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de Andalucía.-Repónese el ejército francés de Portugal, y es reforzado.-Vuelve sobre Búrgos.-Persigue á Wellington y los aliados.-Evoluciones de unos y otros en Castilla la Vieja.-Retírase Wellington á Salamanca.—Destruccion de puentes.-Síguele el francés. Retrocede el general británico á Portugal.—Pasa el 6.o ejército español á Galicia.-Distribucion del ejército francés y regreso de José á Madrid.-Va Wellington á Cádiz.-Obsequios que recibe. Se presenta en las Córtes.-Le dan asiento entre los diputados.Su discurso. -Contestacion del presidente.-Pasa Wellington á Lisboa.

Indicamos al final del penúltimo capítulo el pensamiento de lord Wellington de lanzarse con el ejército aliado sobre Castilla la Vieja, aprovechando la circunstancia de ver á Napoleon enredado ya en la guerra con Rusia, y mermado de una parte de sus mejores tropas el ejército francés de España. Bien penetraron o previeron el proyecto del general británico, asi el duque de Ragusa (Marmont) que mandaba el ejército francés de Portugal, como el rey José y el mayor general Jourdan, y con tiempo procuraron prevenirse para el golpe que por Castilla veian amenazar. Mas para esto necesitaban de la cooperacion y auxilio de los ejércitos de Andalucía, de Extremadura, y aun del Norte, y pronto comenzó á esperimentar el rey José en la conducta de sus generales cuán acostumbrados estaban á no obedecer sus órdenes, y cuán le servia el mando supremo poco de que últimamente le habia investido el emperador su hermano. El duque de Dalmacia singularmente, fuese re

sentimiento de no haber sido él nombrado mayor general, fuese hábito de mandar casi como soberano en Andalucía, es lo cierto que ó se negaba á toda combinacion que el rey le propusiera, ó le respondia proponiéndole otra contraria.

Asi el mayor general Jourdan, escribiendo al ministro de la Guerra, se lamentaba diciendo: «El du

que de Ragusa anuncia de una manera positiva que »lord Wellington va á tomar la ofensiva sobre él; sin »embargo el duque de Dalmacia, que en este caso de»bia enviar al conde de Erlon en socorro del ejército » de Portugal, no ha hecho nada. El duque de la Albufera (Suchet), que debia dirigir una division » sobre Madrid, se niega á ello; y el conde Cafarelli »>pretende que no puede enviar hoy socorro alguno > sin esponer las provincias del Norte á un peligro in>>minente. Si pues Wellington marcha con todas sus fuerzas reunidas, el ejército de Portugal tendrá que > combatir solo. Es posible que el enemigo sea batido; >pero si sucediera lo contrario, podria haber resulta»dos muy fatales, y todo por no haber sido ejecutadas » las órdenes del rey. Si estas órdenes hubieran sido »cumplidas, el rey, reuniendo su guardia á las tro» pas del ejército del Mediodía y de Aragon, que se » habrian aproximado al Tajo, hubiera ido sobre el » flanco del ejército inglés con un cuerpo de 20 6 » 25.000 hombres, lo que ciertamente habria asegu»rado un éxito brillante........ «Estoy tan firmemen

>>

>te penetrado del peligro que corren los ejércitos, si » quedan asi aislados, sin punto de apoyo en el cen

tro, que he creido deber hacer presente á V. E. mi » opinion. Podrá no ser fundada, pero al menos mi » conducta es dictada por el celo del servicio de »S. M. I. y por la gloria de sus armas.»

Realizáronse los temores del rey José y cumpliéronse las previsiones de su mayor general. El 13 de junio (1812) levantó Wellington sus reales de Fuenteguinaldo, y con el ejército aliado dividido en tres columnas, agregados á él don Cárlos de España y don Julian Sanchez, púsose á corta distancia de Salamanca, que evacuó Marmont, tomando la vuelta de Toro, dejando solo 800 hombres en tres conventos que habia fortificado, y que servian para vigilar el paso del Tórmes y su puente. Una division inglesa pasó el rio por un vado (17 de junio), y entró en la ciudad de Salamanca, cuyos habitantes la recibieron con la alegría y la agasajaron con el gusto de quienes llevaban tres años de vivir bajo la opresion de los franceses. Dió lugar Marmont con su retirada á que los aliados hicieran venir de Almeida el tren de batir de que carecian, y cuando volvió á aparecer (20 de junio), ya aquellos habian comenzado á batir los fuertes, y no atreviéndose á atacar á los ingleses apoyados en la excelente posicion de San Cristobal de la Cuesta, intentó atraerlos á otro campo de batalla maniobrando sobre el Tórmes. Wellington se limitó á observar sus

movimientos, y continuó el ataque de los fuertes; salióles mal la tentativa de escalar el reducto de San Cayetano, pues perecieron en ella sobre 130 hombres, entre ellos el mayor general Howar (23 de junio). Hizo Marmont varias evoluciones, para ver de comunicarse con los sitiados y darles socorro; saliale siempre al encuentro Wellington hasta obligarle á volver á sus anteriores posiciones; entretanto proseguian jugando las baterías inglesas: en la mañana del 28 abrieron brecha en el reducto de San Cayetano; incendióse con la bala roja el convento de San Vicente, y preparábanse los aliados á asaltar los fuertes de San Cayetano y la Merced, cuando la guarnicion pidió capitular. Accedió á ello Wellington, y quedó toda prisionera de guerra. Gran júbilo produjo esto en Salamanca. Los fuertes fueron demolidos por inútiles.

El duque de Ragusa, que parecia no haber ido

alli sino para presenciar la rendicion de los fuertes, retiróse otra vez la via de Toro, talando y estragando campos y pueblos, y acosado de cerca por los ingleses, pasó, atravesando el Duero, á Tordesillas (2 de julio), donde se le reuniesen 10.000 hombres que el general Cafarelli se habia mostrado dispuesto á enviarle. Siguióle el ejército inglés, situándose en Rueda; y no creyendo prudente Wellington tentar el paso del Duero, dió órden á las guerrillas para que molestáran al enemigo por los flancos y espalda, y para que interceptasen los víveres que le lleváran los pue

blos del contorno, ordenando al mismo tiempo al comandante general del ejército de Galicia que avanzara sobre el Esla. Por su parte Marmont, que lo que temia era la superioridad numérica de la caballería inglesa, aumentó en aquellos dias la suya en 1.000 caballos, ya comprando algunos, ya tomándolos á todos aquellos que por ordenanza no estaban facultados para tenerlos. Y con esto y con habérsele incorporado la division Bonnet que venia de Astúrias, antes de dar tiempo á que se juntase á los aliados el 6.o ejército español de Galicia, repasó el Duero, resuelto á dar la batalla á los ingleses en la primera ocasion oportuna, procurando atraer á Wellington donde pudiera convenirle.

Durante una semana (del 13 al 20 del julio) no hicieron los dos ejércitos enemigos sino marchar y contramarchar de uno y otro lado del Duero, ya en direccion de Toro, ya volviendo sobre Tordesillas, observándose mútuamente, y viendo cada cuál si cogia á su adversario en un descuido de que pudiera aprovecharse, ó podia ganar una posicion ventajosa en que batirle. Colocado el francés el 20 á la derecha del Guareña, á la izquierda el inglés, vióse el singular espectáculo de dos fuertes ejércitos marchando paralelamente por las dos orillas de un pequeño rio, en masas unidas, á distancia de medio tiro de cañon, sin empeñar batalla ni encuentro, deseándolo ambos, pero inspirándose respeto mútuo. El 21 pasaron los fran

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