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ron los inquisidores el castillo de Triadonde se pasaron, é pasaron los »presos; é allí ficieron su audiencia, é » tenian su fiscal, é alguacil é escribanos »é quanto era menester, é facian su pro»ceso segun la culpa de cada uno; é lla» maban letrados de la ciudad, seglares, "é al provisor al ver de los é procesos » ordenar de las sentencias, porque viesen » como se hacia la justicia é no otra cosa. „É comenzaron de sentenciar para que"mar en fuego. É sacaron á quemar »primera vez á Tablada seis hombres é » mugeres que quemaron. É predicó Fray » Alonso Hojeda de San Pablo, zeloso de » la fe de Jesu Cristo, el que mas procuro »en Sevilla esta Inquisicion. É él no vió »mas de esta quema, que luego desde "alli á pocos dias murió de pestilencia que » estonce en la ciudad comenzaba de andias pocos » dar. Y dende á quemaron »tres de los principales de la ciudad, é » de los mas`ricos, los quales eran Die"go de Susan, que decian que valia lo » suyo diez cuentos, é era gran rabí, » segun pareció murió como cristiano; é "el otro era Manuel Sauli, é el otro » Bartolomé Torralva. prendieron á

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» Pedro Fernandez Benedeba, que era ma"yordomo de la iglesia de los señores "dean é cabildo, que era de los mas

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principales de ellos, é tenia en su ca»sa armas para armar cient homes » Juan Fernandez Abalasia, que habia sido muchos tiempos alcalde de la justi»cia, é era gran letrado; é á otros mu» chos, é muy principales, é muy ricos, á »los quales tambien quemaron é nunca "les valieron los favores ni las riquezas. "É con esto todos los confesos fueron "muy espantados, é habian gran miedo, "é huían de la ciudad é del arzobispado; »é pusieronles en Sevilla pena que no fu"yesen so pena de muerte; é pusieron

guardas á las puertas de la ciudad. É »prendieron tantos que no habia donde »los toviesen, é muchos huyeron á las tier"ras de los señores, é á Portugal, é á tier"ra de moros (4).”

Esta narracion del cura de los palacios influye á que formemos un concepto poco favorable de los primeros inquisidores, porque si gustaban de pasar plaza de verdaderos cristianos los que ha

(4) Bernaldez: hist. de los reyes católicos cap. 44.

bian llegado á tener por muchos años los empleos de honor y poder, no es creible que se negasen á abjurar la heregía; y como hasta entonces no habia relapsos ninguno de los que se allanasen á reconciliacion debia sufrir pena capital. ¿Quál sería, pues, el concepto en que se les condenaba? No quedan arbitrios para discurrir otro que el de impenitentes o penitentes fictos. ¿Y en qué se fundaria? En que no confesaban los hechos de que se les acusaba. Y ¿cómo los habian de confesar si fuesen inciertos? Los inquisidores creían ser ciertos. Y ¿por qué reglas? Este era el vicio radical de aque Ila institucion. Daban crédito á testigos tal vez conjurados para perder un hombre ó una familia, y no podian conocer esta iniquidad porque los acusados ignorando sus nombres, carecian de medios proporcionados al descubrimiento de la verdad.

Á este vicio intrinséco del tribunal se agregaron los que llebaba consigo un zelo excesivo de los inquisidores, que no podian prescindir de las preocupaciones generales de frayles dominicos contra hereges; ni del odio con que por lo co

mun miraban á los judíos, el qual era suficiente para dar con facilidad asenso á qualquiera cosa mala que oyesen de los cristianos nuevos, hebreos, ó derivados de ellos. Baste saber que las gentes llegaron á creer de buena fe que algunos judíos tenian rabo sobre el orificio como las bestias, y que los descendientes de los conjurados contra Jesus se distinguian de todos los otros en la fetidez del olor que exhalaban, como se puede ver en varias obras impresas (5).

Por estas dos causas, y tal vez otras mas personales que ignoramos, procedieron en Sevilla los dos inquisidores con tanto rigor en los principios, que se hicieron á Roma inumerables recursos, mo vido de los quales el papa dirigió á los reyes católicos un breve con fecha de 29 de Enero de 1482, en que les decia ser muchas las quejas dadas contra Fray Miguel Morillo y Fray Juan de San Martin, porque sin contar con el ordinario dioce ni aun con el asesor, habian prosí solos, apartándose de to

sano,

cedido por

*

(5) Gabilan: discurso contra los judíos Torrejoncillo: Céntinela contra judíos.

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das las disposiciones del derecho, carcelar injustamente, dar á los presos unos tormentos crueles, declararlos sin verdad por hereges formales, y entregarlos á la justicia seglar para que los castigase con el ultimo suplicio, como ya se habia verificado, ademas de confiscar sus bienes; de resultas de lo qual otros muchos llenos de temor justo habian huido, y dispersadose á varias partes, publicando en todas ser cristianos católicos verdaderos, y acudiendo á la silla apostólica para que remediase tan grande mal y les concediera su proteccion pontificia, en el supuesto de que ellos estaban prontos probar su inocencia. En cuya vista dice su santidad que se hubiera resuelto á privar del empleo de inquisidores á los dos religiosos citados, sino se contuviese por atencion á los reyes católicos; pero que lo haria si volvian á dar motivo de nuevas quejas, y entre tanto revocó á sus altezas la facultad que les tenia dada para nombrar inquisidores, causandolo en decir que lo habia concedido sin bastante conocimiento de que ya habia inquisidores en los dominios del rey, y de que el general de los dominicos y los provin

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