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porque se mezclan palabras torpes, compuestas artificiosamente, los cantarcillos torpes, tomados de las plazas, bodegones y casas públicas, con tonadas que sirven al tal propósito, se reducen á la memoria con gravísimo perjuicio de las costumbres, y tanto mayor mal, que de los teatros pasan á las plazas y á las casas particulares, fijados en la memoria con la torpeza como con engrudo. Detestable torpeza, pero tales son las costumbres. Y como el pueblo cristiano ninguna cosa era razon que escogiese sino honesta y sancta, las alabanzas de Dios y hazañas de los sanctos y varones excelentes, como testifica san Jerónimo que en su tiempo se hacia en Palestina, que los oficiales y labradores, cantando las alabanzas de Dios, aliviaban la dureza de los trabajos; al contrario vemos que se hace, y de noche por las calles, de dia en las casas, ninguna otra cosa se oye sino alabanzas de Vénus, quiero decir, cantares de amores, con grande afrenta del pueblo cristiano y de los que gobiernan, que no tienen desto cuidado alguno, en gran perjuicio de la república. Y lo que es peor, que no podemos negar haber entrado en los templos no pocas veces cantándose estas torpes sonadas tomadas de cantarcillos vulgares, en lo cual faltan el sentido y las palabras, y no se puede declarar con la lengua la grandeza desta maldad, así de los que lo hacen con deseo de agradar al pueblo como principalmente de aquellos que dejan pasar sin castigo tan grande impiedad y afrenta, pretendiendo ser tenidos por benignos y palaciegos y populares á costa de la afrenta que se hace al culto divino y á la religion cristiana. Quiero acabar tornando á referir que la música del teatro y de los farsantes es una peste gravisima que va corrompiendo por las ciudades y por los lugares las costumbres de los particulares, y poco a poco dándoles á beber la maldad, y que los príncipes que se descuidan en esto, que debian tener por muy encomendado, darán cuenta á Dios, y serán vivos y muertos castigados gravísimamente por haber gobernado mal la república, principalmente que á las sonadas blandas y afeminadas, que por si mesmas despiertan á torpeza, sabemos se aña len meneos y palabras deshonestísimas, las cuales con sus números y metros aun hacen mucho mayores cosquillas, cosa que por ser tan pública no la pueden ignorar los dichos príncipes, eclesiásticos y seglares á cuyo cargo está proveer en todo esto. Pero mejor será declarar mas y particularizar esta torpeza y abuso en el siguiente capitulo.

presentaba mejor las costumbres y constancia varonil. Pero mejor será para entender esto dividir la música en cinco géneros, cuyos nombres son tomados de las provincias donde cada una fué inventada, como la divide Casiodoro, lib. 1, epist. 40, y en un particular tratado que de la música compuso. Los géneros son estos: el dórico, el frigio, el colio, el yastro, oasio ó jónico, y últimamente el lidio. Los cuales géneros y tonadas sean desta manera; que el segundo sube un semitono sobre el primero, y el tercero sobre el segundo, y los demás por el mismo órden; demás desto, á cada uno destos tonos se le añaden otros dos, como aldórico el fripodórilo y el hiperdórico, y á los demás por la mesma manera; de suerte que resultan quince géneros de armonía que sean de la misma manera que está dicho, alzando el siguiente sobre el precedente un semitono solamente cuya razon se puede ver en Casiodoro, libro de las Disciplinas Matemáticas. El dórico era á propósito para la castidad y para la guerra por tener la tonada igual y constante y de una manera; el frigio despertaba contiendas y movia á furor, y porque usaban dél en las fiestas de los dioses, principalmente en las de Baco, se llamaba religioso; el colio procedia con llaneza, sin variedad, y por esto amansaba el ánimo y era á propósito para hacer dormir; el yastro era vario y entendian que adelgazaba el ingenio y le despertaba á la contemplacion de las cosas del cielo; el lidio despedia los cuidados con la sonada dulce y relajada, y con el demasiado deleite llamábase quejoso, porque, segun yo pienro, usaban dél los enamorados en sus quejas, por la cual causa era tenido por el mas infame género de todos los que en la música habia. Todo esto está tomado de Casiodoro en los lugares citados y de Apuleyo en el lib. 1 De los floridos; pero aquella fuerza de conmover los afectos del ánimo y de sosegarlos, la cual los antiguos atribuian á diversos tonos y armonías que se usaban en aquel tiempo, no lo experimentamos de todo punto en nuestra música; y aun no está averiguado de qué suerte aquella música y á qué tonos respondia de los que en nuestra edad se usan. Yo entendia eran varios géneros de versos, principalmente líricos, los cuales, cantados á la viliuela con sus números y con la tonada de la voz y de la vihuela, que se respondian perfectamente, demás desto con el peso de las sentencias y agudeza despertaban en los ánimos movimientos vehementes. La cual fuerza en este tiempo en gran parte ha caido y ninguna cosa pone en menos cuidado á los que gobiernan y á los príncipes que proveer de qué suerte de música, ansí el pueblo como los mancebos, usen comunmente; por donde no nos debemos de maravillar que tanta corrupcion de costumbres haya prevalecido en estos miserables tiempos, de manera que todos los vicios como hecho un escuadron hayan acometido las ciudades y lugares sin alguna diferencia de sexo, de edad ó calidad de personas, y que se hayan dado á liviandad y torpeza, afeminando comunmente las tonadas y canciones, principalmente con la libertad de los fursantes, corrompiendo y haciendo laciva á toda la música; y

CAPITULO XII.

Del baile y cantar llamado zarabanda.

Entre los grandes y muchos bienes que la paz continuada por muchos años y conservada con la providencia y poder de los príncipes acarrea á las provin cias y reinos, tal cual muchos años ha la gozamos por beneficio del cielo y valor y prudencia de nuestros reyes en Castilla (abundancia de bienes conforme á lo que dijo el Psalmista, «puso tres fines paz y hartóte conis

hartura del trigo)» la hermosura y arreo de las ciudades y los campos, lo cual todo destruye la guerra y asuela, guarda de las leyes, de la justicia y religion, entre estos bienes nascen y se mezclan algunos males, como la neguilla y malas yerbas en los sembrados abundosos y frescos: el ocio, fuente de todos los males, la soberbia y injurias, la hartura y la lujuria por donde se viene á hacer sementera para nuevas guerras y revueltas, andando las cosas al derredor y círculo conforme al movimiento con que los cielos se menean. Desta paz y abundancia de que goza años ha esta provincia, y del ocio en que vive gran parte del pueblo y de la gente principal han nacido en España juegos, disoluciones, trajes, comidas y banquetes muy fuera de lo que antiguamente se acostumbraba y muy fuera de aquello áque la naturaleza de nuestra nacion inclina. Pero los vicios, donde quiera se reciben fácilmente y con dificultad se despiden. Entre los demás desórdenes que de la ociosidad han nacido ha sido la muchedumbre de comedias y farsantes que de veinte años á esta parte entre nosotros, en público y en secreto, se han usado, sacando cada dia nuevas invenciones y sainetes con que entretener y engañar al pueblo. Pero de las comedias en general harto se ha dicho hasta aqui, y adelante se dirá mucho mas; por ahora solo quiero decir que entre las otras invenciones ha salido estos años un baile y cantar fan lacivo en las palabras, tan feo en los meneos, que basta para pegar fuego aun á las personas muy honestas. Llámanle comunmente zarabanda, y dado que se dan diferentes causas y derivaciones de tal nombre, ninguna se tiene por averiguada y cierta; lo que se sabe es que se ha inventado en España, que la tengo yo por una de las graves afrentas que se podian hacer á nuestra nacion, tenida por deshonesta y inclinada á deshonestidad, tanto, que estando en Paris of decir á una persona grave, docta y prudente que tenia por averiguado hacian mas estrago en esta parte en aquella ciudad los criados de un caballero español que allí estaba que todos los demás hombres naturales que allí vivian. Yo entiendo que fué grande encarecimiento este, pero esta es la verdad: pues ¿qué dirán cuando sepan como van cundiendo los males y creciendo la fama que en España, donde está el imperio, el albergo de la religion y de la justicia, se representan, no solo en secreto, sino en público, con extrema deshonestidad, con mencos y palabras á propósito los actos mas torpes y sucios que pasan y hacen en los burdeles, representando abrazos y besos y todo lo demás con boca y brazos, lomos y con todo el cuerpo, que solo el referirlo causa vergüenza? Que si hacer juegos deshonestos y lacivos es pecado, y muy grave, por el peligro á que se ponen los que los hacen y los que los miran, que es conclusion de teólogos y canonistas, y en particular de Silvestro, Ludus, párrafo 2.°, y de Navarro, cap. 16 de Manual, núm. 14, ¿qué será con meneos tan lacivos poner toda la deshonestidad delante los ojos? ¿Habrá por ventura hombre tan de hierro que con semejantes torpezas y en tan encendida fragua no se ablande y se M-11.

mueva? Yo creo, por cierto, que los ermitaños sacados de los yermos y enflaquecidos con las penitencias no estarian seguros; pues ¿cómo lo estarán los hombres carnules y viciosos? Y ¿qué dirán Dios y todo el mundo cuando sepan que en España, en la cual nos gloriamos, y con mucha razon, que la religion se ha conservado en su puridad y entercza, estas deshonestidades han entrado en los templos consagrados á Dios, y los han mezclado en el culto divino? ¿Puédese con palabras encarecer tan grande maldad y desorden, principalmente que ni jueces seglares ni eclesiásticos lo castigan, como seria razon, por ventura favoresciendo unos aquello en que se deleitan, excusándose otros con el favor que dicen tiene esta gente y oficio en los mas altos tribunales del reino? Sabemos por cierto haberse danzado este baile en una de las mas ilustres ciudades de España, en la misma procesion y fiesta del santísimo Sacramento del cuerpo de Cristo, nuestro Señor, dando á su Majestad humo á narices con lo que piensan honralle. Poco es esto: despues sabemos que en la mesma ciudad, en diversos monesterios de monjas y en la mesma festividad se hizo, no solo este son y baile, sino los meneos tan torpes, que fué menester se cubriesen los ojos las personas honestas que allí estaban; ¿qué esto es razon que se sufra y disimule y que las casas de Dios y los monesterios se hagan oficinas de deshonestidad, y esto con título de que se honra á Dios en ello y se aumenta el culto divino? ¿Qué resta sino que saquemos en nuestras fiestas entre las cruces y pendones pintada la deshonestidad, como se hacia antiguamente en las ficstas de Priapo y como se dirá adelante, que sin duda moviera menos á deshonestidad que los meneos sucios que se hacen entre nosotros; ó que celebremos las fiestas de Vénus y de Adonide, su enamorado, las cuales, con extrema deshonestidad y desórden de los gentiles las habian tomado y las celebraban las mujeres hebreas, como lo nota la Escriptura en Ezequiel, capítulo 8.o, y lo declara mas largamente sau Jerónimo sobre ella? Y no dejaré de decir lo que me avisó un amigo mio, que este baile se hacia antiguamente en tiempo de romanos, y que tambien habia salido de España, tierra fértil en semejantes desórdenes, por donde las mujeres que hacian este baile de deshonestidad las llamaban en Roma gaditanas, de Cádiz, ciuda l de España, donde se debió de inventar en aquel tiempo, como lo dice Juvenal en la sátira undécima, convidando á Persica, amigo suyo, á un convite templado y modesto, por éstas palabras que quiero ponerlas en latin por no sufrir su deshonestidad que se trasladen en

romance:

Forsilan expectes ut gadilaua canoro Incipiat prurire choro, plausoque probala Ad terram tremulo descendat eluina puella Irritamentum veneris tanguentis, el acres Divilis vilicae.

Y lo demás que declara no menos la deshonestidad del baile. Lo mesmo dice Marcial en el lib. v, en la epi

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grama 120, en la cual convida á Toriano á cenar casi por las mesmas palabras:

Nec de gadibus improbis puellae Viviabunt sine fine prurientes Lacivos doceli tremore lumbos.

Que si esto se sufria entonces, no es razon se sufra entre gente que profesa tanta sanctidad como el pueblo cristiano profesa. Esto es lo que me lia parecido decir brevemente deste baile y deste canto, el cual tengo por cierto que ha tornado en este tiempo á salir del infierno para ofensa muy grave de nuestro Señor, que no podrá disimular mucho tiempo graves injurias para daño y perdicion del pueblo, que son estas invenciones de canonizar lo que desea; y solo resta que se predique en los púlpitos, como cosa lícita (como en Alemania en semejantes materias se hace con tanta publicidad, pues del hacer al enseñar hay poca distancia), para perpetua afrenta y vergüenza de nuestra nacion, de donde, conforme á los beneficios y mercedes, era razon salieran mejores frutos que estos. Yo suplico á la divina Majestad, por intercesion de san Vicente y santa Sabina y santa Cristeta, sus hermanas, en cuyo monte y á la puerta de su cueva enriscada, donde estuvieron escondidos huyendo la crueldad de Daciano, se escribió esto; ponga remedio en los daños que entiendo por este camino se nos van aparejando, y abra los ojos á los que gobiernan, para que lo reparen con tiempo, que yo no dubdo sino que si supiesen el estrago que se hace y viesen los meneos y lo que pasa, por desalmados que fuesen, lo remediarian. Digo esto porque me han certificado que cuando esta maldita gente hace este baile delante quien les pueda ir á la mano con el mismo son, mudan las palabras que suelen cantar, y templan los meneos y su deshonestidad; tan astutos y prudentes son estos hijos del demonio y de las tinieblas.

CAPITULO XIII.

Qué sinticron los padres antiguos destos juegos. Quiero poner en este lugar los testimonios de los escriptores antiguos y declarar qué parecer tuvieron de los juegos escénicos con sus propias palabras y sentencias, la cual parte es muy copiosa y casi sin término, tanto, que si alguno quisiese juntar todo lo que á este propósito podria servir, ni tendria fin ni término la disputa; por tanto, entre muchas cosas escogerémos algunas y tocarémos solamente con brevedad las cabezas, comenzando desta manera. Los juegos escénicos, representaciones y comedias en el tiempo antiguo, antes que el hijo de Dios se mostrase á los hombres en carne hecho hombre, y con su luz á los hombres bajos y desanimados metiese por el camino de la salud, en tres maneras y por tres causas eran viciosos y malos. La primera, porque á los dioses que adoraban, y á los cuales invocaban y hacian votos hallándose en peligros, tales maldades atribuian y tales afrentas en los tales juegos, que ningun hombre honesto las pudiera oir sin vergüenza. Increible locura; pero tan grande era

su ceguedad. Demás desto, los juegos y espectáculos, por ser consagrados en nombre de los dioses, pertenecian al culto divino, ó por mejor decir, á la idolatría; de suerte que los que iban al teatro ó al circo forzosa cosa era que se enredasen en la vana y necia supersticion y que se hiciesen dignos de la muerte eterna. Ultimamente, con la torpeza de las cosas y de las palabras despertaban á malos deseos y maldades, y con delictos fingidos encendian á los verdaderos por los ojos y orejas, la cual es una peste gravísima, haciendo entrar la torpeza con tanto mayor fuerza, que en pecar al ejemplo de los dioses, á los cuales muchas veces se atribuian las torpezas, si no merecian loa, á lo menos eran dignos de perdon, pues con sola la mirada de una imágen deshonesta, vemos que los hombres se encienden y mueven á semejantes delictos desta manera. Cheera en el Eunucho de Terencio, encendido en deseo torpe, dice con mayor atrevimiento haber forzado una doncella por estas palabras: La doncella está sentada en el retrete, mirando cierta imágen y pintura donde estaba pintado Júpiter, en qué manera en el gremio de Danae dicen antiguamente haber echado la lluvia de oro; yo mismo tambien comencé á mirallo y porque semejante juego ya antiguamente aquel habia jugado, mucho mas el ánimo se me alegraba. ¡Dios haberse convertido en hombre y por ajeno tejado haber venido ascondidamente por el patio á engañar una mujer! ¡Mas que Dios, el que los mas altos templos del cielo hiere! Yo hombrecillo & no habia de hacer aquello? Hícelo así y de buena gana. ¿Ves cómo se mueve al mal deseo? Ciertamente como con enseñanza del cielo, como dice san Agustin, lib. 1 de las Confesiones, cap. 16, donde trae este lugar de Terencio, lo cual es necesario que acontezca con mayor vehemencia cuando estas cosas y semejantes en las comedias se representan. Los testimonios pues de los padres antiguos á estas tres cabezas se reducian y como clases, dado que no ignoro que las dos primeras, conviene á saber, escarnecer los dioses y atribuilles delictos y consagrar los juegos á su divinidad muy lejos está de nuestras costumbres, gracias sean á nuestro redentor Jesucristo, con cuya luz se han desaparecido y ahuyentado de todo el mundo las tinieblas tan espesas de errores y mentiras. La postrera cabeza ó clase de testimonios que se toma de la torpeza y deshonestidad destos juegos, no menos pertenece a nosotros ni menos nos toca que á los antiguos; antes tanto mas cuanto la profesion cristiana pide mayor sanctidad de vida. Viniendo al propósito y órden que se propuso, Tertuliano, el primero, en el Apologético, cap. 15, reprehende á los gentiles que afeasen á los dioses en las fábulas con toda torpeza por estas palabras: Los demás ingenios de lascivia ayudan tambien á vuestros deleites, por la afrenta de los dioses. Mirad las gracias de los lentulos y de los ostilios, si por ventura en las burlas y chocarrerías os reis de los farsantes; ó de vuestros dioses, de Anubi, adúltero, de la luna, hecha varon, de Diana, azotada, del testamento referido de Júpiter muerto, y de tres hércules,

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hambrientos y burlados. Lo mesmo reprehende san Cipriano en la epíst. 2.", conforme à la órden de Pamelio: representan, dice, á Vénus deshonesta, á Marte adúltero; aquel su Júpiter no mas preeminente en el reino que en los vicios, que se abrasa de amores terrenos con sus mismos rayos, algunas veces blanquearse con plumas de cisne, otras correr con lluvia de oro, otras por medio de las aves arrebatar muchachos tiernos. Pregunta ahora si puede ser el que mira casto y honesto. Imitan á sus dioses que adoran, y los delictos á los miserables se les proponen como pertenecientes á la religion y culto divino. Hasta aqui Cipriano, elegantísimamente, como en todo. Al mesmo propósito hace el lugar arriba citado, de Arnobio, al fin del lib. iv, contra los gentiles, de donde será conveniente tornemos á referir algunas palabras, porque habiendo varios denuestos y afrentas que de los otros dioses se inferian en las comedias, añade que ni aun el mesmo Júpiter se escapaba de ser notado en el teatro por estas palabras: antes tambien en las fábulas el mismo reinador Máximo del cielo, sin ningun temor de su nombre y majestad, se introduce hacer oficio de adúlteros; y para poder engañar la castidad de las madres de familias ajenas, mudar el rostro engañoso, y con la mentira del cuerpo fantástico, succeder en las semejanzas de los maridos: esto dice Arnobio. San Agustin, en el lib. n de La ciudad de Dios, cap. 8°, cuán to perjudicasen á las costumbres los malos ejemplos de los dioses referidos en las comedias, declara en estas palabras: ¿Quién pues en el gobierno de su vida no pensaria que habia antes de seguir las cosas que se representan en los juegos ordenados por auctoridad divina que las que se escriben en las leyes promulgadas por humano consejo? Que si los poetas mentirosamente dijeron que Júpiter era adúltero, los dioses ciertamente, como castos, de los cuales tan grave maldad por los juegos humanos se habian levantado, era razon se enojasen y les vengasen. Y no será menester en esta parte gastar mas tiempo, si advirtiéremos que no por otra causa Platon, en el lib. x. De justo, al principio juzgó que los poetas, y en particular Homero, debian ser echados de su república, sino porque atribuian á los dioses tale's maldades, que ahora fuesen verdaderas, ahora falsas, consideraba que con su torpeza era necesario fuesen de grande perjuicio para las costumbres del pueblo. Con esto pasemos al segundo órden y cabeza destos testimonios, en el cual Tertuliano, como mas antiguo, se pondrá en primer lugar, el cual en el cap. 38. del Apolog.: Igualmente, dice, renunciamos á vuestros espectáculos, en tanto en cuanto á sus. orígenes, las cuales sabemos que vienen de la supersticion. Con las mesmas cosas de las cuales se piden las desechamos; no tenemos que ver en dicho, vista ó oido, con la locura del circo, con la deshonestidad del teatro, con la crueldad del arena, con la vanidad del portal. Lo mismo prosigue mas copiosa y elegantemente en el libro de los Espectáculos, cap. 4, por estas palabras: Pues si constare que de la idolatría nace

todo el aparato de los espectáculos, tambien pertenece el testimonio de nuestra renunciacion, en el baptismo, de las cosas que son dedicadas al diablo y á la pompa y ángeles suyos, conviene á saber: por la idolatría. Referimos la orígen de cada uno, de qué principios han crecido en el siglo, despues de los apellidos de algunos con qué nombres se llaman, después de los aparatos con qué supersticiones se forjan, demás desto los lugares qué abogados tienen, y últimamente las artes á qué autores se atribuyen. Si alguna cosa destas no perteneciere á los ídolos, la tal, ni pertenecerá á la idolatría, ni será comprehendida en la renunciacion que hacemos y lo demás que en el mismo propósito prosigue con grande erudicion y igual ímpetu de palabras. Despues de Tertuliano se sigue Lactancio, que vivió no mucho despues y fué de ingenio fácil, copioso y suave, el cual en el lib. vi De las divinas instituciones, cap. 20, al fin, dice: Así hanse pues de huir todos los espectáculos, no solo porque algun vicio no se asiente en nuestros pechos, los cuales deben ser sosegados y pacíficos, sino para que el uso de algun deleite no nos halague y aparte de Dios y de las buenas obras, porque las celebridades de los juegos, fiestas de los dioses son, pues por nacimientos, ó por las dedicaciones de los nuevos templos se ordenaron ; y al principio, sin duda, las casas que se llaman oficios fueron atribuidos á Saturno, los juegos escénicos á Baco, los circenses á Neptuno; pero poco a poco la mesma honra se comenzó á dar tambien á los demás dioses, y cada juego está consagrado á sus divinidades, como enseña Sisinio Capito en los libros de los Espectáculos. Si alguno pues se halla en los espectáculos, á los cuales se concurre por causa de religion, apartado sea del culto de Dios y pasado á los dioses, cuyos nacimientos y fiestas celebró. Lo mismo dice en el capítulo de los espectáculos. Resta, dice, decir de los espectáculos, los cuales, porque son poderosos para corromper los ánimos, deben ser huidos de los sabios y apartados totalmente, porque se dicen ser inventados para las honras de los dioses. El juego de los oficios á Saturno está dedicado; la escena es del padre Baco; pero los juegos circenses son dedicados á Neptuno, de tal manera, que el que mira ó se halla presente, dejado el culto de Dios, parece se ha pasado á los ritos y ceremonias profanas. Todo esto es de Lactancio, con el cual acompañamos en primer lugar á Crisóstomo, al fin de la Homilia 31, sobre el cap. 4.o de san Mateo, donde dice: Do los demonios son, no de los hombres, los espectáculos seglares, por lo cual os amonesto que os abstengais de las fiestas de Satanás; porque si es ilícito entrar en los templos de los ídolos, mucho mas hallarse en las solemnidades de los demonios; despues á Salbiano, lib. vi De providentia, donde afirma que entre otros vicios, con los cuales estaban agravadas las provincias, y por las cuales en aquel tiempo habian caido en grandes miserias, una era la locura del teatro, así que dice: Nosotros tambien, cuando entre las torpezas y afrentas reimos, cometemos pecados ciertamente no pequeños,

sino en tanto mas penosos, que como exteriormente parezcan buenos, en hecho de verdad son pestilentisimos, porque como haya dos males grandísimos, conviene á saber, si el hombre ofende á sí mismo ó á Dios, -lo uno y lo otro se hace en los juegos públicos; porque por las torpezas malvadas la eterna salud del pueblo cristiano allí se pierde, y por las supersticiones sacrilegas la divina Majestad es ofendida, porque no hay dubda sino que ofenden á Dios, siendo consagrados á los ídolos. Minerva ciertamente es honrada y venerada en los gimnasios, Vénus en los teatros, Neptuno en los circos, Marte en las arenas, Mercurio en las luchas; y por tanto, conforme á la cualidad de los abogados es el culto de las supersticiones. Siguese san Isidro en el lib. 18 de las Etimologias; el cual en tres lugares con el mesmo argumento persuade á los cristianos se aparten de los juegos en el cap. 27. Los juegos circenses, dice, por causa de sacrificar á los dioses y para la celebridad de los gentiles se ordenaron, por donde tambien los que miran parece sirven al culto de los demonios. El correr de los caballos antes se trataba simplemente, y sin duda el comun uso dellos no era pecado; pero cuando el natural uso se redujo á los juegos, se pasó al culto de los demonios. Despues, en el cap. 41, habiendo contado las partes y ornamentos del circo, y así dice: En tanto que mirando estos juegos se profanan con el culto de los dioses y con los elementos mundiales, sin duda se conoce que adoran los mesmos dioses y los mesmos elementos; por donde debes considerar, ¡oh cristiano! que los espíritus inmundos pasean el circo, por lo cual ajeno te será el lugar, el cual tienen ocupado muchos espíritus de Satanás, porque todo él le tiene lleno el diablo y sus ángeles. En conclusion, habiendo referido los otros géneros de juegos y de espectáculos, concluye en el cap. 59 con esta sentencia : Por tanto, no ha de tener que ver el cristiano con la locura del circo, con la deshonestidad del teatro, con la crueldad del anfiteatro, con la terribilidad de la arena, con la lujuria del juego. Porque á Dios niega quien presume hacer tales cosas, quien, hecho prevaricador de la fécristiana, de nuevo apetece aquello que renunció mucho antes en el baptismo, conviene á saber, el diablo y sus obras; de manera que en tiempo de san Isidoro, si alguno iba al circo ó al teatro á mirar los juegos, sin duda por su decreto, era tenido por quebrantador de la religion, no menos que yendo á los templos de los dioses, se ensuciara con la impía supersticion; lo cual es tanto mas de maravillar que en tiempo de san Isidoro, estando ya recebida en Roma y por las provincias la religion cristiana, ningunos gentiles quedaban mezclados con los cristianos, como en los tiempos de antes habia acontecido, por donde no era maravilla que los padres antiguos hobiesen hablado con semejante rigor para apartar á los cristianos de la comunicacion de los gentiles. Pero sin duda tal fué el parecer de los padres antiguos, tal su libertad de Lablar, con la cual se hizo y efectuó, que en todo el

mundo no menos desamparasen los teatros y se cayesen que los mesmos templos de los dioses donde se ejercitaba la idolatría: por ventura ¿ será justo que por inconsideracion tornemos nosotros á edificar los que con tanto cuidado nuestros antepasados, varones sanctísimos y prudentísimos, abatieron? Pero pasemos á la tercera clase de los testimonios y auctores, que por la deshonestidad reprehenden los representantes y representaciones, como malas y de gran perjuicio. En este número el primero que se ofrece es Clemente Alejandrino en el lib. m del Pedagogo, donde dice no convenir á los hombres cristianos, y manda que se eviten. Prohíbanse pues, dice, los espectáculos y canciones, los cuales están llenos de maldad y de palabras sucias y vanas dichas sin causa; porque ¿qué torpe hecho no se representa en los teatros y qué palabra desvergonzada no pronuncian los que mueven á risa, truhanes y representantes? Aquellos empero los cuales del vicio que en ellos está recibieren algun deleite, imprimen en casa claras imágenes dél; pero al contrario los que no se pueden halagar ni aficionar con ellos, en ninguna manera caerán en deleites torpes. Porque si dicen que los espectáculos se toman por juego y burla para recrear los ánimos, dirémos no hacer prudentemente las ciudades en las cuales el juego se tiene por cosa seria. Porque no son juegos ni burlas los apetitos de vanagloria, los cuales con tanta crueldad matan; ni menos vanos ejercicios y ambiciones inconsideradas y demás de lo que alcanzan de las propias riquezas; ni los alborotos que por esta causa se levantan son juegos, porque con el vano ejercicio nunca se ha de comprar la ociosidad, ni el varon prudente debe anteponer lo que es deleitable á lo que es mejor. Mas, dirá alguno, ¿no todos filosofamos: por ventura no todos procuramos la vida? ¿qué dices tú? ¿cómo pues, creiste, quiero decir, cómo te hiciste cristiano? Ninguno desta profesion ha de tener por ajenos de sus costumbres los preceptos de la filosofía, conviene á saber, de la vida mas severa ; al cual le está propuesto de menospreciar todas las dulzuras y comodidades desta vida en comparacion del deseo de aquella vida inmortal que nos espera á todos en el cielo si guardamos la profesion hasta el fin desta vida. Mas estrechamente, dice á esto cierto teólogo, procuraban en aquel tiempo promover á los hombres á la perfeccion de la vida, lo cual seria á propósito si no afirmasen los mismos que los teatros son contrarios á la profesion de cualquier cristiano y ofecinas de deshonestidad. ¿Por ventura dirás que la castidad, por ventura que la profesion cristiana convenia á los hombres de aquel siglo y no tambien á los de nuestra edad? Comunes son estas cosas á todos los cristianos, y no digas que se dice por encarecimiento lo que tantas veces y con tanta aseveracion de palabras dicen todos en tanta manera, que en el baptismo, donde agora el que se baptiza abernuncia á Satanás y á todas sus obras y á todas sus pompas, antiguamente se decia, abrenuncio al diablo y á sus pompas, espectáculos y obras, conviene á saber, declarando lo que por nombre de pompas entendian. Así lo dice Salbiano claramente en

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