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bles de Comella, se profapaba cada dia la sublimidad de los de Quintana; y ahora que tenemos algunos de talentos y de aplicación se les degrada ocupándolos esclusivamente en mamarrachadas de linterna mágica, como llamaba Moratin á todos esos comediones insufribles que segun parece son actualmente el único surtido del teatro de Méjico. Cuando se censuraban las piezas dramáticas con una escrupulosidad nimia, vimos representar muchas veces la zaida de Voltaire que oculta mas veneno del que parece á primera vista; y ahora que gozamos de una justa libertad, se nos priva aun de aquellas tragedias inocentes contra las cuales jamas se ha atrevido nadie á declamar. Entonces tampoco se tenia reparo en presentarnos en la escena un rey de Castilla olvidado de sus deberes y torpemente enredado en los lazos que le habia tendido una hebrea prostituta, y otro envilecido hasta el grado de mandar ejecutar á traicion un asesinato y negarlo despues viendo en inminente peligro la vida del valiente soldado que habia sido víctima de su fidelidad; y ahora que tenemos la dicha de ser gobernados por un príncipe constitucional, no se nos quiere entusiasmar con el ejemplo patriótico del gran Pelayo, honor de los monarcas españoles, primer caudillo de las tropas de generosos asturianos que alzaron el santo grito contra la servidumbre sarracena.

Nosotros no alcanzamos á descubrir la verdadera causa de esta chocante contradiccion; porque estamos persuadidos de que los empresarios no harán al público la injusticia de creerlo tan ignorante y tan falto de gusto que prefiera los malos dramas sentimentales á las buenas tragedias. Bastantes pruebas tiene dadas de lo contrario: bastantes sugetos conocemos que no han vuelto á pisar el teatro desde que supieron tan estraordinaria novedad.

¿Por qué, pues, se nos ha de privar de un es

pectáculo inocente? ¿Por que hemos de ver anunciadas en los papeles públicos de la península la Roma libre y la Viuda de Padilla, y en Méjico se nos ha de apurar la paciencia con novelas empalagosas é inmorales puestas en forma de diálogo?

A esto se reduce la pregunta que hacemos á los empresarios. Si se sirviesen contestarnos satisfactoriamente, insertaremos su respuesta para satisfacer tambien al público que seguramente la desea con impaciencia.

POESÍA.

CANCION PATRIÓTICA.

Se compuso para cantarse en el teatro la noche del 15 del corriente; pero no habiéndose querido sujetar su autar á ha cerla ciertas correcciones que se le exigieron, por parecer demasiado fuertes varias espresiones, prefirió el partido de insertarla en el semanario para que el público la

juzgue.

CORO.

Levantad, ciudadanos, el grito,
fuerte grito que atruene al malvado;
que del código nuestro adorado
la alabanza repita sin fin.
Ese grito que el alma enagena
del patriota de entrambas Españas;
que devora las viles entrañas
del que quiere con grillos vivir.

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Una vida, españoles, tenemos,
un laurel la nacion nos envia;
mas la vida se pierde en un dia,
un laurel no se pierde jamás,
Pues perder, españoles, la vida
por guardar nuestros santos derechos,
y esculpid en los inclitos pechos,
patria, leyes, honor, libertad,

No mas odios ni bárbara guerra, 1
no mas gritos de sangre y de muerte,
pues nos oye la plácida suerte,
pues la dicha y el bien nos volvió.
Unos lazos nos unen á todos
ciudadanos, la patria nos llama,
y á la voz ciudadanos se inflama
el antiguo y el nuevo español.

Coro.

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Core.

Sigue abierta la suscripcion & este periódico en la libreria de Recio, portal de los agustinos letra B, á razon de seis pesos cada cuadrimestre en esta capital y de oche pesos en las provincias, franco de porte.

En la misma libreria se hallará de venta este número y los siguientes al precio de tres reales cada uno.

Miercoles 19 de julio de 1820.

Imprenta de Don Mariano Ontiveros.

SEMANARIO

POLÍTICO Y LITERARIO.

ARTICULO COMUNICADO.

Causas de la decadencia de la Minería de Nueva España: remedios que exige para su restablecimiento, en particular la de Guanajuato.

Entre las infinitas ventajas que la nacion puede prometerse del establecimiento del órden constitucional, debe contarse como una de las principales la libertad de que goza la imprenta. En efecto, ella viene á ser el órgano de la opinion pública, el juez severo é incorruptible que vela sobre la conducta de las autoridades, sobre la recta administracion de los fondos públicos, sobre la justa reparticion de las contribuciones; ella es en fin la mas firme garantía de las instituciones libres. Los gobiernos despóticos la temen porque corriéndose por su medio el oscuro velo que oculta sus operaciones tenebrosas, la luz de la verdad no descubriría mas que injusticias, arbitrariedad y opresion. Los pueblos libres la defienden porque ella les proporciona elevar su voz contra los abusos de la autoridad, manifestar los errores en que esta ha caido, é indicar los remedios cuya aplicacion es urgente para curar las llagas del estado afligido. ¿Y en qué circunstancias pudo ser mas importante el uso de tan saludable libertad? ¿Cuando necesitó el gobier

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