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luntad contraria el clero, la nobleza

y

el pueblo de Castilla con silencio misterioso en el concilio de Sevilla de 1478, y en las cortes de Toledo de 1480; con el amparo que los señores de vasallos dieron á los fugitivos en Andalucía; con la necesidad que hubo de real cédula para que la ciudad de Sevilla permitiese á los primeros inquisidores exercer su oficio en 1481; con la opinion de los literatos que seguian la de Hernando del Pulgar segun el testimonio de Mariana; y con la energía de los aragoneses, catalanes, valencianos y mallorquines que resistieron la introduccion abiertamente aun á costa de tumultos que necesitó el rey católico apagar con toda su fuerza desde 1485 á 87.

Los castellanos volvieron á la empresa en 1506 con ocasion de la venida del rey Felipe Primero; y perdiendo las esperanzas con el segundo gobierno del fundador de la Inquisicion, hicieron tantos recursos á Roma, que con estos y con tumultos en Córdoba, pusieron al rey católico en términos de ceder algun tanto, y sujetar los juicios de la Inquisicion á una congregacion particular del año 1508. Los aragoneses no pudiendo sufrir los

muchos abusos del tribunal, reclamaron en cuerpo de nacion año 1510 en las córtes de Monzon: repitieron sus clamores en las otras del mismo pueblo en 1512, y á fuerza de teson y de zelo acortaron las líneas del poder arbitrario inquisicional, cuyas ideas imitaron los catalanes en las córtes de Lérida de 1515.

Muere á 23 de Enero de 1516 el fundador de la Inquisicion moderna, y parece que el sonido de las campanas de sus funerales fué señal de alarma contra ella. Se creyó que la nueva dinastía austriaca que debia venir de Flandes y Alemania recibiría gustosa la solicitud de extincion, ó por lo menos la de limitacion de poderes de un tribunal, cuyo nombre ya era conocido á los flamencos como odioso desde la venida de Felipe Primero.

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Los castellanos, los aragoneses, y los catalanes, todos los españoles, en fin, manifestaron entonces su verdadera opinion en Flandes y Roma, creyendo que habian llegado los dias de la libertad. Se equivocaron: un cardenal Cisneros estaba al frente del gobierno de la España y de la Inquisicion, y su carácter firme

unido con su talento sagáz, bastó á impedir la victoria que parecia segura por el aspecto exterior de los negocios.

Sin embargo, la venida de Cárlos Primero alienta de nuevo á los castellanos que se atreven á pedir en cuerpo de nacion la reforma del santo Oficio en las cortes de Valladolid de 1518, y consiguen que despues de bien exâminado el punto se forme una pragmática sancion, reduciéndolo á términos del derecho comun como los otros tribunales eclesiásticos.

Se hubieran contentado con esto los castellanos; pero no llegó á promulgarse la pragmática por el fallecimiento intempestivo de Juan Selvagio, canciller del rey y jurisconsulto profundo flamenco, que habia influido mucho en el ánimo de su magestad para decretarla; y por la desgraciada casualidad de ser ya inquisidor general el cardenal Adriano, maestro de Cárlos, en cuya voluntad tuvo siempre grande ascendiente, y mayor despues de la muerte de Selvagio.

No se acobardan por eso los arago neses y se atreven tambien en cuerpo de pacion á proponer otro tanto en las cór

tes de Zaragoza de fines del citado año de 1518, y sostienen su empeño en Roma con tal teson, que aprovechando la casualidad de hallarse disgustado el papa con los inquisidores españoles, logran en Julio de 1519 una bula de reforma que destruía todos los privilegios de la misteriosa y cruel arbitrariedad.

El haber sido elegido Cárlos para rey de romanos, y el deferir este señor absolutamente á los consejos del cardenal Adriano fueron otras dos casualidades infaustas que influyeron sobremanera para que la corte de Roma temerosa de disgustar al nuevo emperador por causa de los intereses de la soberanía de los dominios pontificios, dexára sin efecto en breve de 12 de Octubre la bula del mes de Julio.

Los catalanes, manifestando en las cortes de Barcelona de dicho año 1519 las mismas ideas que castellanos y aragoneses, prosiguieron su empeño en Roma, con tal vigor que hicieron balancear su influxo con el del emperador mismo, y si no consiguieron la execucion de la bula del mes de Julio, lograron al menos que no librase la revocacion expre

sa que pretendió Cárlos mientras duró la vida del papa Leon Décimo, fenecida en Diciembre de 1521.

Ascendió al solio pontificio el citado cardenal Adriano en Enero de 1522; conservó el empleo de inquisidor general de España hasta Septiembre de 1523 en que libró las bulas á favor de Don Alonso Manrique, arzobispo de Sevilla ; y esto consolidó la victoria del tribunal de la Inquisicion; cerró los labios y las plumas de los españoles con el terror, hasta el extremo de producir un proverbio vulgar que decía: con el rey y la Inquisicion,

chiton.

Pero á pesar de que el silencio general sepultó en olvido profundísimo los hechos, conatos, y esfuerzos de la nacion española en los quarenta primeros años de la exîstencia de la Inquisicion, ha sido tan vigorosa como acostumbra la fuerza de la verdad. El curso de tres siglos no ha bastado á borrar todas sus huellas: yo he procurado descubrirlas, y creo haber demostrado la equivocacion con que los escritores estrangeros atribuían á los españoles la estúpidéz de poner sus delicias en los autos de fe de la Inqui

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