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tra legislacion para desempeñar tales funciones en defecto de las autoridades políticas de nombramiento del Gobierno, y no se harán estos nombramientos hasta que la cuestion sea dirimida; pero continuarán rigiendo nuestras leyes, y dichos funcionarios, sujetos á ellas obedecerán las órdenes que se les dieren.

"69 Se nombrará un ministro extraordinario que vaya á México para celebrar el tratado sobre límites territoriales."

Este acuerdo, que manifiesta el consentimiento de Guatemala y da á dichos preliminares el carácter de la mayor formalidad, fué comunicado al Gobierno Mexicano por el Sr. Mayorga en despacho de 30 de Noviembre de 1825. Queda demostrado, pues, que en las negociaciones de 1825, México se negó á aceptar uno de los medios generalmente reconocidos como los más á propósito para la resolucion de las cuestiones internacionales, siendo de notar, que el arbitramento que se le proponia, no era el de una nacion extranjera, adoptado por unanimidad en todos los pueblos del mundo, sino el de un Congreso esencialmente americano, formado de representantes de las Repúblicas américo-latinas.

Asimismo, queda demostrado que en virtud de dichos preliminares quedó formalmente establecida la neutralidad de Soconusco, obligándose México tanto como Guatemala á respetarla, hasta tanto que se resolviese por medio de un tratado entre ambos países, á cuál de ellos debia pertenecer el expresado territorio.

Y queda finalmente demostrado, que si no se resolvieron en 1825 las cuestiones pendientes entre Guatemala y México, la culpa no fué de Guatemala, sino de quien temió llevar á un juicio sus mal adquiridos derechos sobre Chia

pas, no teniendo la abnegacion necesaria para desprenderse de un territorio que en derecho jamás ha poseido.

Con relacion á las negociaciones de 1832, entabladas en Guatemala por Don Manuel Diez de Bonilla, Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario de México, el mismo Sr. Romero, en el citado expediente adjunto á la Memoria de Hacienda de 1871, se ha encargado de demostrarnos que si nada se hizo relativamente al importante asunto de límites, fué por culpa del Enviado Mexicano, que se negó á admitir el medio de un arbitramento, que de nuevo le fué propuesto por Guatemala, no para que desde luego se entrase en él, sino á prevencion en caso de no poder avenirse al discutir el tratado respectivo.

Tal aparece del siguiente fragmento de la segunda conferencia, tenida en 24 de Abril de 1832, entre los plenipotenciarios de ambas naciones, y que el mismo Sr. Romero nos hace conocer:

"Habiéndose leido el encabezamiento y fórmula de estilo segun consta en la copia adjunta del tratado, ambos plenipotenciarios convinieron estar en un todo de acuerdo en él, y se procedió luego á examinar el artículo 1o, que redactado de nuevo por el Sr. Molina, lo presentó así: "Art. 1o Habrá paz y amistad perpétua entre las Repúblicas federales de Centro-América y de los Estados-Unidos Mexicanos: sus diferencias ó pretensiones opuestas, si desgraciadamente ocurriere alguna, se terminarán por medios amigables, ó por el arbitramento de otra nacion amiga."-S. E. el Sr. Bonilla objetó la parte que dice: "6 por el arbitramento de otra nacion amiga," manifestando al hacerlo, que nada habia en sus instrucciones que pudiera autorizarlo á convenir en esta cláusula, que además la creía innecesaria cuando el Gobierno de Centro-América tenia seguridades de la sinceridad y franqueza, y de los buenos sentimientos que guiaban al suyo, el que ani

mado del deseo de conservar la armonía se prometia evitar todo motivo de disputa, ó que ellas se transasen de la manera mas amigable. Que por otra parte creía que la cláusula indicada era muy perjudicial á la política adoptada de la no intervencion, á ménos que esto fuera por la asamblea general americana, único cuerpo bastante respetable para que pudieran someterse tales decisiones. Que aun bajo la hipótesis de asentir en el arbitramento propuesto, se ofreceria desde luego la dificultad de convenir cuál nacion deberia ser el árbitro, siendo notorio que las nuevas del continente americano se hallan envueltas en convulsiones políticas y disensiones domésticas, cuyos gobiernos no bien cimentados, apénas podrian ocuparse de su propia organizacion. Que México jamás podria convenir que de manera alguna se le diera influjo á los Estados-Unidos del Norte, y ménos en nuestras mútuas disputas, por ser muy contrario á las reglas que en su política se habia propuesto seguir; y que con respecto á las naciones europeas aun creía más difícil ocurrir á ellas, hallándose no solo en el caso de la de los Estados-Unidos de América, sino en el de considerarse ser muy nociva y trascendental toda ingerencia que pudieran tomar en nuestros negocios á los intereses de todo el continente americano, tan disímbolo en sus instituciones é intereses generales, y que por último creía que así los negocios se entorpecian y las disputas que pudieran suscitarse serian interminables; por todo lo cual tenia por inadmisible la parte del artículo en cuestion, estando de acuerdo con el resto de él. El Sr. Molina insistió en la admision del artículo como estaba redactado, exponiendo en su favor las miras de su Gobierno, que eran evitar de cuantos medios fuese posible el caso de un rompimiento, por medio del arbitramento propuesto; que al redactarlo habia tenido presente estar muy en práctica entre todas las naciones este modo de avenirse en caso de difícil arreglo en sus transacciones; que en su juicio temia sucediera esto entre México y Centro-América, al tratarse del arreglo de límites, y que su objeto era prevenir todo motivo de desavenencia, dejando la decision á otra nacion imparcial y amiga de ambas repúblicas; y que en fin, su franqueza le hacia decir que tal arbitramento lo creía no

solo prudente sino necesario, y más cuando las dos naciones contendientes no guardan proporcion en su influjo, fuerzas y recursos, lo que hacia indispensable insistiera en el artículo como estaba redactado, que le proporcionaba á su nación el apoyo de otra que nivelara sus intereses, por lo cual pedia á S. E. el Sr. Plenipotenciario, Mexicano, diera cuenta de todo á su Gobierno, dejando el arbitrio pendiente por ahora."

El Sr. Diez de Bonilla se retitó de Guatemala despues de haber ajustado un tratado de amistad y de comercio, que no sabemos por qué causa, no llegó á ser aprobado por México.

CAPITULO IX.

Ocupacion militar de Soconusco.

D

URANTE diecisiete años fué respetada la neutralidad de Soconusco; durante diecisiete años ningun gobierno mexicano se atrevió á violar la fé

empeñada en los preliminares de 1825: estaba reservado al dictador D. Antonio López de Santa-Anna, escribir esa página más en la vergonzosa historia de las calaveradas de su administracion.

Mucho sentimos que hoy le tenga abatido la desgracia: quisiéramos verle en la cumbre del poder, para dar al atentado que cometió, con el envío de fuerzas á Soconusco en 1842, el calificativo que justamente se merece.

Decimos esto, porque nosotros distinguimos entre la conducta de una nacion y la de su Gobierno, y porque tenemos la seguridad de que México, el valeroso pueblo que supo resistir la intervencion, no habria obrado como obró su dictador.

No hay más que ver sino cuándo y en qué circunstancias, ese hombre, funestamente célebre, se atrevió á hollar la dignidad de Guatemala. Rotos completamente los vínculos de la Union de Centro-América, que empapada en la sangre de sus hijos, buscaba en vano una mano salvadora que reuniendo los dispersos elementos le devolviese su Gobierno nacional: hecho pedazos el magnífico edificio de la libertad y la concordia por mano de los frailes, que fueron á buscar en las montañas de Mataquescuintla el instrumento feroz de sus venganzas: MORAZAN espirando en el patíbulo, y con él la federacion de la América del Centro: CARRERA entronizado en Guatemala, simbolizando el colera morbus y las matanzas que habian cu-. bierto de duelo á toda la república: los puertos del Norte de Nicaragua bloqueados por una escuadra inglesa, y Macdonald arrastrando á San Juan al Rey de los Mosquitos, para ungirle Señor de aquellas tierras: los pueblos de la frontera ahogados en la sangre humeante aún de la espantosa hecatombe de Quezaltenango: en el exterior las des-. confianzas y los temores consiguientes á la actitud hostil de la Señora de los mares: en el interior esa hidra de cien cabezas que se llama la anarquía, amenazando devorarlo todo con su boca emponzoñada: por todas partes la ruina

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