grande ni digno de la estimacion universal, ni el
obispo de Meaux se enorgulleció con un triunfo que
nada tampoco añadia á su bien merecida fama, ha-
biendo reportado tantos otros; y el de Cambray
fué tan interesante en su infortunio, como apareció
noble anunciando personalmente y desde su cátedra
episcopal por un edicto el juicio de la Silla apostó-
lica, que le era adverso, é inculcando á sus fieles el
respeto y sumision debida al primero de los pasto-
res, con una humildad verdaderamente heróica.
Hubiera sido de desear que nunca estos dos gran-
des luminares de la Iglesia galicana hubieran em-
pañado su brillo con una disputa en que algo se

enagenaron uno de otro; pero esto nos revela las | gos, que fueron muchos y muy buenos? "No hubo miserias inherentes á la especie humana, de que no efectivamente ni habrá despues, se espresa un hisestán exentos los hombres mas sabios, mas santos, toriador suyo, un sentimiento mas universal ni mas ó mas encumbrados. Mas es necesario decir en ob- sincero, que el que ocasionó la muerte del obispo sequio de la verdad, que las causas que los impul- de Meaux." saron fueron igualmente nobles: si hubo algun esceso, podremos decir espresando el juicio de sus coetáneos, que al uno lo sedujo el amor de Dios y el deseo de vindicar á las almas santas, á quienes el Divino espíritu se comunica por secretos é inefables comercios de la nota de ilusion, y al otro le movia á espresarse con vehemencia el celo de la religion, la pureza de sus dogmas y severidad de su moral. Vemos por tanto renovar en el siglo XVII el espectáculo que dieron al V los insignes doctores S. Agustin y S. Gerónimo. El primero, suave y prudente, representa al dulce, humilde y modesto Fenelon; el otro, vehemente y fogoso como Elías, es el retrato del valiente adalid de la fe católica, contra todas las sectas y errores que afligieron el ánimo de la Iglesia, su madre, y trataron de desgarrar su seno virginal. Tales son los caracteres de esta lucha memorable, tales los de los ilustres campeones que la sostuvieron.

Cuando tratemos de Fenelon, daremos á conocer tambien la estension de sus conocimientos, y la eminencia de sus virtudes. (Véase FENELON.)

Los hombres mas celebrados de su época mantuvieron con él relaciones de amistad y admiracion. El insigne fundador de la Trapa, el abad Bancé, se honraba con su intimidad, y el obispo se retiraba cuando se lo permitian sus multiplicadas tareas á aquel retiro, á entregarse bajo su direccion á los ejercicios de la oracion y de la penitencia. El príncipe de Condé unió su gloria con la del prelado; el mariscal de Schomberg fué su protector en su juventud, y el agradecido Bossuet jamas pasó por su tumba sin derramar sobre de ella "lágrimas y oraciones." El poeta Santeuil, que se inspiraba al pié de su púlpito, Boileau, Racine y La-Bruyére, que le titulaban padre de la Iglesia, todos estos grandes literatos gozaron de su trato, aprendieron de su enseñanza, y tuvieron por timbre su amistad.

A mas de su saber, fué considerado Bossuet por modelo perfecto en la práctica de las virtudes cristianas y episcopales; cuidó de su grey como vigilante pastor, no solo administrándole el pasto de la divina palabra frecuentemente, y apartándola de las aguas cenagosas y corrompidas del error, sino tambien edificándola con sus ejemplos, dándole como ministro de Dios los santos Sacramentos, y consagrándose como pontífice á las funciones del culto divino, con un empeño singular. Prueba de esto fué la demanda entablada á sus herederos por el reparo de los ornamentos de su catedral, que los habia usado mucho. En fin, en todo sobresalió Bossuet como un hombre estraordinario, y se puede decir en rigor, que para hacer el elogio debido de Bossuet, es menester ser Bossuet. Yo en este artículo no hago mas que tributar un pequeño homenaje á la memoria de este grande hombre.

Todavía en sus últimos años hubo Bossuet, sin quien nada importante se trataba en la Iglesia, de intervenir en la famosa cuestion del "caso de conciencia," llamado así, porque bajo la apariencia de la consulta hecha por un confesor sobre las reticencias y disimulos que su penitente jansenista le hacia en órden á las famosas cinco proposiciones, se descubria la malicia de la resolucion, en la que enredaron á cuarenta incautos doctores. Aunque esta consulta corrió bajo el anónimo, hay quien la atribuya al canónigo Perrier, sobrino del célebre jansenista Pascal. El obispo de Meaux no tardó en salir á la lid y despojar el famoso caso de su máscara hipócrita, lográndose de este modo y por las condenaciones del arzobispo de Paris y del papa, el desengaño y retractacion de los doctores sorprendidos. Todavía la pluma del Sr. Bossuet no estaba cansada, y en 1700 presentó al rey dos memorias; una "Sobre el estado presente de la Iglesia," y otra "Sobre la moral relajada," ambas contra la peligro-los sa secta jansenística; pero el astro tocaba á su ocaso, y estos eran los últimos destellos de su luz vespertina.

En nuestro siglo, la Francia va á pagar una deuda sagrada, segun leemos en un periódico de estos dias, con la ereccion de una estátua que recuerde su gloria. Al efecto se ha abierto una suscricion. Una junta presidida por el cardenal arzobispo de Reims, y de que hacen parte el arzobispo de Paris, los obispos de Meaux y de Dijon, el P. Lacordaire,

duques de Pasquier y de Noailles, los condes de Molé, Montalembert, Saint-Aulaire y Salvandy, el P. Ravaignac y otras notabilidades de nuestra época, está encargada del objeto; y á la fecha la ciudad de Dijon, patria del héroe, se ha suscrito con 3.000 francos, á mas de otras cantidades que acaso por menos notables no sabemos.—M. B.

Efectivamente, aquel anciano venerable, despues de cumplidos 76 años de una vida tan activa, y empleada toda ella en defensa y servicio de la religion, falleció el 12 de abril de 1704 en el ósculo BOSTANDJI: es decir, "Jardinero," de la padel Señor, y con una conformidad admirable en la labra turca "bostan" melon: se designan bajo este voluntad divina en medio de los dolores agudos de nombre los guardas del serrallo, cuyas atribuciones un cálculo urinario. Su última espresion fué diri- particulares son la de cuidar los jardines y servir gida á su Criador: "Hágase vuestra voluntad!" de remeros al gran señor, cuando se pasea por el ¿Cómo regarian los fieles con sus lágrimas su yerta estrecho: su gefe, llamado "bostandji-bachi," lleva mano al acercarse á su cadáver para besar su pas-el timon: los bostandjis son 600; 30 de ellos, llamatoral, última muestra de veneracion á su prelado? dos klassefis, se ocupan en la ejecucion de obras ¿cómo lo sentirian la corte y la nacion, cuya pérdi- mayores. da era irreparable? ¿cuál seria el luto de sus ami

BOSTAR: general cartaginés; enviado contra

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Régulo, fué derrotado y hecho prisionero el año las Indias; partió de Lisboa en 1624 á la cabeza 225 antes de Jesucristo: entregado por el senado de una escuadra portuguesa, y ganó muchas vicde Roma á Marcia, mujer de Régulo, le hizo dar torias á los holandeses, que disputaban á los pormuerte en los suplicios para vengar la muerte de tugueses el comercio de la India: Botello hizo su su esposo y envió sus cenizas á Cartago. Otro ge- nombre temible, y en 1628 tomó el gobierno de las neral cartaginés del mismo nombre, comandante Indias portuguesas: equipó una flota y se dió inde la ciudadela de Olbia, en Cerdeña, fué degolla- mediatamente á la vela para ir al socorro de Mado con toda la guarnicion por los mercenarios su- laca, sitiada por los achenois, cuya escuadra y blevados el año 240 ó 241 antes de Jesucristo.- ejército destruyó, abandonando todo el botin á sus Otro Bostar fué enviado por Anibal á Filipo el tropas, y quedándose solo con un papagayo, que año 215 antes de Jesucristo para confirmar la habia pertenecido al general de los achenois, y el alianza que acababa de hacer con aquel príncipe. cual repetia sin cesar: "Nuño es un Dios:" el venBOSTON: ciudad de Inglaterra (Lincoln), á 7 | cedor entró en triunfo en Malaca, donde recibió el leguas S. E. de Lincoln; tiene 13.000 hab., muchos nombre de "Padre de la patria:" al año siguiente canales, una hermosa iglesia gótica de Saint-Bo- volvió á aparecer en el mar con veinte y cinco batolph, que ha dado su nombre á la ciudad (Botolph' jeles, puso en fuga á la escuadra holandesa, y se stown): la torre de Saint-Botolph tiene 330 piés hizo á la vela hácia Scotora, donde encontró un de altura y sirve de faro: hay establecimientos de navío enemigo cargado de pólvora: Botello iba á instruccion y de beneficencia, comercio muy activo, tomarlo al abordaje, cuando un vaiven de su buque brea, cáñamo y maderas de construccion. le hizo caer, y fué aplastado con el choque de las dos naves: su cuerpo fué trasladado á Malaca, y enterrado con gran pompa: Felipe IV, entonces soberano del Portugal, dió á su viuda todas las rentas de Mozambique, y á su hijo el título de conde.

BOSTON: ciudad y puerto de los Estados Unidos, capital del estado de Massachussets; á los 73° 19' long. O., 42° 23' lat. N., en la bahía de Massachussets; tenia 61.000 hab. en 1830, y en el dia pasa de 93.383: es sede de un obispado católico, posee un escelente puerto, que puede contener 500 buques; tiene 2 puentes de madera, uno de 1.800 piés y otro de 3.840, por los cuales se comunica Boston con las ciudades de Cambridge y de Charlestown: sus plazas son magníficas, y principalmente la de Franklin; bellos edificios como el palacio, el teatro, la casa capitular, el salon de conciertos, aduana, nuevo mercado, ateneo: tiene 80 muelles, | academia de ciencias y artes, sociedad histórica de Massachussets, sociedad de medicina y otras; bibliotecas, museos y ricas colecciones, escuelas superiores y elementales, industria y comercio considerable: Boston fué fundado en 1630 por una colonia inglesa, compuesta principalmente de habitantes del Boston de Inglaterra, de donde toma su nombre: en Boston estallaron las primeras revoluciones, que dieron la independencia á los Estados Unidos, 1765-75: es patria de B. Franklin, cuya estatua adorna la plaza de su nombre.

BOSWORTH: ciudad de Inglaterra (Leicester), al O. de Leicester; tiene 1.000 hab.: en 1485, Ricardo III, asesino de los hijos de Eduardo IV, fué derrotado y muerto en ella por Enrique Tudor de Richmond: esta batalla puso fin á la guerra de las Dos-Rosas y á la dinastía de los Plantagenetos: Enrique de Richmond fué coronado bajo el nombre de Enrique VII.

BOTET (GUILLERMO): magistrado de Lérida y sabio jurisconsulto: vivió por los años 1229: para cortar los infinitos pleitos y disputas que se originaban de no estar recopiladas ni confirmadas por la ley las antiguas costumbres de la ciudad de Lérida, las ordenó y reunió en un volúmen, añadiendo los privilegios, las dotaciones y derechos de la ciudad, y las corroboró con las leyes romanas y góticas: las costumbres ó usages de Lérida fueron muy celebradas: puede verse esta obra en el MS. de las "Constituciones ó usaticos," que se conserva en el archivo de la iglesia catedral de Lérida.

BOTH WELL: pueblo de Escocia (Glasgow), á 1 leguas S. E. de Glasgow; tiene 4.000 hab.; es célebre por la batalla que ganó allí Monmouth, general del rey Cárlos II, contra los Covenanters rebelados en 1682, en el pasaje del puente de la Clyde, llamado "puente de Bothwell," batalla que sofocó en el momento la insurreccion, y fué seguida de medidas violentas contra los puritanos.

BOTHWELL (J. HEPBURN, CONDE DE): señor escocés: despues de la muerte de Enrique Darney, esposo de María Stuardo, cuyo asesinato se atribuye á Bothwell, robó á la reina y la obligó á casarse con él (1567): habiendo escitado este matrimonio una sublevacion, Bothwell se vió obligado á fugarse: se refugió en las Orcades, despues en Noruega y allí murió miserable en 1577.

BOTANY-BAY: bahía de Nueva Holanda, sobre la costa S. E., en el Nuevo-Gales meridional: BOTIFLERS: así se llamaron los partidarios los ingleses fundaron allí una colonia en 1787, para del rey D. Felipe V en Cataluña, durante las guerla deportacion de los malhechores, colonia que tras-ras de succesion, para distinguirlos de los maulets, portaron muy pronto al puerto de Jackson (á 4 que eran los partidarios del archiduque D. Cárlos leguas al N.): la colonia de Botany-Bay formó 4 de Austria. distritos; Sidney, Paramata, Newcastle, Hawkesbury; pero hoy el considerable aumento de poblacion ha introducido una nueva division; forma 10 condados: véase GALES del S. (Nuevo).

BOTELLO D. (NUÑO ALVARÉS DE): virey de

BOTNIA: region de la península Scandinava, á derecha é izquierda de un golfo del Báltico, llamado golfo de Botnia, al N. de la Suecia propia y de la Filandia, y al S. de la Laponia sueca, pertenecia toda á la Suecia, antes de 1809: desde esta

época, está dividida: 1.o, en Botnia rusa, al E. del | cumentos antiguos que pudiesen servir para confirrio de Tornea y del golfo de Botnia, comprendida mar la verdad del milagro. en el gran ducado de Filandia: 2.o, en Botnia sueca, al O. del Tornea y del golfo de Botnia; está reunida á la antigua Laponia sueca, forma dos gobiernos del Norrland, llamados Botnia occidental ó Westerbotten, cuyas ciudades principales son; Umea, Asela, Sorsell; y Botnia oriental ó Norrbotten, donde están Pitea, Lulea, Arjeplog, Gelivara, Jukkasjarvi.

BOTONADA: en heráldica, la rosa ó las demas flores puestas de frente, en las que el botoncillo del medio es de distinto esmalte que ellas: tambien se entiende de los rosales cuando tienen capullos, y de las flores de lis si tienen botones.

BOTRYS: ciudad marítima de Fenicia fundada por Itobalo, rey de los tirios, segun Flavio Josefo: mudó varios dominios y padeció diferentes ruinas, hasta que la restauró Julio César: desde entonces, que fué el año 707 de Roma, contó su era.

* BOTURINI BENADUCI (D. LORENZO): señor de la Torre y de Hom, nació en la villa de Sondrio, obispado de Como, en Italia, hácia el año de 1702. Poco se sabe de su vida antes que pasase á la América; siendo aún de tierna edad fué llevado á Milan donde hizo sus estudios, y de allí se trasladó á Viena, en cuya capital residió ocho años hasta que se vió obligado á salir de ella con motivo de haberse mandado por la corte de España que todos los caballeros italianos saliesen de los dominios austriacos, cuando en 1733 se declaró nuevamente la guerra entre la España y la casa de Austria. De Viena pasó á Portugal con buenas recomendaciones, y la reina quiso nombrarle ayo de los infantes; pero él lo rehusó y se trasladó á España, recomendado por el infante D. Manuel al ministro Patiño.

Precisado á permanecer en Madrid por continuar aun la guerra, la condesa de Santibañez le persuadió á que pasase á las Indias, y en 16 de marzo de 1735 le dió sus poderes para que le cobrase lo vencido y corriente de una pension de 1.000 pesos que se le pagaba en las cajas reales de México, como descendiente del emperador Mocteuczoma. Aceptó Boturini el encargo, y se embarcó sin cuidar de proveerse del permiso indispensable á todo estranjero para pasar á las Indias, por ignorar que fuese necesario tal documento: ignorancia que no deja de ser estraña, y mucho mas lo es que á pesar de esta falta nadie puso impedimento á su embarque, ni á su entrada en la Nueva España, adonde llegó en febrero de 1736.

Hallándose ya en la capital, fué, como era natural en un estranjero devoto y curioso, á visitar el santuario de Ntra. Sra. de Guadalupe, y preguntando las circunstancias de la aparicion, le informaron de ellas, añadiendo que, ó por no haberse cuidado entonces de estender instrumentos auténticos del suceso, ó por haberse perdido con el trascurso de los años, en el dia no contaba casi con otro apoyo que la tradicion. Sintióse Boturini movido de "un superior tierno impulso," como él mismo dice, para dedicarse á suplir esta falta, buscando do

Púsose desde luego á la obra con todo celo, y gastó unos seis años en recoger sus materiales, empleando este tiempo en viajar por diversas partes, y en tratar y familiarizarse con los indios para inspirarles confianza y conseguir que le descubriesen los mapas y MSS. antiguos que dejaron ocultos sus mayores: empresa cuyas dificultades solo podrá apreciar quien conozca el carácter de los indios. Mas al buscar Boturini documentos que probasen el milagro de Guadalupe, hallaba con mas frecuencia otros que sin tener relacion con aquel, eran importantísimos para la historia de la Nueva España; y con el aliciente de estos hallazgos ensanchó su plan proponiéndose escribir la historia antigua de este país, sin perder de vista su primer intento de probar en obra especial el milagro de la aparicion de Ntra. Sra. de Guadalupe.

El fruto de todos sus viajes y fatigas fué una copiosa y magnífica coleccion de MSS. y pinturas antiguas de que apenas puede dar idea el "Catálogo" que imprimió en Madrid: solo en los inventarios judiciales que se hicieron al recogerle todos sus papeles es en donde se conoce el mérito de aquella desgraciada coleccion. Reunida ya la mayor parte de sus materiales, se retiró al santuario de Guadalupe, á una pequeña ermita que habia entonces en el lugar que hoy ocupa la capilla del cerro, y allí se entregó con todo ardor á su estudio; pero el esceso de su devocion á la imágen de Guadalupe, le precipitó á dar un paso que fué la causa de su ruina.

Acostumbra ó acostumbraba entonces el cabildo de la Basílica Vaticana de Roma, conceder la gracia de que fuesen coronadas públicamente con una corona de oro las imágenes "taumaturgas," segun el legado que dejó al efecto el conde Alejandro Sforzía Palavicino, y Boturini se empeñó en lograr esta gracia para su imágen favorita. Consiguióla en efecto, y en julio de 1740 se le despacharon en Roma los documentos necesarios; mas por un descuido de sus agentes le llegaron sin el "pase" indispensable del Consejo de Indias. No era posible devolverlos para subsanar la falta, porque la guerra con Inglaterra tenia á la sazon el mar infestado de corsarios, y Boturini ocurrió á la audiencia para que supliese el pase, lo que alcanzó sin dificultad.

Como en el permiso concedido para la coronacion se espresaba que los gastos serian de cuenta de Boturini, y éste no tenia capital para costearlos, resolvió apelar á la piedad de los fieles. Escribió, pues, de su propio puño un prodigioso número de esquelas á los obispos, deanes y cabildos, á las audiencias de Guadalajara y Guatemala, á las autoridades, y á infinitas personas particulares, solicitando que le ayudasen para los gastos de la solemnidad. El éxito no correspondió á su celo, porque los auxilios que recibió fueron insignificantes.

Llegó por entonces á la Nueva España el virey conde de Fuenclara, y á su tránsito por Jalapa, el alcalde mayor de aquella villa le presentó la esquela que le habia dirigido Boturini. Causó estrañeza al conde, que un estranjero anduviese empeñado

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